UNIVERSIDAD DE GRANADA – DEPARTAMENTO DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA

TRABAJO FIN DE MÁSTER

Comunidades de la Prehistoria Reciente en el Valle Alto de Lecrín en pdf

Rocío Iglesias de Haro

Granada, 10 de septiembre de 2018

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ÍNDICE

1.- INTRODUCCIÓN

Objetivos

2.- MATERIALES Y MÉTODOS

Metodología

3.- ANÁLISIS Y CATALOGACIÓN DE LAS ENTIDADES

3.1.- Antecedentes

3.2 Yacimientos neolíticos

Cueva del Búho

Rambla de Dúrcal

Rambla de Santa Elena (Padul)

El Picón y las Cuevas

Fuentes Altas

3.3.-Yacimientos calcolíticos

Umbría del Agua

Rambla de Cijancos

Cerro de los Molinos

3.4.- Yacimientos de la Edad del Bronce

Loma del Corral

Cueva del Búho

Cueva de los Ojos 2

3.5.- Yacimientos del Bronce Final

Cerro de los Molinos

Camino de la Chaja

El Jambre

ANÁLISIS ESPACIAL

La importancia del análisis espacial y del uso del SIG

El poblamiento neolítico en el valle alto de Lecrín.

El poblamiento calcolítico en el valle alto de Lecrín

El poblamiento de la Edad del Bronce en el valle alto de Lecrín

El poblamiento del Bronce Final en el valle alto de Lecrín

4.- CONCLUSIONES

5.- BIBLIOGRAFÍA

ANEXOS


COMUNIDADES DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL VALLE ALTO DE LECRÍN

Resumen:

La comarca granadina del Valle de Lecrín constituye una zona óptima para las comunicaciones entre las distintas comarcas circundantes: la vega de Granada, la costa, las Alpujarras y los llanos del Temple por lo que, ya desde la Prehistoria goza de dicha posición geográfica privilegiada. A todo esto se suman sus especiales condiciones climáticas que resultan óptimas para la habitabilidad del entorno. La combinación de estos dos elementos debería traducirse en un amplio espectro de yacimientos arqueológicos derivados de dichas condiciones. Sin embargo, el panorama actual del conocimiento sobre los yacimientos arqueológicos de la Prehistoria Reciente dista mucho de lo esperable.

Las herramientas y nuevas tecnologías relacionadas con los análisis de tipo espacial, especialmente a escala mesoespacial permitirán inferir sobre las comunidades prehistóricas en el valle alto de Lecrín y el reflejo de sus patrones socioculturales y económicos a partir de su reflejo en el medio y el estudio de los materiales asociados a dichos yacimientos.

Entendiendo la escala de trabajo y la elevada cantidad de datos serán necesarias herramientas como las bases de datos y los sistemas de información geográfica para poder recopilar, modificar y tratar una cantidad de información elevada y cuya procedencia, formato, etc. son bastante heterogéneos.

Todo esto nos permitirá inferir sobre la imagen que realmente muestra el valle alto de Lecrín respecto a las comunidades de la Prehistoria Reciente y que dista en gran medida del panorama de partida.

Palabras clave: SIG, Prehistoria Reciente, arqueología espacial, Valle de Lecrín.


  1. INTRODUCCIÓN

    La comarca granadina del Valle de Lecrín forma parte de la Alta Andalucía en tanto que se encuentra situada en la vertiente suroccidental de Sierra Nevada. Esto la convierte en un punto nodal en la comunicación y los desplazamientos entre la Vega de Granada, la Alpujarra y la costa granadina.

    El valle presenta una serie de características que le confieren ciertas condiciones óptimas para el hábitat por su amplia variedad paisajística. Al constituir una fosa tectónica en la vertiente meridional de Sierra Nevada aprovecha al máximo la insolación y queda protegida de los vientos fríos del norte por la mole imponente de Sierra Nevada. Todos estos factores han contribuido a crear un microclima que optimiza las condiciones de habitabilidad (Villegas Molina, 1972).

    Si tenemos en cuenta todo esto podemos inferir que se trata de un espacio óptimo para el asentamiento humano y que, por lo tanto, la población y el número de yacimientos arqueológicos prehistóricos deberían ser elevados. Sin embargo, la Prehistoria, y en especial la Prehistoria Reciente del Valle de Lecrín es un mosaico incompleto, conformado por unos pocos yacimientos inconexos. Esto responde en gran medida a la ausencia de hallazgos así como de interés investigador en el estudio de la zona-región.

    Los yacimientos prehistóricos en el Valle de Lecrín que se encuentran publicados son relativamente poco usuales y responden casi siempre a hallazgos casuales o a intervenciones de urgencia en lugar de a proyectos de investigación que permitan inferir de forma mucho más amplia y acertada el patrimonio de la zona.

    Tradicionalmente el Valle de Lecrín aparece en los distintos mapas de investigación de Prehistoria Reciente como un gran vacío, llegando incluso a hacer afirmaciones como la siguiente “La vía que no parece haber sido utilizada, por lo menos en esta época, es la de la actual comunicación de la Vega con la Costa, es decir, la que aprovechando el Valle de Lecrín, entre Sierra Nevada y la Sierra de Cázulas, alcanza la parte alta del valle del río Guadalfeo y desciende hacia la Costa. Va en favor de esta idea la ausencia total de yacimientos argáricos en toda esta gran extensión de terreno.” (Pareja López, 1976) en las que se afirma la ausencia total de yacimientos, en este caso argáricos, presentes en la geografía de dicho espacio, cosa que como veremos no se ajusta a la  realidad.

    Sin embargo, esta situación de gran vacío viene dada por dos razones principales. En primer lugar es fruto de una ausencia de interés investigador que englobe la zona en los distintos territorios estudiados. Pero por otra parte existe un escaso de interés de las comunidades locales por su patrimonio más remoto, lo cual no incentiva el estudio y la puesta en valor del mismo ni mucho menos el respeto hacia el mismo. Esta situación ha redundado en el Valle de Lecrín en actividades ilegales de expolio en los distintos yacimientos que sólo son conocidos por eruditos locales. Es por todo esto que el Valle de Lecrín se concibe como un espacio vacío a nivel patrimonial para la Prehistoria, situación ésta alejada de la realidad, como podremos ver en el trabajo que se desarrolla a continuación.

    Objetivos

    De todo este panorama y ante la necesidad derivada del mismo de un estudio que aporte nuevos datos y contribuya al conocimiento del patrimonio de la zona se plantean los siguientes objetivos:

    1. Recopilar, unificar y publicar la información tanto bibliográfica como oral sobre el patrimonio arqueológico prehistórico del Valle de Lecrín.

    2. Difundir el potencial arqueológico de la zona y contribuir así a completar los vacíos de información existentes.

    3. Conocer e interpretar dicho patrimonio en términos científicos, arqueológicos e históricos.

    4. Inferir sobre las comunidades que dan lugar a dicho registro arqueológico a distintos niveles: social, económico, territorial… en la medida en que las limitaciones de los distintos materiales disponibles lo permitan.

    5. Determinar patrones territoriales y de aprovechamiento de los distintos recursos a partir de los patrones de asentamiento y la cultura material disponible.

    6. Generar un modelo de catálogo para el patrimonio de la zona flexible y que permita recopilar y trabajar la información de una forma eficiente así como añadir los nuevos elementos que pudiesen aparecer.

    7. Realizar en base a esta información unas líneas de actuación futura en dicho espacio sentando así las bases para futuras investigaciones.

      Para intentar alcanzar en la medida de lo posible los objetivos planteados, es necesario establecer una metodología flexible que permita así englobar y unificar información de naturaleza y procedencia heterogéneas. Para ello el primer elemento a tener en cuenta es la realización de una recopilación y análisis bibliográfico.

      Las fuentes y materiales disponibles para cumplir estos objetivos son, como podemos presuponer por la ausencia de un proyecto que englobe la zona, de procedencia y génesis de lo más variado.

      En primer lugar, disponemos de los instrumentos oficiales proporcionados por la Comunidad Autónoma de la Junta de Andalucía. Como es de esperar al tratarse de un entorno carente de proyectos e intervenciones arqueológicas regladas, el registro de actividades arqueológicas en los Anuarios Arqueológicos de Andalucía es prácticamente nulo en lo que concierne a la Prehistoria Reciente. Por ello, la búsqueda de referencias documentales tendrá que llevarse a cabo en otros elementos.

      Por su parte, el Catálogo de Bienes Inmuebles del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico nos permite localizar un total de cuatro yacimientos adscritos cronológicamente a la Prehistoria Reciente: La Umbría del Agua y la Rambla de Cijancos en el término municipal de Villamena y la Cueva del Búho y el Cerro de los Molinos en el término municipal de Padul.

      La segunda fuente de información procede de bibliografía científica derivada de actividades puntuales, preventivas y/o de urgencia. En este campo destaca la intervención de Antonio Ramos Millán y María del Mar Osuna Vargas (2001). Éste ofrece un listado de nuevos yacimientos detectados durante las labores de prospección ligadas a este proyecto de los cuales cinco pertenecen a la Prehistoria Reciente: Arroyo 4, Cambrón 1 y Cambrón 4 en el término municipal de Padul y clasificados como tierras de cultivo y los yacimientos Cueva de los Ojos 2 y el Jambre 2 en el término municipal de Villamena clasificados como asentamientos. Sin embargo, aparte de esta clasificación y de las coordenadas UTM de los yacimientos, poca información más puede obtenerse de esta publicación.

      Por último, destacan en la bibliografía los estudios paleoambientales derivados de los estudios palinológicos de la turbera de Padul. Éstos no se ciñen estrictamente a cuestiones arqueológicas en tanto que no muestran yacimientos; sin embargo, nos resultarán de gran interés para la realización del estudio ambiental y territorial que nos permita incidir sobre las comunidades y su relación con el medio.

      Además de los documentos bibliográficos y catálogos, para el presente estudio tienen gran importancia tanto los materiales arqueológicos disponibles para su estudio y catalogación como los testimonios orales de los informantes locales pues bajo mi punto de vista pueden aportar, con las preguntas adecuadas, mucha información de interés que debe ser considerada como merece.

      El grueso fundamental en el estudio de materiales arqueológicos procede de las labores de prospección realizadas en el marco del proyecto I+D+i “ZOHUAM: Utilización y ocupación de las zonas húmedas en la Andalucía medieval” (HAR2014-56365-P) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y dirigido por Antonio Malpica Cuello. Aunque su principal objetivo es el conocimiento del entorno en época medieval, la metodología empleada en las labores de prospección contemplaba la recogida de la totalidad del material incluyendo así los materiales prehistóricos inéditos que han sido cedidos para el presente estudio.

      De este proyecto podemos obtener un nuevo yacimiento no englobado en la prospección de A. Ramos y M. M. Osuna, Fuentes Altas, que con ciertas precauciones al tratarse de apenas tres piezas de sílex, podemos considerar neolítico. Además, de este mismo proyecto se me ha permitido acceder a materiales inéditos que amplían la información sobre dos de los yacimientos que se recogen en la obra de Ramos y Osuna: el Cerro de los Molinos y el Jambre.

      Por otra parte, el acceso tanto a colecciones privadas locales y materiales arqueológicos depositados en dependencias municipales tendrán nuevamente un gran peso en nuestro estudio de la Prehistoria Reciente del Valle Alto de Lecrín.

      Ha tenido especial importancia en el desarrollo de este trabajo la colaboración y ayuda de los miembros del proyecto ZOHUAM Antonio Malpica Cuello y Guillermo García- Contreras por la cesión de los materiales inéditos para su estudio así como la de Cristina Martínez Álvarez cuya orientación en distintas fases del trabajo ha permitido completar este estudio. Destaca también en este trabajo la contribución de los catedráticos Fernando Molina González y Javier Carrasco Rus y de mi propio tutor Antonio Morgado Rodríguez cuya contribución a la catalogación y datación de algunos de los materiales ha resultado definitiva. En esta misma línea destaca Alberto Dorado Alejos cuya interpretación y análisis cerámico de elementos del Bronce Final resultan ser uno de los elementos de mayor interés entre los materiales publicados en este trabajo. Destaca también la importancia del testimonio de Carmelo A. García que aportó grandes haces de luz en un panorama que resultaba poco alentador y sin cuya colaboración no se habría podido incluir la práctica totalidad de la información relativa a los Tajos y la Cueva del Búho. Por último destaca la labor de Pablo y Luna que me acompañaron amablemente en las labores de campo, visitas a yacimientos y entrevistas con informantes locales y que sin su ayuda difícilmente habría podido desarrollar el trabajo tal y como se presenta a continuación.

      Una vez establecidos los objetivos y conocidos los distintos elementos de que disponemos para el estudio, la primera acción a llevar a cabo es la exhaustiva recopilación bibliográfica a partir de las distintas herramientas y catálogos para ello. También es necesario en esta primera fase realizar un análisis preliminar de los materiales.

      En una segunda fase se realizan la documentación, clasificación y catalogación tanto de los yacimientos como de los materiales. En el caso de los yacimientos se realiza una clasificación básica en cuanto a cronología, tipología, etc. En el caso de los materiales, se realiza una documentación gráfica de los mismos y los distintos análisis pertinentes teniendo en cuenta los medios y el tiempo disponible.

      Una vez realizadas la documentación, clasificación y catalogación de los materiales se realiza la evaluación del potencial de los distintos elementos. Este aspecto nos servirá para diseñar la base de datos en función de la información de que disponemos y los elementos sobre los que queremos incidir.

      La base de datos se realiza con la documentación anterior obtenida en el análisis preliminar y la obtenida en un segundo análisis atendiendo de forma más concreta a los aspectos que nos permitirán incidir sobre las hipótesis de partida.

      Toda esta recopilación e informatización de la información nos permitirá, a su vez, hacer un tratamiento mucho más sencillo de los datos mediante análisis estadísticos, elaboración de informes, análisis multivariante, etc.

      Todo ello va destinado a un análisis espacial que nos permita elaborar mapas tanto generales como específicos y por fases culturales, buscar patrones de asentamiento que nos permitan incidir sobre las relaciones con el medio físico de las comunidades prehistóricas. La herramienta de Sistema de Información Geográfica nos permitirá utilizar el análisis espacial para inferir sobre distintos aspectos territoriales y de la relación de las comunidades con el territorio. Por último, en esta misma línea y a partir de los patrones de asentamiento que potencialmente pudiesen encontrarse se realizará una carta de los espacios con mayor o menor potencial de albergar yacimientos del mismo periodo.

      Al carecer en este caso de bibliografía específica para la zona en que vamos a realizar el estudio será necesario comparar la información disponible con los estudios realizados en zonas cercanas que pudiesen participar de patrones culturales similares.

       

  2. MATERIALES Y MÉTODOS

    El área de estudio se encuentra determinada por toda una serie de factores que le confieren un carácter peculiar y que serán los que determinen hasta la actualidad los factores humanos no solo en lo que concierne al asentamiento sino también en muchos otros aspectos como las materias primas disponibles, la movilidad, el aprovechamiento de recursos, etc.

    La comarca del Valle de Lecrín se encuentra situada en la provincia de Granada (Andalucía, España) en la vertiente suroccidental occidental de Sierra Nevada. En la actualidad está compuesta por un total de ocho municipios: Padul, Dúrcal, Villamena, Albuñuelas, Nigüelas, Lecrín, el Valle y el Pinar.

    Este enclave goza de una situación privilegiada pues se encuentra situado a 15 kilómetros de la ciudad de Granada y a 20 de la costa, siendo además el lugar de acceso a la comarca de las Alpujarras. De esta forma, la comarca se presenta como una zona de obligado paso en las comunicaciones entre el centro y el sur de la provincia de Granada.

    En lo que concierne a su geomorfología, Se encuentra limitada hacia el exterior por una serie de unidades geomorfológicas circundantes: Sierra Nevada al este y noreste, el puerto de Suspiro del Moro al norte, siendo este la separación con la vega de Granada, la meseta de Albuñuelas al oeste en contacto con las llanuras del Temple y las sierra de los Guájares hacia el sur. Todas estas elevaciones definirán la comarca que, a su vez, se compone de dos fosas tectónicas situadas al pie de Sierra Nevada y separadas entre sí que componen dos unidades geomorfológicas diferenciadas: el valle alto y el valle bajo de Lecrín. Será el valle alto de Lecrín el área de estudio para este trabajo.

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    Figura 1: Localización de la actual comarca del Valle de Lecrín en la provincia de Granada y delimitación del valle alto de Lecrín.

    La comarca cuenta con una amplia variedad paisajística derivada de las características particulares de la misma y de los contactos con las diversas comarcas y unidades geomorfológicas circundantes. Destaca especialmente el microclima que se genera hacia su interior y de forma más acusada en el valle bajo. Estas características climáticas singulares derivan de la protección que le brinda la presencia de Sierra Nevada contra los vientos del norte.

    En lo que concierne a la hidrología del valle de Lecrín destacan dos elementos principales. En primer lugar ríos que conforman valles profundos y estrechos discurriendo hacia el Mediterráneo en tanto que forman parte de la vertiente sur de Sierra Nevada. En segundo lugar destaca la laguna de Padul que, como veremos, compondrá ya desde la Prehistoria un elemento central del paleopaisaje y de la geografía del valle de Lecrín.

