DATOS BIOGRÁFICOS DE JOSÉ BLANES

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Los jardines de la familia Blanes pasan a la Muller.
En esta biografía Sacada del libro: "José Blanes Zabala. Andanzas de un peluquero" se describe este proceso

Antes de nada es necesario aclarar que, contra lo que él mismo dice al principio de su libro, el autor de las "Andanzas" no era natural del granadino pueblo de Nigüelas. En realidad él era vasco de nacimiento, vizcaíno por más señas, pues nació el 30 de julio de 1906 en el municipio de Gordexola (o Gordejuela) a unos 30 km. al sureste de Bilbao.

La casa señorial donde nació, la de los abuelos maternos, estaba y sigue estando situada, aunque ahora deshabitada y en estado de gran abandono, en un paraje entre pinares denominado Las Llanas de Eritzagorría, a la derecha de la carretera que actualmente discurre en dirección a Bilbao, dando la fachada principal a la carretera antigua, al borde del río Herrerías.

El hecho de que Blanes pareciera y muchos lo creyeran natural de Nigüelas se debe a que, una vez establecida la familia en este pueblo granadino, le tomó tal cariño que lo consideraría siempre como su verdadero lugar de nacimiento. éste es un hecho cierto que podrían certificarlo todos los que conocieron bien al personaje y lo trataron en sus años de juventud y madurez. Como pueden comprobarlo también quienes lean con atención las primeras páginas de su libro, ya que éstas comienzan precisamente con una exaltada visión de esta población de El Valle de Lecrín, su "querido pueblo" del que se siente muy orgulloso, burlándose abiertamente, con la fina ironía que caracteriza su estilo, de las localidades circundantes.

Su padre era Don Antonio de Blanes y Zayas, abogado granadino de 31 años cuando nació su hijo José, y estaba domiciliado en Madrid. Su madre, Doña María Modesta Zabala y Pelayo, era de nacionalidad cubana, de la provincia de Matanzas.

En lugar aparte insertamos copia literal del acta de nacimiento de nuestro protagonista. En ella se puede ver el curioso dato de que al niño se le pusieron los nombres de José, Ignacio, Juan, Antonio, Manuel, Emilio, Senén, Lutgardo y María del Rosario de la Santísima Trinidad. En el mismo documento se comprueba una confusión en cuanto al nombre de la madre, ya que en una nota marginal de 1928, donde se da cuenta de que al ya joven José se le concede la emancipación, en vez de Modesta, se le llama Matilde y éste es el nombre con que la recuerdan quienes la conocieron y trataron después en Nigüelas.

La fortuna de los Zabala y Bea en Vizcaya debía ser grande; mas no le iba a la zaga la de los Blanes en Granada. ésta, que es la que aquí nos interesa, procedía de las posesiones de bisabuelo de nuestro "héroe", el marqués de Cabacelice, Don Antonio de Zayas, en Nigüelas y Acequias. Suyas eran varias casas y fincas en ambos pueblos entre las que se encontraba también la casa del actual Ayuntamiento nigüeleño con las tierras que constituirían después la actual Fundación Zayas. La casa, jardines y tierras de Nigüelas que serían posesión foral de José Blanes, fueron la parte de herencia que correspondió a su abuela paterna Doña Matilde de Zayas Fernández de Córdoba, casada con Don Juan Manuel Blanes, militar oriundo de Barcelona. De éstos pasó todo a manos de los padres de José (Pepe Blanes, como se le llamaba familiarmente) Don Antonio de Blanes Zayas y Doña María Modesta (o Matilde) Zabala y Pelayo. Las posesiones de Acequias quedarían en manos de su tía Doña María Blanes y Zayas, persona que interesa también a nuestro relato pues, muerto Pepe Blanes en 1946, quedó nombrada dueña vitalicia de los bienes del sobrino.

