POBLAMIENTO MEDIEVAL Y MODERNO LECRINÉS: UN PRIMER ACERCAMIENTO A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA

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La Arqueología, ciencia hermana de la Historia y fuente indispensable para todo estudio que pretenda acercarse a los valores patrimoniales y culturales de una región en época pasada, será el objeto de revisión del presente epígrafe, fijando su atención en todos aquellos trabajos que han tomado al Valle de Lecrín como foco principal de prospecciones, excavaciones, catalogaciones o demás actividades arqueológicas y que ante la escasez de fuentes documentales sobre la materia, nos facilitan cierta información acerca del poblamiento rural de la comarca en época medieval y moderna; entendiendo poblamiento como el asentamiento de un grupo humano en una región o lugar y las manifestaciones que en éste desarrolla, las cuales, analizadas desde una perspectiva histórica y arqueológica pasan por ser un material insustituible para el conocimiento y la reconstrucción del hábitat rural medieval nazarí, tan desconocido hasta la fecha.

De este modo, intentaré dejar constancia de todas las publicaciones que desde la disciplina arqueológica nos puedan ayudar al estudio del Valle de Lecrín medieval y moderno, señalando que no dejan de ser los primeros pasos de un largo camino aún por recorrer, en la espera de trabajos de mayor alcance que nos permitan un conocimiento más certero.

En primer lugar hay que indicar la antigüedad del poblamiento en el Valle de Lecrín, documentado desde época prehistórica, tal como lo atestiguan los numerosos hallazgos materiales (industria lítica, cerámica) y yacimientos de la zona, como la Cueva de los Ojos de Cozvíjar, incluida en el Catálogo General de Patrimonio Histórico con carácter específico198 o el Cerro de los Molinos de Padul, entre otros.

De la Antigüedad nos han llegado algunos vestigios, lo que hace suponer igualmente el asentamiento humano, pero hay que esperar a la romanización para encontrar yacimientos y restos de mayor envergadura que han merecido más de una excavación y proyectos de conservación, como las Termas romanas del Pago de Feche en Mondújar, la Villa Imperial de las Fuentes en Dúrcal o el yacimiento de los Cahíces de Padul, pequeño asentamiento rural de época bajoimperial en una zona agraria de secano, descubierto e investigado en el marco del Proyecto de Construcción de la Autovía Alhendín-Dúrcal, y que determinó un cambio de trazado en ésta199.

En la Edad Media, los restos van a ser más significativos, y el poblamiento del Valle queda mucho más definido, gracias a las numerosas y llamativas ruinas de ciertas construcciones altamente representativas para las distintas localidades, como son las estructuras defensivas encargadas de salvaguardar y controlar territorialmente el Valle en época andalusí (Castillo de Lojuela en Murchas, Castillejo de Mondújar, Peñón de los Moros de Dúrcal, Castillo de Restábal…) y que han acaparado hasta la fecha la mayor parte de las publicaciones realizadas sobre arqueología de la comarca.

Estas publicaciones, que tomaré para el presente estudio, son de distinta naturaleza, por un lado contamos con obras de carácter general en forma de catálogos de las fortificaciones del Reino de Granada, que incluyen la descripción y análisis de las estructuras lecrinesas; entre los títulos más importantes destacan:

Como podemos observar, en los últimos años se ha producido un incremento exponencial de las riquezas arqueológicas de Valle de Lecrín, hasta entonces desconocidas y que han visto la luz gracias a las ingentes obras de la Autovía Bailén-Motril a su paso por la comarca, pudiéndose considerar un primer proyecto moderno de investigación comarcal del Patrimonio Histórico del Valle de Lecrín. Aun así, estos trabajos han tenido una baja difusión y los yacimientos siguen en el más cruel de los olvidos, siendo muy deseable que este rico legado fuera objeto de algún tipo de iniciativa para su puesta en valor y difusión, actuando como vectores de desarrollo local y regional. He considerado de primer orden hacer una profunda revisión de todo el material bibliográfico que sobre arqueología del Valle de Lecrín se ha publicado, (o al menos el que yo he podido recabar), por tratarse de una información altamente significativa para el conocimiento del hábitat, sociedad, estructuras y manifestaciones patrimoniales, culturales y urbanas de la comarca en el periodo histórico que nos ocupa.

Para ello, a través de las distintas publicaciones he confeccionado cuatro puntos de análisis: el primero, tratará sobre los asentamientos rurales y estructuras de habitación medievales y modernas excavadas en la comarca, el segundo abordará el tema de las fortificaciones medievales; las infraestructuras hidráulicas y otras obras de ingeniería centrarán el tercer punto para finalizar señalando las excavaciones o prospecciones realizadas en antiguos lugares de enterramiento o macáberes.

ASENTAMIENTOS RURALES Y ESTRUCTURAS DE HABITACIÓN MEDIEVALES Y MODERNAS

El Reino nazarí de Granada, en su mayor parte estuvo configurado por asentamientos rurales, predominando el mundo agrario y la alquería como elemento esencial de poblamiento, lugares en los que se agrupaban casas y tierras de diferentes dueños que contaban con recursos y órganos de decisión propios: los alcaides de las fortalezas que las tutelaban mas no las representaban, los cadíes que administraban justicia, los alguaciles que ejecutaban acuerdos, velaban por el cumplimiento de las normas y recaudaban los impuestos estatales y los alfaquíes u hombres de religión; pudiéndose establecer diferencias muy claras con los señoríos de carácter feudal. En este contexto rural podemos situar las distintas alquerías que conformaban el Valle de Lecrín medieval. Frente a la importancia que tuvo el mundo rural granadino, hay que destacar el escaso número de estudios que nos permiten conocer su estructura y características, haciéndose extensivo este vacío para el poblamiento de nuestra comarca, aún así, contamos con varios yacimientos que esperamos en el futuro sean estudiados aportando luz a esta cuestión.

Por lo pronto, habrá que conformarse con la revisión de ciertas publicaciones que los analizan, e intentar extraer todos aquellos datos que ayuden contextualizar y entender mejor la región en época bajomedieval y moderna. Empezaré con el análisis de dos textos importantes que abordan la misma temática: el libro La gestión del impacto arqueológico en carreteras. Un ejemplo andaluz en la Autovía Alhendín-Dúrcal (Granada)213, y el artículo titulado “La arqueología preventiva y ambientalista en la autovía Alhendín-Dúrcal (Granada)214, ambos escritos de los autores D. Antonio Ramos Millán, profesor titular del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, y Dña. Mª del Mar Osuna Vargas, miembro de Arkaîon, S.C.A., empresa encargada de los trabajos arqueológicos de la autovía.

En ambas publicaciones se expone la gestión integral del impacto arqueológico llevada a cabo durante la construcción del tramo Alhendín-Dúrcal de la Autovía A-44, incidiendo fundamentalmente en la exposición del desarrollo de los trabajos efectuados dentro de ese marco de gestión preventiva, más que en la presentación y estudio de los descubrimientos arqueológicos resultantes de las labores llevadas a cabo, no respondiendo pues a un planteamiento de investigación histórica. Aún así, salvando este escollo, son publicaciones fundamentales pues evidentemente aportan datos muy notables sobre los yacimientos descubiertos y sobre los que se efectuaron trabajos arqueológicos, siendo las únicas fuentes con las que contamos para esta revisión.

Los estudios de conservación arqueológica de este tramo comenzaron, según informan los autores, en 1991 con el inicio del planeamiento de la carretera y finalizaron en 2000, rigiendo en todo momento el principio de la prevención del impacto arqueológico, es decir, evitar las causas del deterioro en su origen antes de tener que contrarrestar los efectos negativos, intentando preservar los yacimientos antes que proceder a excavarlos. Dentro de este contexto de trabajo, lo que en un principio podía haber supuesto un desastre a nivel arqueológico y patrimonial, como es la construcción de una obra de la magnitud de una autovía, al final supuso un enriquecimiento en cuanto a número de yacimientos conocidos y estudios de los mismos. El análisis presente se va a centrar particularmente en dos, que fueron objeto de medidas correctoras de investigación intensiva por verse afectados de forma severa por el trazado de la vía, estos yacimientos son La Fuente I y La Fuente II, ubicados en la población de Cozvíjar, y que por los desmontes realizados sufrieron daños en sus áreas estructurales periféricas, al parecer ya deterioradas por aterrazamientos agrícolas anteriores. Con estas medidas correctoras de investigación lo que se persiguió fue la recuperación científica de las estructuras que no iban a poder preservarse por las obras, procediéndose a su excavación.