    Es su estratégica situación geográfica, combinada con la amplia disponibilidad y diversidad de recursos biológicos, climáticos, hídricos y minerales, la que ha propiciado la ocupación humana al menos desde el Musteriense; sin embargo, como ya hemos podido ver, el conocimiento sobre este espacio es bastante limitado y heterogéneo, aún más en lo que concierne a la Prehistoria Reciente.

    En lo que concierne al valle alto de forma específica, presenta una fisonomía de extensa semillanura separada de Sierra Nevada por una marcada línea de falla. El paisaje presenta fuertes contrastes derivados de la contraposición de conos y abanicos aluviales contra los bordes montañosos (Sánchez del Árbol, 2017).

    Geológicamente, el Valle de Lecrín, en tanto que parte de la Cordillera Penibética y más concretamente de Sierra Nevada, ha estado ligado al devenir geológico de éstas. En la Era Terciaria o Cenozoico, los movimientos post-orogénicos rompen la unidad de la cordillera y forman una serie de fracturas y fallas que dan lugar a diversas fosas tectónicas, entre las que se encuentra el Valle de Lecrín (Villegas Molina, 1971).

    Durante el Mioceno el valle queda delimitado por Sierra Nevada al nordeste, por las sierras de los Guájares y Almijara al sur y por la meseta de albuñuelas al oeste. Sin embargo la unidad de la fosa queda rota en este momento por un espolón rocosos que separa el Valle de Lecrín de la depresión de las Albuñuelas, estableciéndose aquí la división geográfica que vamos a utilizar en este trabajo: el valle alto y el valle bajo de Lecrín. La actividad sedimentaria y erosiva desarrollada durante este periodo junto con los movimientos ascendentes y descendentes va desgastando las partes elevadas sobre las que forma plataformas de erosión y rellenan la depresión con sedimentos que alcanzan potencias de hasta 900 ó 1000 m.

    A finales del Mioceno ya aparecen diferenciados las distintas fosas y los bordes montañosos separados entre sí por fallas. Entre estas destaca la de Padul-Dúrcal- Nigüelas por su continuidad y claridad y afecta como veremos a nuestro área de estudio por lo que, sobre todo de cara a futuras intervenciones arqueológicas, se debe tener en cuenta la elevada actividad sísmica que se deriva de estas fallas incluso hasta la actualidad pues, con total seguridad, en el pasado afectaría al menos de forma similar a este entorno.

    Una vez conformado este panorama, las unidades morfológicas que han quedado definidas sufren un retoque continuo a lo largo del plioceno y cuaternario. En estos procesos tendrán especial peso los cambios climáticos que modificarán los procesos de erosión y sedimentación y la inestabilidad del subsuelo, quedando así rejuvenecidas las fallas y la actividad sísmica. Este aspecto requiere al menos cierta atención en tanto que es un riesgo aún más potencial en esta zona la actividad sísmica y ésta podría verse reflejada en el registro arqueológico.

    De todo esto derivan una serie de unidades morfológicas menores de gran importancia pues son las que actúan como elementos modificadores del clima, estableciendo así diferencias que han sido aprovechadas por los grupos humanos y que han determinado en gran medida su devenir cultural, social, etc. Es este microclima, que perdura hasta la actualidad, el que permite gran diversidad de cultivos y de recursos naturales (elementos vegetales, caza, etc.) potencialmente aprovechables ya incluso desde la Prehistoria.

    Durante el Villafranquiense se produce una gran acumulación de derrubios al pie de las sierras por la incapacidad de los torrentes para evacuarlos. Estos sedimentos se acumulan especialmente en el pie de falla Padul-Dúrcal-Nigüelas. Como veremos en este trabajo, estos materiales depositados son bastante heterogéneos y engloban toda una serie de materias primas potenciales que serán explotadas desde la Prehistoria.

    Como hemos podido ver, aunque en la actualidad la comarca del Valle de Lecrín se compone de ambas subunidades geológicas, valle alto y valle bajo, entendidas como un único elemento lo cierto es que en el pasado no tendrían por qué haber pertenecido a una misma entidad territorial ya que la separación por el gran espolón de la Meseta de Albuñuelas y el encajonado curso del río Torrente aíslan en gran medida ambas cuencas. Por todo ello la unidad geomorfológica coherente para este estudio será, en este caso, el valle alto de Lecrín.

    La división del valle alto de Lecrín en dos partes fue originada por el río Dúrcal y su extraordinaria capacidad erosiva. Los materiales depositados por el río a su salida de la sierra separaron la parte alta de la fosa tectónica formándose la Depresión de Padul, un área que quedo completamente cerrada en forma de cubeta de poca profundidad (Carrasco Duarte, 1998:34). Este espacio recibe los aportes hídricos de las grandes extensiones limítrofes que albergan gran cantidad de fuentes y manantiales. En la parte más deprimida de esta unidad topográfica se encuentra situada la laguna de Padul donde los materiales orgánicos de los bordes serranos y de la propia vegetación lacustre, formaron durante el Plioceno y Cuaternario enormes depósitos de turba (Pérez Marrero y Bestué Cardiel, 2015).

    Hidrogeológicamente la Depresión de Padul forma una cuenca endorreica donde confluyen la descarga de dos acuíferos y el agua de la escorrentía de las elevaciones circundantes. Los acuíferos son de tipo permeable formados por dolomías alpujárrides y calizas miocénicas, son los de la Sierra de Manar y el del Cerro de los Molinos (Pérez Marrero y Bestué Cardiel, 2015).

    En la actualidad, dicha laguna es un humedal tipo turbera que ha sido drenada sucesivamente a lo largo de, al menos, la edad moderna y contemporánea para poner en cultivo las tierras y paliar las plagas endémicas de Padul asociadas a la presencia del humedal. Además, la turbera ha proporcionado una columna polínica bastante completa por lo que, ya que contamos con dicha ventaja añadida, se intentará en la medida en que sea posible atender a los distintos patrones climáticos y a la posible incidencia humana en el medio que quedasen reflejados en dicho registro.

    No debemos olvidar, en este caso, las sucesivas desecaciones de la laguna ni tampoco que en la actualidad continúa evacuando agua ya que, al menos hasta época medieval, su extensión sería mucho mayor e influiría de forma distinta en la relación del ser humano con el territorio.

    Hacia el sur, se encuentra el encajonado valle del río Dúrcal que da paso a una extensa llanura en la que, tras la sedimentación pliocuaternaria de ingentes volúmenes de derrubios han pasado a formar una compleja sucesión y yuxtaposición de conos y abanicos aluviales. Esta llanura se extiende hacia el sur hasta topar con otro valle encajonado, el del río Torrente que cierra y es a su vez el paso natural hacia el valle bajo.

    Metodología

    Para intentar alcanzar en la medida de lo posible los objetivos planteados a partir de los materiales disponibles, será necesario establecer una metodología flexible que permita así englobar y unificar información de carácter y procedencia heterogéneos, atendiendo además al hecho de que nos encontramos en un nivel básico de la investigación cuyo principal objetivo es sentar las bases para dar cobertura a todas aquellas investigaciones y proyectos que posteriormente pretendan inferir sobre las comunidades de la Prehistoria Reciente en el Valle de Lecrín. Para ello el primer elemento a tener en cuenta es la realización de una recopilación y análisis bibliográfico.

    Las fuentes y materiales disponibles para cumplir estos objetivos son, como podemos presuponer por la ausencia de un proyecto que englobe la zona, de procedencia y génesis de lo más variado.

    En primer lugar disponemos de los instrumentos oficiales que la Junta de Andalucía nos proporciona. Como es de esperar al tratarse de un entorno carente de proyectos e intervenciones arqueológicas regladas, el registro de actividades arqueológicas en los Anuarios Arqueológicos de Andalucía es prácticamente nulo en lo que concierne a la Prehistoria Reciente. Por ello, la búsqueda de referencias bibliográficas tendrá que llevarse a cabo en otros elementos.

    Por su parte, el Catálogo de Bienes Inmuebles del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico nos permite localizar un total de cuatro yacimientos adscritos cronológicamente a la Prehistoria Reciente: La Umbría del Agua y la Rambla de Cijancos en el término municipal de Villamena y la Cueva del Búho y el Cerro de los Molinos en el término municipal de Padul.

    La segunda fuente de información procede de bibliografía científica derivada de actividades puntuales, preventivas y/o de urgencia. En este campo destaca la intervención de Antonio Ramos Millán y María del Mar Osuna VargasLa gestión del impacto arqueológico en carreteras. Un ejemplo andaluz en la autovía Alhendín-Dúrcal (Granada)”. Éste ofrece un listado de nuevos yacimientos detectados durante las labores de prospección ligadas a este proyecto de los cuales cinco pertenecen a la Prehistoria Reciente: Arroyo 4, Cambrón 1 y Cambrón 4 en el término municipal de Padul y clasificados como tierras de cultivo y los yacimientos Cueva de los Ojos 2 y el Jambre 2 en el término municipal de Villamena clasificados como asentamientos. Sin embargo, aparte de esta clasificación y de las coordenadas UTM de los yacimientos, poca información más puede obtenerse de esta publicación.

    Por último, destacan en la bibliografía los estudios paleoambientales derivados de los estudios palinológicos de la turbera de Padul. Éstos no se ciñen estrictamente a cuestiones arqueológicas en tanto que no muestran yacimientos; sin embargo, nos resultarán de gran interés para la realización del estudio ambiental y territorial que nos permita incidir sobre las comunidades y su relación con el medio.

    Además de los documentos bibliográficos y catálogos, para el presente estudio tienen gran importancia tanto los materiales arqueológicos disponibles para su estudio y catalogación como los testimonios orales de los informantes locales pues bajo mi punto de vista pueden aportar, con las preguntas adecuadas, mucha información de interés que debe ser considerada como merece.

    El grueso fundamental en el estudio de materiales arqueológicos procede de las labores de prospección realizadas en el marco del proyecto I+D+i “ZOHUAM: Utilización y ocupación de las zonas húmedas en la Andalucía medieval” (HAR2014-56365-P) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y dirigido por Antonio Malpica Cuello. Aunque su principal objetivo es el conocimiento del entorno en época medieval, la metodología empleada en las labores de prospección contemplaba la recogida de la totalidad del material incluyendo así los materiales prehistóricos inéditos que han sido cedidos para el presente estudio.

    De este proyecto podemos obtener un nuevo yacimiento no englobado en la prospección ligada a la construcción de la autovía Alhendín-Dúrcal (Ramos Millán y Osuna Vargas, 2001), Fuentes Altas, que con ciertas precauciones al tratarse de apenas tres piezas de sílex, podemos considerar neolítico. Además, de este mismo proyecto se me ha permitido acceder a materiales inéditos que amplían la información sobre dos de los yacimientos que se recogen en la obra de Ramos y Osuna: el Cerro de los Molinos y el Jambre.

    Por otra parte, el acceso tanto a colecciones privadas locales como a materiales arqueológicos depositados en dependencias municipales tendrán nuevamente un gran peso en el estudio de la cultura material asociada a la Prehistoria Reciente del Valle Alto de Lecrín.

    Una vez establecidos los objetivos y conocidos los distintos elementos de que disponemos para el estudio, la primera acción a llevar a cabo es la exhaustiva recopilación bibliográfica a partir de las distintas herramientas y catálogos para ello. También es necesario en esta primera fase realizar un análisis preliminar de los materiales que pasa por su clasificación tipológica y tecnológica, su adscripción cronocultural y, en casos excepcionales, el uso de distintos tipos de análisis arqueométricos que permitan incidir sobre estas y otras cuestiones específicas. Éste será el que nos permita elaborar y diseñar una base de datos que se adapte a las necesidades específicas del estudio y que permita, además, una gestión versátil de una información con cierto carácter heterogéneo.

    En una segunda fase se realizan la documentación, clasificación y catalogación tanto de los yacimientos como de los materiales. En el caso de los yacimientos se realiza una clasificación básica en cuanto a cronología, tipología, etc. En el caso de los materiales, se realiza una documentación gráfica de los mismos y los distintos análisis pertinentes teniendo en cuenta los medios y el tiempo disponible.

    Una vez realizadas la documentación, clasificación y catalogación de los materiales se realiza la evaluación del potencial de los distintos elementos. Este aspecto nos servirá, junto con los aspectos previos, para diseñar la base de datos en función de la información de que disponemos y los elementos sobre los que queremos incidir. Hay que entender, a este respecto, la dificultad añadida que supone este proceso de homogeneización e informatización de la información y, sobre todo, la problemática que deriva de su origen en tanto que la información disponible puede no contemplar en muchos casos los aspectos concretos necesarios para elaborar nuestro estudio.

    Por todo ello, tiene gran importancia el diseño no solo en los elementos cuya información queremos recopilar y los campos recogidos en sus respectivas tablas sino también la forma en que los elementos se van a relacionar entre sí, el modo de realizar la simplificación necesaria para la informatización de los datos sin perder la información necesaria y, por último, la forma de recopilar el mayor volumen de información más allá de la propiamente necesaria para un estudio básico. Este último aspecto, tiene especial relevancia en este caso de estudio concreto por la naturaleza de los objetos arqueológicos de estudio en tanto que, a menudo, son cesiones temporales que derivan incluso de relaciones de tipo personal por lo que el permiso de acceso a las colecciones puede no servir de precedente para posibles consultas futuras con lo que la recopilación del mayor volumen posible de información respecto a las mismas puede resultar de gran importancia, sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los objetivos básicos del estudio es sentar las bases para estudios futuros tanto de tipo genérico, como el caso de este, como de tipo específico cuyos requerimientos de información detallada son mucho más elevados.

    De todos estos elementos deriva el siguiente diseño cuyo objetivo es alcanzar un equilibrio entre los intereses específicos del estudio en curso y la recopilación de información extra para cumplir en la medida de lo posible con el objetivo de generar una base homogénea y consistente para futuras investigaciones.

    La base de datos se ejecutará en OpenOffice Base. La elección de este formato tiene que ver con tres razones principales. En primer lugar la gran ventaja que supone la posibilidad de generar informes a partir de consultas que permitan jerarquizar y mostrar la información así como el tratamiento estadístico de dichos datos. En segundo lugar por el equilibrio entre la simplicidad de uso y el potencial de la propia herramienta en tanto que resulta ciertamente intuitivo y el requerimiento de aprendizaje es relativamente poco elevado por lo que, en el caso de una consulta y/o edición por parte de investigadores externos al proceso de creación de la propia base de datos supone una elevada ventaja. En esta línea de la facilidad de trabajo sin sacrificar altos niveles de rendimiento y de la contemplación de edición y consulta por investigadores externos destaca un aspecto que, aunque no es exclusivo de esta herramienta, resulta bastante intuitivo y sencillo de configurar y rellenar, los formularios. Éstos, actuando a modo de ficha básica, permiten unificar la información y promueven que, al menos los campos básicos, queden contemplados en todas las entradas de cada tabla.

    La base de datos se configura en base a tres tablas principales sin que esto, llegado el momento, implique la imposibilidad de añadir y/o eliminar otras. Éstas son las relativas a los yacimientos, a los materiales y a los periodos.

    La tabla yacimientos consta un total de 14 campos cuya finalidad son identificar el yacimiento (ID, toponimia y término municipal y fotografía), datarlo (cronología), localizarlo en el espacio (Coordenadas UTM, mapa), clasificarlo en base a su tipología (tipo de yacimiento, material asociado) y evaluar su estado de conservación y su potencial (Presencia o ausencia de estructuras emergentes, estado de conservación y potencia estratigráfica presupuesta evaluados en grados de 1 a 5).

    De esta forma, la tabla de yacimientos permite asociar información no solo alfanumérica sino también de carácter gráfico como es el caso de los mapas y fotografías. Los campos de materiales asociados y cronología serán los que permitan relacionar esta tabla con las otras dos para gestionar la información de una forma mucho más extensa.

    La segunda tabla, la relativa a los periodos, podría entenderse como una tabla puente entre los materiales y los yacimientos que compartirían una misma cronología componiéndose así de una forma muy sencilla pero cuyo aporte en la eficacia en el tratamiento de la información es, a mi parecer, bastante elevada. La tabla consta únicamente de cuatro campos que serían: periodo, ID de los yacimientos asociados, número total de yacimientos asociados y la ID de los yacimientos asociados a cada periodo.

    Por último, la tabla de materiales finalmente terminó por desglosarse en tres subtablas en tanto que por su naturaleza la información necesaria requería campos distintos. De esta forma, en lugar de generar una tabla cuya estructura contemplase todos los campos necesarios para todos los tipos de materiales que, siendo estos cuatro, supondría que cada entrada llevaría consigo entre doce y quince campos vacíos dependiendo de su naturaleza. Este aspecto podría no resultar relevante en tanto que si se configuran de forma que no se trate de entradas requeridas pueden quedar en blanco. Sin embargo, a mi parecer, el tratamiento de la información queda mucho más optimizado, sobre todo en el caso de los análisis estadísticos de los datos, si eliminamos los valores nulos y subdividimos la tabla en materiales líticos, materiales cerámicos, materiales óseos y materiales metálicos.

