LA CIENCIA GEOGRÁFICA Y EL VALLE DE LECRÍN. ESTUDIOS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

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Hay que esperar a la segunda mitad del siglo XX, para que la Geografía científica adquiera relevancia en España y genere trabajos novedosos que van ha desterrar la hasta entonces labor de observación y descripción ilustrada que hemos visto en los Diccionario Geográficos. El geógrafo profesional, se va a regir por metodologías científicas universitarias cada vez más especializadas y va a ir más allá de la simple descripción de los lugares, intentando un verdadero y profundo conocimiento de las relaciones entre los seres humanos y el medio en que se circunscriben, usando técnicas de observación y medida, verificación y análisis de datos, moderna cartografía, etc. En este contexto, se va a crear en 1970 el Departamento de Geografía de la Universidad de Granada, con la ayuda del que fue su primer director, D. Joaquín Bosque Maurel y consolidándose y expandiéndose en las siguientes décadas bajo la dirección de D. Francisco Villegas Molina94. En este marco se van a realizar aportaciones fundamentales para el conocimiento del Valle de Lecrín, obras pioneras que tienen por tema principal el estudio de la zona, como la tesis doctoral, posteriormente publicada por el CSIC, de D. Francisco Villegas95, el capítulo que el profesor Bosque Maurel le dedica en su obra Granada, la tierra y sus hombres96, o artículos como el publicado en la revista Estudios Geográficos de Rene Lhenaff titulado, “Estudio Geomorfológico del Valle de Lecrín97.

D. FRANCISCO VILLEGAS MOLINA, ESTUDIOSO PIONERO DEL VALLE DE LECRÍN

D. Francisco Villegas Molina, Catedrático de Geografía Física de la Universidad de Granada, pasa por ser un pionero en el estudio del Valle de Lecrín de forma singular y pormenorizada, así como sus obras son un referente ineludible a la hora de enfrentarse a cualquier tipo de investigación sobre la comarca. Entre su amplia producción científica, hay que señalar una obra como hito fundamental para este estudio, se trata de su tesis doctoral, titulada El Valle de Lecrín, elaborada bajo la dirección de D. Joaquín Bosque Maurel, leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada el 23 de noviembre de 1970 obteniendo la calificación de “Sobresaliente cum laude” y un “Premio extraordinario”. Posteriormente, en 1972, esta tesis se publicó con el título El Valle de Lecrín. Estudio Geográfico, que será la obra que tomaré para mi revisión. Pero además de este ineludible texto, entre la producción científica del profesor Villegas destacan artículos o colaboraciones en trabajos de carácter general que son útiles para el presente análisis, aunque no los abordaré aquí por constituir, o bien un resumen de su tesis con fines divulgativos, como el fascículo titulado “El Valle de Lecrín” que forma parte de la colección Temas de nuestra Andalucía editado por la Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Granada en 197598, o bien, una puesta al día de los datos proporcionados en ésta, como el capítulo dedicado al Valle en la obra Nuevos paseos por Granada y sus contornos, coordinada por D. Manuel Titos en 199399.

Respecto a su tesis doctoral, que como digo, comprende todas sus demás publicaciones sobre la zona, hay que señalar varios detalles que la hacen especialmente relevante. Por un lado, fue la primera tesis doctoral de geografía presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, además de la primera publicación en forma de libro referente a una región andaluza concreta; y por otro lado, supone, hasta la fecha, un hito pionero y fundamental dentro de toda la producción bibliográfica referida al Valle de Lecrín, siendo su consulta ineludible para poder afrontar un estudio coherente sobre la zona y la base de muchos trabajos e investigaciones posteriores, a pesar de contar con algo más de treinta años de antigüedad y encontrarse algunos de sus datos desfasados. El trabajo, que se puede englobar dentro de los parámetros de la escuela geográfica regional española, con influencia de la escuela francesa, tuvo su génesis en un primer estudio que el autor preparó como memoria de licenciatura, en el que analizaba la geografía de Padul. La pretensión principal de su tesis, según palabras del mismo Villegas era “contribuir al conocimiento de la Geografía española y, al mismo tiempo, incrementar nuestra formación geográfica con el análisis de todos los elementos paisajísticos de una pequeña comarca granadina100.