Fuente I: Asentamiento rural medieval, de mayores dimensiones de época bajomedieval, prenazarí.

Fuente II:  Asentamiento rural medieval, ocupado también en época bajoimperial romana, con una necrópolis asociada.

La Fuente I y La Fuente II, son dos yacimientos de naturaleza sustantiva estructurada primaria y compleja que, como se indicó, sufrieron un impacto severo en áreas parciales y periféricas de sus contextos estructurales por las obras de la autovía. Ambos yacimientos, situados en las afueras del pueblo de Cozvíjar, son dos asentamientos enfrentados que distan unos 140 m., separados por un barranco tributario del Arroyo de la Laguna, y que antes de las obras ya se encontraban alterados por los aterrazamientos agrícolas de la zona en que se ubican. Por gozar de unas características muy similares y verse afectados de forma parecida por los desmontes, se propuso para ambos un mismo programa de trabajo de campo, consistente en: una primera fase de localización y delimitación de los contextos estructurados mediante prospecciones y sondeos, que plantearon una serie de medidas preventivas y rectificaciones en los caminos de servicio de la autovía para evitar al máximo la destrucción de los espacios arqueológicos; después se procedió a excavar los yacimientos de forma extensiva y mecanizada, desmontando los terrenos estériles o de naturaleza arqueológica secundaria, para alcanzar la cota de profundidad en que se encontraba el techo sedimentario de los registros arqueológicos, una vez que quedaron expuestos estos registros, comenzaron las excavaciones intensivas de los contextos estructurados afectados por las obras. Estas intervenciones sacaron a la luz dos asentamientos rurales medievales andalusíes, uno de ellos, La Fuente II, ocupado también en época bajoimperial romana, al presentar dos contextos estructurales de épocas diferentes. El más antiguo, correspondiente a un pequeño asentamiento romano bajoimperial con una necrópolis asociada y el más moderno, de mayores dimensiones de época bajomedieval, prenazarí.

El establecimiento bajoimperial fue reconocido sólo en su periferia, estaba muy afectado por terrazas agrícolas, era de dimensiones reducidas y presentaba una estructura rectangular de la que sólo se pudo estudiar uno de sus extremos, construido con un zócalo de piedras, alzado de tapial y tejado de tégulas, en su nivel de ocupación se recogieron fragmentos cerámicos de grandes vasijas de almacenamiento, tipo dolia, y a pocos metros se descubrieron dos fosas sepulcrales, cubiertas con lajas de piedras sin ajuares materiales.

El asentamiento andalusí La Fuente II, de una considerable extensión, también se vio afectado en su periferia extrema. Los contextos arqueológicos dañados consistían una serie de habitaciones rectangulares dispuestas en hileras orientadas en dirección Norte-Sur, con muros medianeros compuestos por zócalos irregulares de piedra y alzados en tapial, estructuras que aparecían empotradas en las terrazas agrícolas de la ladera. Las cubiertas eran a base de vegetales y arcilla y podemos suponer que se trataba de hileras de chozas adosadas. El área de afección disponía dos hileras de este tipo de habitaciones, una a continuación de la otra, separadas por un gran silo. Entre algunas de estas chozas también se documentaron algunos silos excavados en la roca.

El yacimiento La Fuente I, también muy afectado por los aterrazamientos agrícolas modernos, se investigó en su periferia, entendiéndose como un asentamiento rural andalusí de época bajomedieval, identificable con un paraje próximo la antigua alquería nazarí de Cozvíjar, destinado a actividades agrarias e industriales, que disponía un paisaje de terrazas agrícolas con sus correspondientes acequias y algunas chozas y casas de campo aisladas, en las que se practicarían ciertas actividades industriales de incidencia doméstica (horno de fundición metalúrgica, molienda de cereal, etc.). Durante la excavación destacaron los hallazgos del llamado “Contexto Estructural 10”, al presentar una organización más compleja y verse afectado de forma importante por las obras de la autovía. Se organizaba gracias a una serie de espacios destinados a vivienda y a actividades productivas, distribuidos en varias terrazas de cultivo. Sus estancias eran de forma rectangular alargada, con suelos excavados en la roca, silos de almacenamiento y canales de desagüe. La fábrica de estas estructuras se conformaba con zócalos de mampostería irregular o con disposición en espiga, sobre los que levantaban muros de tapial. Destacaban igualmente, los espacios delimitados estructuralmente pero a la intemperie, dedicados a la producción especializada: molienda, silos, canales de desagüe cubiertos con lajas de pizarra y plataformas con pisos de morteros.

Por su parte también hay que citar el llamado “Contexto Estructural 9”, al presentar una gran alberca rellena parcialmente por suelos agrícolas; y el rico conjunto de cultura material doméstica que se pudo inventariar: marmitas, cazuelas, alcadafes, anafes, ataifores, tinajas de almacenamiento estampilladas, etc.

En el “Contexto Estructural 4”, destacó la aparición de un pequeño horno destinado a la metalurgia del hierro y el “Contexto Estructural 11” facilitó el conocimiento de varios ámbitos de habitación con numerosos restos materiales localizados en el interior de tres silos, junto a importantes niveles de derrumbes de tapial y grandes tejas bien conservadas en las bancaleras.

Podemos suponer que esta zona de la alquería fue ocupada durante toda la Baja Edad Media y los primeros años de la modernidad (siglos XIII al XVI), según la información obtenida por el estudio de los ajuares cerámicos y atendiendo a los cambios estructurales documentados en los trabajos arqueológicos. Los datos apuntan a que la zona se despobló durante el siglo XVI, coincidiendo con las expulsión morisca y la subsiguiente crisis demográfica, replegándose la población cristiana en el casco antiguo de la actual localidad y empleando este espacio periférico como zonas de cultivo, tal como han llegado hasta nuestros días, no abandonando las infraestructuras hidráulicas nazaríes ni alterando su paisaje dispuesto en terrazas.

La relevancia de estas excavaciones radica en que nos dan datos de primera mano de ciertos hábitats rurales nazaríes en el Valle de Lecrín, concretamente en Cozvíjar, y su disposición espacial con respecto al territorio actual, permitiendo fijar de manera más certera la extensión de la antigua alquería y que fenómenos a nivel poblacional y urbano acontecieron con la llegada de los nuevos repobladores. Sin duda, este tipo de estudios, junto con el trabajo documental y demás técnicas científicas auxiliares nos acercarán en el futuro a los modelos de ocupación y explotación bajomedievales de la comarca lecrinesa. También es notable la información aportada sobre tipologías arquitectónicas y materiales de construcción de la arquitectura doméstica rural y agraria, destacando dos modelos más o menos diferenciados:

Dentro del proyecto de construcción de la Autovía Bailén-Motril, en relación con el tramo de más reciente ejecución Dúrcal-Ízbor, se dio otra actividad arqueológica que sacó a la luz una estructura de habitación asociada a la antigua alquería nazarí de Tablate. En el año 2000, durante las obras de la variante de Lanjarón que contactaría con la autovía en el Enlace 2, se consideraron las posibles afecciones al entorno de la alquería nazarí de Tablate, por lo que se pusieron en marcha una serie de actuaciones encaminadas a la protección o desafección de los restos. Estas medidas, junto con un resumen de las actividades arqueológicas llevadas a cabo en el término de Tablate, se recogieron en un artículo de Dña. Sonia Bordes García, directora de los trabajos y de D. Ángel Rodríguez Aguilera, coordinador del programa de Medidas Correctoras de Impacto Arqueológico de este tramo de la autovía, titulado “Excavación arqueológica de urgencia alquería nazarí de Tablate”, publicado en el Anuario Arqueológico de Andalucía del año 2000215. La intervención realizada constó de tres partes: en un principio se procedió a detectar los restos arqueológicos del subsuelo a través de unos transects mecanizados, una vez delimitada la zona a intervenir, se hicieron sondeos arqueológicos para confirmar la existencia de los restos que serían excavados al verse dañados por los trabajos de la carretera, finalmente se contextualizaron y estudiaron arqueológicamente otras estructuras de la población de Tablate, su puente, torre-fortín y camino tradicional, no afectadas por la vía, pero necesarias de abordar para entender los restos excavados.

