Un pueblo sin bulla

Nigüelas ha iniciado los trámites para adherirse al 'movimiento slow', que reivindica el placer de vivir sin prisas. Curiosamente a sus vecinos se les conoce como 'los lentos'

FERNANDO VELASCO. Sacado de Ideal

LAS prisas nunca fueron buenas consejeras», dice el refrán... o «no hay que llegar primero, sino saber llegar», que dice el corrido mexicano. Para ello hay que aparcar las prisas y disfrutar de cada minuto, como propone el movimiento 'slow', toda una filosofía de vida que, cada día, gana más adeptos, como los poco más de mil vecinos de Nigüelas, un pequeño pueblo granadino situado en lo más alto del Valle de Lecrín, bajo el abrigo de Sierra Nevada, y a quienes se conoce como 'los lentos'.

Y es que Nigüelas ha decidido pisar el freno para adelantarse al futuro con una idea de esas que dan envidia y que todos quieren copiar: unirse al movimiento de Cittá slow (ciudades lentas). De este modo, Nigüelas se convierte en el segundo municipio andaluz con aspiraciones 'slows' tras Pozo Alcón, un núcleo jienense enclavado en pleno Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, con 5.500 habitantes, que el pasado octubre firmó, junto a las localidades de Palafrugell, Pals y Begur (Cataluña), Munguía y Lekeitio (País Vasco), Rubielos de Mora (Teruel) y Bigastro (Alicante) el Protocolo de Intenciones para adherirse a este movimiento de ciudades lentas.

El movimiento surgió en 1989 y debe su origen a la protesta llevada a cabo por el periodista italiano Carlo Petrini, quien se sintió ultrajado por la apertura de un restaurante de comida rápida junto a la escalinata de la Plaza de España en Roma. Petrini tomó entonces conciencia de proteger la alimentación tradicional frente al imperio de la comida rápida. Ese mismo año, en París, se dio nombre al movimiento y se diseñó su logo, a partir de la imagen de un caracol. El nombre de este movimiento fue Slow food (comida lenta) y supuso el germen de las Slow cities.

Las Slow cities o Convivias van más allá del Slow food y se han convertido en toda una filosofía de vida. Sus habitantes disfrutan de la naturaleza y valoran mucho pequeños placeres tales como comer o dialogar, o mejor aún, hacer ambas cosas a la vez. En ellas no hay lugar para la prisa a fin de fomentar una convivencia más humana.

El movimiento propone aparcar la prisa y disfrutar de cada minuto. Para ello reivindica una nueva escala de valores, basada en trabajar para vivir y no al revés. La biodiversidad, la reivindicación de las culturas locales y un empleo inteligente de la tecnología, son algunas de sus principales señas de identidad.

Los lentos

Esto es lo que pretende lograr Santiago López García, alcalde de Nigüelas, para lo que ha pedido la colaboración de Carmen Escudero, alcaldesa de Pozo Alcón, pionera de este movimiento en Andalucía.

Los habitantes de Nigüelas son conocidos como 'Los lentos', aunque este apodo tiene su origen en el mote de una familia y no en el modo de vida de sus vecinos. No obstante, el pueblo reúne una serie de condiciones que encajan perfectamente con el movimiento slow, cuya voluntad es construir un espacio más humano, con medidas que van desde sistemas de aire que controlan la polución a iniciativas que protegen los productos y la artesanía locales.

Precisamente Nigüelas está recuperando sus antiguos molinos harineros -alguno, como el de la Alquería de los lentos, con su maquinaria en perfecto estado de funcionamiento- para convertirlos en alojamientos rurales desde los que disfrutar plácidamente de las costumbres añejas y de las impresionantes vistas que se disfrutan desde este balcón del valle.

Además, Nigüelas posee un molino aceitero del siglo XV que pasa por ser el más antiguo y mejor conservado de España. Y no sólo eso, sino que es todo un placer recorrer sus calles moriscas, recientemente empedradas, beber agua del aljibe del siglo XVI en la plaza de la Iglesia, o disfrutar con el jardín romántico, anexo al Ayuntamiento, que se ubica en una casa también del siglo XVI.

Por si todo esto no bastara, Nigüelas tiene otra particularidad y es que sus habitantes son unos auténticos melómanos; no en vano, aquí se formó la primera escuela de música de Andalucía y cuenta también con banda municipal, coro, rondalla, grupo de baile y unos reputados encuentros de polifonía que se celebran todos los años.

Desgraciadamente el incendio que afectó a esta comarca hace dos años acabó con los ejemplares de nogales y castaños centenarios pero, según Santiago López, el pueblo conserva sus almendros y olivos y sigue siendo el principal productor de semillas de la vega. «Además, no se han cometido demasiadas barbaridades urbanísticas ni lo vamos a consentir, porque queremos preservar nuestro valle».

Vida saludable

Igual ocurre con la localidad jienense de Pozo Alcón, un pueblo vivo que subsiste fundamentalmente del sector agroalimentario y de servicios. El aceite de oliva es su producto estrella, pero también produce otras exquisiteces, como jamones y chacinería, vinos, quesos artesanos, miel serrana, repostería, etc. La ganadería también es importante, destacando el delicioso cordero segureño y el choto o cabrito, además de contar con una tradición artesana: la del esparto.

Su alcaldesa, Carmen Escudero, cuenta que fue el alcalde de Palafrugell, localidad con la que están hermanados, ya que muchos poceños emigraron allí durante los años 70 y 80, quien le convenció de acudir al encuentro de Bigastro donde se firmó el Protocolo de Intenciones para adherirse al movimiento slow. «Me pareció -afirma- interesantísimo lo de promover el buen vivir sin dejar atrás las nuevas tecnologías, conseguir que las ciudades sean mucho más habitables, conservar, promover y difundir nuestras tradiciones; en definitiva, toda una filosofía de vida saludable».

Escudero añade que a finales de mes dará cuenta en un pleno de su iniciativa y de los logros conseguidos, como la depuración total de las aguas residuales, un punto limpio para los residuos, un pabellón con agua caliente por placas solares, la adhesión a la Agenda 21 o el centro de Internet de Guadalinfo, además de solicitar a la Junta una planta fotovoltáica y un ecoparque.

«Pero lo más importante -resalta- es la concienciación de los vecinos y la educación de los jóvenes. Ya hacemos actividades en el colegio e instituto y también me reuniré con los empresarios y demás colectivos. Ahora -añade- queremos controlar el consumo de agua, revitalizar el casco histórico y hacer unas rutas turísticas bien señalizadas, además de recuperar pequeñas producciones agroalimentarias, como una variedad de habichuela típica de aquí que se está perdiendo».

La alcaldesa se muestra totalmente identificada con el movimiento slow, porque «promover la cultura del buen vivir con respeto a los ritmos de vida, sin renunciar a los avances tecnológicos, es muy importante, al igual que inculcar una educación por el gusto alimentario y obtener así el placer por las pequeñas cosas que hacen que la vida sea mucho más agradable».