Para ello siguió una metodología de trabajo basada en la búsqueda de datos bibliográficos y archivísticos, un continuo trabajo de campo, con numerosas excursiones, y finalmente procedió a elaborar todos los datos obtenidos en las etapas anteriores, tomando como base y orientación otros estudios de geografía regional realizados en España. Entre los atractivos que Villegas Molina enumera para justificar su elección del Valle como objeto de estudio, estaban su estratégica situación, su clara originalidad y personalidad, su variedad paisajística y los problemas que planteaba desde el punto de vista humano, al ser una comarca fundamentalmente agrícola con escasa importancia de las restantes actividades económicas, y problemas demográficos causados por la fuerte y continua emigración. Así pues, como él mismo dice, su estudio se orientó fundamentalmente en los aspectos humanos y económicos, constituyendo la vida rural su eje principal, aunque incluyendo también el medio natural, lugar donde el hombre realiza sus actividades.

La tesis se estructura en cuatro partes o ejes de análisis principales:

Estos cuatro grandes capítulos, a su vez se dividen en subcapítulos, con sus correspondientes apartados. Aunque todos ellos son importantes para nuestro estudio, los tres últimos bloques resultan fundamentales, por incluir informaciones referidas al territorio, la vivienda rural, el urbanismo de las localidades, elaborar por primera vez una evolución histórica de la zona, etc.

Así que dejaremos de lado el estudio del medio físico, elemental para el conocimiento de la morfología del lugar, pero que en este caso no nos proporciona información determinante, para comenzar indicando las peculiaridades apuntadas desde el estudio de la “Vida rural” que nos pueden ayudar a comprender los valores patrimoniales del Valle de Lecrín. Salvando que algunos de los datos que refiere se encuentran desfasados, algo lógico si tenemos en cuenta que refleja la sociedad de los años 60-70 del siglo XX, con una zona sumida en el subdesarrollo, con una fuerte emigración y que tenía por actividad principal la agricultura, (de secano y de regadío), junto con labores forestales y ganaderas. Aún así, proporciona testimonios muy importantes para entender ciertos valores históricos y culturales que encierra la comarca en sí misma, riquezas patrimoniales que se están intentando valorizar y salvaguardar con la declaración de “Sitio Histórico” del Valle de Lecrín, actualmente en proceso de incoación.

Una de las valías propias de la región es su agricultura de regadío, y el paisaje e infraestructuras que ésta ha generado a lo largo de los siglos. El regadío en el Valle de Lecrín va a destacar por su gran extensión y sobre todo por su antigüedad, que según el propio Villegas, “se remonta, por lo menos, a la época musulmana y los sistemas de distribución de aguas, red de acequias, etc., son los mismos, con ligeras variaciones, que los encontrados por los cristianos al repartirles las tierras confiscadas a los moriscos tras su sublevación y expulsión en tiempos de Felipe II101.

Esta agricultura, fundamentada en el cultivo de herbáceos y sobre todo de producciones tan antiguas y tradicionales en el Valle como el olivar y los agrios, ha configurado un paisaje original que forma parte sustancial de la apreciación patrimonial de la zona. El regadío, para ser implantado requiere una serie de labores que procuran la asimilación del agua por el terreno sin que éste se erosione; por eso, no basta con tener unas infraestructuras que distribuyan el agua, sino que el suelo ha de ser llano u horizontal, si esta cualidad no se da en el terreno, se tiene que recurrir a su conversión de forma artificial.

De este modo el Valle de Lecrín, configurado esencialmente con pequeñas propiedades sobre suelos más o menos inclinados, tuvo que recurrir posiblemente desde época islámica, al sistema de abancalamiento para poder desarrollar este tipo de agricultura, convirtiendo así su territorio en una sucesión de escalones cultivables. El agua para estos cultivos procede fundamentalmente de los cauces fluviales que discurren por la región, aunque también se usa la de los numerosos nacimientos y manantiales existentes en algunos pueblos, y la que baja de las sierras por distintos barrancos, (en nuestros días, existe un número destacado de pozos particulares usados para el riego, que no trataré por entender que no forman parte de un patrimonio heredado).