En este epígrafe me centraré principalmente en la excavación y los restos que se pudieron documentar en ella, pues más adelante abordaré la revisión de la bibliografía referente al puente de Tablate y su torre o fuerte. En los varios sondeos realizados en una serie de cuatro terrazas de cultivo, se halló la citada estructura (exactamente en la parte central y más ancha de la cuarta terraza). Se dispuso entonces la eliminación de la primera capa de tierra vegetal y bajo esta, adosado al muro de la parata superior, se documentó un nivel tendente a la horizontalidad y en su esquina Sur, los restos de una pequeña tinaja colmada de materiales de deshecho que apoyaba sobre un muro de mampostería.

El sondeo amplió sus dimensiones hallando restos de una estructura de habitación, que se interpretó como un cortijo, compartimentado en espacios: un patio, que accedía a una estancia rectangular con dos tinajas de almacenamiento de agua rellenas de material de deshecho y restos de un suelo de cal, que se comunicaba con otra habitación también rectangular y que posteriormente se dividió con dos gruesos muros de mampostería. El resto de la casa-cortijo sufrió graves daños por la construcción de las terrazas de cultivo, no conservándose. Igualmente, se pudieron comprobar las técnicas constructivas, destacando el uso de mampostería con mortero de tierra y cal para todos los muros de la casa, excepto para los que dividían la última estancia descrita, que unía los mampuestos con mortero de tierra. Finalmente los muros de cierre conservaban restos de enlucido por ambas caras, se documentó parte de un pilar de ladrillo y el resto del suelo de cal.

Los demás sondeos realizados no constataron la existencia de más estructuras próximas, este hecho hizo pensar que el núcleo de la antigua alquería de Tablate se desarrolló hacia el camino tradicional, lugar ocupado por el actual caserío y la zona de necrópolis, y que debieron de existir estructuras tipo “cortijos”, ejemplos de un poblamiento disperso, en las inmediaciones del término. El estudio de los restos excavados estratigráfica y estructuralmente sentenció que la construcción se correspondía a un cortijo del siglo XVII-XVIII, destruido por los bancales de cultivo. Los escasos restos cerámicos localizados, concentrados principalmente en una de las tinajas, indicaron un posible asentamiento medieval, pues se encontraron ocho fragmentos de cerámica correspondientes a este periodo: cuatro de útiles para la elaboración de los alimentos (cuscusera, cazuela y marmita), dos de servicio y presentación de la comida (ataifor con engalba blanca interior, de perfil quebrado y jarra), contenedores de fuego (fragmento de un anafre) y un trozo amorfo.

También se hallaron restos de cerámica moderna del siglo XVII, tres piezas de objetos para la preparación de alimentos (dos ollas, una casi completa y una sartén de cerámica), cuatro fragmentos de la serie de presentación de alimentos (dos platos, una fuente con decoración radial en verde y morado, y una base de pie de jarra) y cuatro trozos amorfos.

Podemos concluir señalando que esta estructura es un ejemplo de construcción en la periferia de la alquería de Tablate, con una tipología distinta a la que en ella se dio, adaptada a las necesidades de los nuevos inquilinos, repobladores del lugar, y a sus propios usos y costumbres.

Gracias a estas dos excavaciones podemos conocer de primera mano ciertos tipos o estructuras domésticas del periodo nazarí y moderno en el Valle de Lecrín, que para el estudio patrimonial resultan fundamentales, tanto por su valor intrínseco como por ofrecernos un acercamiento al poblamiento y vida rural de la comarca en el periodo de transición islámico-cristiano, permitiéndonos además vislumbrar otros aspectos interesantes como la evolución de los núcleos de población, la distribución del asentamiento, la canalización de agua doméstica, la presencia de ciertas actividades industriales en el hogar, y muchos otros detalles que serán objeto de estudio en mi futura tesis, cotejando estas informaciones parciales y particulares con toda aquella documentación y trabajos que me puedan ayudar en mi tarea, dando así el salto que separa la investigación puramente arqueológica de la histórica-patrimonial.

ARQUITECTURA DEFENSIVA ISLÁMICA EN EL VALLE DE LECRÍN

Un capítulo esencial para aproximarse al conocimiento de la realidad medieval del Valle de Lecrín, es el estudio de sus numerosas fortificaciones, conjunto de estructuras que constituyen un auténtico anillo de defensa y control territorial. No faltan las publicaciones que las tratan o citan de forma más o menos pormenorizada, casi siempre desde la disciplina de la arqueología y la historia medieval, sobresaliendo algunos trabajos de D. Antonio Malpica Cuello, como Poblamiento y Castillos en Granada216 o Los Castillos en Al-Andalus y la organización del territorio217, además de algunos de sus numerosos artículos o ponencias que aunque no incluyen el análisis de la comarca directamente, nos ayudan a su mejor compresión.

Otras publicaciones importantes, van a ser las que en forma de catálogo, contextualizan y describen las distintas estructuras, destacando varias obras como Castillos y Fortalezas del antiguo Reino de Granada de D. Mariano Alcocer Martínez218, que a pesar de recoger únicamente cuatro de las numerosas defensas lecrinesas, es interesante por su antigüedad, el Inventario de arquitectura militar de la provincia de Granada (siglos VIII al XVIII) de D. Mariano Martín García, Jesús Bleda Portero y José Mª Martín Civantos219 y la obra coordinada por D. Rafael López Guzmán titulada Arquitectura de Al-Andalus (Almería, Granada, Jaén, Málaga)220. También contamos con una serie de artículos publicados en el Anuario Arqueológico de Andalucía221, en las Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Española222 y en el III Simposio Internacional de Mudejarismo223, todos ellos a mediados de los años 80 del siglo XX por los investigadores José Luis de los Reyes Castañeda, Mª Matilde Rubio Prats y Mª Antonia Gamundi, en los que se exponen los resultados obtenidos tras las prospecciones que realizaron en el Valle durante los veranos de 1984 y 1986, analizando entre otros aspectos el sistema defensivo comarcal. Posteriormente se han publicado algunos artículos que también tienen cierto interés, como el titulado “Urbanismo tradicional y El sistema defensivo islámico del Valle de Lecrín, se engloba dentro del amplio conjunto de castillos, fortalezas, atalayas y torres de alquería que salpican el paisaje granadino.

Los restos que hoy se conservan, en su mayor parte, son de época nazarí, momento histórico en que se produce un gran auge en la fortificación del territorio, debido a la creciente presión castellana así como a unos claros fines propagandísticos perseguidos por el poder central, que usará estas fortalezas como expresión de poder y dominación. La arquitectura defensiva nazarí va a tomar muchos elementos de la almohade, su antecesora, pero a la vez representará un gran avance, gozando de su propia personalidad y presentando numerosas innovaciones, fruto quizás de la aparición de la artillería, como el desarrollo de las torres-puerta en doble o triple recodo, la incorporación de torres albarranas a las murallas, el empleo de barbacanas, etc. Van a configurar verdaderas cadenas defensivas articuladas contra un enemigo cada vez más fuerte y agresivo, quedando patente que la guerra era un hecho a asumir, como lo justificaría el ambicioso programa edilicio promovido quizás, por Muhammad V o por su padre Yusuf I, con el que se reorganizó, reforzó y construyó numerosas defensas, reconocibles hoy por el uso de una mampostería bastante cuidada que asienta sus hiladas sobre verdugadas de ripios o ladrillos; este programa irá más allá de la línea de frontera y se extenderá por todo el reino alcanzando al Valle de Lecrín con la construcción de al menos tres de sus castillos o husun, el de Mondújar, Restábal y Lanjarón226.

También es importante recordar que el castillo en particular y las fortificaciones en general, son construcciones que suelen reutilizarse y adaptarse a las nuevas funciones que le van marcando las distintas épocas, por lo cual es una estructura de larga duración, que varía y se transforma de acuerdo con los cambios políticos o militares.

Centrándonos ya en las estructuras del Valle de Lecrín, hay que incidir en diversas cuestiones que nos acercarán al fenómeno de la fortificación en el mundo rural, aunque este es un tema aún por explicar. En primer lugar, es imprescindible tener idea del papel que jugaron en la organización del territorio, pues aparecen indisolublemente unidas a éste, condicionando en cierta medida el desarrollo y el paisaje de las localidades en que se asientan. Según los estudiosos, estos castillos o husun, no gozaron de ningún tipo de jurisdicción territorial sobre las alquerías de su entorno, y para su mantenimiento solían contar con alguna propiedad en el término donde se asentaban, como la de Lanjarón que poseía una pequeña parcela, o fuera del mismo, como el Castillo de Castell de Ferro que tenía como habices unos olivos en Lecrín. Por otra parte, se puede pensar que las fortalezas percibían algún tipo de correspondencia económica de los habitantes de la alquería para financiar sus reparaciones y mantenimiento, estando así los castillos a cargo de las comunidades locales a las cuales pertenecían.

