Es una de las rutas más clásicas y bonitas del Padul. Aunque se puede acometer desde diferentes puntos nosotros hemos preferido hacerlo desde el más usual :
A partir de la urbanización El Puntal iniciamos la subida por la vereda de La Raja, antiguo camino que normalmente utilizaban los paduleños para visitar la ermita de Dílar. Es una vereda que nos sube al monte del Manar, aunque es suave y de poca dificultad. Es un paso natural que incluso el paduleño Leonardo Villena lo propone como el lugar por donde pasó Boabdil en su salida de Granada, en vez de hacerlo por el suspiro del Moro
Visitaremos la Cruz de la Atalaya y luego en la bajada la Mina del Tío Agustín y si te quedan fuerzas la Cruz de la Misión
El mapa que adjuntamos muestra el recorrido
Desde aquí queremos hacerle un homenaje al paduleño José Villena Molina, que ha muerto en estos días, corresponsal de Ideal y amante de su pueblo. Para ello ponemos uno de sus artículos sobre esta cruz que escribió para el periódico allá en los años 60
Padul a los píes de la Cruz de la Atalaya Domingo 27-8 1967JOSÉ VILLENA MOLINA GARCÍA Maestro nacional y corresponsal de IDEAL El Manar, con su imponente mole cuajada de vegetación, eleva su
arrogante figura hacia las alturas misteriosas del cielo. En sus
laderas, las plantas aromáticas se funden en apretado abrazo con el
pino inundando el aire con el néctar exquisito de su aroma. De sus
entrañas brota abundante el agua que discurre, fresca y cristalina,
por entre un bosque Sus viviendas se apiñan alrededor de la torre de la iglesia, que se levanta en medio del pueblo proyectando su silueta hacia todos los caminos. Es el faro que señala la llegada al pueblo, es el centinela que por las noches vela mientras el Padul duerme y es, durante el día, el centro de las miradas de los paduleños que en las tierras que circundan el pueblo se entregan al cotidiano trabajo. La vega, ubérrimo vergel arrullado por la música cristalina de los arroyos que la surcan, se extiende a los pies del Padul reflejando en el espejo de su manto verde la imagen de una naturaleza exuberante que cada día despierta, besada por el sol. entre aleteos de vida y esperanza. Y en este valle de ensueño y alegría abrazado por las pardas colinas que entre brumas se divisan en el horizonte, se mira el Padul, embriagándose de belleza. Padul, soberbio y masculino, cuyo' nombre resuena con fuerza, desde las cumbres bravías hasta el manso valle. Padul, cabeza de¡ Valle de Lecrín, que te inclinas orgulloso bajo el peso de la corona que ciñe tu frente, recibe, hoy, el homenaje de nuestra lealtad, de nuestra admiración y de nuestro cariño |