Respecto a las infraestructuras hidráulicas del Valle, Francisco Villegas aporta información substancial para entender la configuración del territorio y los usos y costumbres referentes al empleo y aprovechamiento del agua en el Valle de Lecrín, que en muchos casos, constituye todo un legado histórico. Nos informa de los distintos nombres de las acequias, de dónde perciben su caudal y cómo es éste de abundante, su recorrido, sus ramales, los pagos que se riegan con esas aguas, los días, horas y cantidades que corresponden a cada población, pues en muchos casos, se da un aprovechamiento conjunto del agua por parte de distintos municipios, aunque a su vez en cada pueblo se da un sistema de distribución propio y característico. Documenta hasta cinco modos diferentes de reparto del agua, dependiendo de la población y su abundancia en agua, las tierras a regar o la propiedad establecida del agua. Predomina el sistema de “turno y tanda”, con distintas modalidades (establecimiento de un tiempo fijo de riego proporcional al tamaño de finca, sin limitación de tiempo, etc.), lugares en que la propiedad del agua se ha independizado de la tierra y ha desaparecido la relación entre la superficie y el tiempo de riego, o pueblos en que el agua es tan abundante que se permite una completa libertad en su uso. Todas estas consideraciones apuntadas por Villegas, a mi parecer, tienen una notable importancia, pues nos documentan pervivencias de usos medievales que han llegado con muy pocas modificaciones hasta nuestros días, y nos informan de un patrimonio arquitectónico e ingenieril que es testimonio material de la asimilación de la cultura islámica por parte de los repobladores cristianos en este territorio.

Dentro de la descripción de la vida rural que hace el autor, se recoge también el tradicional trabajo del esparto, artesanía que como señalé anteriormente, tuvo cierta importancia en el lugar, y que aparece documentada desde finales del siglo XVI en el Libro de Apeo de Padul102, así como en el siglo XVIII por Tomás López, alcanzando la segunda mitad del siglo XX, en que se encuentra en un franco retroceso. Informa Villegas que en esos años, la explotación del esparto es prácticamente nula y se limitaba a la recogida por parte de algunos vecinos para hacer pleita y así fabricar enseres para sus necesidades agrícolas (serones, espuertas, capachos y rondelillos, entre otros útiles).

Si seguimos la estructura de la tesis del profesor Villegas Molina, la siguiente parte que trata es el estudio de la “Población, el hábitat y actividades no rurales”. Dentro de este capítulo pretende el análisis del hombre, tanto en grupo, como aisladamente y por ello comienza estudiando la geografía de la población, (crecimiento demográfico, movimiento natural y migratorio, estructura profesional, etc.), continúa con la investigación del hábitat, incluyendo dos capítulos dedicados a la “Vivienda rural”, y a los “Núcleos de población”, que resultan muy ilustrativos para mi estudio, por lo que procederé a su comentario; y finalmente examina las “Actividades no rurales” que se llevaban a cabo en el Valle de entonces.

Como refiero, comenzaré con el estudio de la “Vivienda rural”, elemento fundamental y conformador del paisaje y de los distintos núcleos de población, que refleja la influencia del medio físico en que se inserta (materiales, cubierta, estructura, dependencias), y del ambiente socio-económico que la ha originado, pues además de resguardar a sus habitantes de las inclemencias del medio, supone un instrumento de trabajo al servicio de las actividades agrícolas. Su estudio también resulta muy significativo por dos aspectos: por un lado, el tipo de vivienda que Villegas describe e ilustra en los años 60 del siglo XX, por sus características, ubicación espacial, materiales, morfología y habitantes, se puede considerar una herencia de modelos constructivos antiguos, con pocas modificaciones.

Hay que entender que desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX, la comarca, aunque con ligeras variaciones, fruto del paso del tiempo, ha tenido unos mismos modos de vida rurales, basados fundamentalmente en la agricultura minifundista de subsistencia. Por otra parte, rastreando en producciones bibliográficas anteriores que nos informan, aunque muy parcamente, sobre la tipología doméstica de la región, véase el Diccionario Geográfico-Estadístico de Pascual Madoz, podemos entender que el modelo de casa que cita se corresponde con el imperante en el Valle en estos años, por lo que se puede pensar que esta típica vivienda rural de la zona, aunque con ligeras variantes y mejoras, ha sido un modelo heredado y mantenido a lo largo del tiempo.