Estas fortalezas estaban habitadas por un alcaide (qā’id), que generalmente descendía de un linaje principal, y actuaba como delegado del poder central, con dominio jurisdiccional sobre las comunidades, que no sobre el territorio, detentando funciones administrativas y tributarias. Estos alcaides ocupaban la parte residencial del hisn, que solía ser reducida, prevaleciendo los ámbitos públicos destinados a la acogida de la población en caso de peligro o bien la función de albacar, pues muchos de estos alcaides se dedicaban a la ganadería, actividad que les permitía una fácil movilidad, una escasa atención continuada y una desvinculación con las actividades agrarias de las alquerías que controlaban, adaptándose bien a sus funciones y modo de vida. A estos datos podemos añadir las conclusiones expuestas por D. Rafael Azuar Ruiz, que proporciona una interpretación más extensa y global de lo que significó el hisn, al entenderlo no sólo como una estructura arquitectónica, sino como una institución de carácter jurisdiccional ejercida por el alcaide o qā’id como representante directo del poder central sobre las comunidades rurales, y que por lo tanto no dependía de un territorio o de un castillo concreto, aunque solía ir íntimamente ligado a éste por sus funciones administrativas y militares, sino a la población de cada lugar, siendo en esencia una realidad totalmente diferente a la señorial de tipo feudal.227

El Valle de Lecrín en su reducida extensión, va a contar con un notable aparato defensivo compuesto por distintos tipos de edificaciones castrales que bien podrían responder a una cierta jerarquización, sobresaliendo los castillos o husun propiamente dichos, que se asociaban con un entramado estratégico de torres atalayas y torres de alquería y de vega, formando un conjunto encargado principalmente del control de los caminos y pasos importantes que discurrían por la comarca, como el que enlazaba Granada con la costa a través de los Guajares o el que conducía a la vecina Alpujarra. Esta meditada trama defensiva, situó sus estructuras en colinas y picos escarpados, buscando un enlace óptico entre estas a su vez que un control total de las distintas alquerías y caminos, configurando un sistema de defensa muy similar a los situados en las zonas fronterizas, justificado por ser un espacio muy importante en la red de comunicación durante periodo nazarí, por donde circulaban todas las mercancías que llegaban a los puertos granadinos.

Las tipologías castrales presentes en el Valle de Lecrín son varias: primeramente destacan los castillos, de dimensiones desiguales en los que prima la pobreza arquitectónica, cuentan con uno o dos paños de murallas que se jalonan con torres. Se ubican en zonas elevadas, de difícil acceso, incorporando los accidentes topográficos como parte de su construcción. Entre sus elementos destacan las torres principales o donjon junto con los aljibes, necesarios para mantener a la guarnición militar y a la población en caso de ataque. Los materiales son variados, pero sobresale el uso de una fuerte base de mampostería sobre la que se levantan gruesos muros de tapial, que posteriormente se enlucía.

El Valle de Lecrín, también cuenta con una serie de castillos que en el peor de los casos, han sido totalmente arrasados siendo apenas apreciables, ejemplos de estas pérdidas son:

 Otra tipología castral presente en el Valle de Lecrín, son las torres vigías o atalayas, diseñadas para controlar el territorio y comunicar de forma rápida y efectiva a las fortalezas mayores cualquier amenaza. Solían ser de forma cilíndrica, de mampostería y ubicadas en la cumbre de cerros con buena visibilidad. Formaron una tupida red con disposición radial, convirtiéndose en estructuras vitales para la supervivencia del Reino de Granada, pues ante una alarma avisaban eficazmente con señales de humo, durante el día, o con fuego, durante la noche, a la torre o defensa más próxima, hasta llegar el mensaje a la alcazaba dispuesta a actuar. En la comarca conservamos dos ejemplos muy señeros: la atalaya de Cónchar y la del Marchal, en Saleres.

Por último, el Valle de Lecrín cuenta con otros tipos de estructuras defensivas, las llamadas Torres de Alquería y las de Vega, ambas muy similares, solían construirse en llanos, junto a las alquerías para servir de refugio a los habitantes de la zona que no disponían de acceso rápido a un castillo o fortaleza mayor. Son generalmente de planta cuadrada o rectangular, de mayor tamaño que las atalayas y construidas en tapial, aunque también las hay ejecutadas total y parcialmente en mampostería.

Otras posibles estructuras que debieron de existir en el Valle de Lecrín de las que apenas conocemos algunas referencias, son:

Tras la conquista cristiana, las fortalezas del Valle de Lecrín correrán una suerte desigual, siendo algunas ocupadas por alcaides castellanos, como el Castillo de Lanjarón o el de Mondújar, que ostentarán un fuerte control territorial además de poseer propiedades e intereses en la zona. Se llevará a cabo un programa de refortificación seleccionando los lugares de actuación, primando unos y abandonando otros, incluso destruyéndolos para que no volvieran a ser tomados por los moriscos. Será en estos momentos cuando la arquitectura militar andalusí se ligará indisolublemente a la función de control territorial castellana.

El paso del tiempo, la desaparición de los conflictos bélicos, la falta de uso, el aislamientos de esta zona rural y la baja instrucción de la población, entre otros muchos factores, dejaron a estas edificaciones en el más cruel de los olvidos, aquejadas de ruina y de un continuo expolio y vandalismo. En las últimas décadas, como ya se ha indicado con anterioridad, han proliferado algunos buenos estudios que permiten un cabal acercamiento a estas edificaciones, tan visibles y reconocibles en el paisaje lecrinés, pero que únicamente brindan un aproximación mediante la catalogación y descripción de cada uno de los edificios, sin proporcionar una visión más profunda que contextualice este amplio conjunto castral con su territorio, relación fundamental que nos facilitaría conocimientos valiosísimos a nivel geográfico, militar, económico, social, político, patrimonial o urbano, para el estudio de estos pueblos en época medieval y moderna.

ESTRUCTURAS HIDRÁULICAS Y OBRAS DE INGENIERÍA MEDIEVALES EN EL VALLE DE LECRÍN

En este tercer apartado haré referencia a una serie de artículos, publicados en el marco de la disciplina arqueológica, que dedican parte de su contenido al análisis de determinadas estructuras hidráulicas, arquitectura de producción y obras de ingeniería de la comarca. Estos artículos desgraciadamente, no nos brindan una información pormenorizada y completa de todo este patrimonio, sino que se centran de forma particular en distintos hitos señeros del paisaje lecrinés o en algunos conjuntos estructurales determinados, aportando una información sesgada que bien sirve para percibir el valor intrínseco de estos bienes y lo necesario de su investigación. Las publicaciones referidas, son las dos prospecciones arqueológicas llevadas a cabo por José Luís de los Reyes Castañeda, Mª Matilde Rubio Prats y Mª Antonia Carbonero Gamundi240, a mediados de la década de los 80 del siglo XX, y que ya se consideraron anteriormente por incluir el estudio de otros bienes, como las estructuras de fortificación, en su intención final de lograr un acercamiento a la realidad medieval lecrinesa.

Gracias a estos artículos se puede recabar cierta información, en todo caso parcial, sobre las estructuras hidráulicas (red de acequias, captaciones de agua, construcciones hidráulicas, etc.) de algunos asentamientos de los llamados “regadíos altos”, que toman agua del río Torrente (Nigüelas, Acequias y Mondújar), además de tratar las estructuras ubicadas en algunas localidades como Restábal, Melegís, Albuñuelas y en menor medida Chite y Talará, que junto con otras localidades de las que no se informa, son las denominadas “regadíos bajos” del Valle de Lecrín. Seguidamente, intentaré un acercamiento a la obra de ingeniería medieval más significativa de la zona, el Puente de Tablate, paso histórico a la Alpujarra, que tantos acontecimientos vivió durante la rebelión de los moriscos granadinos. Abordaré su conocimiento a través del artículo de Ángel Rodríguez Aguilera titulado “Aproximación al estudio de los puentes de la Alpujarra. El puente de Tablate”, publicado en la revista Bibataubín en 1999241, que realiza un estudio de su estratigrafía muraria, intentando establecer una serie de fases de construcción y restauración muy útiles, porque en la actualidad el puente se encuentra totalmente remozado y es muy difícil acometer este tipo de trabajos, imprescindibles para poder fijar su evolución histórico-constructiva.