Dichos bienes, casa y fincas, excepto los marjales dejados en herencia a los cinco más fieles servidores de la familia, fueron entregados por testamento a varios amigos íntimos del difunto para ser adquiridos finalmente por uno de ellos, Don José Müller Rodríguez-Acosta, que debió abonar el vitalicio a la susodicha "Tía María" Blanes. En la actualidad, los dueños son los hijos de Don José Müller y de su esposa Doña Araceli de la Chica Cassinello. Gracias a la amabilidad de estos hijos de Müller, el que suscribe ha tenido acceso al testamento de su padre por el que conocemos con exactitud los nombres de los otros cuatro amigos beneficiados también en el testamento de Blanes: Don Francisco y don José Andrada Vanderwille y don Luís y don Enrique Gallardo Rodríguez-Acosta.

Tuvo Blanes dos hermanos, muertos ambos antes que él: Antonio, el mayor, muerto en 1928 a la edad de 23 años en accidente automovilístico en las calles de Granada, cuando el taxi en el que marchaba se estrelló por exceso de velocidad. Por cierto que el taxista salió indemne del suceso y sus compañeros de oficio le llamaban irónicamente el "taxista matablanes". La hermana, llamada también Matilde, era más joven que José. Visitaba con frecuencia la casa de Nigüelas en compañía de sus dos hijos -Alvarito y Carlos- que pasaban aquí temporadas con su abuela y que, según parece se establecerían más tarde en EE.UU. de América. La Srta. Matilde, como se la conocía en Nigüelas, murió también joven, a la edad de 35 años, en 1943.

El padre, el abogado Don Antonio Blanes y Zayas, fue protagonista de una muerte heroica el año 1921 a la edad de 46 años. Sucumbió en la guerra de Marruecos donde había marchado voluntario, muriendo como abanderado del Tercio en los trágicos sucesos de Annual de los que después daremos cuenta más detallada cuando hablemos de las circunstancias políticas de España en los primeros años del siglo XX.

De la madre, Doña María Modesta (o Matilde), sabemos que murió, según parece, víctima de una enfermedad hepática, en 1940, a la edad de 59 años. Desde luego vivía aún cuando ocurren los sucesos narradas en Las andanzas de un peluquero, ya que nuestro escritor se acuerda de ella con cariño y piensa escribirle una carta mientras se encuentra huido en Portugal en el verano de 1932. Fue persona muy conocida y apreciada en Nigüelas donde incluso se ofrecía gustosa para enseñar el catecismo a los niños.

Sobre la infancia y juventud de Blanes poco hemos podido averiguar, a excepción de dos datos de gran importancia: que estudió en el colegio, entonces muy prestigioso, de El Sacromonte, donde entabló gran amistad con quien años más tarde iba a ser su principal heredero, Don José Müller Rodríguez-Acosta. Y que a la edad de 22 años, en 1928, consiguió la emancipación total con la consiguiente independencia económica otorgada por su madre, ya viuda desde hacía siete años.

Se sabe también que debía viajar mucho entre Granada y Madrid ya que por el libro de las Andanzas nos enteramos de que conocía perfectamente el horario de los trenes que circulaban entre ambas ciudades.

En Granada solía parar en la mansión de su tía Doña María de Blanes, y en Madrid tenía un piso del que no conocemos bien la situación, ya que él lo sitúa en la calle Claudio Coello, número 45, mientras que en la documentación que maneja la policía cuando lo busca tras el atentado se habla de la calle Castelló, número 4.

En Madrid se codea con gente joven y adinerada de la alta burguesía que se reúne en los selectos locales del café Gijón, muy famosos por sus tertulias literarias, o del recientemente inaugurado (1931) Bar de Perico Chicote, en la Gran Vía, muy de moda entonces y cita obligada de famosos de todo género.

Además de algunos viajes a América, también visitaría con frecuencia su pueblo natal de Vizcaya, pues un anciano de Gordexola con quien conversó el redactor de estas páginas, lo recordaba como un joven rico bastante juerguista y amante de la buena vida. Igualmente viajaba a San Sebastián para pasar periodos vacacionales con algunos de sus mejores amigos que veraneaban allí.