    Estas subtablas comparten entre sí los campos relativos a la identificación de los materiales y conjuntos asignando así un número identificador del material o conjunto, el número ID del yacimiento al que pertenecen , su cronología y, en el caso de tratarse de conjuntos de materiales, el número mínimo de elementos que compondrían dicho conjunto. Comparten además los campos de notas, dibujo, foto y análisis diacrítico tanto para asociar dichos archivos al objeto como también de tipo booleano, pudiendo así gestionar dicha información de forma mucho más simplificada.

    En lo que concierne a los materiales líticos, conllevan asociados como campos específicos el tipo de industria (tallada, pulimentada, etc.), el tipo de artefacto (lasca, lámina, etc.), la procedencia de la materia prima y las huellas técnicas asociadas. Estos campos son especialmente adecuados para tratar con formularios en tanto que permiten unificar y homogeneizar una información que, en tanto que la forma de describir es personal de cada observador, si carece de este tratamiento homogeneizador convierte a las bases de datos en una herramienta prácticamente inútil pues el uso de abreviaturas o de términos sinónimos para un mismo concepto no está contemplado en la forma de análisis de una base de datos.

    Respecto a la tabla de material cerámico, esta es más compleja. Lleva asociados los campos que definen la forma, la función, la presencia o ausencia de decoración, la técnica o técnicas decorativas, los motivos decorativos, el tamaño del desgrasante, materiales desgrasantes, tipo de cocción, tratamiento superficial y estado de conservación en gradación 1-5.

    La tabla de material metálico se compone apenas de tres campos específicos: metal, tipo de artefacto y tipo de manufactura. Por último la tabla de material óseo consta de un total de cinco campos específicos: Tipo de útil, método de trabajo (seleccionando la presencia de huellas técnicas visibles de cada técnica), identificación anatómica del soporte e identificación de la especie.

    Una vez diseñada la base de datos se realiza el volcado de la información obtenida en el análisis preliminar y la obtenida en un segundo análisis atendiendo de forma más concreta a los aspectos que nos permitirán incidir sobre las hipótesis de partida. Esto nos permitirá, a su vez, hacer un tratamiento mucho más sencillo de los datos mediante análisis estadísticos, elaboración de informes, clasificaciones multivariables, etc.

    Además, la propia base de datos se combinará con un análisis espacial que nos permita elaborar mapas tanto generales como específicos y por periodos, buscar patrones de asentamiento que nos permitan incidir sobre las distintas comunidades, etc. La herramienta de Sistema de Información Geográfica nos permitirá utilizar herramientas de análisis espacial para inferir sobre distintos aspectos territoriales y de la relación de las comunidades con el medio. Por último, en esta misma línea y a partir de los patrones de asentamiento que potencialmente pudiesen encontrarse se realizará una carta de los espacios con mayor o menor potencial de albergar yacimientos del mismo periodo.

    Al carecer en este caso de bibliografía específica para la zona en que vamos a realizar el estudio será a menudo necesario establecer comparativas de la información disponible con los estudios realizados en zonas cercanas que pudiesen participar de patrones culturales y de relación con el medio similares.

     

  3. ANÁLISIS Y CATALOGACIÓN DE LAS ENTIDADES

      1. Antecedentes

        El poblamiento previo a la Prehistoria Reciente en el Valle de Lecrín es aún menos conocido que el de sus sucesores pues apenas se tiene constancia de dos testimonios. El más antiguo data del Paleolítico Medio y se trata de un conjunto de útiles líticos musterienses , una raedera y una punta levallois, relacionados con la presencia de neanderthales en torno al ecosistema lacustre de la Laguna del Padul ya que fueron encontrados en la turbera de este espacio ( Carrasco Duarte, 2001).

        El segundo punto en el mapa parece arrojar algo más de luz a este panorama. El yacimiento arqueológico de la Cueva de los Ojos, en el término municipal de Villamena, se encuentra en el barrio de las Cuevas, junto al arroyo de la Laguna. La unidad geomorfológica presenta varias cavidades aunque la única que parece estar o haber estado ocupada es esta que se estructura en tres niveles. En una intervención de M. Almohalla Gallego e I. Toro Moyano (1985) ligada a una actividad de urgencia por el continuo expolio se localizaron restos arqueológicos solutrenses entre os que se encuentran distintos elementos de industria lítica típica del Solutrense Medio sobre sílex de buena calidad: puntas de laurel, raederas y algún buril. Además se produjo el hallazgo de algunos restos humanos.

        A excepción de estos dos hallazgos, uno de ellos carente de contexto arqueológico, poco más conocemos de la Prehistoria Antigua en el Valle de Lecrín a excepción de un elemento que deriva de las prospecciones realizadas por el proyecto ZOHUAM, una lasca desbordante lateral de núcleo prismático cuya materia prima es slílex de la formación Milano. Aunque esta es de especial interés, lo cierto es que únicamente nos permite inferir sobre cierta movilidad de la materia prima desde esta zona hacia el valle, en cuya litología el sílex es prácticamente inexistente.

        En cualquier caso, los hallazgos tienen la suficiente entidad como para presuponer que debía haber un poblamiento importante en la zona y que el desconocimiento del mismo deriva, por tanto, de las mismas problemáticas que impiden conocer las poblaciones de la Prehistoria Reciente.

         

      2. Yacimientos neolíticos

        El periodo neolítico en el Valle de Lecrín es poco conocido en tanto que se compone de un mosaico de elementos bastante inconexos entre sí y de hallazgos bastante antiguos cuyo paradero actual se desconoce en la mayoría de los casos. Además, ninguno de estos elementos procede de contexto arqueológico por lo que la información que pueda obtenerse de los mismos deberá tomarse con ciertas reservas.

        Los yacimientos neolíticos que componen el panorama neolítico y la información relativa a los mismos son de procedencia diversa. Si atendemos en primer lugar a la información procedente de organismos oficiales, en este caso la Junta de Andalucía, recurrimos al catálogo de patrimonio inmueble donde únicamente encontramos asociado a este periodo la Cueva del Búho, en el término municipal de Padul. Por otra parte, la información que tiene que ver con la cueva y los hallazgos arqueológicos en la misma es bastante escueta y procede de intervenciones de catalogación e inventariado de materiales de expolio posteriormente depositados en manos de la administración.

        En la literatura local, por su parte, aparecen publicados dos hallazgos aislados en dos espacios de características bastante similares: la Rambla de Dúrcal, en el término municipal homónimo, y la Rambla de Santa Elena, en el término municipal de Padul.

        En lo que concierne a estos dos yacimientos resulta especialmente curioso, teniendo en cuenta la precaución de no poder definir un yacimiento a partir de algunos hallazgos casuales y aislados, que su patrón de asentamiento es bastante similar. En ambos casos, se trata de un cauce actualmente seco que se adentra en zonas montañosas y que, probablemente, en dicho momento tendría un curso de agua más o menos constante, lo que podría determinar en gran medida la elección de los enclaves.

        Sin embargo y ante la imposibilidad de afirmar de forma clara que se trate de asentamientos como tal debemos barajar la hipótesis de que se trate de zonas de alta frecuentación para el aprovechamiento de distintos recursos, actividad de la que derivarían los distintos hallazgos. Esta hipótesis se adapta especialmente a los hallazgos de la Rambla de Dúrcal pues se trata de elementos ligados a la apropiación de materia prima vegetal en el caso de las hachas. Sin embargo, hay un aspecto que es especialmente interesante, se trata del hecho de que ninguno de los materiales parece estar amortizado con lo que podríamos atribuirlos, junto con el hecho de que se encuentren descontextualizados, a pérdidas casuales. Sin embargo, hay otros aspectos que se deben tener en cuenta, como podemos ver posteriormente.

        Respecto a los espacios productivos que podemos adscribir a este periodo, podemos encontrar tres elementos que son, a su vez, especialmente problemáticos de clasificar y datar. Se trata de los yacimientos de Fuentes Altas (Padul), el Picón y las Cuevas (Dúrcal). El más complicado de estos es el yacimiento de Fuentes Altas, en el término municipal de Padul por lo limitado del registro material asociado del que disponemos: apenas tres piezas de sílex de las cuales solo una es clasificable y datable. Los yacimientos de las Cuevas y el Picón, tampoco son sencillos de adscribir a un periodo cronocultural concreto ya que se trata de espacios productivos de artefactos líticos pulimentados que carecen de cerámica que permita inferir sobre una cronología. Únicamente observando los materiales podemos determinar por el tamaño de los objetos realizados y por el tipo de tecnología utilizada en la producción que pertenecen probablemente al neolítico y/o al calcolítico.

        Cueva del Búho

        La Cueva del Búho se encuentra en el término municipal del Padul, en el área opuesta al pie de monte de Sierra Nevada, donde se encuentran los mogotes kársticos que dan paso a la meseta de Albuñuelas y que son los que tienen mayor índice y capacidad de albergar cavidades.

        De las numerosas cavidades que pueblan esta formación geológica únicamente se conocen restos arqueológicos en dos: la Cueva de los Ojos en el término municipal de Villamena y la Cueva del Búho en el término municipal de Padul. La Cueva de los Ojos como hemos podido ver está adscrita a una cronología Solutrense por lo que la única que se adscribe a la Prehistoria Reciente es la Cueva del Búho.

        De ésta, la única información disponible es la siguiente: “La cueva se caracteriza por presentar un caos de bloques en su entrada resultado del desprendimiento de parte de la cornisa. Presenta una primera sala de 5x3 metros aproximadamente que en dirección norte se prolonga mediante una diaclasa para terminar en un pequeño pozo, tras el cual continua el desarrollo de la cueva. Se ha localizado una segunda sala de unas medidas similares a la anterior aunque con una altura de 1,20/1,30 metros. Se recogieron en su interior fragmentos de hojas de sílex y cerámica con decoración incisa de círculos y zigzag, así como un punzón de hueso.”

        Esta información es bastante escueta y poco determinante, sin embargo, Según testimonios orales, ha sido objeto de continuos expolios que podrían haber llegado a incluir enterramientos humanos depositados en la misma. Esta información queda también corroborada por el Club Espeleológico “Nivel 10” de Padul que afirma ante esta situación haber considerado necesario colocar una reja en la entrada que impida el acceso incontrolado a dicho espacio.

        Ésta asociación deportiva afirma conocer un testimonio de incursiones antiguas en la cueva en la que se localizaron diversos enterramientos humanos con ajuares, entre ellos se encontraban diversos recipientes cerámicos, sin embargo llamó también la atención en esas incursiones la presencia de un total de tres nódulos de sílex colocados en ciertos puntos concretos de la cueva. Todos estos elementos se encontraban situados en la segunda sala de la cueva, un espacio de difícil acceso.

        En la primera sala, sin embargo, se localizaron diversos recipientes cerámicos uno de los cuales quedó karstificado en la roca, éste ha sido recientemente destruido fruto de las continuas frecuentaciones a la cueva y el expolio ligado a la misma ya que, tras la colocación de la cancela de entrada esta fue arrancada.

        El club Nivel 10, en una de las incursiones que realizaron en la cueva notificó el hallazgo de un cráneo humano del cual el departamento de Antropología Física y Forense de la Universidad de Granada elaboró un informe adscribiéndolo a un individuo cuyos rasgos apuntan a una cronología del Neolítico Reciente.

        Además, en dicha visita se constataron gran cantidad de restos humanos desarticulados y distribuidos por esta segunda sala fruto de las recurrentes remociones de tierra que allí se producen y que dañan la estratigrafía de un yacimiento excepcional en la zona.

        En la cornisa de entrada se localizaron, además, una serie de estigmas de talla y objetos de sílex que indicarían un posible espacio productivo al exterior de la cueva, al resguardo de la cornisa de entrada.

        Rambla de Dúrcal

        En la Rambla de Dúrcal se han producido a lo largo de cierto tiempo distintos hallazgos un vaso cerámico adscrito cronológicamente al neolítico medio, un cuchillo de sílex y varias hachas pulimentadas. Todos estos elementos se encuentran en manos privadas y únicamente el vaso cerámico ha podido ser localizado y estudiado gracias a una cesión temporal para este fin.

        En este espacio hay que tener en cuenta un riesgo potencial para el registro arqueológico que tiene que ver con la explotación masiva del entorno como cantera para la obtención de áridos para construcción. Este aspecto ha contribuido, al igual que las características del propio cauce, a una gran transformación del entorno y la modificación de la estructura sedimentaria del mismo ya que la erosión derivada de las distintas tormentas y agravada por la actividad de cantería ha transportado los distintos hallazgos al cauce de la rambla. Por ello podemos suponer que, en tanto que han sido transportados, el yacimiento debe encontrarse en las cercanías si no ha desaparecido. A partir de cierto momento se desconocen hallazgos en el lugar, coincidiendo a su vez con el cese de las labores de cantería para la extracción de áridos.

        En lo que concierne al estudio de la cultura material asociada únicamente hemos podido acceder al recipiente cerámico que se encontró en 1979. Se trata de un vaso globular con cuello de pequeñas dimensiones. Tiene adosada una pequeña asita perforada por la que pasar un cordel por lo que, combinado con sus pequeñas dimensiones, podemos inferir que debía ir colgado probablemente al cinto (Figs. 2 y 3).

        La decoración se distribuye alrededor de esta asita mediante la técnica de incisión. Posteriormente se rellena de pasta blanca. La superficie en general se encuentra deteriorada aunque en algunos espacios aún se conserva parte del bruñido. En el lado opuesto al asa la decoración ha desaparecido por la exposición a la intemperie aunque tras observarlo con la lupa binocular podemos ver que también se encontraba decorado. Sin embargo, no se pueden adivinar los motivos.

        Éstos, en la zona visible, se distribuyen formando metopas que a su vez se rellenan con líneas paralelas y perpendiculares. Por encima de este se distribuye otra banda rellena por líneas diagonales alrededor de todo el cuello.

        Respecto a los elementos más técnicos de la producción parecen ser bastante locales y poco especializados (Fig. 3). Los desgrasantes son de tamaño medio aunque incluye también algunos bastante grandes, especialmente si tenemos en cuenta el tamaño del vaso.

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        Figura 2: Vaso neolítico (1ª) y la plasmación gráfica de sus motivos incisos (1b), cuchillo de sílex (2) y hacha de tipología adscriptible a la Edad del Bronce.

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        Figura 3: Análisis detalle del vaso neolítico de la rambla de Dúrcal con lupa binocular

        La mayor proporción está compuesta de caliza y cuarzo pero también hay mica y, de forma excepcional, un granate. Todos estos elementos son bastante comunes en la litología del entorno.

        Por su parte el aspecto de la pasta y de su manufactura es bastante grosero aunque, tras un análisis pormenorizado de la superficie podemos ver que esto responde a la degradación del vaso por su exposición a la intemperie y no a su aspecto original que, como venimos adelantando, sería totalmente bruñido.

        El vaso fue cedido a José Miguel Puerta Vílchez (Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada) que era entonces el bibliotecario municipal de Dúrcal, éste lo puso en conocimiento del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada que en 1980 recorrió el cerro del Camino de la Chaja como el propio José Miguel indicó en la entrevista que tuvo lugar cuando se estaban realizando las indagaciones que fueron necesarias para localizar el paradero actual del vaso.

        Rambla de Santa Elena (Padul)

        En la Rambla de Santa Elena, se produjo el hallazgo de un fragmento de brazalete lítico sobre soporte de caliza y una vasija con gollete y sin decoración; sin embargo, el hallazgo de los mismos no estaba relacionado entre sí.

        Ambos hallazgos han sido adscritos al neolítico medio (Carrasco Duarte, 1998) aunque estos elementos no aparecieron conectados entre sí. Su paradero actual es totalmente desconocido por lo que la información disponible acerca de los mismos y de su contexto es bastante limitada.

        En cualquier caso no podemos descartar que se trate de una zona de elevada frecuentación por su elevada riqueza en recursos y no de un asentamiento propiamente dicho. Esto concuerda en gran medida con la poca información disponible sobre su contexto ya que en principio aparecen como descontextualizados o hallazgos aislados.

        Aunque esto parece ser la opción más probable, lo cierto es que las estructuras de este periodo son difícilmente rastreables por gente no docta en estratigrafía en tanto que gozan de una naturaleza endeble que no deja grandes improntas en el registro arqueológico, sin embargo esta podría ser una explicación para el contexto de hallazgo del recipiente neolítico inserta en un talud en un estado aparentemente bastante poco rodado, lo que podría indicar poco desplazamiento del objeto desde su lugar de depósito hasta el de hallazgo.

        Hay que poner en relación a esta hipótesis de la frecuentación de este espacio como aprovechamiento de recursos su gran cercanía con el yacimiento de Fuentes Altas y más concretamente con los Tajos que posteriormente se exponen.

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        Figura 4: Hallazgos neolíticos en la rambla de Santa Elena según Carrasco Duarte (1998). Arriba: brazalete lítico sobre caliza. Abajo

        El Picón y las Cuevas

        El Picón y las Cuevas son yacimientos inéditos que se localizan en el término municipal de Dúrcal y que se han podido conocer a partir de los testimonios locales. Ambos parecen estar ligados con la producción de artefactos líticos pulimentados.