ESTRUCTURAS HIDRÁULICAS MEDIEVALES EN EL VALLE DE LECRÍN

La bibliografía sobre este tipo de infraestructuras, como ya se indicó, es escueta y fragmentaria, al centrar su estudio únicamente en unas determinadas zonas del amplio complejo hidráulico lecrinés, a saber: la red y organización a partir del río Torrente, ciñéndose específicamente en las poblaciones de Nigüelas, Acequias y Mondújar; y el sistema de riego y captación de agua de Melegís, Restábal y Albuñuelas, situados en la concavidad formada por la confluencia de los ríos Dúrcal, Torrente y Santo y la meseta y Sierra de Albuñuelas; no disponiendo de estudios referentes a las demás poblaciones que conforman el Valle, que serían muy positivos para este trabajo, pues darían respuesta a múltiples interrogantes acerca del hábitat rural medieval y moderno de la región, a la vez que por sí mismos, más allá de su propia materialidad, constituyen un incuestionable patrimonio que debe de ponerse en valor.

Estas estructuras hidráulicas actuaron como piezas organizadoras tanto de los núcleos habitados del Valle, que se situarán en relación con el trazado de su red, que siempre dispondrá una acequia por el asentamiento para el llenado de sus aljibes o para sus fuentes y lavaderos; como de su paisaje, al manifestarse en éste el aprovechamiento intensivo del agua a través de su intrincada red de acequias, partidores, acueductos, minas o captaciones de agua, molinos y demás ingenios hidráulicos, comprobándose el alto nivel de integración que alcanza el hombre con su territorio, empleando gran esfuerzo en conseguir y aprovechar el preciado recurso, generando una serie de infraestructuras para la explotación agraria que modifican su hábitat, constituyendo un importante legado lleno de significados para acercarse al conocimiento histórico territorial. De este modo, los autores de estos artículos conjugando el trabajo de campo con la información aportada en los Libros de Apeo de las distintas localidades, intentan facilitar una lectura del antiguo espacio hidráulico de las zonas señaladas, tratando de identificar las posibles estructuras medievales, que bien originales o con las remodelaciones propias del paso del tiempo han mantenido su uso secular, junto con las que por diversas circunstancias han sufrido un abandono paulatino, habiendo desapareciendo total o parcialmente. Empezaré comentando los resultados de la primera campaña prospectiva realizada en el verano de 1984, que intentaba definir la red y organización de los asentamientos medievales en torno al río Torrente.

Este río nace en pleno corazón de la Sierra, en las lagunillas al pie del Caballo y corre paralelo al río Dúrcal separado por una serie de lomas hasta entrar en Nigüelas. Sabemos por los Apeos que su agua abastecía a los pueblos de Nigüelas y Dúrcal, tal como sucede hoy, y posiblemente a Acequias y Mondújar, aunque este dato se obvia en el Apeo de Nigüelas. El agua que abastecía a Nigüelas y Dúrcal se obtenía del río mediante una presa de derivación, según informa el libro de Apeo de Nigüelas; este tipo de presas o azudes son construcciones asentadas en los ríos usadas para embalsar, conducir o desviar sus aguas, pudiendo estar construidas de materiales diversos. Es de suponer, que la presa medieval del Torrente estaría hecha de materiales frágiles, quizás vegetales por lo que requería anualmente reparaciones y asiduas limpiezas. La presa actual es una obra moderna de cemento, que no reviste más interés que el de aproximar la localización de la antigua estructura, pues los trazados de las acequias obligan a su mantenimiento.

Es muy posible que el agua derivada hacia Nigüelas y Dúrcal, se distribuyera también a Acequias y Mondújar tal y como apunta la tradición, a través de una segunda conducción que atraviesa el río, aunque como se indicó, es un dato que no refiere el Apeo de Nigüelas, quizás por omisión o por no corresponderse con la realidad del momento. Sea como fuere, a pocos metros de la derivación actual se encuentra una captación de agua o qanát, en los años 80 del siglo XX estaba abandonada y parcialmente destruida por el carril que sube a la Sierra, y que debe de corresponderse con la captación que abastecía la acequia del pueblo de Acequias. Se trata de una mina excavada en la roca de 79 m. de longitud y un pozo al final de su galería de 4 m. de profundidad, desde donde se tomaría el agua. Se puede pensar que es una mina medieval pues su tipología constructiva es idéntica a las galerías subterráneas que conducen el agua de Acequias y Mondújar, salvando los accidentes topográficos, y que parece ser derivaban de dicha captación. Si esta hipótesis fuera cierta se podría confirmar que el río Torrente abastecía a Nigüelas, Dúrcal, Acequias y Mondújar. Esta última población, al ser el último asentamiento de la red hidráulica recibía poca cantidad, por lo que hubo de buscar otros puntos de obtención, captando el agua de varios manantiales de Sierra Nevada, la Fuente Alta y la Fuente del Sabuco, denominada en los Apeos como Aynabenomar, que a su vez, en el barranco del Pleito tomaba los aportes de la Fuente Vibora, hoy abandonada, y que se refiere en el Apeo de Acequias como Ayna.

La red de acequias que organizaba y planificaba la distribución del agua por este territorio fue tradicionalmente de tierra, estando hoy en día su mayor parte remozadas de obra o entubadas. Por fortuna, su localización y trazado del siglo XVI es perfectamente identificable, sin que se hayan dado importantes modificaciones, hecho muy notable, pues al permanecer fosilizado su trazado original nos permite vislumbrar el perímetro de riego medieval, además de la localización de los asentamientos, siempre dispuestos según la cota de pendiente necesaria para conducir el agua hasta su tierras y núcleo habitado.

La red de acequias que abastecía Nigüelas partía en el siglo XVI de la presa antes mencionada, llegando a la localidad, al llamado Partidor donde se producía la división de aguas entre Dúrcal y Nigüelas. Hoy en día el Partidor es una estructura abovedada de piedra y argamasa, similar a un aljibe, con una fecha que indica su ejecución en el siglo XVIII, aunque es de suponer que antes de este allí se ubicara otro más antiguo.

Pero la acequia que va a resultar más interesante es la que desde Nigüelas, quizás desde la captación o mina antes descrita, conducía el agua hasta Acequias, pues cuenta con unos 470 m. de galerías subterráneas con sus correspondientes aliviaderos que salvaban las dificultades físicas. Una vez que el agua pasa por Acequias y riega sus distintos pagos, se distribuía a Mondújar por el barranco del Pleito, el cual se salva con un moderno acueducto, pero que según nuestros autores, en su base se pueden encontrar restos de uno antiguo, posiblemente medieval. Documentalmente se podría certificar la existencia de este tipo de estructura pues en los Apeos se denomina a esta acequia como “acequia que viene de Acequias al Tajo” o “acequia por el aire242. La base de este acueducto tiene un aparejo de piedras unidas con argamasa alineadas regularmente y alternadas cada 70 cm. por piedras planas. Esta estructura, también viene a confirmar la teoría de que tanto la captación del río Torrente como las galerías excavadas que conducen el agua hasta Acequias, así como la que parte a continuación de él con dirección a Mondújar son de origen medieval.

La red de acequias de la localidad de Mondújar, es la más compleja de las citadas hasta el momento y conserva las antiguas denominaciones del Apeo, algunas de origen árabe. Cuenta con la acequia conocida como Aguacequias, ya descrita, que conduce el agua desde Acequias a la localidad dando lugar a los ramales que riegan su vega alta, que toman sus nombres según los pagos a los que se destinan. Otra acequia es la del Barranco del Pleito, que baja por dicho barranco desde la fuente Aynabenomar, esta canalización en el momento en que se realiza la prospección se usaba poco pues fue sustituida por la nueva del Vacaril. Finalmente Mondújar cuenta con la acequia de la Sierra, que se corresponde con la acequia Ferreyra, se origina en la Fuenta Alta y de ella parten las acequias denominadas en el siglo XVI del Calbar y del Gudey. El agua, además de usarse para el riego, se destinaba a los molinos, tanto de harina como de aceite, que la empleaban como fuerza motriz.

En esta comarca se pueden documentar numerosos ejemplos de estos ingenios. En la ribera del Torrente, según los estudios de Reyes Castañeda, Rubio Prats y Carbonero Gamundi, los molinos se emplazan en el curso de las principales acequias, no en los cauces de los ríos. En Nigüelas el libro de Apeo cita la existencia de cinco molinos de pan moriscos, que se asentarían en la acequia de Dúrcal, cerca del camino del partidor, en la actualidad también son cinco los molinos que en este lugar se encuentran.