Un segundo aspecto en el que hay que incidir, es el proceso de extinción que están sufriendo estas estructuras, quizás debido a los cambios profundos que ha experimentado la economía, sociedad y modos de vida en los últimos años. Evidentemente, aún perduran numerosas muestras de este tipo de arquitectura típica en los distintos pueblos, pero van cayendo en desuso, se van deshabitando, se destruyen para construir viviendas modernas en su solar, o se restauran bajo nuevos parámetros constructivos que evidentemente usan técnicas contemporáneas, y no respetan los materiales, tipologías y estructuras tradicionales, fachadas, y demás elementos domésticos, inventando así un pseudo-rusticismo que nunca ha existido en la comarca.

El tipo de vivienda que se daba en el Valle de Lecrín, comparte muchas características con la tipología doméstica de la Alta Andalucía103. Era una vivienda con desarrollo en altura, de dos o tres pisos, y de planta pequeña que solía carecer de patio, pues se sustituía por el corral. Los materiales que se empleaban para su construcción, eran la piedra, abundante en las sierras próximas, y la arcilla, como adhesivo, presente en la depresión; aunque también se usaba una mezcla de cal grasa y arena, más resistente.

Con posterioridad, comenzó a utilizarse el ladrillo, primero macizo, y luego hueco, unido con cemento. La vivienda, externa e internamente, se encalaba o blanqueaba. Para las cubiertas generalmente se empleaba el tejado, aunque en algunos pueblos como Ízbor o Lanjarón, se dan cubiertas planas, quizás por influencia de la cercana Alpujarra, aunque no eran, ni son muy frecuentes y las técnicas constructivas difieren respecto a las alpujarreñas. Los tejados solían ser a dos o cuatro aguas, de teja morisca que apoyaba sobre una cubierta de madera, a su vez sostenida por vigas de ese mismo material, que quedaban al descubierto en las cámaras superiores. Con el tiempo, y en viviendas más acomodadas, estas vigas se empezaron a cubrir de cañizo y yeso, creando así un techo plano. El tejado tenía poca inclinación y los aleros eran poco salientes, debido a las escasas precipitaciones.

Dentro de la casa destacaba la cocina, ubicada en la planta baja, solía estar cerca de la puerta y a veces adquiría la función de comedor. Cuando la familia era acomodada, la cocina iba adquiriendo una mayor autonomía separándose del comedor y de la entrada. En la cocina se situaba la chimenea, centro de la vivienda por ser el lugar donde se cocinaba y el foco principal de calefacción del hogar. Los dormitorios se distribuían entre la planta baja y la alta, y el número variaba de dos a cuatro. Hay que entender que esta descripción en muy genérica, y que evidentemente el número y la naturaleza de las habitaciones variaba en función de la posición social y económica de la familia. Cuanto más acomodada fuera ésta, más dependencias tendría, con más funciones y distribuidas jerárquicamente.

Por lo general, son viviendas con pocos vanos al exterior, para no debilitar los muros en exceso y por la climatología, con veranos muy calurosos; van a contar con dependencias al servicio del trabajo, que ocupan una parte importante del solar, cuadras y corrales para el ganado, pajares y desvanes para los productos del campo y aperos de labranza, etc. Usualmente, los corrales y cuadras se situaban en la parte posterior de la casa, teniendo el ganado que transitar por la vivienda para alcanzar estas dependencias. Si los labradores eran muy acomodados, las cuadras y corrales se disponían en cuerpos independientes de la vivienda. El corral era un espacio murado, que incluía una cochinera, conejeras, cuadra y gallinero. Para almacenar los productos del campo, se destinaban los graneros y pajares, ubicados en las partes altas de la casa, a veces alcanzaban un gran desarrollo. En la planta baja, cerca de la cuadra y de la cocina, podía aparecer una habitación destinada a guardar los aperos de labranza y arreos de las bestias. Algunas casas podía presentar lagares o bodegas, aunque eran las menos.

Otra tipología doméstica presente en el Valle de Lecrín, son las cuevas; relativamente abundantes en los municipios de Nigüelas y Padul, también existen en Dúrcal y Albuñuelas, aunque no adquieren la importancia ni la extensión de los hábitat troglodíticos de otros lugares como Guadix o Baza. Tenemos noticias de cuevas pobladas desde épocas remotas, como las que refería Madoz en Albuñuelas104; según informa Francisco Villegas, en los años 60, la mayor parte de las cuevas del Valle de Lecrín aparecen deshabitadas. Hay que tener en cuenta que este hábitat suponía un refugio económico para las clases más humildes, que fueron las primeras en emigrar en busca de una vida mejor. En nuestros días, las casas cueva son escasas, aunque se están empezando a recuperar y rehabilitar como segunda vivienda destinada al esparcimiento o con fines turísticos.