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        Figura 5: localización de los yacimientos del Picón y las Cuevas en las terrazas del valle del río Dúrcal y visión detallada de su extensión aproximada sobre fotografía aérea.

        Las Cuevas es un yacimiento situado en el término municipal de Dúrcal, sobre una terraza del curso del río homónimo que rompe los depósitos miocénicos dejándolos a la vista y creando así un acceso sencillo a los mismos.

        En lo que concierne a la estructura y el potencial del mismo, lo cierto es que podemos afirmar que se trata de un yacimiento totalmente superficial y desestructurado ya que la roca madre aflora a pocos centímetros bajo el suelo de manera que, en el caso de que se hubiera producido alguna estratificación, las labores agrícolas continuadas la habrían hecho desaparecer.

        Por la cultura material asociada a este yacimiento podemos clasificarlo como un taller de útiles líticos pulimentados, en tanto que se trata de elementos que representan prácticamente la totalidad de la cadena productiva, tanto directa como indirectamente. Además, la abundancia de elementos en pleno proceso de producción contrasta en gran medida con un único hallazgo de útil terminado.

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        Figura 6: Diversos instrumentos hallados en el yacimiento arqueológico de las Cuevas (Dúrcal). De arriba hacia abajo: martillo de pequeño tamaño, fragmento distal de hacha pulimentada y preforma en proceso de pulimento que aún preserva restos de la superficie tallada sin enmascarar por el pulimento.

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        Figura 7: Preformas talladas sobre anfibolita procedentes del yacimiento de las Cuevas (Dúrcal).

        En primer lugar, la apropiación de la materia prima puede atestiguarse a partir de tres evidencias concretas: la propia materia prima, instrumentos ligados a la extracción y el propio frente de cantera cercano al yacimiento.

        La materia prima es un tipo de roca ígnea local, la anfibolita, que se explota en un depósito secundario fruto del arrastre y depósito de las cubiertas originales de las altas cumbres de Sierra Nevada en las salidas de los barrancos de la sierra durante el mioceno. Los instrumentos ligados a este trabajo de extracción de materia prima de los que se tiene constancia son martillos relativamente pequeños. Hemos de presuponer en este espacio el uso de algún tipo de cincel o pico que ayudase a la extracción de los grandes bloques, ya que si observamos la cantera, la matriz del conglomerado es bastante blanda.

        Una vez obtenida la materia prima en formato de grandes bloques se procede a la obtención de soportes secundarios mediante fractura por choque térmico, como se puede observar por las improntas de dicha acción en algunas de las preformas.

        Los soportes de menor tamaño proceden de la talla de estos bloques que darán lugar a preformas y gran cantidad de esquirlas desecho de esta acción.

        En la fase del pulimento, intervienen las preformas y los elementos abrasivos. En este caso, podemos entender que la elección del enclave viene dada no solo por la proximidad de materia prima, que se extiende por prácticamente todo el recorrido del río, sino que también viene marcada por la presencia de este elemento abrasivo que es bastante común en las inmediaciones. Se trata de micaesquistos con granates, elementos bastante óptimos para la actividad del pulido.

        Sin embargo, aunque podemos conocer los distintos elementos de la cadena operativa prácticamente en su totalidad, lo cierto es que no existen elementos de cualquier otro tipo que nos permitan establecer con certeza una cronología fiable. Sí es cierto que por el tamaño de los útiles terminados y la tecnología empleada podría encajar en una cronología neolítica/calcolítica, aunque incluso podría tener una frecuentación transversal a lo largo del tiempo.

        Lo cierto es que por la entidad del yacimiento y de la producción que se lleva a cabo en el mismo, no parece ser una producción muy intensiva por lo que podemos establecer dos hipótesis al respecto: en primer lugar podemos presuponer que las comunidades no tienen elevados requerimientos de estos elementos o, lo que es a mi parecer más probable, que tengan varios espacios de aprovisionamiento y explotación en los que por la abundancia de materia prima a lo largo del recorrido del río se produzcan aprovechamientos puntuales en distintos lugares que desconocemos. Lo cierto es que, al carecer de estratigrafía, es especialmente complicado conocer la entidad productiva y la frecuentación temporal de la explotación de este espacio concreto.

        El Picón, por su parte, es un yacimiento de características y naturaleza similares aunque peor conocido. Su entidad espacial es difícil de establecer pues se encuentra muy ocupado por distintas casas de campo, cortijos y tierras de cultivo que suelen estar valladas y que, por tanto, impiden un acceso a gran parte del mismo para establecer sus límites y entender la posible dispersión de los materiales. Éstos únicamente se conocen derivados de la recolección de los mismos durante la actividad agrícola desarrollada en distintas fichas del entorno, especialmente tras las labores de arado.

        Esta situación tampoco permite inferir sobre la del mismo, es decir, si se trata de un yacimiento superficial, al igual que las Cuevas, o por el contrario aún conserva cierto nivel de estratificación. Lo que sí parece ser cierto es que no se trata de un asentamiento, al menos por la cultura material que se nos ha cedido para su estudio, pues únicamente aparecen elementos de carácter similar a los del yacimiento de las Cuevas.

        Este yacimiento, sin embargo, difiere en cierta medida de las Cuevas en tanto que se sitúa más alejado de los bordes del valle encajonado del río Dúrcal y al otro lado del mismo por lo que desconocemos su fuente y forma de apropiación de la materia prima, aunque esta sigue siendo la anfibolita local.

        Un elemento que nos puede acercar en cierta medida a la cronología de esta producción es la búsqueda de útiles líticos que no se encuentran en el espacio de producción, es decir, que hayan sido hallados en otros espacios. Como elemento previo a esta acción hemos de tener en consideración que todo el recorrido del Valle del Río Dúrcal, en tanto que se encuentra horadando los depósitos miocénicos del cono de deyección, tiene un alto potencial de albergar otros yacimientos de naturaleza similar y no necesariamente de la misma cronología de los que pudiesen proceder los útiles líticos terminados que conocemos.

        En cualquier caso, para este fin disponemos de un total de cinco elementos líticos pulimentados para este fin. En primer lugar encontramos dos hachas que fueron halladas en la Rambla de Dúrcal, sin embargo su paradero es desconocido y no podemos determinar su materia prima. Por su contexto pudieran ser neolíticas por lo que podemos iniciar la horquilla cronológica en este momento.

        El segundo artefacto lítico pulimentado es un fragmento de hacha que se encuentra depositado en las dependencias municipales. Este útil fue encontrado como hallazgo aislado en Peñagallo y está elaborada sobre anfibolita pero su tipología parece pertenecer a una época más avanzada, probablemente a la Edad del Bronce, por lo que es probable que podamos afirmar una continuidad en la explotación de la materia prima local a lo largo de toda la Prehistoria Reciente.

        Por último, en la prospección realizada por el grupo de investigación de Antonio Malpica Cuello y Guillermo García-Contreras fueron recogidos otros dos fragmentos de útiles líticos pulimentados que encajan nuevamente con el aprovechamiento de la materia prima local (Fig.8). Ambos fueron recogidos en el Cerro de los Molinos por lo que podemos enmarcarlo en una cronología de Bronce Final. Esto podría corroborar, aunque con ciertas precauciones, el uso y la explotación de esta materia prima a lo largo de toda la Prehistoria Reciente e incluso hasta época ibérica.

        En la prospección realizada por María Oliva Rodríguez Ariza, se localizan en el Cerro de los Molinos dos elementos líticos pulimentados (Fig. 11). Éstos son catalogados por la misma como pertenecientes al ibérico pleno y relacionados con un establecimiento permanente en la zona y las actividades productivas ligadas al mismo. Se trata de un martillo y un segundo útil que se encuentra fragmentado. El martillo, utilizado en sus extremos tanto distal como proximal, cuenta con una serie de huellas de uso, tanto a nivel macroscópico como microscópico, que apuntan a un uso para golpear materiales tan duros como el propio útil. Sin embargo, lo que nos interesa en este caso es sobre todo la materia prima del mismo, una anfibolita de grano grueso procedente de la unidad Nevadofilábride, lo cual nos indicaría una continuidad en el uso y el trabajo de dicha materia prima incluso hasta época ibérica plena. Esta misma materia prima es el soporte para el segundo útil.

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        Figura 8: fragmentos de útiles líticos procedentes de la prospección del proyecto ZOHUAM adscrita a un contexto del Bronce Final en el Cerro de los Molinos (Padul).

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        Figura 9: Diversas preformas de hacha procedentes del yacimiento del Picón (Dúrcal) en diversos estadios del proceso productivo.

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        Figura 10: Preforma de hacha procedente del yacimiento del Picón cuyo análisis diacrítico permite inferir sobre la cadena tecnológica operativa de la producción.

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        Figura 11: Útiles líticos sobre anfibolita local derivados de la prospección de Mª Oliva Rodríguez Ariza, adscritos a época ibérica (Carrasco Duarte, 1998).

        Fuentes Altas

        El yacimiento de Fuentes Altas, en el término municipal de Padul, presenta las únicas evidencias de objetos sobre soporte en sílex además del hallazgo del cuchillo de la Rambla de Dúrcal cuya localización actual se desconoce.

        Hemos de tomar ciertas precauciones antes de afirmar que nos encontramos ante un yacimiento como tal. En total se adscriben a este espacio tres hallazgos. Dos de ellos son poco determinantes pues son una lasca y un núcleo con gran pátina de deshidratación, por lo que podemos pensar que han estado en superficie un tiempo prolongado. Sin embargo, el tercero de estos hallazgos es una lasca de tendencia laminar con tratamiento térmico que apuntaría hacia una tipología neolítica.

        Se hace necesario destacar nuevamente que un total de tres hallazgos, de los cuales dos podrían ser transversales a cualquier periodo histórico, difícilmente pueden ser considerados como un yacimiento en sí. Sin embargo, las fuentes locales afirman que un espacio cercano al lugar de procedencia de estos objetos, los Tajos, cuenta con gran cantidad de abrigos muy expoliados en los que se ha extraído gran cantidad de sílex además de un fragmento de cráneo humano y un fragmento de molino.

        Esto ligado a la presencia en los materiales de prospección del proyecto ZOHUAM entre los que se encuentra una lasca desbordante lateral de núcleo prismático nos debe hacer considerar, con grandes precauciones y cautelas, un espacio de ocupación con prolongada frecuentación en el tiempo que arranca desde el Paleolítico Superior y alcanza, al menos, hasta el Neolítico.

        Esto enlaza con un testimonio local que afirma un lugar de asentamiento cercano, los Tajos, en un abrigo al que se accede a través del llamado barranco del Anciano. Éste penetra los macizos montañosos que circundan la depresión de Padul en dirección a la meseta de Albuñuelas. En este espacio se localiza una gran cantidad de objetos de sílex así como objetos cerámicos.

        Durante la realización de la topografía de este enclave por parte del Club Espeleológico Deportivo “Nivel 10” se produjo el hallazgo casual de dos elementos que más parecerían estar escondidos tras su extracción de contexto arqueológico que in situ. Éstos se encontraban depositados en una pequeña oquedad en la pared del abrigo. Se trata de un fragmento de cráneo humano y otro fragmento de molino sobre esquisto.

        Por tanto, si atendemos a estos testimonios nos encontraríamos ante un yacimiento arqueológico con una dilatada frecuentación en el tiempo que arrancaría desde el Paleolítico Superior y se extendería al menos hasta el Neolítico.

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        Figura 12: hallazgo casual derivado de las labores de documentación topográfica del yacimiento de los Tajos. Izquierda: fragmento de molino sobre esquisto. Derecha: vista de los fragmentos de cráneo y de molino. Imágenes cedidas por Carmelo A. García, del Club de Espeleología Deportiva Nivel 10.

         

      3. Yacimientos calcolíticos

        En lo que concierne al calcolítico, la información disponible es mucho más reducida y poco concluyente.

        Umbría del Agua

        El primero de los yacimientos de que tenemos constancia, la Umbría del Agua, se encuentra en el término municipal de Villamena y está recogido en el Catálogo de Bienes Inmuebles de la Junta de Andalucía. Sin embargo la información disponible sobre este yacimiento es bastante escueta:

        Se trata de un pequeño asentamiento de época prehistórica, probablemente calcolítico aunque la cerámica documentada en el transcurso de la visita es poco concluyente al tratarse fundamentalmente de materiales amorfos.

        Se localiza en un pequeño altozano sobre el borde sur de la Depresión del Padul, muy afectado por la erosión, con la roca aflorando en numerosas zonas y conservando escaso relleno sedimentario. En la zona más alta se localizan fragmentos de cerámica a mano, de pastas groseras y abundante desgrasante, de cronología posiblemente calcolítica, se observa además en esta zona que se conserva un relleno sedimentario de mayor potencia y aparecen abundantes mampuestos, lo que podría indicar la presencia de restos estructurales que han permitido frenar la erosión y mantener parte de los rellenos que de otras zonas del cerro han desaparecido por la erosión. El asentamiento, o lo que queda de él, es de pequeño tamaño.

        Rambla de Cijancos

        El segundo de los yacimientos también pertenece al término municipal de Villamena. También está incluido en el Catálogo de Bienes Inmuebles de la Junta de Andalucía aunque de éste parece haber incluso menos información.

        Se trata de un yacimiento multifásico que va desde la Prehistoria Reciente hasta la Alta Edad Media. En lo que concierne a la ocupación en Prehistoria Reciente, se trata de un asentamiento de pequeñas dimensiones situado en una terraza bajo la ladera de la Loma. A partir de la cerámica encontrada, A. Montufo e I. Martín-Lagos (2014) afirman que muy probablemente se trata de un pequeño asentamiento de época calcolitica.

        Cerro de los Molinos

        La última evidencia ligada a poblamiento calcolítico en el Valle de Lecrín se encuentra situada en el yacimiento del Cerro de los Molinos. En 1985 fue prospectado por María Oliva Rodríguez Ariza otorgando así las distintas cronologías de ocupación del lugar a partir de los restos hallados.

        Se trata de un yacimiento multifásico de gran interés pues parece tener continuidad de ocupación desde el Bronce Final hasta el Bajo Imperio Romano. Sin embargo, aunque posteriormente lo incluiremos en los yacimientos ligados al Bronce Final, como resultado de esta prospección se localizaron una serie de elementos líticos en sílex que responden a tipología calcolítica: varias hojitas y cuchillos de dorso rebajado.

        Sin embargo estos elementos no se encuentran complementados con ningún otro elemento por lo que no podemos determinar el tipo de ocupación y aprovechamiento del espacio en época calcolítica. Carrasco Duarte (1998) y Ariza Rodríguez (1985) afirman la posibilidad de que se trate de una reutilización en época del Bronce Final.

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        Figura 13: conjunto de útiles líticos tallados sobre sílex de tipología calcolítica derivados de la prospección de Mª Oliva Rodríguez Ariza (1985) publicados en la obra de Carrasco Duarte (1998).

        Como podemos ver, la información sobre este periodo es bastante escasa y poco concluyente aunque nos permite colocar tres nuevos puntos en el mapa y, lo que es para mí aún más importante, incluirlos en las posibles proyecciones de investigación futuras para poder inferir sobre la naturaleza de los mismos.

      4. Yacimientos de la Edad del Bronce

        El poblamiento de la Edad del Bronce en el Valle de Lecrín es poco conocido, prácticamente inexistente, en las publicaciones científicas, hasta la actualidad. Esto queda reflejado incluso en la siguiente cita: “La vía que no parece haber sido utilizada, por lo menos en esta época, es la de la actual comunicación de la Vega con la Costa, es decir, la que aprovechando el Valle de Lecrín, entre Sierra Nevada y la Sierra de Cázulas, alcanza la parte alta del valle del río Guadalfeo y desciende hacia la Costa. Va en favor de esta idea la ausencia total de yacimientos argáricos en toda esta gran extensión de terreno.” (Pareja López, 1976)

        Este panorama se mantiene prácticamente hasta nuestros días en tanto que no existe bibliografía alguna respecto a este periodo en la zona. Sin embargo, el panorama en el Bronce Final es algo diferente. En este caso la decisión de separar el bronce final responde, como veremos posteriormente, a un cambio en los patrones que parece apuntar a una serie de cambios lo suficientemente importantes para considerarse una ruptura, a lo que se debe sumar que presentan mayor continuidad con lo que le sucede que con lo que le precede.

        Loma del Corral

        La Loma del Corral es un yacimiento inédito que se sitúa sobre un escarpado cerro a la salida del río Dúrcal de la Sierra hacia el valle. Es un espacio de difícil acceso rodeado de ramblas y barrancos profundos como es el barranco de los Lobos. Esta ubicación le confiere un amplio dominio visual y, a su vez, una defensa natural excepcional. Por otra parte, la cercanía a distintos barrancos y cauces estacionales así como al propio río Dúrcal cuya procedencia de las altas cumbres de Sierra Nevada asegura el abastecimiento hídrico necesario.

        Este yacimiento únicamente es conocido en páginas web y prensa locales y las ínfimas ocasiones en que se mencionan en publicaciones científicas aluden a estas fuentes por lo que en ningún caso existen testimonios más allá de una aproximación cronológica de su ocupación.