Igualmente se menciona un molino de aceite, que por la descripción se ha de referir al molino de las Laerillas, del siglo XV que ha funcionado hasta la segunda mitad del XX, siendo hoy un magnífico museo.

En Acequias se desconoce el número de molinos existentes en el siglo XVI, aunque se puede localizar una almazara en el mismo lugar donde los autores documentaron sus restos, junto con tres molinos harineros de los que dos están en ruina, el del Olivón y el de las Alberquillas, por encontrarse cerca de unas albercas bien visibles, también citadas en los Apeos que se usarían para cocer lino, y el molino del Sevillano, posiblemente de origen medieval y que estuvo moliendo hasta no hace mucho. Recientemente ha sido restaurado en el marco del Programa Aramis de la Comunidad Económica Europea, convirtiéndose en “Sede del Museo del Agua y de los Molinos del Mediterráneo”.

El Apeo de Mondújar menciona un molinillo de pan, que ya en el siglo XVI estaba caído. Aunque desconocemos su ubicación, en el pueblo se ha conservado el topónimo “el Molinillo” y en este lugar los autores observaron los restos del cubo de un molino adosados a un bancal de cultivo, interpretando que se trataban de los restos de un molino morisco que al no reutilizarse permitía estudiar parte de su estructura original. De este molino sólo se conservaba un gran cubo de tapial muy grueso, evidenciando su función por la forma circular del orificio interior de caída del agua, que sería recibida de la acequia Ferreyra.

Otras estructuras fundamentales tanto en la Edad Media como Moderna, son los aljibes, asentados en el núcleo habitado de las poblaciones, recibían el agua de las principales acequias almacenándola para el uso doméstico de los habitantes. En algunas ocasiones no aparecen recogidos en los Apeos, como es el caso de Nigüelas que conserva dos, o el de Acequias. El Apeo de Mondújar, por su parte cita uno que los autores pudieron localizar pero no visitar pues estaba cegado.

Un sistema de captación y aprovechamiento del agua mucho más complejo se va a dar en las siguientes zonas de estudio, la concavidad formada por la confluencia de los ríos Dúrcal, Torrente y Santo, y la meseta y Sierra de las Albuñuelas, analizadas por Reyes Castañeda, Rubio Prats y Carbonero Gamundi en su segunda campaña prospectiva243 de 1986, centrándose principalmente en el estudio de las poblaciones de Melegís, Restábal y Albuñuelas. Se trata de un sistema complejo pues su red de acequias parte de los distintos ríos y comprende además numerosas y dispersas áreas de cultivo asociadas a pequeños manantiales y captaciones, que aunque hoy aparecen abandonadas, fueron importantes antaño. Pero las principales redes de riego son las que se van a disponer mediante presas o captaciones de los ríos.

El río Torrente en su tramo comprendido entre Acequias, Talará y Chite, presenta numerosos puntos de captación de agua que parecen ser modernos, pues a la luz de los Apeos se puede deducir que el agua que Chite y Talará tomaba del Torrente se hacia a través de una presa, que no se ha conservado.

Siguiendo su curso hacia Melegís, el último pueblo que riega, aparecen dos tomas, una captación llamada la fuentecilla, que según el Apeo de 1552 regaba el pago de Raçalquería, y que a mediados de los 80 del siglo XX se encontraba seca y prácticamente desaparecida por las obras de un puente en Murchas.

La última fuente del río Torrente, es la que abastece al pueblo de Melegís de agua corriente, por lo que no se emplea para el riego, aunque al parecer en el siglo XVI si se aprovechaba con tal fin. La captación actual es una galería sin pozos de aireación moderna, no quedando rastro de obra medieval. Este pueblo, al hallarse de lleno en la depresión toma también agua del río Dúrcal, que en su curso bajo cuenta con dos presas, la superior da lugar a la singular acequia de los Arcos, la más importante y larga del lugar que cuenta con una serie de diez arcadas de piedra tallada y arcos de medio punto de ocho metros de altura que le permiten salvar una pared del río. Aunque no aparece citada expresamente en el Libro de Apeo de Melegís, si se incluye una referencia a “los Arcos” para señalar la última presa del río Dúrcal, que se toma justo por debajo de “los Arcos”, y genera dos acequias que parten a ambas orillas del río, la acequia del Burgo, que riega Melegís y parte de Murchas y Restábal y la de Las Cañas, que conduce el agua a Restábal. La identificación de sus perímetros de riego en el siglo XVI es clara pues se mencionan en la documentación.

Se puede decir que la red de acequias que parten del río Dúrcal es de gran antigüedad, habiendo conservado básicamente su morfología medieval.

Por su parte, el río Santo o de Albuñuelas, va a abastecer de agua a Restábal y a su propia localidad. En Restábal, se puede seguir a grandes rasgos la descripción del siglo XVI, contando con dos sistemas de acequias, el primero que desvía el agua del río cerca de Saleres por una presa que en los años 80 era de piedras y cañas, y el segundo, la llamada acequia Nueva que parte de una presa rehecha sobre una aparentemente moderna por debajo del pueblo de Albuñuelas.

Pero el mayor aprovechamiento del río Santo se da en la vega principal o solana del citado pueblo. Las prospecciones hidráulicas y la comparación con los documentos, dejan constancia de la importancia de esta alquería en época nazarí. Destacan varias acequias, la acequia Altera, o acequia Chica de los textos, por ser la de menor recorrido, la acequia del Mojinar, que parte de una presa de obra y que se registra en el Apeo con este mismo nombre, y la acequia Grande que recorre el pueblo tal como sucedía en el siglo XVI. Otra conducción situada en la vertiente de umbría, es la acequia del Castillo, aunque se desconoce la importancia que pudo llegar a tener, apuntando los datos su poca relevancia en la época del repartimiento.

Además del aprovechamiento del agua de los cauces fluviales, en esta zona proliferó un rosario de pequeñas huertas que efectuaban sus riegos gracias a algún manantial o captación, sobre todo en los lugares de Restábal y Albuñuelas.

En Restábal, el Apeo cita dos pagos, el de Yalos, actualmente de Alos, que obtiene su agua de una pequeña galería picada en la piedra que se divide en dos ramales. La acequia que se forma, parcialmente subterránea, desembocaba en una alberca que en los años 80 del siglo XX era de tierra y ovalada. El segundo pago que se nombra es el de Agrilas, que quizás pueda corresponderse con el Cortijo Maestro, el único lugar donde había albercas y una distribución de agua similar a la que recogen los Apeos. Este pago tomaba el agua de dos captaciones abiertas en la roca que se canalizaban subterráneamente hasta una alberca próxima. En el año que se realizó este estudio, las captaciones estaban en malas condiciones y las plantaciones circundantes sufriendo las consecuencias. Este cortijo contaba con una alberca de obra antigua de piedra unida con mortero de cal, a juicio de los autores posiblemente medieval. El Cortijo Maestro, tras una profunda rehabilitación se ha convertido en una hospedería rural, perdiendo su contexto de explotación agraria.

Respecto al aprovechamiento del agua de los ríos y acequias para desarrollar actividades industriales como la molienda, hay que reiterar la importancia cuantitativa de los molinos en el Valle de Lecrín, y en esta zona en particular. Se documentan molinos tanto de harina como de aceite, de pocas ruedas y asentados, a diferencia de los citados en Nigüelas, Acequias o Mondújar, cerca del río de donde partían sus propias acequias de desviación. Desgraciadamente, de aquellos molinos documentados en los Apeos no han llegado restos visibles, aunque su localización se puede vincular con la que ocupan los modernos.

Otras estructuras importantes para la distribución del agua son las albercas, generalmente vinculadas a ríos o fuentes de escaso o irregular caudal, que se solían ubicar a lo largo de las acequias o cerca de las fuentes y captaciones para acumular y regular el agua disponible. En Melegís las albercas se distribuyen en las acequias que parten de captaciones del río Torrente, como la fuente que regaba el pago de Raçalqueia, identificable con la “alberca de la Loma”, hasta no hace muchos años de tierra y ahora de obra. Por debajo de ella se encuentran hoy otras albercas, aunque ya modernas. En Restábal destaca la alberca situada en la captación de Alos, que en la fecha del estudio era aún de tierra y ovalada, una moderna por debajo de la citada, de obra ocupando el espacio de otra anterior, y la que pertenecía al Cortijo Maestro, rehecha en sucesivas ocasiones y que por su armazón antiguo de piedra y mortero cal podría datarse de época medieval.