Siguiendo la revisión de la obra El Valle de Lecrín de D. Francisco Villegas, el siguiente punto que considero útil para mi estudio, es el dedicado a “Los núcleos de población”. Por lo general, en el Valle de Lecrín se da, y se ha dado tradicionalmente, un hábitat concentrado en núcleos pequeños o medianos, entre los que se inserta algún conjunto de viviendas aisladas o pequeñas cortijadas, que en los últimos años han tenido un crecimiento considerable, sobre todo en núcleos como Dúrcal o Padul, con la recalificación de antiguos terrenos rústicos en urbanos y la creación de urbanizaciones relativamente alejadas del casco urbano.

La situación de los núcleos de población es variable, desde mi punto de vista, se pueden establecer dos factores fundamentales para el asentamiento y la articulación de estos núcleos en el territorio lecrinés. Por un lado, el constituir una amplia zona de regadío, rica en agua, supone siempre un elemento atractivo capaz de fijar una población; junto a esto, hay que señalar su ubicación espacial, punto estratégico, cruce de caminos entre la Costa y la Capital, que precisaba de un férreo control territorial, (quizás esto explique el importante sistema defensivo islámico de la comarca).

Una característica común a todos los núcleos de población del Valle, señalada por Villegas, es su estructura en orden cerrado, con las construcciones y viviendas unidas materialmente unas a otras formando manzanas, que se separan por callejuelas estrechas y retorcidas, en muchos casos con cierta pendiente, adaptándose a los desniveles del terreno. A veces, aunque cada vez menos, pueden aparecer intercalados entre las edificaciones pequeños huertos, que no rompen la estructura cerrada. Villegas va a clasificar los distintos núcleos de población atendiendo a dos características, por su unidad y por su forma. Ambas clasificaciones son interesantes, a pesar de haber quedado muchas de ellas, desfasadas por las transformaciones de los últimos años, pues nos dan noticias de la estructura de estos pueblos en el siglo XX, que se pueden poner en relación con los datos ofrecidos por fuentes documentales y bibliográficas como el Catastro del Marqués de la Ensenada, o los Diccionarios de Tomás López y Pascual Madoz, y así contextualizar y conocer mejor la evolución urbana de estas localidades.

Respondiendo a su unidad, Villegas establece la existencia de dos tipos de pueblos:

Respecto a la clasificación de las localidades según su forma, Villegas establece distintas tipologías, que igualmente, en muchos casos, han quedado anticuadas por el desarrollo moderno de los núcleos de población y la construcción de nuevas vías de comunicación y circunvalaciones en pueblos como Dúrcal y Padul, que aceleran y condicionan mucho la forma de crecimiento urbano.

Finalmente, para cerrar la revisión de la obra que nos ocupa, hay que centrarse en el análisis de la cuarta y última parte del libro, titulada “Fundamentos históricos de la población y los modos de vida”. En ella, el autor pretende señalar “las sucesivas etapas de la ocupación del medio por el hombre106, estructurando una serie de cinco capítulos que tratan los distintos periodos de evolución histórica de la comarca, así como el estudio de la población y los modos de vida en los momentos históricos más significativos del Valle de Lecrín. Este cuarto apartado resulta especialmente trascendente dentro de toda la producción bibliográfica existente sobre la región, pues es el primer intento de establecer una evolución histórica para el Valle desde la Antigüedad hasta la segunda mitad del siglo XX, y a pesar de poseer ciertas limitaciones, sigue siendo muy aclaradora y base de muchos estudios sobre la comarca. Este bloque temático, como he señalado antes, se estructura en cinco capítulos, de los cuales los dos primeros resultan fundamentales para este estudio, y el tercero, en menor medida. El primer capítulo que trataré es el titulado “El Valle de Lecrín hasta la expulsión de los moriscos”, el segundo capítulo versa sobre “Los repobladores y su adaptación a la comarca” y el tercero, es el dedicado a “La población entre 1571 y 1751”.