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        Figura 14: Visión tridimensional en Google Earth del yacimiento de la Loma del Corral y de los distintos barrancos y ramblas que circundan el asentamiento.

        Sin embargo, hay una gran cantidad de material procedente de este yacimiento que se encuentra depositado tanto en dependencias municipales como en colecciones privadas. Todo parece apuntar, en este caso, a un poblamiento argárico tanto por el patrón como por la cultura material asociada a la que se ha podido tener acceso. Sin embargo, en la única e ínfima referencia a la misma en la página web adurcal.com aparece una referencia a la aparición también de útiles calcolíticos, cosa que los conjuntos materiales a los que se ha accedido para este trabajo no corroboran. Entre estos registros podemos encontrar restos cerámicos de diversa naturaleza: grandes recipientes, cerámicas de consumo, una pesa de telar y elementos de vajilla fina (Figs. 14 y 15). Destaca también en este contexto la aparición de un hacha de cobre de pequeño tamaño que nuevamente apunta, según su tipología, hacia una cronología argárica (Fig. 15).

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        Figura 14: Grandes recipientes de tipología argárica asociados al yacimiento de la Loma del Corral.

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        Figura 15: Arriba: Cerámicas finas procedentes del yacimiento de la Loma del Corral (Dúrcal). Abajo, de izquierda a derecha: hacha de cobre y pesa de telar de tipologías argáricas.

        Cueva del Búho

        En el catálogo de Bienes Inmuebles del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, en la ficha referente a la Cueva del Búho, aparece un apartado en el que está catalogada como perteneciente a la Edad del Bronce, lo cual nos permite asociar la posibilidad de algún hallazgo adscrito a este periodo en la cueva, aunque no hay ningún tipo de detalle acerca del mismo.

        Las fuentes locales tampoco aportan información que pueda interpretarse en estos términos por lo que, aunque queda planteado como hipótesis a partir de los indicios del catálogo, será de especial interés esta cuestión sobre la que indagar de cara a futuras investigaciones.

        Cueva de los Ojos 2

        En la prospección realizada para las obras de la autovía Alhendín-Dúrcal aparece publicado un yacimiento del que apenas se han escrito tres líneas. Se trata de la Cueva de los Ojos 2, un yacimiento catalogado como asentamiento de la Prehistoria Reciente. Éste, a su vez, se cataloga como perteneciente al Bronce Antiguo.

        Sin embargo poco se conoce de los materiales asociados ni de su patrón ni tampoco de sus características más generales por lo que quedaría excluído del análisis territorial por periodos para evitar así equívocos en tanto que distorsionaría y contaminaría los resultados derivados del análisis de información más fiable. De esta forma, será necesario prestar especial atención a este enclave en futuros proyectos para poder, así, dilucidar la naturaleza y cronología de este yacimiento.

      5. Yacimientos del Bronce Final

    Cerro de los Molinos

    El Cerro de los Molinos se encuentra en el término municipal de Padul. Como ya hemos visto anteriormente hay algunas evidencias de época calcolítica pero no parece haber poblamiento hasta el Bronce Final, existiendo continuidad desde entonces hasta época ibérica y romana.

    El yacimiento fue prospectado y estudiado en 1985 por María Oliva Rodríguez Ariza. Los materiales derivados de dicha prospección que se enclavan en esta cronología de Bronce Final son ollas ovoides de cuello recto o vuelto hacia el exterior, orzas con labio triangular, vasos polípodos y carenados de borde saliente y fondos planos pertenecientes a ollas u orzas. A estos materiales se suman los derivados de la prospección realizada en el marco del proyecto ZOHUAM.

    Destaca sobre el resto de la población de yacimientos con los que comparte cronología que por tratarse del único de éstos que parece tener continuidad de hábitat en épocas posteriores con cierta relación de continuidad.

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    Figura 16: Objetos cerámicos del Cerro de los Molinos del Bronce Final publicados en Carrasco Duarte (1998)

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    Figura 17: Formas cerámicas del Bronce Final procedentes de la prospección del proyecto ZOHUAM en el Cerro de los Molinos (1)

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    Figura 18: Formas cerámicas del Bronce Final procedentes de la prospección del proyecto ZOHUAM en el Cerro de los Molinos (2). Se añade además uno de los fragmentos de útil lítico pulimentado.

    Destaca entre estos registros un elemento cerámico (Fig. 17, elemento central) cuya catalogación fue especialmente complicada en tanto que, a pesar de responder a una forma tipológica del Bronce Final, los motivos pintados que conservaba no parecían adaptarse a ningún patrón o motivo conocido en los registros. Tras un análisis de difracción de rayos X (DRX) elaborado en el Centro de Instrumentación Científica de la Universidad de Granada cuyos resultados fueron interpretados por Alberto Dorado Alejos, del Laboratorio de Arqueometría del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, se pudo concluir que el análisis mineralógico confirmaba la presencia de pintura con alto contenido en hematites (Fe2O3) de manera que nos encontraríamos ante un motivo poco conocido relacionado con la cerámica fina del Bronce Final.

    Debemos tener en cuenta, sin embargo, a ausencia de un contexto arqueológico y estratigráfico que nos permita afirmar de manera taxativa la adscripción cronocultural del objeto por lo que debemos tomar este aspecto, sin restarle por ello importancia, con ciertas precauciones.

    Camino de la Chaja

    El yacimiento del Camino de la Chaja se encuentra en el margen opuesto del río Dúrcal a la Loma del Corral aunque se encuentra más elevado respecto a esta, en un cerro que corona la Rambla de Dúrcal. Éste goza de una visibilidad privilegiada con respecto al Cerro de los Molinos con lo que el dominio visual del Valle queda bastante cubierto.

    Nuevamente se trata de un yacimiento inédito del que únicamente hay una pequeña referencia en prensa local. Según un testimonio local el yacimiento fue visitado en la década de los setenta por el propio Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, donde se encontraron algunos fragmentos cerámicos a mano poco determinantes.

    Otros materiales depositados en colecciones privadas apuntan hacia la presencia de un poblamiento del Bronce Final aunque es posible que algunos elementos pudiesen pertenecer a época argárica. En cualquier caso y si a todo esto sumamos la ausencia de contexto estratigráfico es bastante complicado discernirlo.

    Los materiales presentes componen un conjunto compuesto de forma exclusiva por objetos cerámicos que se encuentran muy degradados, aparentemente por reacciones de tipo postdeposicional que afectan al acabado superficial de los restos cerámicos. Este conjunto se compone de fondos planos y otros elementos que compondrían grandes contenedores, principalmente bordes decorados con digitaciones e incisiones así como con mamelones y asas. Sin embargo pese a lo que se podría llegar a pensar por el aspecto grosero de las cerámicas, el yacimiento cuenta con la presencia de elementos cerámicos de lo que se podría considerar vajilla fina incluyendo decoración incisa.

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    Figura 19: Material cerámico procedente del yacimiento Camino de la Chaja (Dúrcal).

    El Jambre

    El Jambre es un yacimiento cuya constancia únicamente derivaba de la tabla de datos que proporcionaban Ramos Millán y Osuna Vargas (2001) al final de su obra por lo que únicamente se conocían sus coordenadas y su catalogación tipológica y cronológica en la que aparecía como asentamiento de la Prehistoria Reciente.

    Son los materiales derivados de la prospección del proyecto ZOHUAM los que han permitido incidir de forma más precisa sobre este yacimiento. Dichos materiales, aunque escasos, parecían apuntar hacia un asentamiento del Bronce Final sobre el que no podemos sino destacar su entidad que parece ser bastante menor que la del Cerro de los Molinos con el que parece conformar un sistema de control de la antigua vía de paso hacia la costa.

    La información que respecta a este yacimiento nos permite poco más que situarlo en el tiempo y el espacio para poder así entender, al menos, su dimensión espacial.

    ANALISIS ESPACIAL

    La importancia del análisis espacial y del uso del SIG

    La relación del ser humano con el territorio viene dada por dos aspectos principales. En primer lugar está determinada por las propias características del medio y los distintos recursos que éste ofrece. Estos aspectos físicos del medio están caracterizados principalmente por la geología y el ecosistema. En segundo lugar, las connotaciones culturales de los grupos humanos y necesidades derivados de los modos de vida determinan en gran medida la relación del ser humano con el entorno en tanto que van más allá de lo meramente biológico aunque no podemos obviar las necesidades biológicas, pues aunque la cultura a menudo intenta minimizar los costes de acceso a estos recursos más básicos, lo cierto es que a veces y como veremos se ven afectados por elementos de carácter no subsistencial. Por ello, la ocupación de un territorio y su aprovechamiento se produce dentro de una lógica no exclusivamente economicista o subsistencial y que tendrá su reflejo a nivel territorial. Por todo ello el análisis del territorio estará mediatizado entre tres factores: las necesidades fisiológicas del ser humano, los modos de vida y patrones culturales de los grupos sociales y, por último, las oportunidades y posibilidades que el medio ofrezca para dichos fines.

    De esta forma podemos asumir que el medio se relaciona con los grupos humanos que lo habitan en un proceso recíproco aunque no de forma paralela pues, al menos durante la Prehistoria, el medio determinará la cultura de una forma mucho más notable que la forma en que la cultura determina y modifica al medio de modo que la influencia del medio y sus características sobre los grupos humanos será mucho mayor que la capacidad de modificación e influencia de los grupos humanos sobre el medio. En cualquier caso, serán todos estos factores, tanto geológicos como biológicos y socioculturales los que determinarán el asentamiento y la forma de relacionarse con el entorno.

    Llegados a este punto denominado no de forma inocua “análisis espacial”, es necesario matizar el por qué abandonar la terminología más tradicional que para otros periodos históricos, aunque ahora cada vez menos, se vendría denominando análisis territorial.

    Si entendemos la relación de ser humano con el medio en los términos expresados previamente, es necesario matizar en cierta medida algunos conceptos pues el término territorio en sí, lleva asociadas ciertas connotaciones que podrían no adaptarse, incluso en los aspectos más básicos, al modo de acercamiento y aprovechamiento del entorno y sus recursos por parte de las comunidades prehistóricas. Por ello y a mi parecer el uso de los términos entorno, medio y/o espacio lleva asociada mucha menos carga ideológica quedando así reducido el uso del término “territorio” a contextos cronoculturales en los que se pueda plantear cierto interés por parte de los grupos humanos en dominar el medio en su conjunto de forma cada vez más extensa y, sobre todo, ante la presencia de indicios que puedan sugerir cierta competencia por el control del mismo ya sea a nivel externo o interno de la comunidad. En cualquier caso, el uso del término puede entenderse en ciertos aspectos con toda una serie de connotaciones relativas a aspectos y procesos que tienen más que ver con la forma en que concebimos en la actualidad el medio físico que con la percepción y las relaciones que pudiesen tener lugar en la Prehistoria por lo que incluso en dichos momentos podría dar lugar a equívoco en cuanto a la interpretación de los distintos fenómenos de poblamiento.

    Es necesario en este caso realizar dicha aclaración en tanto que, a menudo, términos con trasfondos teóricos e ideológicos tan distintos como Arqueología Espacial, análisis espacial, el análisis territorial y toda una serie de términos más son considerados en la literatura científica como sinónimos sin atender a connotaciones y matices que como podemos comprobar especialmente en el caso de la Prehistoria pueden marcar en cierta medida los términos en que se realizan las interpretaciones históricas de los distintos fenómenos pudiendo llegar así incluso a conclusiones opuestas que no pretenden sino justificar los patrones teóricos e ideológicos que dan lugar a las mismas.

    Los estudios de carácter territorial, entendidos efectivamente en los términos interpretativos propios de dicha línea teórica, arrancan durante los años 70 como una de las múltiples líneas abiertas por el desarrollo metodológico del procesualismo estadounidense como intento de acercar la arqueología al campo de las ciencias físico- matemáticas. Por ello, surge en estos momentos una excesiva dependencia de la arqueología del territorio de técnicas tomadas de la geografía económica y locacional, a menudo de forma acrítica, para explicar dinámicas territoriales propias del capitalismo (Domínguez Berenjeno, 2001). En cualquier caso es complejo desligarse por completo de las connotaciones que determinan la arqueología del territorio pues en tanto que hijos de contexto espacial y cultural, al igual que las poblaciones objeto de estudio de sus propios tiempos y espacios, contamos con un código que nos es dado y del cual a veces es complicado desprenderse en tanto que son las categorías actuales y la búsqueda de ciertos paralelos con las mismas en el pasado las que nos permiten realizar un acercamiento al mismo mediante la participación de códigos culturales distintos, es decir, interpretar el pasado en términos y categorías hoy comprensibles buscando las diferencias y semejanzas en aspectos cuya dimensión cultural e ideológica difícilmente podremos entender y no podemos sino interpretar.

    Todo esto enlaza en cierta medida con el modelo propuesto por Domínguez Berenjeno (2001) en tanto que todo dato se encontrará pues alterado por tres factores. En primer lugar por quienes lo produjeron, lo que el autor denomina alteración cultural. En segundo lugar por el proceso histórico, entendido de forma simplificada como la alteración postdeposicional. Por último, la alteración que tiene lugar como ya venía expresando por quienes interpretan los datos aunque la finalidad, como ya señalaba en cierto momento, nunca es inocente.

    De esta forma la interpretación derivada no responderá a las percepciones y categorías del pasado sino que más bien estará relacionada con el estudio del conjunto de restos materiales que reflejan en el medio las improntas de los sistemas socioculturales cuyos códigos desconocemos. De esta forma y a modo de conclusión hay que tener en cuenta que los datos obtenidos serán fruto del triple filtro al que alude Domínguez Berenjeno (;2001) y que conformarán, por tanto, una visión sesgada de la realidad pasada que además deberá ser incluida en una interpretación cuya finalidad pasa por la elaboración de hipótesis y modelos que permitan inferir sobre las distintas formas y niveles de relación de las sociedades con el medio físico y los recursos del mismo para garantizar así no solo la supervivencia sino también el mantenimiento de los sistemas sociales que derivan de dichas relaciones.

    Por ello una vez expuestos y matizados de forma somera y poco profunda los términos empleados y el trasfondo interpretativo de los mismos se hace necesario reparar en la importancia las herramientas disponibles para dicho fin. Destaca a este respecto el uso de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) en estudios de este tipo.

    Gonzalo Ruiz Zapatero (1988) señalaba ya a finales de la década de los 80 la importancia del proceso de informatización y sistematización de la información espacial, en este caso obtenida de la prospección arqueológica de superficie pero extrapolable a la totalidad de la información espacial. Desde los comienzos de la década de los noventa hasta la actualidad la extensión de los sistemas de información geográfica ha sido imparable hasta ser entendidos hoy en día como un elemento imprescindible en los estudios arqueológicos relacionados con el espacio en todos sus niveles sus escalas en tanto que permite el tratamiento, la gestión y el análisis de la dimensión espacial de los datos arqueológicos a distintas escalas tanto temporales como espaciales (García Sanjuán, 2004).

    El primer aspecto necesario para conocer y determinar la relación del ser humano con el medio es inferir sobre la naturaleza de los yacimientos que llegan hasta nosotros y asumir ya desde el inicio que muy probablemente no contemos en ningún caso con la totalidad de la población de espacios ni testimonios que conformarían el hábitat humano en el pasado y que, en el caso de este estudio en concreto, la fiabilidad de los datos a partir de los que se realizan las distintas interpretaciones que conciernen a la naturaleza de los yacimientos puede llegar a ser ínfima.

    Ante esta necesidad, es necesario establecer una clasificación, en este caso más o menos simplificada, que nos permita inferir sobre la naturaleza de los yacimientos. Sin embargo, este proceso es complicado en ausencia de un proyecto, al menos de prospección, que permita determinar y conocer la naturaleza de los distintos espacios. La clasificación, entendiendo que se trata claramente de una simplificación de una realidad humana mucho más compleja, distinguiría en la medida de lo posible cuatro tipos de yacimientos en función de la actividad que en ellos se realiza: asentamiento, necrópolis, zona de frecuentación y espacio productivo. La distinción entre zonas de frecuentación y espacios productivos reside principalmente en la especialización del enclave, es decir, mientras que los talleres de industria lítica pulimentada tienen un carácter muy específico determinado en gran medida por la elección de una materia prima concreta situada en un lugar específico idóneo para su explotación, los espacios de frecuentación tienen que ver con el aprovechamiento de múltiples materias primas y recursos, especialmente bióticos aunque no exclusivamente. Por ejemplo, no debemos olvidar como zonas de frecuentación elevada aquellos puntos de abastecimiento de agua ligados a los asentamientos ni tampoco los lugares de abastecimiento de materia prima vegetal para alimentar el fuego.