Ciertamente el atentado que constituye el argumento de las Andanzas de un peluquero fue el episodio más conocido en el que participó nuestro protagonista. Pero ni mucho menos debió ser éste el único suceso peligroso y llamativo en el que tomó parte, pues él mismo confiesa al ingresar en la cárcel Modelo de Madrid que no es la primera vez que entra en prisión. Las palabras textuales no ofrecen la menor duda: "Estar en la cárcel, dice, ya había estado otras muchas veces". Incluso se siente orgulloso de ello, tal como lo expresa en los primeros párrafos del capítulo X de las Andanzas: "La cárcel no me molestaba, no me dolía; a mí lo único que me podía doler era el delito por el cual yo hubiese ingresado en ella; pero habiendo venido por hechos de los que no se avergonzaría ningún caballero, estaba allí, más que tranquilo, a gusto ... Mi padre ... no me dejó a mí más herencia, ni falta me hacía, que un gran caudal de honor, y no muriendo éste ¿qué importa que todo lo demás desaparezca? Por eso es por lo que yo me encontraba y me encuentro contento en la cárcel, porque no he venido a ella por nada de que pueda avergonzarme".

En el verano de 1932, con el rey Alfonso XIII en el exilio, está a punto de aprobarse en las Cortes Españolas un nuevo Estatuto que otorga a Cataluña una amplia autonomía cultural y lingüística.

En Madrid un grupo de jóvenes de la alta burguesía decide vengarse de un diputado de la Ezquerra Catalana que se ha ido de la lengua llamando "cerdos" a los españoles. Un abogado granadino de 25 años ejecuta la "venganza" cortando el pelo al diputado en el excusado del hotel donde éste se hospeda. La policía busca a los jóvenes, pero el aristócrata granadino logra burlar a la justicia y se refugia en Portugal atravesando a nado, por Badajoz, las aguas del río Guadiana. Sólo se conoce su nombre: JOSÉ BLANES ZABALA.

De su actividad en los días luctuosos de la guerra civil no hemos podido tener datos concretos; pero las varias y valiosas condecoraciones que obtuvo y que se detallan en la esquela mortuoria que publicó el diario Ideal al día siguiente de su fallecimiento (el 16 de agosto de 1946), hablan claramente de un comportamiento valiente al que no sería ajeno el recuerdo del comportamiento que tuvo su admirado padre en el desastre africano de Annual, como ya hemos comentado antes. Debió servir en el Cuerpo de Caballería, cosa muy lógica cuando conocemos la gran afición que siente por los caballos, según él mismo relata.

Muy ejemplar sería finalmente su muerte que le llegó en su casa de Nigüelas el jueves 15 de agosto, asistido cristianamente por el párroco del pueblo. Los consejos de dicho sacerdote, junto con un sincero y público arrepentimiento por los escándalos cometidos, consiguieron de él que, en su testamento, según ya comentamos antes, dejara prácticamente ricos a las cinco personas que habían servido en su casa en los puestos de mayor confianza (chófer, doncella, cocinera y dos caseros). Además de esto, dejó fundadas varias becas para que pudieran estudiar algunos hijos del pueblo, así como varias dotes para la posible profesión religiosa de algunas jóvenes.

Fue enterrado el día 16 en la Capilla del cementerio de Nigüelas. Junto a sus restos, descansan en la actualidad los de sus padres y sus dos hermanos.

CARÁCTER Y PERSONALIDAD

Todos los que conocieron a Blanes recuerdan su gran estatura y la delgadez de su figura. él dice de sí mismo que se siente "bastante agraciado", si bien ironiza sobre su talla diciendo que mide "un metro cuarenta y ocho centímetros", debiendo decir más bien lo contrario (un metro ochenta y cuatro), de acuerdo además con otros pasajes de su libro donde habla de su gran corpulencia. También tenía un bigote, aunque se trataba de un bigote algo ridículo para lo que él hubiera deseado, que no era otra cosa, según dice, que poseer un enorme bigote "a lo guardia civil".