En el primer capítulo, el autor emprende un recorrido por la historia del Valle de Lecrín, comenzando por la Edad Antigua, pasando por la Edad Media, para finalizar con el análisis de la sublevación y expulsión de los moriscos. Este capítulo, aunque de gran valía y acierto en muchos de sus datos, se puede considerar en algunas de sus partes anticuado y desfasado, en cierto modo, por los numerosos hallazgos arqueológicos que han aparecido posteriormente a su investigación, que nos han permitido un conocimiento más certero y particular del devenir histórico de la zona. Para Villegas existía un vacío total de datos concretos sobre la comarca hasta la sublevación y expulsión de los moriscos, no contaba con ningún tipo de referencia escrita o arqueológica en la que apoyarse para la investigación de periodos como la época prerromana, romana, visigoda o musulmana. De este modo, la reconstrucción histórica que propuso del Valle desde la Antigüedad, (englobando la “Época prerromana” y la “Dominación romana”), y de la Edad Media, en su apartado dedicado a la “Época musulmana”, se basó en una serie de hipótesis-suposiciones, de hechos que pudieron acontecer en estas tierras a la luz de fuentes y obras que tratan estos periodos de forma general, como la Historia de Granada, de Miguel Lafuente Alcántara107, Los Íberos, de Antonio Arribas Palau108, el libro de Adolf Schulten, titulado Tartessos109 o los distintos tomos de la Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal.

Entiende que el Valle de Lecrín ha sido una zona poblada desde la Antigüedad, quizás debido a su situación geográfica, zona de paso obligado entre la Costa, Granada y la Alpujarra, que le haría tener un cierto lugar dentro de acontecimientos históricos como el desembarco de Abderramán I en Almuñecar y su posterior traslado a Granada, pasando por el Valle, o ciertas guerras y expediciones bélicas que se dejarían sentir en la zona, como las guerras de Yusuf y Somail, o la expedición a Andalucía de Alfonso de Aragón que se insertó en la Alpujarra. Hay que esperar a los epígrafes dedicados al fin del Reino nazarí de Granada, y a la rebelión y expulsión de los moriscos, para que el relato histórico se centre en acontecimientos que tuvieron como escenario certero la comarca.

Éstos se pueden conocer a través de fuentes como La Guerra de Granada, de Diego Hurtado de Mendoza, la Historia de la Rebelión y Castigo de los Moriscos del Reyno de Granada, de Luis de Mármol Carvajal, la Crónica de los Reyes Católicos de Fernando del Pulgar, o los Anales de Granada, de Henríquez de Jorquera. Para el final del Reino de Granada, apunta ciertos episodios en los que el Valle de Lecrín adquiere protagonismo, sobre todo a raíz de las guerras civiles entre los distintos pretendientes al trono nazarí, que confinan al anciano Muley Hacen en su fortaleza de Mondújar, o la entrega por parte de los Reyes Católicos a el Zagal por sus Capitulaciones, de diversas tahas y del Valle de Lecrín. Aún así, el Valle sigue teniendo en estos acontecimientos un papel anecdótico, y hay que esperar a la rebelión morisca, con el nombramiento en 1568 de Aben Humeya como rey en Béznar, para que el Valle de Lecrín sea epicentro de luchas y batallas trascendentes en la historia granadina. Francisco Villegas, apoyándose en las fuentes antes referidas, junto con los Libros de Apeo y Repartimiento de los distintos lugares, traza una historia basada en los principales acontecimientos bélicos acaecidos en la comarca durante este periodo convulso, así como apunta cifras de los habitantes moriscos que poblaban la comarca y que en su mayoría tuvieron que abandonarla tras la expulsión decretada por Felipe II en 1570.

El siguiente capítulo de este bloque temático, y en el que también me centraré, es el titulado “Los repobladores y su adaptación a la comarca”. En él, Villegas hace un estudio de cuestiones destacadas para el conocimiento del Valle de Lecrín en el brusco tránsito que supuso su repoblación tras la expulsión de sus antiguos habitantes moriscos. A través del análisis de los Apeos y Repartimientos de estos pueblos, junto a la consulta de obras como la Relación auténtica de la creación de la Renta de Población del Reyno de Granada de Manuel Núñez de Prado110, entre otras publicaciones; nos facilita datos sobre los repobladores que arribaron al Valle, su número, (aproximadamente 748 nuevos vecinos), distribución por pueblos, su origen, etc.