    Por otra parte, esta clasificación que ya cuenta con el carácter espacial necesario deberá englobar también el carácter temporal, realizando así una adscripción cronocultural que peca bastante, en este caso, de simplista y evolucionista sin pretender serlo. Todo esto deriva de la simplificación necesaria para poder establecer conclusiones más o menos generales a partir de la informatización de los datos que conlleva, a su vez, la categorización y simplificación de los mismos en detrimento de la operatividad. Con lo que la dimensión temporal de los yacimientos quedará dividida en un total de cinco categorías siendo estas a groso modo: Neolítico, Calcolítico, edad del Bronce, Bronce Final y Prehistoria Reciente Indeterminable (PRI). Estas categorías nos permitirán, junto con las clasificaciones morfofuncionales, establecer patrones y directrices a más o menos amplias aportando a dichas hipótesis un carácter cronocultural que tiene su reflejo en el medio.

    Atendiendo a estos aspectos y entendiendo que, a menudo, el asentamiento tiene que ver en mayor o menor medida con la explotación de ciertos recursos o incluso con la ejecución de ciertas actividades como el pastoreo debemos comprender las limitaciones de la clasificación y, en cualquier caso, entender que se trata de un aspecto más relacionado con la necesidad y la forma de tratar los datos en sí que con una interpretación histórica de los distintos yacimientos, sobre todo si tenemos en cuenta la elevada posibilidad de una interpretación errónea en tanto que carecemos de datos arqueológicos de calidad procedentes ya que, a menudo, han sido aún más filtrados de lo que cabría esperar en tanto que los que derivan de testimonios orales pasan un doble filtro interpretativo: en primer lugar por el informante y en segundo lugar por el investigador.

    Un tercer elemento que cobra gran importancia en el aspecto espacial de los datos arqueológicos es la escala. A menudo el uso de los sistemas de información geográfica limita sus utilidades a la colocación de puntos en el mapa que poco reflejan en realidad los fenómenos a escala humana pues la inferencia sobre los distintos procesos tiene lugar a escalas mucho mayores que, en ocasiones, son ajenas a la percepción real de las relaciones humanas. Este aspecto no deja de tener importancia pero no debe en ningún caso eclipsar la escala humana en los estudios espaciales por lo que se nos presentan al menos dos escalas distintas con las que poder, y deber, trabajar: la escala macroespacial y la microespacial entendidas como la dimensión geográfica y la dimensión humana y cuya combinación da lugar a los análisis espaciales.

    La escala microespacial, a menudo, queda reducida al registro arqueológico de superficie por lo que es de gran utilidad en los análisis derivados de labores de prospección para conocer así la dispersión/agrupación de elementos. Sin embargo en este caso no es posible realizar análisis de este tipo en tanto en cuanto carecemos de materiales debidamente georreferenciados y recogidos de forma sistemática, a excepción de los proporcionados por el proyecto ZOHUAM. Sin embargo, en nuestra opinión, hay otros elementos que nos permiten inferir sobre estos aspectos microespaciales, especialmente sobre las alteraciones postdeposicionales y los procesos erosivos, atribuyendo así mayor o menor fiabilidad a la cultura material asociada a cada espacio y, en cierto modo, establecer ciertos niveles de potencialidad esperada que permitan inferir no solo sobre la entidad del registro preservado sino también sobre la mayor o menor estructuración del mismo y las afecciones de dicho registro por procesos erosivos de transporte y depósito.

    Sin embargo este aspecto microespacial sería poco productivo en el caso concreto de estudio que nos afecta pues lo cierto es que carecemos en muchas ocasiones de la mínima información necesaria para establecer y analizar estos parámetros ya que a menudo contamos con muestras pequeñas, hallazgos aislados, imposibilidad de analizar físicamente los materiales, desconocimiento de las condiciones de los hallazgos y su relación con el contexto estratigráfico en el que pudieran estar insertos, información derivada de testimonios orales cuyo nivel de detalle a menudo es poco concluyente y un largo etcétera que, entendiendo que partimos de datos de poca calidad a escala microespacial, difícilmente tendrán como resultado un producto de calidad. Sin embargo hemos de entender que este tipo de datos son la base para plantear las distintas formas de acercamiento al objeto de estudio, especialmente conociendo las carencias de los datos disponibles para intentar así suplirlas en la medida de lo posible mediante las distintas estrategias que se puedan plantear.

    En la escala macroespacial, como veníamos refiriendo, tienen especial peso dos factores principales: la localización espacial de los distintos yacimientos y su adscripción temporal pues, en el caso de esta escala son las variables más importantes y necesarias para realizar un estudio que, en cualquier caso, servirá para establecer las hipótesis de partida que deberán corroborarse o rechazarse una vez sea posible un análisis microespacial. Además, esta escala de trabajo nos permite plantearnos y establecer las distintas líneas de investigación necesarias para poder inferir a partir de aspectos mucho más genéricos sobre cuestiones específicas que reviertan, a su vez, en una ampliación del conocimiento tanto a escala micro como macroespacial pudiendo así considerar, a mi parecer, este tipo de estudios como un proceso autoalimentado que sentaría las bases para el estudio de un ámbito espacial y geográfico concreto y de la relación de las comunidades humanas con dicho medio a lo largo del tiempo.

    Además, la escala macroespacial nos permite inferir sobre aspectos relacionados con las áreas de captación de recursos, la mayor o menor visibilidad sobre el entorno y las vías de paso y comunicación. De esta forma y como veremos nos permite superar la escala macroespacial entendida al menos en nuestro caso como de tipo regional para saltar hacia una escala mucho más amplia que nos permita inferir sobre las relaciones no solo de los grupos humanos con el medio en cuestión sino también con las relaciones con otros grupos humanos y los términos en que las mismas pudiesen llegar a producirse. Para ello es necesario en cierta medida establecer un equilibrio entre el aspecto macroespacial y el microespacial así como el análisis de artefactos presentes en este último nivel. Sin embargo es necesario, además, conocer no solo las materias primas presentes en el entorno sino también las ausentes y, en el caso de la presencia de elementos elaborados sobre soportes de estas últimas, conocer con cierta profundidad los enclaves donde sí se encuentran presentes.

    Por todos estos aspectos es importante la versatilidad de almacenamiento de los distintos tipos de datos así como la capacidad de modificar, tratar y añadir información a este tipo de bases de datos espaciales que permiten, además, almacenar y catalogar mucha otra información asociada a un punto en el mapa. Además es, a mi parecer, una herramienta muy potente para la difusión de resultados en tanto que permite plasmaciones bastante visuales de procesos interpretativos complejos que, a menudo, son poco comprensibles; para lo cual una plasmación visual simplificada y sencilla del fenómeno puede ser especialmente útil en el caso de la transmisión de los conceptos y conclusiones establecidos.

    En cualquier caso, el uso de los SIG no debe ser exclusivo ni excluyente del uso de otros soportes de visualización espacial de la información pues, en ciertas ocasiones pueden ser más descriptivos, sobre todo en lo que concierne al entendimiento de la escala humana de las entidades geográficas como podremos comprobar.

    En lo que concierne al área de estudio propiamente dicha hay ciertas aclaraciones previas que se consideran necesarias antes de entrar en materia poniendo en juego las distintas variables espaciales y temporales de que disponemos.

    En primer lugar, hay ciertos aspectos relevantes para conocer y entender el entorno que son transversales en el tiempo y que, por tanto, es necesario explicar previamente. En primer lugar no podemos obviar un elemento singular del paraje en que nos encontramos: la laguna del Padul. Se trata de un humedal que actualmente se encuentra desecado y drenado; sin embargo, aporta como veremos una información excepcional sobre el paisaje y la vegetación circundantes así como el clima y las determinaciones del mismo. Por otra parte, al encontrarse drenada su extensión es mucho menor que en el pasado, sin embargo actualmente está protegida como parte del Parque Natural de Sierra Nevada no solo su extensión actual sino gran parte de la zona de turberas, por ello tomaremos el área de protección actual como la extensión mínima de la laguna en el pasado ya que la presencia de turba denota que el entorno lacustre se extendería al menos hasta ahí. En cualquier caso no podemos descartar una extensión mayor ya que, según la cartografía geológica del IGME 50 la extensión de los depósitos de turba se extienden incluso más allá del propio término municipal de Padul. Por ello en el estudio de las relaciones de las distintas comunidades con el medio y más concretamente con respecto a la laguna será necesario trabajar e interpretar los datos en función de las diversas opciones disponibles en tanto que nos permitan así inferir de la forma más amplia posible sobre las distintas hipótesis que puedan establecerse.

    El poblamiento neolítico en el valle alto de Lecrín

    En lo que respecta al Neolítico propiamente, encontramos dos núcleos principales o aparentemente distinguidos entre sí. El mejor conocido es el compuesto por los yacimientos de la Cueva del Búho, los Tajos y Fuentes Altas. Esta ocupación parece tener una continuidad desde el Paleolítico Superior, al menos en lo que concierne a los Tajos y Fuentes Altas donde se encuentra asociada cultura material adscribible a ambos periodos. Sin embargo, debemos entender cierto aspecto en este punto y es que no podemos afirmar la continuidad temporal entendida como una sucesión de la misma población sino que esta frecuentación tiene más que ver con los aspectos ligados a la frecuentación por diferentes grupos humanos.

    Si atendemos a la litología del Valle, podemos ver que Sierra Nevada y su pie de monte carecen de formaciones calcáreas con capacidad de albergar grandes cavidades y/o abrigos; sin embargo, la meseta de Albuñuelas y el piedemonte de la misma, es un espacio de elevada presencia kárstica que alberga ciertos espacios óptimos para su aprovechamiento aunque son, en cierta medida, escasos. Es por ello que, muy probablemente, ante requerimientos culturales con características similares del medio, la elección del enclave sea la misma por su idoneidad.

    En cualquier caso, lo cierto es que el modo de vida de las comunidades tanto neolíticas como del Paleolítico Superior denota cierto carácter no permanente por lo que podemos asumir que, muy probablemente, las comunidades que frecuentasen este espacio como lugar de asentamiento temporal se moverían en un ámbito territorial mucho más amplio.

    Esta área engloba espacios de frecuentación, como serían en este caso la rambla de Santa Elena, Fuentes Altas y los yacimientos que aparecen catalogados en la prospección de A. Ramos y M.M. Osuna como campos de cultivo pertenecientes no a la Prehistoria Reciente sino únicamente a la Prehistoria: Cambrón 1, Cambrón 4 y Arroyo 4 que, entendiendo que se encuentran en medio de la zona de influencia y el matiz de la clasificación de A. Ramos y M.M. Osuna serían potencialmente parte de la zona de frecuentación ligada probablemente a la explotación de dicho espacio. En la rambla de Santa Elena, por su parte, la huella de frecuentación es bastante baja, sin embargo, lo cierto es que es especialmente difícil de catalogar y comprender pues, aunque parece ser claramente un espacio de frecuentación, lo cierto es que el cántaro o botella que allí se encontró, claramente para contener líquidos y además de grandes dimensiones, se encontraba inserto en un talud, es decir, aunque se desconoce en qué medida, no se trataba de una cerámica rodada sino más bien perteneciente a un contexto sedimentario cuya naturaleza se desconoce.

    El segundo núcleo peor conocido y muy probablemente incompleto englobaría la rambla de Dúrcal y los yacimientos del Picón y las Cuevas. En principio en tanto que se desconocen los asentamientos se puede llegar a pensar que forma parte del mismo área, posibilidad que no podemos del todo descartar ya que únicamente conocemos un espacio de frecuentación, la rambla de Dúrcal y dos espacios productivos que, además, están relacionados con el aprovechamiento de un recurso muy específico que únicamente se encuentra disponible en los márgenes y terrazas del río Dúrcal y que, como hemos visto, su explotación se extiende en el tiempo y el espacio por toda la Prehistoria Reciente en el área de estudio. Sin embargo, tampoco podemos descartar la posibilidad de que se trate de un poblamiento con evidencias peor conocidas a lo largo del curso medio del río Dúrcal.

    De todos estos parámetros podemos obtener ciertas conclusiones o generalidades. En primer lugar parece clara la elevada frecuentación de ramblas y cauces actualmente secos. Sin embargo, los estudios polínicos en la Laguna del Padul (Ramos Román, 2018) apuntan hacia los máximos niveles de humedad entre el 7500 y el 5600 a.C., con lo que el clima a lo largo del VI milenio alcanzaría la máxima humedad, lo que conlleva una expansión del bosque mediterráneo y las especies caducifolias. Por otra parte, la presencia de un ambiente de turbera en la propia laguna permite inferir sobre una fuerte estacionalidad y una alta insolación que deriva en el descenso de los niveles de agua y el aumento de la evaporación. Sin embargo, el V milenio a.C. parece apuntar hacia una etapa de transición en que se produce una pequeña disminución del bosque mediterráneo, que pasa estar formado principalmente por Quercus perenne. Esta situación se prolonga hasta el último cuarto del III milenio a.C... Parece quedar constancia también de eventos climáticos rápidos hacia el 5500 y el 4500 a.C. De esta forma, podemos concluir que muy probablemente los barrancos y ramblas, actualmente secos en que se encuentran los yacimientos, muy probablemente contasen con un caudal al menos durante el invierno y la primavera, sobre todo si tenemos en cuenta que el río Dúrcal desciende directamente de Sierra Nevada, donde los caudales son permanentes incluso en verano gracias a la acumulación de nieve en las altas cumbres.

    Sin embargo, hay que tener en cuenta un matiz respecto a este elevado nivel de hallazgos en ramblas. Si bien es cierto que el número de hallazgos es más o menos elevado, lo cierto es que los procesos geológicos y sedimentarios de estos espacios propician de forma mucho más elevada el hallazgo casual de objetos ya que sufren elevados niveles de erosión que dejan al descubierto los registros arqueológicos, no tanto así en las zonas de vega o de desembocadura de estos barrancos y ramblas donde en principio el proceso natural es el depósito de sedimentos sobre los posibles registros presentes, cosa que enmascara en gran medida el registro e impide en cierta medida los hallazgos casuales del mismo.

    En el caso del área de Padul, podemos observar una distancia aproximada de los asentamientos a las áreas de captación y explotación de recursos de unos 3,5 km, no tanto así para las zonas de enterramiento que, en este caso, superarían los 4 kilómetros. En cualquier caso lo que sí podríamos afirmar es que las extensiones de las áreas de ocupación tienen más que ver con corredores abiertos al valle que con cualquier otra forma, como es el caso del área de Padul, donde podemos encontrar un barranco principal en el que se encontraría el asentamiento y que, a su vez, daría paso hacia la zona de enterramiento a través de un prolongado ascenso y, por otra parte, la apertura o desembocadura del mismo hacia el Valle que parece ser una zona ligada a la explotación de recursos principalmente bióticos. Además, dicho barranco, en la actualidad seco, tiene la suficiente entidad como para verter aguas estacionalmente en la laguna con lo que muy probablemente, como puede observarse en el mapa, lo hiciese en el pasado al menos en cierta medida por lo que debía ser un cauce de cierta entidad. También se encuentran evidencias de frecuentación en zonas aledañas y ramblas y barrancos cercanos aunque de menor entidad más ligadas a la captación de ciertos recursos que al propio asentamiento.

    En lo que concierne a los lugares de enterramiento tipo necrópolis, únicamente conocemos la Cueva del Búho. La elección de estos enclaves es bastante más limitada en tanto que, a excepción de la creación de cuevas artificiales, está sujeta a los elementos disponibles en el entorno natural. Como ya venimos expresando, la presencia de cavidades de cierta entidad se extiende por el espolón rocoso que separa el valle alto del bajo hasta encontrarse con el río Dúrcal, donde ya comienza a extenderse por ambas orillas del mismo. Sin embargo, el piedemonte de Sierra Nevada carece de la litología que propicie la aparición de cavidades de cierta entidad por lo que, en el caso de que aparezcan serán de reducidas dimensiones y muy probablemente no sean de naturaleza kárstica, pareciéndose a menudo más a un abrigo que a una cueva en sí.

    En cuanto a los factores de visibilidad y dominio visual del territorio, el abrigo de los Tajos ofrece una visibilidad reducida incluso hacia el valle, esto en principio denota una falta de interés o más bien de necesidad por este aspecto. Sin embargo, el emplazamiento ofrece ciertas ventajas para el asentamiento especialmente por la elevada estacionalidad y las temperaturas asociadas al invierno ya que, en gran medida queda protegido de los vientos del norte por lo que podría ser un asentamiento idóneo al menos para dicha época del año. Esto sumado a la presencia de un curso de agua cercano favorecería en gran medida la habitabilidad del lugar.

    En lo que concierne a los factores de apropiación de las diversas materias primas, ya venimos adelantando la cercanía al recurso básico del agua y a las amplias posibilidades de obtención de alimento en la desembocadura del barranco y las inmediaciones del cauce del mismo, que compondrían ecosistemas ricos en especies para la caza, espacios idóneos para el pasto de animales y tierras de fácil irrigación para cultivos. Sin embargo en lo que concierne a recursos abióticos, es poco conocido. En primer lugar los testimonios locales parecen afirmar una gran profusión de útiles de sílex depositados en el lugar de asentamiento así como en la cueva del Búho. Sin embargo, el sílex es un elemento prácticamente ausente en la litología del valle de Lecrín, lo cual denotaría un fluido intercambio a escala supralocal. El hecho de que varios nódulos de sílex se encontrasen depositados en la zona de enterramiento denota un especial interés y aprecio por la materia ya que quedaba depositada y amortizada siendo así extraída de la materia prima disponible para cuestiones meramente económicas y/o de subsistencia.