En conclusión, y partiendo de los estudios selectivos hechos y publicados, se deduce que el sistema de riego y distribución del agua del Valle de Lecrín apunta un origen medieval, por lo que una de sus características será su perdurabilidad en el tiempo, también se va a distinguir por la simplicidad técnica de sus estructuras, en su mayoría acequias de tierra, hoy muchas cementadas o entubadas, pequeños azudes o presas de captación, albercas que en otra época fueron balsas y algunas obras más complejas como el excavado de galerías o los acueductos para salvar los accidentes topográficos.

Por otra parte, en torno a esta intrincada red de canales aflora una serie de estructuras vinculadas estrechamente con el uso y almacenamiento del agua, molinos, albercas, aljibes, que en las últimas décadas por la aparición de la electricidad o los saneamientos modernos, han quedado obsoletas y en el peor de los casos abandonadas y destruidas. Por ello sería conveniente entender que estos bienes constituyen un rico patrimonio no sólo por su interés material o arquitectónico, sino también histórico, al ser testigos de los distintos modos de ocupación y vida de las sociedades pobladoras del Valle, geográfico, al comunicarnos como el hombre se adapta a su medio aprovechando todas las oportunidades que este le brinda, o etnológico. Se debería de este modo ampliar la valoración del patrimonio, y con ello los estudios sobre éste, a estructuras como las que tratamos, pues nos ayudan a enraizar una comarca como el Valle de Lecrín con su pasado, generador de tan original paisaje.

EL PUENTE DE TABLATE: EJEMPLO DE UN PASO HISTÓRICO

Gracias al artículo “Aproximación al estudio de los puentes de la Alpujarra. El puente de Tablate”, del arqueólogo D. Ángel Rodríguez Aguilera publicado en Bibataubín. Revista de Patrimonio Cultural e Investigación244 en el año 1999, podemos tener un primer acercamiento a la realidad de este magnifica obra que merecería un completo estudio, capaz de ponerlo en relación con su ámbito circundante y con su historia, más allá de valorarlo como una simple estructura. Los puentes históricos, como el de Tablate, son testigos de primera mano de épocas pasadas, importantes hitos paisajísticos y obras emblemáticas para las localidades donde se asientan. Estas estructuras, que permiten el paso de un cuerpo a un punto distante salvando dificultades como un cauce de agua, un precipicio o una depresión, son piezas fundamentales de proyectos de gran envergadura como es la construcción o demarcación de una ruta o camino, no constituyendo por si solos un proyecto aislado. Son infraestructuras que nos informan, entre otros muchos aspectos, de la estructura socio-económica de una comarca, provincia e incluso país, por ser piezas indispensables para el transporte terrestre, tanto de personas como de mercancías.

De este modo, podemos considerar que en términos sociales, históricos y funcionales los puentes son tanto o más relevantes para la vida de una comunidad que otras muchas obras que hoy en día valoramos como patrimonio histórico, artístico o cultural. Su localización, morfología, materiales, anchura del tablero, y demás características nos hablan sobre la sociedad y la época que lo construyó, sobre su topografía, acontecimientos históricos, sus posibles destrucciones y restauraciones, la importancia del paso y el tráfico que circulaba por la vía, el capital y la mano de obra que precisó su construcción, etc. Todas estas cuestiones, junto con la importancia estratégica del puente de Tablate que salva una inexpugnable garganta formada por el río, paso imprescindible para poder acceder desde Granada a la Alpujarra y al litoral, hacen que haya sido un lugar significativo en la historia de Granada, suponiéndole una gran antigüedad. Por otro lado hay que vincularlo con el camino tradicional que pasaba por él, con la alquería cercana de Tablate y con las fortificaciones y defensas próximas como la torre-fortín de la localidad o el Castillo de Lanjarón. Pero a la espera de que se realice un estudio de alcance, contamos con ciertas informaciones reflejadas en el artículo incluido en esta revisión, que empleando la técnica de la estratigrafía muraria, da una primera aproximación al devenir histórico y constructivo del puente muy útil, pues la obra se restauró en el año 2002 y fue remozada en su mayor parte dificultando hoy su lectura.

La historia ha sido muy pródiga en acontecimientos y sucesos en este paraje, debido principalmente a su ubicación, que como dijo Pedro Antonio de Alarcón245: “Aquella cortadura del único camino medio transitable que conduce a la Alpujarra es una de las principales defensas de este país, su llave estratégica, es foso de aquel ingente castillo de montañas”; por lo tanto se hacía indispensable el control de este paso por los bandos contendientes, originándose multitud de refriegas. De igual modo, hay que tener en cuenta que “Ha habido, pues, muchos Puentes de Tablate, quemados unos, volados otros, y todos cubiertos de sangre246.

El que conservamos en la actualidad se remonta a la Edad Media, manteniendo parte de sus paramentos de esta época, aunque no es descartable la existencia de otro anterior en este lugar. Las primeras referencias directas que hacen las fuentes sobre esta estructura, se encuentran en las crónicas de la conquista del Reino de Granada, por ser un paso obligado para las tropas castellanas que se dirigían a la conquista de la Alpujarra en 1491; en éstas se narran las dificultades que tuvieron en su tránsito por la resistencia de los musulmanes. Posteriormente, en 1500 durante la revuelta mudéjar de la Alpujarra el puente fue destruido para impedir el acceso del ejército castellano, por lo que una vez apaciguada la rebelión se iniciaron los trámites para su reparación247. Según informa Ángel Rodríguez Aguilera, para obtener el dinero que permitiera ejecutar las obras, se impone el canon de un maravedí a toda persona y bestia que pasase por el puente durante un periodo de tres años, de este modo se subsanaron los destrozos, a la par que se repararon los caminos de la Alpujarra. Una vez reparado el puente, funcionó con normalidad hasta que en 1568 estalló la rebelión de los moriscos del Reino de Granada, tornándose punto fundamental de lucha y sufriendo una nueva destrucción que fue reparada provisionalmente con todo tipo de materiales por las tropas castellanas, las cuales pretendían acceder a Lanjarón. A finales del siglo XVI y principios del XVII se rehizo de nuevo, siendo objeto de reparaciones durante los siglos XVIII y XIX.

Su estructura es bastante simple, el puente se levanta sobre el abrupto barranco de Tablate, de unos 100 m. aproximadamente de altura, asentando sus estribos en unos salientes o escalones de las paredes rocosas del precipicio. A partir de estos estribos se genera un arco de medio punto que salva el cauce del río y se dispone el tablero o paso del puente en su parte superior.

A finales de la década de los 90 del siglo XX, antes de la restauración de la obra, un derrumbe parcial de una parte de su estribo derecho permitió al autor estudiar la estratigrafía del puente, evidenciando distintos momentos en su construcción y uso. La fase más antigua documentada se corresponde con los estribos del puente, que son los originales de la obra medieval en los que también se advierten las reparaciones de 1502; éstos tienen una altura dispar, por asentarse sobre dos escalones del barranco y están realizados en mampostería unida con cal.

A continuación, el autor pudo reconocer los restos de unos cajones de tapial en el frente Noroeste, entre el arco de medio punto y uno de los estribos, que serían restos reutilizados de la estructura medieval preexistente en la reparación ejecutada tras la Guerra de las Alpujarras, a finales del siglo XVI, principios del XVII. A esta época también pertenece gran parte del cuerpo del puente, incluido su arco, y se distingue por el uso de mampostería que iba enlucida con yeso y sillares de cantería en las dovelas del arco. Seguidamente, y correspondiéndose con las partes superiores del puente, el arqueólogo documentó dos ampliaciones hechas en mampostería concertada y separadas por unos ripios que asoció al mismo momento constructivo, fijándolo en el siglo XVIII.

Como conclusión, Ángel Rodríguez también manifiesta la necesidad de profundizar en el estudio de este puente, elemento esencial del paisaje histórico granadino, debiendo hacerse a todas luces dentro de un amplio marco que lo conecte con su entorno. En los últimos años, como ha quedado patente a lo largo del epígrafe, se ha llevado a cabo una muy necesaria restauración de la obra que a finales de los años 90 del siglo XX se encontraba muy deteriorada, sobre todo por la construcción de un aliviadero por parte del Ministerio de Fomento que estaba afectando de forma importante la cimentación del puente, que ya había perdido parte del paramento de uno de sus lados. Tras las denuncias de algunas asociaciones culturales y de vecinos del Valle de Lecrín, en el año 2002 se procedió a la restauración del puente así como al acondicionamiento de la zona con la construcción de un mirador.

