Mondújar y las historias de su castillo

Los restos que actualmente encontramos sobre el llamado “Cerro del castillete”, pertenecen a una fortaleza de época nazarí. Cuyas murallas han presenciado historias de amor, intriga, valentía y manifestaciones de fe, que sin duda hoy son la huella de aquellas mujeres que de alguna forma, vivieron en él, lo eligieron como última morada o vieron alterada su existencia por causa del mismo

Sacado de El Comarcal de Lecrín

La construcción de esta fortaleza se sitúa a mediados del siglo XV, momento en el que, supuestamente, el penúltimo sultán de Granada, Mulay Hasan o Muley Hacén, manda erigir para su retiro y disfrute junto a su última esposa, una doncella, hija de Sancho Jiménez de Solís, Comendador de Martos, Alcaide de Bédmar y de la Higuera de Martos. En la contienda nazarí en la cual muere dicho comendador, esta doncella es capturada y llevada a la Alhambra, donde es encerrada en la torre, que en su recuerdo, hoy llaman de la cautiva. Esta joven cristiana es Isabel de Solís, cuya belleza eclipsa al sultán a la vez que esta queda prendada de él. Isabel decide convertirse a la religión islámica, tomando el nombre de Zoraida (lucero del alba), para más tarde contraer matrimonio con Muley Hacén. Al convertirse en la favorita, le otorga privilegios y propiedades, como una residencia personal llamada “Doralco Tola” en la Cadima del Albaicín. Zoraida tiene dos hijos fruto de este matrimonio, a los que se les da tratamiento de príncipes.

En 1483, en la batalla de Lucena, apresan a Boabdil, y su madre, Aixa (primera mujer del Sultán), abandona la Alhambra y es sustituida por Zoraida. El enfrentamiento entre ambas mujeres provoca el enfado de los musulmanes viejos, quienes tenían en alta estima a Aixa la Honesta. Esta, junto con los Abencerrajes, alientan una serie de disputas e intrigas dando lugar a la abdicación del Sultán en su hermano, conocido como “El Zagal”.

Tras fallecer Muley Hacen, y durante el breve periodo del Zagal como sultán, propone matrimonio a su cuñada Zoraida, quien rechaza la propuesta. Más tarde, ocupando el trono Boabdil, llega la conquista de Granada. El Rey Fernando, en Santa Fe, ejerce de padrino en el bautizo de los hijos de Zoraida y Muley Hacen, donde toman los nombres de Fernando y Juan. Y decide trasladarles a Sevilla, para evitar que los nobles granadinos, les convencieran a rebelarse como hijos del Sultán. Su madre Zoraida decide volver a la fe católica, tomando nuevamente su nombre, siendo citada en algunos textos como Isabel de Granada.

Poco antes de la conquista, viendo cerca las capitulaciones, Boabdil decide trasladar, desde sus tumbas de la Rauda Real de la Alhambra, los restos de los reyes de la dinastía nazarí y otros miembros de la nobleza, a la falda del Castillo de Mondújar, donde casi seguro ya reposaban los de su padre Muley Hacen. Tras la conquista, Boabdil se traslada junto a su madre Aixa y su esposa a las Alpujarras, siendo dada la custodia de Granada a los guerreros del ejército de los Reyes Católicos, quienes eran informados por el Visir Aben Comixa, hombre de confianza de Boabdil, de los planes que este tenía.

A principios de 1493, pretenden que Boabdil celebre unas nuevas capitulaciones y ceda su pequeño estado de la Alpujarra. Al negarse, es traicionado por su espía, quien vende a los Reyes Católicos el pequeño estado en nombre de su monarca. En septiembre de 1493, durante los últimos tiempos de Boabdil en territorio español, fallece su esposa Moraima a los 26 años en Andarax. Cumpliendo sus deseos, es perfumada y envuelta, para trasladarla en parihuelas a Mondújar, para recibir sepultura en estricto rito musulmán junto a los reyes y posiblemente junto a la tumba de uno de sus hijos. Sus bienes los divide en tres partes: una para la iglesia de Mondújar que a la sazón era Mezquita, otra para el alfaquí, que había de ir un mínimo de dos veces por semana a orar a su tumba y la otra para algunos de sus vecinos.

Tras la traición, Boabdil se ve obligado a exiliarse a Fez junto a su madre, la cual fallecería al poco tiempo, desapareciendo así la última mujer musulmana, que se vio influenciada en su vida por las historias del Castillo, como rival de Zoraida y como alma de la resistencia.