    En cuanto a otras materias primas líticas, la inferencia sobre sus lugares de captación es más compleja. En primer lugar, la materia prima para los útiles líticos pulimentados es obtenida y trabajada en las terrazas del valle del río Dúrcal, donde se realizan, como muestran los yacimientos del Picón y las Cuevas, las labores de extracción de la materia prima y las distintas modificaciones para la obtención de útiles terminados. En principio no se han encontrado útiles líticos pulimentados en el único lugar de asentamiento conocido, sin embargo, tiene bastante sentido pensar que el acarreo tanto de la materia prima como de los soportes sería bastante más costoso que el de los útiles terminados, especialmente si se trata de distancias con ciertos costes. Esto sumado a la exclusiva presencia de elementos productivos y no ligados a otras actividades nos debe hacer pensar que, tanto si asumimos que se trata de un único grupo, asentado en los Tajos, como si se trata de dos núcleos poblacionales distintos cuyo emplazamiento desconocemos, el aprovechamiento de este recurso sería bastante ocasional, por su poca entidad, y alejado al menos en cierta medida de los asentamientos estables. En cualquier caso denota una amplia movilidad a escala local/regional y un conocimiento elevado de la litología y las fuentes de materia prima disponibles en el entorno.

    Ligada a esta producción de útiles líticos pulimentados podemos encontrar diversas materias primas asociada al proceso de pulimento: los abrasivos. Como podemos observar en las inmediaciones, especialmente en el piedemonte de Sierra Nevada, son bastante abundantes las rocas metamórficas. De éstas, las más óptimas para los distintos grados de pulimento son los micaesquistos con granates y las pizarras de diversa granulosidad. Sin embargo, aunque es bastante probable su uso, lo cierto es que es poco probable una explotación y búsqueda de las mismas tan especializada como la de la propia materia prima para los útiles debido a la abundancia en el entorno de dicha materia prima. En esta línea de útiles líticos pulimentados encontraríamos también los brazaletes y objetos de adorno de los que, como hemos podido comprobar, únicamente contamos con un testimonio. Se trata de un brazalete fino de caliza negra cuya presencia es poco usual en la litología del terreno. Por ello parece de especial interés para conocer el uso de dicha materia prima si se trata de un material local o no.

    En lo que concierne a las labores de cestería, como ya veníamos adelantando, destacan en este espacio dos elementos principales. En primer lugar el esparto que se encuentra de forma natural en las distintas lomas circundantes a la propia fosa tectónica. Por otra parte, destacan las distintas plantas acuáticas del entorno de la laguna. Sin bien es cierto que no podemos asumir su uso no debemos descartar el potencial del entorno como área de captación de recursos.

    La única constancia de instrumentos de molienda es la que se halló, descontextualizada, en los Tajos, escondida junto a un fragmento de cráneo humano en una oquedad del abrigo. La materia prima de dicho molino es un micaesquisto claro procedente de la geología circundante del propio yacimiento. Adscribir este hallazgo a neolítico es complicado por la ausencia de contexto estratigráfico pero, sin embargo, nos permite conocer un cierto aprovechamiento de las materias primas locales, concretamente de ciertas rocas metamórficas de cierta granulosidad, para las labores de molienda y/o pulimento.

    En lo que respecta a las distintas materias necesarias para la elaboración de cerámica son bastante abundantes en el entorno por lo que, a mi parecer, en cada época estarían más o menos localizadas en las inmediaciones de los asentamientos en la medida en que la litología lo propiciase. En lo que concierne a los desgrasantes propiamente dichos y más concretamente para el neolítico podemos ver un uso bastante variado de materias primas, llegando a incluirse en el caso del vaso de la rambla de Dúrcal un granate. Esto puede denotar bien poca depuración de las arcillas utilizando como desgrasantes los granos presentes en las mismas o bien un machacado y uso de los micaesquistos como parte de la composición de los desgrasantes. Con respecto al resto de desgrasantes son extremadamente abundantes en el entorno por lo que su apropiación debería ser bastante cercana a los asentamientos o, en su caso, a los espacios productivos si los hubiese.

    Un último elemento importante y necesario no solo para la producción de cerámica sino también para el desarrollo de las distintas actividades cotidianas: la madera. La presencia de hachas y azuelas muestra de forma indirecta un aspecto especialmente importante y a menudo obviado o sobreentendido en los estudios de aprovechamiento de recursos. El valle de Lecrín, por la variedad paisajística y geográfica del mismo, cuenta con una gran diversidad de espacios y especies arbóreas y arbustivas que, dependiendo de las distintas necesidades y usos predeterminados para la materia prima podrían ser explotadas tanto para combustible como para muchos otros elementos: útiles, construcción, etc.

    El poblamiento calcolítico en el valle alto de Lecrín

    Con respecto a la Edad del Cobre, los hallazgos son pocos y mal conocidos aunque de los tres testimonios reconocibles, dos parecen ser asentamientos mientras que el tercero, el Cerro de los Molinos, parecer ser más bien un lugar de frecuentación pues únicamente aparece escasos fragmentos líticos. En cualquier caso este aspecto teniendo en cuenta el origen y la calidad de la información puede no ser en absoluto determinante, sobre todo si tenemos en cuenta que ni los propios investigadores encargados de la prospección que dio lugar al descubrimiento y catalogación de los yacimientos de la Umbría del Agua y la Rambla de Cijancos pudieron afirmar de forma clara la adscripción cronológica de los yacimientos a la Edad del Cobre.

    En cualquier caso, un aspecto que parece ser común a todos estos enclaves es la traslación a otras ramblas y en las que, en principio, no parece haber un asentamiento previo de entidad. Este aspecto, en combinación con otros dos factores parecen determinar el patrón de asentamiento que quedaría determinado por la instalación en cauces actualmente secos, un aumento de la proximidad al entorno de la laguna y, por último, niveles de visibilidad mínimos, reducidos únicamente al propio cauce en que se enclavan los asentamientos. Los costes de acceso a estos asentamientos también parecen aumentar en cierta medida al menos desde el valle por la presencia de profundos barrancos y montes más o menos elevados que se interponen entre el valle y los asentamientos pareciendo estos estar más relacionados con la meseta de Albuñuelas y el valle del río Dúrcal.

    Otro aspecto que parece ser más o menos común y responder a cierto tipo de organización social es la entidad de los asentamientos pues en este caso son bastante reducidos y de poca entidad pero a su vez bastante cercanos entre sí por lo que, aunque es aventurado afirmarlo a partir de la mínima muestra de que disponemos, se trataría de un hábitat más disperso o diseminado en grupos de menor entidad. Desconocemos, además, un aspecto importante en la relación del ser humano con el medio, el enclave de las necrópolis pues serían éstas, a mi parecer, las que permitirían interpretar junto con los asentamientos los valores y parámetros culturales y sociales que determinarían las sociedades del calcolítico en el valle alto de Lecrín.

    Es complejo interpretar esto a partir de los ínfimos datos que conocemos pero bien es cierto que, en este caso, el paleoclima puede tener aún más importancia en la interpretación. Como veníamos señalando en el Neolítico, desde el 5500 hasta el 2750 a.C. se produce una etapa de transición climática. Sin embargo a partir del 2750 a.C. en los momentos plenos de la Edad del Cobre, parece producirse un cambio brusco con un descenso acusado del bosque mediterráneo, sin embargo la laguna aumenta su entidad hasta convertirse en un lago somero. Este aumento de agua y el descenso del bosque se interpreta por una disminución de la insolación y las precipitaciones invernales y el aumento de la aridez. Este aspecto podría justificar la necesidad de buscar nuevos espacios más óptimos determinados por las nuevas condiciones, sobre todo en lo relativo a la agricultura donde el entorno lacustre es un espacio mucho más adecuado en las condiciones climáticas del momento.

    Por otra parte el desconocimiento de la cultura material asociada dificulta en gran medida la inferencia acerca del aprovechamiento de los distintos recursos y materias primas disponibles en el entorno. Sin embargo, la explotación y uso de un nuevo tipo de materia prima quizá pudo llegar a determinar el enclave de asentamiento: el metal. La meseta del Albuñuelas es un espacio rico en filones de mineral diverso. La elección de los nuevos enclaves permite, entre otras cosas, un mejor acceso y penetración en la unidad geomorfológica que los espacios de asentamiento previos. En cualquier caso desconocemos las evidencias que apunten de forma más o menos clara hacia esta hipótesis pero bien es cierto que no se debe descartar.

    El aprovechamiento de recursos bióticos tanto vegetales como animales así como el cultivo no difieren en gran medida en su potencialidad, a excepción del aumento en la cercanía con la laguna, que aportaría en esta etapa de transición climática una mayor estabilidad que los cauces aún determinados por la elevada estacionalidad pues, a pesar de la disminución en las precipitaciones invernales, la laguna alcanza cada vez mayor entidad convirtiéndose así en un sistema de lago somero. Además, la elección de los nuevos enclaves permite también un acceso más o menos sencillo al valle del río Dúrcal, que aportaría al igual que la laguna un acceso permanente a agua en tanto que se nutre de la nieve de las altas cumbres de Sierra Nevada.

    En lo que concierne a los recursos líticos, encontramos a excepción de la minería y las posibles explotaciones de recursos minerales un panorama bastante similar al Neolítico. De hecho, en este caso la cercanía al río Dúrcal supone costes de esfuerzo menores en lo que concierne al aprovechamiento de las anfibolitas insertas en conglomerados como materia prima para útiles líticos pulimentados.

    El caso del sílex es igualmente similar en tanto que, debido a la carencia de dicho material en la litología del entorno, denota muy posiblemente relaciones de intercambio con otras poblaciones a escala supralocal.

    El poblamiento de la Edad del Bronce en el valle alto de Lecrín

    Respecto al entorno en la edad del Bronce, solo podemos afirmar con certeza como perteneciente a este periodo el yacimiento de la Loma del Corral por lo que en principio únicamente podemos inferir sobre el poblamiento argárico del valle alto de Lecrín a nivel localizado; aspecto que por su parte tiene cierto interés al menos para establecer comparativas con otros espacios.

    La relación del clima con el medio en la edad del Bronce supone una aridificación del mismo que se ve reflejada en una disminución de la estacionalidad y los niveles de insolación. Esto se traduce en una disminución del bosque y un aumento del nivel de agua en la laguna. Además parecen tener lugar ciertos eventos climáticos rápidos hacia el 2200 a.C.; este aspecto parece ir en las líneas ya planteadas por los estudios previos sobre la climatología y el medio en la sociedad argárica (Contreras Cortés, 2010).

    En primer lugar el patrón de asentamiento es característico del mundo argárico. Los niveles de accesibilidad son mínimos pues la loma se encuentra circundada por dos profundos barrancos: el barranco de los Lobos y el valle del río Dúrcal mientras que la zona superior queda arropada por las primeras estribaciones de la gran mole montañosa de Sierra Nevada. Todo esto contribuye a dificultar en gran medida los accesos a dicho espacio, siendo así mucho más controlable tanto el acceso como la salida al asentamiento.

    El cerro cuenta con cierta pendiente que favorece los niveles de aterrazamiento y escalonamiento del hábitat. Cuenta con una morfología especial ligada a la presencia cercana de la falla de Padul-Dúrcal-Nigüelas que cruza el enclave mostrando en las inmediaciones zonas de hundimiento ligadas a la actividad de la misma. En principio es importante tener en cuenta este factor de riesgo sísmico en todos los casos de los yacimientos para poder así poner en aviso los futuros estudios arqueológicos que se lleven a cabo en el lugar, pero especialmente en el caso de la Loma del Corral por encontrarse ésta inserta en el frente de falla.

    En lo que concierne a la visibilidad, el domino parece estar centrado principalmente en el curso del río Dúrcal y algunos espacios de las terrazas superiores pero, en ningún caso parece ser tan dominante como la que podremos observar en el Bronce Final pese a lo que se podría esperar en los patrones argáricos más clásicos.

    Si observamos algunos de los yacimientos de características similares más cercanos que se conocen, vemos ciertos patrones que pueden concordar en gran medida con los de la Loma del Corral. Estos yacimientos cercanos de características similares serían el Cerro de la Encina de Monachil y el Castillo de Lanjarón en el término municipal homónimo. Mientras que el Cerro de la Encina cuenta con una larga trayectoria de investigación en el mismo, ni el Castillo de Lanjarón (en sus fases del Bronce) ni la Loma del Corral han contado con investigaciones arqueológicas por lo que poco conocemos de los mismos a excepción de contados testimonios que certifican la presencia de material arqueológico en superficie ligado al Bronce.

    Al igual que la propia Loma del Corral, tanto el Cerro de la Encina como el Castillo de Lanjarón se encuentran en pronunciados montículos sobre el terreno coronando y dominando los valles de los principales ríos que descienden por la vertiente occidental de Sierra Nevada siendo estos el Monachil, el Dúrcal y el Lanjarón. Mientras que el Monachil discurriría, al igual que el resto de los ríos de la vertiente norte, hacia el Atlántico, los ríos Dúrcal y Lanjarón discurrirían hacia el Mediterráneo por la costa granadina, facilitando en gran medida la comunicación entre este espacio y el interior.

    Tiene especial importancia en este caso no solo la cercanía a estos cauces de agua sino también la propia idiosincrasia de los mismos pues todos ellos son ríos con cauce permanente, como ya veníamos señalando para el río Dúrcal, incluso en verano por lo que el impacto de la estacionalidad y la aridez sobre los mismos se vería disminuido por la influencia de Sierra Nevada y de la prolongada acumulación de nieves invernales en la misma en mayor o menor medida durante la práctica totalidad del año. Esto aportaría, además, los requisitos necesarios para un nutrido ecosistema aprovechable para distintas cuestiones de subsistencia.

    El segundo elemento común es el dominio del propio valle del río y no de la totalidad de las fosas tectónicas y hoyas en que se enclavan, lo que muestra a mi parecer un interés más elevado por ciertos recursos o elementos presentes en dichos valles que favorecerían además los cultivos de regadío por encima de otros enclaves.

    En lo que concierne a los cerros propiamente dichos, comparten toda una serie de características que le confieren un elevado carácter defensivo. Es tanto así que aumentan en gran medida los costes de acceso afectando esto a la propia movilidad de los grupos humanos por el territorio. Este aspecto común puede observarse especialmente por encontrarse todos estos yacimientos circundados en primer lugar por los valles profundos de los ríos que descienden de Sierra Nevada. Además, todos estos se encuentran situados en la margen izquierda de dichos ríos con lo que se busca aprovechar mucho más la insolación instalándose en las zonas de solana.

    Por otra parte, en lo que concierne a la elevación de los mismos no es del todo concluyente pues, mientras que el cerro de la Encina y la Loma del Corral comparten una altitud similar por encima de los 800 m. s. m., el castillo de Lanjarón oscila entre los 500 y 600 m. s. m.; sin embargo, si atendemos a su elevación relativa sobre el entorno y concretamente en este caso de estudio a la elevación sobre el valle que dominan vemos que sí podemos encontrar ciertos factores de similitud.

    En una línea de progresión vertical por las líneas de máxima pendiente hacia el río de estos tres enclaves, podemos discernir al menos tres factores similares y ligados en gran medida al dominio del medio (Fig. 21).

    En primer lugar, podemos encontrar la mayor pendiente en los taludes y cortados que darían acceso al valle dominado visualmente. En estos tres casos este primer segmento ligado al control de acceso superaría el 60% de pendiente llegando incluso en el caso del Castillo de Lanjarón al 80% por lo que, establecidas las vías de acceso necesarias, se facilitaría en gran medida el control de paso y acceso al poblado. Sin embargo, aunque una vez superado este primer segmento se puede considerar que existe cierto nivel de amesetamiento, lo cierto es que las zonas que podemos considerar como de poblado concretamente superan a menudo el 15-20% de desnivel, factor que por otra parte favorecería las labores de aterrazamiento tan características de los asentamientos argáricos. Este tipo de enclaves que quedarían además respaldados por el propio macizo montañoso de Sierra Nevada permitirían, al igual que en el Cerro de la Encina, obviar la necesidad de una muralla exterior para proteger el poblado como pudiese haber en otros yacimientos argáricos de regiones distintas.

    De esta forma podemos incidir, aventurándonos quizá en exceso, sobre la hipótesis de que se trate de enclaves con morfología y características similares en tanto que responderían en cierta medida a necesidades y funcionalidades de carácter similar.

    Volviendo a una escala espacial reducida al valle alto de Lecrín y atendiendo al aprovechamiento de los distintos recursos disponibles podemos observar distintas cuestiones. En primer lugar, el único útil lítico pulimentado que podría relacionarse por su tipología con un poblamiento argárico es el hacha hallada en la rambla Dúrcal, más concretamente en la zona de Peñagallo. Ésta indicaría dos cuestiones principales relacionadas con el aprovechamiento de los recursos del medio. En primer lugar, lo que respecta a la materia prima indica que sigue habiendo una continuidad en la explotación de las anfibolitas de los conglomerados del río Dúrcal. Además, su situación privilegiada le permite un acceso excepcional a dicha materia prima no solo por labores de cantería sino también por recolección de los cantos rodados en el propio río. Por otra parte, la presencia del hacha en dicho espacio podría apuntar a este lugar como una zona de frecuentación ligada a la explotación de diversos recursos vegetales así como de lugar de pastoreo.