LUGARES DE ENTERRAMIENTO O NECRÓPOLIS

Con anterioridad, en el apartado dedicado a la revisión de la historiografía lecrinesa, y en relación a la población de Mondújar, se aportaron las localizaciones de los ocho necrópolis medievales que aparecían citadas en el Libro de Apeo de la localidad y que fueron recogidas por Manuel Espinar Moreno en sus artículos248. En este epígrafe, sin embargo, la revisión se ha centrado en una serie de publicaciones que informan sobre ciertas actividades arqueológicas realizadas en el Valle de Lecrín que han documentado varias de estas zonas de enterramiento, tanto en Mondújar como en las poblaciones de Tablate, Talará o Nigüelas. Es lógico entender que este tipo de lugares están presentes en todos los municipios, y en muchos casos su ubicación es conocida por los habitantes gracias a hallazgos puntuales, aun así dejaré de lado estos datos y únicamente consideraré la información de las necrópolis que por determinadas circunstancias han sido en mayor o menor medida estudiadas generando algún tipo de publicación, como el macáber del Cerrillo o el de la Torna Alta de Mondújar, ambos excavados en el año 2000249, algunos datos sobre las necrópolis medievales de Tablate250 y Las Eras de Talará, además de breves referencias a unos enterramientos aparecidos en el transcurso de unas obra en la población de Nigüelas durante los años 80 del siglo XX y que parecían responder a los cánones funerarios islámicos.

Las necrópolis islámicas más conocidas y estudiadas hasta el momento, quizás por la expectativa de que una de ellas se pudiera identificar con la rauda real de la Alhambra trasladada por Boabdil a Mondújar, son la del Cerrillo (a la que nos referimos) y la de la Torna Alta, ambas en la citada localidad, descubiertas y excavadas en el marco de las medidas correctoras impuestas para paliar el impacto arqueológico durante la construcción de la Autovía A-44, en su tramo Dúrcal-Ízbor. Este tramo, al discurrir por un área histórica de comunicación, requirió la realización de numerosos trabajos arqueológicos que localizaron ocho yacimientos de distinta potencialidad que se incluyeron en la carta arqueológica de la autovía, actuando en cada uno de ellos según el grado de afección a los que se exponían. En este contexto y por preverse un impacto severo, se propuso la excavación de los yacimientos del Cerrillo y de la Torna Alta, como modo de desafección por medio de la investigación científica, pues se hacía imposible un cambio en el trazado de la autovía por distintos factores. El Cerrillo de Mondújar, que antes de su excavación ya había suscitado cierta bibliografía, revisada anteriormente, era quizás el yacimiento más conocido aunque nunca antes había sido estudiado. Se procedió a su excavación de urgencia ante el fuerte impacto que iba a sufrir por el desmonte parcial de su ladera Sureste, a la par que se atendió también la intervención en el yacimiento Vegas de Mondújar I o Torna Alta, ambos pertenecientes a la antigua alquería nazarí de Mondújar.

En el Cerrillo, tras un sondeo se documentaron 49 tumbas, 15 de una primera fase y el resto de un momento posterior, organizadas espacialmente en cuatro grupos estructurales compuestos cada uno por una serie de tumbas. Las correspondientes a la fase más antigua se ajustaban al esquema tradicional de fosa de inhumación sencilla, de poca profundidad, cubierta plana y sin señalamientos exteriores. Por su parte, los enterramientos pertenecientes a la segunda fase de ocupación resultaron especialmente llamativos y complejos, apuntando una ortodoxia mayor en los ritos de inhumación islámicos. Constaban de una “fosa de inhumación profunda (de 1 m. aproximadamente), en algunos casos existencia de una primera cubierta sobre el cadáver, cubierta exterior compleja, con distintas soluciones de cierre y señalamientos exteriores con estelas en pies, cabecera y mqabriyya central en todos los casos”251.

Respecto a esta tipología funeraria, los autores establecen un paralelo con los enterramientos reales de la Alhambra, que deberá de estudiarse, junto con la aparición de 11 sepulturas vacías pero selladas, que podrían tratarse de tumbas secundarias. El aventurar que este macáber se corresponde con la antigua rauda nazarí es algo arriesgado, que como se ha señalado en sucesivas ocasiones, deberá de contemplarse a la luz de los diferentes documentos y del exhaustivo análisis de los datos disponibles; otra cuestión es que el traslado e instalación de la tumbas reales en la pequeña alquería influyera de forma notable en sus formas tradicionales de enterramiento.

A pocos metros del Cerrillo de Mondújar, en el paraje agrícola conocido como Torna Alta, se realizaron igualmente, una serie de sondeos en distintas terrazas de cultivo, esperando encontrar restos arqueológicos correspondientes a una zona de labor junto al camino medieval de Acequias, posiblemente algún tipo de estructura de habitación. Sorprendentemente, en uno de estos sondeos delimitado por el antiguo camino real y la Carretera Nacional 323, aparecieron tres tumbas, por lo que se llevó a cabo una excavación de la zona, localizando 53 enterramientos de los que 6 no se excavaron por no verse afectados por las obras. La orientación de éstas, el sistema de cubrición y la posición de los restos indicó su origen islámico. La excavación determinó que el macáber sólo tuvo una fase de ocupación poco prolongada en el tiempo, ajustándose sus inhumaciones a la tipología tradicional, sin manifestaciones externas y en algunos casos presentado doble teja como cubierta o una piedra plana. Todos estos datos, cotejados con los cifrados en el Apeo de Mondújar y el hallazgo de una moneda castellana del siglo XVI sobre el nivel de uso del yacimiento, hicieron determinar a los autores que la necrópolis de Torna Alta era esencialmente morisca, creada en el siglo XVI y abandonada tras la expulsión.

Junto a estos cementerios mejor conocidos, al haberse excavado y estudiado arqueológicamente como forma de paliar el impacto de las obras de la autovía, existen otros no menos importantes pero de los que tenemos muy pocos datos publicados. Uno de ellos es el de Tablate, del que podemos obtener cierta información gracias al artículo de Luís Blanco Vázquez titulado “Prospección arqueológica de urgencia del Proyecto del Parque Eólico Las Lomas (Lanjarón y El Pinar, Granada). 2000”, publicado en el Anuario Arqueológico de Andalucía del año 2001252, que como su título indica, fue una prospección encargada por la empresa promotora del parque eólico a dicho arqueólogo, al verse obligada a hacerla por mandato de la Delegación Provincial de Cultura, que tenía documentada la existencia de un yacimiento correspondiente a una necrópolis medieval en el despoblado de Tablate, a corta distancia del parque.

Según informa Luís Blanco, la documentación existente en Cultura incluye el informe del juez de Instrucción del Juzgado nº 1 de Órgiva, que refiere el aviso de un vecino a la Guardia Civil tras haber encontrado en Tablate el cráneo de una persona. De este modo, también se conservan los informes realizados por unos técnicos de la Delegación de Cultura, que en mayo y junio de 1998 inspeccionaron el lugar confirmando la presencia de un yacimiento arqueológico de cronología medieval, identificado como una necrópolis. La distancia que separaba el yacimiento del Parque Eólico de las Lomas, fue suficiente como para prescindir de medidas correctoras.

En el año 2002, las obras de construcción del barrio de la Purísima de Talará, sacaron a la luz los restos de un macáber que fue excavado por la Universidad de Granada253.

Otras referencias a necrópolis medievales del Valle de Lecrín, en concreto del pueblo de Nigüelas, las dan Reyes Castañeda, Rubio Prats y Carbonero Gamundi254 que recogen los datos en su primera campaña prospectiva, indicando la aparición de restos humanos en decúbito supino y con la cabeza protegida con dos lajas de piedra a modo de tejadillo, durante unas obras efectuadas en el camino que conduce a la Sierra de Nigüelas, a una centena de metros del pago del Castillejo. Del mismo modo, son informados de que en la plaza de la iglesia del pueblo, donde posiblemente antes se asentaba la mezquita, al efectuar unas obras surgieron una serie de enterramientos con las mismas características que los anteriores, siendo lógico pensar que formarían parte de un macáber cercano a la antigua mezquita.


Notas


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