En sus correrías ciudadanas iba casi siempre "elegantemente vestido", tal como lo describen los informes de la policía cuando ésta lo busca. Pero al menos en los últimos años, en Nigüelas le gustaba vestir de forma muy desaliñada, como un auténtico campesino, calzando incluso unas rústicas abarcas. Y más de una vez se presentó de esta guisa también en la capital, aunque a veces se cambiaba de traje para realizar las gestiones que llevara entre manos.

Sobre su pensamiento político, en su juventud al menos, cuando tiene lugar el atentado que es el argumento central de las Andanzas , él dice de sí mismo que es "republicano". Mas esto es cosa engañosa, ya que inmediatamente después de decir que se ha hecho republicano, lo desmiente, criticando duramente y con la gran dosis de ironía que le es habitual, a los afiliados al partido de "Acción de Gracias Republicana" al que dice haberse asociado: "Después de alcanzar una clara visión de la actualidad española, habiéndome compenetrado de los altos deseos del pueblo ... he decidido pasar al campo de la República. Claro que no han faltado malintencionados que aluden a cierta lista publicada por el partido radical y en la que figuraban los afiliados de Acción de Gracias Republicana con la bonita suma de 260 y tantas mil pesetas para 27 diputados jóvenes, es decir, las llamadas diez mil calandrias por mentón o barba cada cuatro semanas. Sí, sé que se ha aludido a esto; pero son unos envidiosillos a los que no hay que hacerles caso; se los va a comer la tiña, ya verán ustedes".

Hay también más de un pasaje del libro donde el lector intuye que Blanes sí escribe con sinceridad lo que siente cuando expresa, más o menos veladamente, el deseo de que termine pronto el período republicano (son los años del triunfo de la 2' República). Se puede afirmar sin peligro de equivocarse que Blanes se siente, en el fondo, monárquico. No lo dice expresamente, pero se le nota mucho que desea un cambio en la situación política española con la que no se siente en absoluto identificado. Incluso podría decirse que siente una cierta nostalgia por la época de la pasada Dictadura de Primo de Rivera cuando alaba repetidas veces ciertos logros positivos de la dictadura portuguesa, como, por ejemplo, cuando al comienzo del Capítulo VII habla del estado de prosperidad alcanzado por el país en los años que lleva de una Dictadura "que -escribe literalmente- ha hecho de aquel legendario Portugal, en el que se tardaban tres días de Lisboa a la frontera, por carretera, y en que la seguridad personal estaba expuesta a los mayores peligros, un país próspero y rico, con magníficas carreteras asfalta- das, y donde el orden y la autoridad tienen un verdadero tabernáculo".

Y luego tenemos también el tema del Estatuto de Cataluña. Como hombre de fuertes convicciones patrióticas y exaltado defensor de la unidad y grandeza de la nación española, Blanes no podía aceptar el catalanismo creciente que aquellos años cobraba cada vez más fuerza y enervaba a los más patriotas, enemigos acérrimos de todo lo que debilitara no sólo la unidad política de España, sino también la cultural e idiomática. En este sentido son muy expresivas las frases con que, al principio del Capítulo III del libro describe a los catalanistas de Esquerra: "Unos hombres que habiendo tenido la inmensa suerte de nacer en España, odien a esta grande, a esta fuerte, a esta buena madre, para elegir una (madre) raquítica, enteca y deformada ...unos hombres que se proponen sustituir la hermosa lengua castellana por esa garambaina cacofónica y malsonante que llaman catalán". Y para calibrar la dosis de patriotismo que lo animaba en sus acciones basta con releer el pasaje en que expresa la admiración que siente por su padre muerto en África por el honor de España: "Cuando se ha dedicado la vida a la caballerosidad, cuando se ha hecho del honor una religión, cuando lleva uno incrustada en el corazón esta idea (del amor a España), porque así tuve la gran dicha de heredarla juntamente con un nombre que seguir honrando, el de mi caballeroso padre que, al morir elevó su rango a la categoría de los héroes, muriendo de modo ejemplar como abanderado del Tercio en los luctuosos días del año 21, llevando entre sus manos la inmortal bandera española. Mi padre, que supo cuando ya su vida declinaba, al ver a su Patria ultrajada, ir voluntario como simple soldado a derramar hasta la última gota de su sangre en los campos africanos".