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    Figura 21: Progresión vertical de las líneas de máxima pendiente de los yacimientos de la Loma del Corral (Dúrcal), Cerro de la Encina (Monachil) y Castillo de Lanjarón (Lanjarón).

    Otro elemento que parece tener cierta importancia en este periodo es el metal. Si entendemos la Loma del Corral en los términos en que se ha interpretado el Cerro de la Encina como punto de control hacia Sierra Nevada y sus recursos mineros y de pastoreo resulta algo más complejo pues lo cierto es que los niveles de accesibilidad desde el valle del río Dúrcal hacia el interior de Sierra Nevada son mucho más dificultosos y complicados que los que pudiesen llevarse a cabo por el río Monachil. En cualquier caso no se debe descartar esta hipótesis, especialmente si atendemos a las nuevas necesidades derivadas de la producción metalúrgica. Aunque no debemos descartar como decimos el área de Sierra Nevada como espacio de apropiación de metales y más concretamente de cobre, lo cierto es que tampoco podemos obviar una zona de gran riqueza minera, y más concretamente del cobre, situada en la zona de Molvízar y que se comunicaría con el Valle de Lecrín a través del camino de la costa o bien a través de las sierras de los Guájares y la meseta de Albuñuelas, en cualquier caso este aspecto no deja de ser una mera hipótesis. Sin embargo tampoco podemos descartar esta formación geológica, la meseta de Albuñuelas, como espacio de apropiación de materia prima para la metalurgia pues son estos tres espacios los que componen el mosaico más cercano de espacios con elevado potencial de explotación.

    En lo que concierne a otros recursos como los ligados al pastoreo el entorno circundante es bastante óptimo para el pastoreo, especialmente los montes aledaños al asentamiento. Por otra parte, existen dos enclaves diferenciados y de especial potencial agrícola en las cercanías. Mientras que el valle del río Dúrcal es una zona óptima para el cultivo de regadío, las terrazas superiores del mismo resultan lugares óptimos para la agricultura de secano, lo que sumado a la cercanía de éstas al asentamiento las convierte en los lugares más adecuados para los cultivos entendidos en términos meramente económicos de potencialidad y reducción de costes y esfuerzos para el desarrollo de la actividad.

    La presencia en este caso de objetos ligados con el tejido, una pesa de telar, hacen pensar en el uso de ciertas fibras para el tejido que, en el caso argárico suelen ser el lino y, mucho más difícil de rastrear pero cada vez más presente en los distintos registros arqueológicos, la lana cuya presencia se presuponía pero no quedó confirmada hasta el hallazgo de los restos momificados de la sepultura 121? Del Castellón Alto de Galera. Por ello se debe tener en cuenta tanto la necesidad de tierras de regadío para el cultivo del lino en el caso de su explotación como la necesidad de pastos para el mantenimiento de la cabaña ganadera.

    Un último elemento de gran importancia en el mundo argárico es la cestería por lo que nuevamente se hace necesario destacar el papel tanto de los montes y pastos circundantes como de la propia laguna como espacios potenciales de aprovisionamiento de materias primas vegetales para cestería.

    El poblamiento del Bronce Final en el valle alto de Lecrín

    En el Bronce Final podemos encontrar, en el caso del valle alto de Lecrín un total de tres yacimientos. Dos de ellos, el camino de la Chaja y el Jambre parecen ser monofásicos o tener su inicio en el bronce argárico mientras que el tercero, el cerro de los Molinos, obviando los hallazgos calcolíticos, parece tener continuidad desde el Bronce Final hasta el mundo romano incluyendo la conversión del asentamiento en un oppidum ibérico. Asociado a este espacio aparecen, para épocas posteriores, lo que se ha interpretado como una vía romana con rodaduras de carro. Ésta se interpreta en términos de comunicación como un modo necesario desde al menos época ibérica para el transporte y la comunicación, a su paso por el valle de Lecrín, entre el propio valle, la costa y el interior. Para época ibérica se relaciona con la comunicación con el área sexitana. Sin embargo el aspecto de gran interés para el conocimiento del medio es el propio enclave de la vía pues se ha interpretado la elección del lugar como ligada a la paleoextensión de la laguna que determinaría ese como el lugar de paso más óptimo y quedaría vigilada y controlada por el oppidum en tanto que pasaría a sus pies. Sin embargo vemos que la elección del enclave arranca desde el Bronce Final por lo que, si asumimos la elección del mismo como ligada al control de las vías de paso, debemos pensar que muy probablemente dichas vías ya estuviesen instauradas o en proceso de instauración en el Bronce Final. Esto tiene especial sentido y relevancia si atendemos a la extensión que el IGME 50 otorga al área de turbera, que es mucho mayor de aquella con la que hemos estado trabajando en principio pues si la tomamos como la paleoextensión de la laguna y, teniendo en cuenta que a partir del III milenio y muy probablemente hasta época medieval esta alcanza su mayor entidad, la laguna se extendería al menos hasta los pies del Cerro de los Molinos así como del Jambre.

    Este aspecto está más o menos bien estudiado para el Cerro de los Molinos, sin embargo, del Jambre apenas se conocen algunos datos ínfimos ya que, en gran medida, la información disponible para este trabajo sobre el yacimiento deriva de las prospecciones del proyecto ZOHUAM en tanto que es prácticamente inédito. Sin embargo, si asumimos como ciertas tanto la extensión de la laguna ligada a la de la turbera como la elección de los emplazamientos del Bronce Final como dominantes de la ruta hacia la costa, debemos entender el Jambre como ligado a este fin.

    Para establecer esta hipótesis es necesario establecer las rutas óptimas tanto entre ambos yacimientos como con el yacimiento del Bronce Final más cercano conocido, en este caso el castillo de Chite. Una vez establecidos los parámetros de costes en base a la pendiente y generado el trazado óptimo en la comunicación, se contrastó el trazado generado de forma automática con el trazado conservado de la vía ibero romana que no sería sino la plasmación, según esta hipótesis, de una ruta que ya comienza a tener entidad al menos en el Bronce Final. Los valores de coincidencia son bastante elevados por lo que, en principio, no podemos refutar la hipótesis.

    Sin embargo, si accedemos a que estos asentamientos, incluido el castillo de Chite situado en el valle bajo, están ligados al control de las rutas de paso existe un elemento que queda fuera del patrón establecido, el camino de la Chaja. Éste se sitúa en el margen opuesto del río Dúrcal a la Loma del Corral, ocupando un patrón de una altura mayor que le aporta, a su vez, un control visual del espacio mucho mayor. Sin embargo, aunque el control visual aumenta, este aumento va en detrimento de otros factores que implican un asentamiento situado en umbría y que, además, está más alejado de las tierras fértiles de regadío de los márgenes del río Dúrcal. Se trata, además, de un asentamiento aparentemente bastante disperso y a su vez bastante extendido por la unidad geomorfológica.

    Abunda en la litología del terreno el mineral ferruginoso que, aunque para esta época no se utiliza como materia prima para metalurgia, lo cierto es que tiene especial importancia para la decoración cerámica como podemos observar en el fragmento localizado en las prospecciones cuyos análisis apuntan a un uso de hematites para la composición de la pintura. Sin embargo a mi parecer la posible demanda de estos productos minerales no justificaría el asentamiento permanente en un área que parece ser periférica al eje de comunicación.

    Sin embargo, la presencia de este asentamiento en dicho enclave debe denotar cierta importancia o valor sociocultural a uno o varios elementos situados en las inmediaciones o, en su defecto, una búsqueda de mayor defensa aumentando la altura y por tanto no solo la visibilidad sino también los costes de acceso, superponiendo estos intereses a otros aparentemente más primarios como son la cercanía a las tierras de cultivo o a recursos básicos como el agua que, a pesar de encontrarse el yacimiento situado cerca de la rambla de Dúrcal, el coste de acceso a dicho cauce independientemente de si éste acarreaba agua o no era mucho más elevado que el de cualquier otro enclave anterior (Fig. 30).

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    Figura 30: Visión del aumento de cotas de asentamiento del yacimiento del Camino de la Chaja (Bronce Final) respecto al patrón argárico de la Loma del Corral

    No debemos olvidar tampoco la importancia de este espacio como control de las vías de acceso a Sierra Nevada tanto por el valle del río Dúrcal como por la vía de paso tradicional hasta día de hoy situada en el remonte de la rambla de Dúrcal. En esta última ruta, bien adentrados ya en la sierra de Dúrcal, se han localizado hallazgos de cerámica a mano con pastas bastante groseras que podrían estar ligadas al aprovechamiento de ciertos recursos con los que podría estar relacionado el enclave del asentamiento.

    Con respecto al aprovechamiento de los distintos recursos líticos del entorno, podemos establecer nuevamente que, la presencia de sílex apunta hacia un elemento exógeno que debería llegar por intercambio o contacto, reafirmando así aún más la constancia de este enclave como vía de comunicación. Por otra parte, las evidencias procedentes del cerro de los Molinos indican un uso continuado de la anfibolita como materia prima para útiles líticos pulimentados y/o abujardados pues aparentemente están cada vez más ligados a su uso como elementos para el trabajo de otras rocas duras a modo de percutores. De este aspecto económico tenemos constancia al menos hasta época ibérica en el caso del cerro de los Molinos de forma continuada desde el Neolítico.

    Aunque no lo hemos señalado para el Neolítico, lo cierto es que los óxidos de hierro componen un elemento principal en la decoración cerámica. Sin embargo aunque muy probablemente se produjese en época neolítica un uso de la almagra como forma de decoración o tratamiento superficial de la cerámica, no es hasta época del Bronce Final cuando tenemos evidencias materiales y constancia del uso de óxidos de hierro en la decoración de los recipientes cerámicos, más concretamente Fe2O3 que, aunque se trata de un elemento bastante común en la litología del entorno de Sierra Nevada, lo cierto es que necesitaría cierto proceso de selección y trabajo para el cual no todo óxido de hierro tendría las mismas cualidades.

    Otro elemento importante en el patrón de asentamiento y más concretamente en la transición cultural hacia el protoibérico es la continuidad y/o ruptura en el hábitat. De todos estos yacimientos, tanto el Jambre como el camino de la Chaja apuntan hacia asentamientos monofásicos mientras que, como ya venimos adelantando es el Cerro de los Molinos el que conformará posteriormente el oppidum de Padul, dominando así la totalidad del valle Alto mientras que el valle bajo quedará dominado principalmente por el castillo de Lojuela, que será un nuevo asentamiento ibérico, y el castillo de Chite que también tendrá continuidad, al igual que el cerro de los Molinos, al menos hasta época ibérica antigua.

     

  4. CONCLUSIONES

    A modo de conclusión y enlazando con el panorama que se exponía al inicio del estudio, podemos afirmar que como ya veníamos adelantando el gran vacío que caracterizaba el área geográfica de estudio no era tal sino que resultaba ser fruto de la ausencia de interés investigador. Por ello, la principal justificación de este trabajo reside en el potencial arqueológico a dicho entorno que habían quedado enmascarado por las cuestiones que ya venimos señalando.

    Podemos concluir que este trabajo, además de sentar las bases para futuras investigaciones y proyectos en la zona, ha contribuido con un análisis para paliar en gran medida esta situación. Si observamos la densidad de yacimientos conocidos previamente en la zona para la Prehistoria era, para una región de unos 100 kilómetros cuadrados de 5, lo que supondría un porcentaje de 0.048 yacimientos por kilómetro cuadrado. Tras la elaboración de este trabajo y la publicación de yacimientos inéditos que únicamente eran conocidos en el entorno por algunas fuentes locales podemos concluir que la población total de yacimientos para la misma zona es de un total de 21 yacimientos de manera que, cuadriplicando el total de yacimientos conocidos, el índice de yacimientos por kilómetro cuadrado alcanzaría el 0.2. Sin embargo, cabe destacar a este respecto que, con toda probabilidad, este índice seguiría aumentando en el caso de realizarse un proyecto de prospección intensiva que permitiese incrementar, documentar y catalogar la totalidad de yacimientos y caracterizar de forma más completa los conocidos.

    Por otra parte, la paleoextensión de la Laguna de Padul ha sido objeto de numerosos intentos de caracterización y estudio. En este caso podemos concluir que, para la Prehistoria Reciente, donde según Ramos Román (2017) ésta alcanzaría su máxima extensión, parece bastante acertado aceptar la extensión total de la turbera como paleoextensión de la propia laguna en tanto que los distintos yacimientos de la depresión de Padul parecen distribuirse en torno a dicho enclave no entrando en contradicción en ningún caso con dicha hipótesis. Sin embargo, este aspecto no puede ser dilucidado únicamente en base al estudio espacial de los distintos yacimientos arqueológicos por lo que será necesario en el futuro combinar estos datos con los derivados de un estudio geológico complementario.

    En lo que concierne a los patrones de asentamiento, podemos concluir que mientras que el Neolítico parece distribuirse por cauces actualmente secos que, con toda probabilidad, serían cursos de agua más o menos estables en tanto que se alcanzarían las cotas de máxima humedad, obviando o al menos minimizando la prioridad de las cuestiones relacionadas con el dominio visual. La tendencia parece ir paulatinamente derivando hacia formas de relación con el territorio cada vez más ligadas al control del mismo y de las relaciones y movimientos asociados al corredor geográfico, alcanzando su culmen aparentemente en el Bronce Final. Debemos entender a modo de recapitulación estas relaciones como un equilibrio entre los intereses fisiológicos y biológicos del ser humano, las relacionadas con el marco sociocultural del desarrollo de modos de vida diferenciables y, por último, las oportunidades y potenciales que el medio ofrece para dichos fines siendo este en última instancia un aspecto que determinará los factores culturales entre los que encontraríamos el patrón de asentamiento. La tendencia a este respecto parece apuntar cada vez más a un dominio efectivo del medio que permite aumentar la importancia de los factores socioculturales sobre los de tipo biológico y fisiológico.

    El aprovechamiento y la captación de recursos parece haber gran variabilidad de los mismos, primando entre estos los de carácter local. Sin embargo la presencia de ciertos elementos exógenos al ámbito local, como el caso del sílex, nos permiten inferir sobre la movilidad y las redes de comunicación e intercambio que, al contrario de lo que pudiese parecer, parecen apuntar hacia un papel mucho menos secundario o periférico del valle de Lecrín en dichas redes ya incluso desde la Prehistoria Reciente.

    A este respecto sería de gran interés determinar la procedencia geológica de los distintos elementos de sílex disponibles así como su caracterización cronocultural para poder así establecer relaciones a escala suprarregional que permita entender en mayor o menor medida la entidad del papel en dichas redes de intercambio y comunicación del valle de Lecrín.

    De todo esto derivan una serie de perspectivas necesarias para el estudio en un nivel menos hipotético de la Prehistoria Reciente en el valle de Lecrín. En primer lugar, la necesidad de generar un proyecto de prospección extensiva que permita no solo documentar los distintos yacimientos presentes en el medio sino también los potenciales recursos geológicos de una forma más precisa y orientados a los intereses del propio estudio ya que, a menudo, la clasificación geológica resulta imprecisa en lo que respecta a las materias primas de uso potencial en Prehistoria Reciente por la ausencia de interés económico actual en las mismas.

    La información derivada de este proceso debería ser volcada a una base de datos que constituyese un catálogo, a fin de facilitar tanto la inclusión de nuevas informaciones como la edición y tratamiento de la ya existente en estudios y análisis futuros. De esta forma sería especialmente necesaria la versatilidad de dicha base de datos así en tanto que debería permitir englobar información procedente de fuentes diversas y heterogéneas entre sí.

    En segundo lugar destaca la necesidad de iniciar los procesos de protección de los distintos yacimientos pues, como hemos podido ver, de la totalidad de éstos solo el 25% están catalogados y por tanto, “protegidos” por la legislación y los organismos pertinentes. Esto deriva en gran medida en labores de expolio y destrucción del patrimonio sin que, ni siquiera los habitantes locales, tengan constancia y conocimiento de ello.

    Por último y no por ello menos importante, destaca el último paso para sentar las bases que este trabajo se proponía entre sus objetivos iniciales. Una vez establecida la vía para el conocimiento y la consideración de la zona en el ámbito más académico, se hace necesario atender al otro gran vacío de conocimiento, el de las poblaciones locales. Este puede llegar a ser un arma de doble filo en tanto que, la ausencia de valores patrimoniales unida al conocimiento de los enclaves y potenciales de los yacimientos arqueológicos a un aumento de las cotas de expolio. Sin embargo será necesario hallar la fórmula y el equilibrio entre estos dos factores pues, en última instancia un estudio sobre el patrimonio local o comarcal no tiene sentido si no repercute en la sociedad que convive con dicho patrimonio. De esta forma será necesario hallar los mecanismos y estrategias que permitan establecer dicha conexión de la sociedad actual que tendrán que alcanzar un equilibrio entre aspectos identitarios e intereses económicos.

     

  5. BIBLIOGRAFÍA


ANEXOS

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