Mártires de la Alpujarra en la Rebelión de los Moriscos (1568). Lanjarón y Cónchar

de Francisco A. Hitos

"Puede considerarse a Lanjarón como primer pueblo de la Alpujarra, aunque algunos le consideran como el último del Valle. Para el caso nuestro podemos considerarlo como la puerta de entrada a este campo de batalla de la rebelión. No desdice de lo ocurrido en los demás pueblos. Los cristianos se refugian a la iglesia en compañía de sus sacerdotes. Desde la torre pudieron contemplar cómo saqueaban sus casas, pero como buenos cristianos cuidaron más que de otra cosa de pertrechar su alma para la lucha, confesando y comulgando. Al día siguiente, segundo de Pascua, pusieron fuego los rebeldes a la iglesia, el cual tomó tanta fuerza que se ardía todo el edificio. Los cristianos llenos de valor clamaban: «Señor, Jesús, ayúdanos», abrazándose unos a otros. Bien pronto el fuego y el humo los separó, reduciéndolos todos a cenizas. Además de los sacerdotes, perecieron entre otros Miguel de Morales y Cristóbal Maldonado, con sus mujeres y cuatro hijos."

"Cónchar y Poqueira aparecen relacionados entre sí en la historia de la persecución por la circunstancia, ya repetida en otros lugares, de haber llevado presos de un pueblo a otro algunos cristianos; y con la perfidia de prometerles un sitio más seguro, fueron llevados de Conchar a Poqueira por un sarraceno de gran fama, llamado Java. En Poqueira fueron metidos en una cueva profunda y oscura, en la cual estaban ya presos, además de algunos sacerdotes, Francisco Enciso, Pedro Soto, Gaspar Soto, Francisco Cazorla, Gaspar Adarve y el sacristán N. Godoy, con otros treinta cristianos, cuyos nombres se ignoran. La cama el duro suelo, el alimento un poco de pan de panizo, y lucha diaria, que era para ellos lo más terrible, sostenida ora con promesas, ora con amenazas, para que dejasen la fe de Jesucristo. Las exhortaciones de los sacerdotes, la gracia recibida en el sacramento de la Penitencia, ya que todos procuraron confesarse, les dio más fortaleza para la batalla diaria. No parecía que habían de tener término ni los tormentos de la cárcel, ni los del asedio puesto a sus almas. La llegada del reyezuelo Abenhumeya acabó con esta situación, pues llamó a Java y le reprendió, ásperamente por haber detenido tantos días a los cristianos sin quitarles la vida. Irritado Java con esta reprensión sacó a los cristianos a una plazuela; pero antes que llegasen al lugar designado, cayó sobre los soldados de Cristo una multitud que con heridas de espadas y alfanjes les dieron muerte."