Durante el viaje de Boabdil a Fez, es acompañado por un capitán de navío y hombre de guerra llamado Pedro de Zafra. Este es compensado por sus servicios a la corona, nombrándole Veinticuatro de Granada (antiguo cargo de regidor de la ciudad) y Alcaide del Castillo de Mondújar, donde ubica su vivienda junto a su esposa.

En 1499, se inician una serie de revueltas, levantando las poblaciones de Güejar, Lanjarón, Andarax y Mondújar, donde los moros locales, aumentados hasta 4000, por los que vinieron de Granada y otros pueblos comarcanos, trataron de rendir a los pocos defensores cristianos que había en el pueblo. Sabiendo que el Alcaide Pedro de Zafra estaba ausente, sitian el castillo de Mondújar, por considerarlo un lugar estratégico para la rebelión que comenzaba en las Alpujarras y creer fácil su ocupación. Pero nuevamente, el valor sin igual de otra mujer, doña Guiomar de Acuña, esposa del Alcaide, se encerró en el castillo con cuarenta hombres y varias mujeres, para hacer frente a las contingencias de un duro cerco, decididos a morir antes que entregarlo.

El capitán cristiano Del Pulgar, tras recuperar Güejar, según Francisco Villa-Real en su libro “Hernán Pérez del Pulgar y las guerras de Granada”, se dirige a Mondújar con ocho caballos y doce peones, y a altas horas de la noche logra llegar a las puertas del castillo. Aprovechando un momento de confusión de los sitiadores, penetra con los suyos en la fortaleza. Pulgar expone su intención a la señora, haciéndole ver que precisaba su ayuda, para evitar que los amotinados lograran tomar el castillo. Guiomar de Acuña agradeció tan oportunos ofrecimientos, pero no consintió aceptarlos, pues sabía que si se conocía la intervención de Del Pulgar, al que llamaban Alcaide de las Hazañas, sin duda oscurecería la férrea defensa que estaban llevando a cabo ella y los suyos. Del Pulgar, incómodo, abandonó el castillo y se dirigió para defender el pueblo con sus peones y caballos. Gonzalo de Córdoba y el Conde de Tendilla, viendo la tardanza de Del Pulgar se dirigen a Mondújar, consiguiendo que pasara nuevamente a posesión de los cristianos. Aquella noche, llega desde Córdoba Don Pedro de Zafra, sabiendo que dentro estaba su esposa, traba rudo combate con los sitiadores, donde es destrozado ante las almenas, junto a sus once criados que le daban escolta, sin ser reconocido por su mujer. En la mañana, levantado el cerco, los moros huyen a los desfiladeros de Tablate donde se hacen fuertes.

Doña Guiomar de camino a Dúrcal, se encuentra a Don Alonso Téllez, señor de Alcaudete que venía a su encuentro, para ir ante la Reina Isabel, de cuyos labios escucha la desgracia de su marido. Esta le otorga consuelo y mercedes, junto con la alcaldía del castillo para su hijo Francisco. La descripción de la defensa del castillo de Mondújar, se halla calcada en una información transcrita por Francisco Castillo de Guzmán (1519) en el archivo de la Alhambra.

La Inquisición de Llarena promueve un pleito contra la viuda e hijos de Don Pedro de Zafra, por la apropiación de las rentas de la Iglesia de Mondújar heredadas de la Mezquita. En dicho pleito actúa como testigo el vecino de Béznar Juan Jusepe de Herrera, manifestando la importancia de la fortaleza y asegurando que al pie de esta, en una haza que llaman “Rauda”, se encuentran todos los reyes moros que fueron de Granada y la reina Moraima, esposa del rey moro al que se decía “Chiquito”. Tumbas que por cierto hoy se desconoce su ubicación, ya que tras los últimos estudios, los investigadores no han dado una respuesta concluyente.

En época más reciente, la iniciativa de una mujer, Doña María Luisa Campos, Marquesa de Tabares, junto con su esposo Don Fernando Escavias de Carvajal, hace que sobre el cerro del castillo se erija una cruz, para que domine y sea visible desde varios pueblos del Valle.

El día de la Purísima del año 1900, se dirige el Santo Rosario hacia esta cruz, donde tras su bendición, da una plática Don Pedro de Olihuela en la que manifiesta que allí se alza la cruz del Redentor, para borrar las impiedades que en dicho punto se pudieran haber cometido. La comitiva del santo rosario fue acompañada por el párroco don Bernabé Amat, Don Fernando Escavias de Carvajal y el teniente de Chite Sr. Bethancourt. Esta noticia fue publicada el 9 de febrero de 1901 en el periódico El Defensor de Granada.