En otro orden de cosas, fue hombre que ayudó siempre a los débiles y sobre ello podrían contar muchos detalles anecdóticos las gentes más sencillas de Nigüelas que acostumbraban acudir a él para que les ayudara a solucionar diversos problemas de índole muy diferente. Y en ocasiones, cual si fuera un cacique al revés, no dudó en enfrentarse a algunos poderosos, incluso algún representante de la justicia oficial.

De esta preocupación por el sufrimiento de los más desgraciados dan testimonio las muy claras y nada irónicas expresiones con que describe la situación de los infelices presos de la cárcel de Badajoz en el Capítulo X de las Andanzas.

Puede afirmase también que estaba en posesión de un hondo sentimiento de religiosidad tradicional pero sin ñoñerías de beato. Abundando en este dato el lector interesado encontrará un fragmento del Capítulo VIII del libro que, si no conociéramos al autor, casi podría pensarse había salido de la pluma de un espíritu lleno de misticismo. Se trata de la detallada descripción de un viejo y ruinoso monasterio de capuchinos que visita con sus amigos de Portugal, situado en plena montaña en las cercanías de Sintra. El lugar le impresionó enormemente y le arranca sinceras frases llenas de emocionada espiritualidad, conduciéndole a una honda meditación sobre el nulo sentido de la vida humana cuando ésta no lleva la marca de la divinidad. Pero no hace falta recurrir a estas meditaciones místico- filosóficas; para probar el sentimiento religioso tradicional de Blanes nos basta con saber que en Nigüelas todos los que le conocieron recuerdan su figura inconfundible de prócer campesino camino de la iglesia parroquial para asistir muy devotamente a la misa de cada domingo y festivo.

En el capítulo de lo no ejemplar hay que subrayar su mayor defecto: Blanes fue siempre un mujeriego empedernido, facilitando sus relaciones su indiscutible simpatía personal, su misma apariencia de hombre culto y elegante y, sobre todo, su dinero, su fortuna personal, que terminaba por abrirle todas las puertas. De esta forma en Portugal, durante el verano de su estancia en Estoril minuciosamente descrita en el libro, narra con deleite, aunque sin entrar nunca en detalles escabrosos, sus varias conquistas y "ligues", sin que nunca falte tampoco el detalle humorístico que matiza todos sus devaneos. Y, volviendo a Nigüelas, los vecinos de su mansión comentaban sus frecuentes aventuras eróticas, los juegos en la piscina del jardín con "seño- ritas" que hacía traer o traía él mismo en su coche desde Granada, para devolverlas a la ciudad más tarde, y algunas veces de la forma más humillante, haciendo conducir hasta Dúrcal, en un viejo carro, a las que le habían caído peor, para que allí tomaran el tranvía hasta la capital. También la familia Müller fue testigo de algunos de estos devaneos amatorios en los días que pasaban con él veraneando en San Sebastián y que parece irritaban bastante a Doña Araceli de la Chica.

Sobre su cultura libresca, aparte sus estudios universitarios de abogado, él se confiesa mal conocedor de la literatura en general; pero seguramente esto, como decíamos antes de su republicanismo, tampoco es demasiado creíble, pues mientras lo afirma, con sus mismas palabras está demostrando un cierto conocimiento de la historia literaria y su estilística. Desde luego es un hombre que, aunque sea sólo por la posición social y económica de su familia, podemos calificarlo de bastante culto. Incluso se manejaba con los idiomas, cosa no muy frecuente en la época, pues al menos conocía bien el francés, ya que es el idioma que utiliza en sus relaciones de Estoril con una rica dama inglesa que allí veranea.

En cuanto a otras experiencias de tipo cultural, se sabe, porque él lo dice también, que llegó a actuar en la compañía de teatro de López Heredia, aunque el suyo fue un papel de actor muy secundario.