Posteriormente, se detiene en la investigación de la vida rural de la región en el siglo XVI, a partir de la expulsión morisca, tomando de nuevo como fuente principal, los Libros de Apeo y Repartimiento. Ofrece abundantes noticias que permiten reconstruir la estructura agraria del Valle de Lecrín en estos años, básicos por constituir la base y el origen de la agricultura tradicional de la comarca, que ha perdurado hasta las últimas décadas del siglo XX, proyectándose también en nuestros días. A través del cotejo de los diversos Apeos, el autor deduce ciertas características de la agricultura que se practicaba en época andalusí en la zona, y de las transformaciones que ésta sufrió con los nuevos habitantes, cómo se distribuyeron las tierras, qué bienes se incluían en la “suertes” repartidas, qué superficie se cultivaba, qué cultivos se dieron, cómo se dispuso el regadío en la zona, cómo se parceló, entre otros datos.

En resumen, con este capítulo recabamos noticias que nos permiten saber como afectaron al medio rural lecrinés todos los desastres y perjuicios de la contienda y expulsión de sus pobladores, provocando una importante crisis, general en todo el Reino de Granada, a nivel no sólo económico, sino también social y demográfico, pues el Valle quedó con una población extraordinariamente baja. La agricultura se vio muy afectada, muchos campos y cultivos quedaron en mal estado por la revuelta, se dio un retroceso en las técnicas agrícolas y una desintensificación de la agricultura porque los nuevos pobladores desconocían las técnica y necesidades de muchos cultivos moriscos, la producción de morera y cría del gusano de seda, al igual que en el resto del Reino, entró en decadencia, etc.

A partir de aquí, resulta ilustrativa también la lectura del siguiente capítulo dedicado a “La población entre 1571 y 1751”, pues supone un primer paso en la lenta recuperación de la comarca, tanto a nivel demográfico, con cierto crecimiento, no constante, a lo largo del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, como una estabilización de la economía, que siguió basada principalmente en las actividades agrícolas.

En definitiva, podemos concluir la revisión del Valle de Lecrín de Francisco Villegas Molina, manifestando su enorme trascendencia dentro de los estudios realizados sobre la región lecrinesa, no sólo por su carácter pionero y monográfico, sino también por su riqueza en datos y la cientificidad y rigor de los mismos, que aunque en algunos aspectos hayan quedado anticuados, pues nos separan algo más de treinta años de este estudio, no son impedimento para obtener un conocimiento acertado de la zona y aún no han sido superados o actualizados por ningún otro estudioso.

EL VALLE DE LECRÍN POR D. JOAQUÍN BOSQUE MAUREL

D. Joaquín Bosque Maurel, es una figura señera y primordial dentro de la geografía contemporánea. Fundador y primer director del Departamento de Geografía de la Universidad de Granada, sus estudios sobre la provincia constituyen un referente para el conocimiento y estudio de la misma. Dentro de estas producciones, una va a acaparar nuestra atención, la titulada Granada, la tierra y sus hombres, de la cual tenemos dos versiones, la primera, publicada en 1971, y una reedición actualizada de 1999111. Dentro de este magnífico estudio de Granada y las comarcas que conforman su territorio, tenemos un capítulo dedicado al Valle de Lecrín, que si bien, no es muy extenso, pues conforma únicamente una parte de un trabajo global, tiene interés por ser, quizás, la primera obra que dedica uno de sus apartados al estudio de la zona, facilitando un acercamiento certero a su realidad de forma breve y sintética pero sin perder un ápice de rigor científico. Los aspectos que estudia de la comarca se centran fundamentalmente, en sus rasgos físicos y humanos, indica la naturaleza tectónica del Valle y sus peculiaridades climáticas, analiza su estructura agraria y los cultivos que se dan, reflexiona sobre las posibilidades turísticas de la zona haciendo referencia al balneario de Lanjarón, para tratar finalmente los problemas poblacionales y la emigración. Como indico, las pretensiones de este estudio, no van más allá que el proporcionar una información general de la zona, y de lo que esta supone dentro de la provincia granadina. Su interés pues, para este estudio, radica en ser la primera obra de divulgación científica que incluye al Valle de Lecrín como un ente singular dentro de la provincia, así como en facilitar un acercamiento y entendimiento de ésta de forma sencilla y amena.