UN VARIADO DOSEL VEGETAL


Vista de Pinos del Valle desde el Embalse de Béznar. Olivos de regadío bajo el núcleo y pinares de repoblación en el Cerro del Crucero de Pinos.


Regadíos de cítricos y olivos, vegetación riparia en el barranco y almendros abandonados en las laderas.


Secano de almendros y vides en Villamena.


Terrazas de naranjos junto al Barranco de Chite, Chite y Sierra de Albuñuelas al fondo.

La diversidad climática, morfológica y altitudinal del Valle de Lecrín, donde están representados los pisos bioclimáticos termo, meso, supra y oromediterráneo, unido a su vocación agrícola, que ha dado lugar a la introducción de numerosas especies cultivadas, no ha impedido, sin embargo, el mantenimiento de una gran riqueza y variedad de paisajes vegetales.

Las zonas más bajas, soleadas y protegidas de las vientos fríos del norte y de las heladas, al menos de las excesivamente rigurosas, han sido conquistadas, donde el regadío es posible, por los agrios (naranjos y, en menor proporción, limoneros) que constituyen una de las causas de su originalidad paisajística.

Los cítricos han estado presentes en la comarca, al menos, desde la Edad Media, pues aparecen citados en los Libros de Apeos y Repartimiento realizados en el siglo XVI, tras la expulsión de los moriscos por orden de Felipe II. En los siglos sucesivos, su cultivo se sigue practicando, aunque con escaso valor. A finales del siglo XIX, Béznar, que fue el municipio donde más importancia tuvieron, incrementa la superficie dedicada a su cultivo e inicia su comercialización, vendiendo una parte del fruto en los municipios próximos y en Granada capital. Durante el siglo XX su cultivo se extiende a los predios de los demás núcleos del valle bajo.

En algunos casos, aparecen asociados a olivos, lo cual favorece a ambas especies, pues los agrios se ven protegidos de los vientos, fríos y heladas, y los olivos se benefician de las labores más cuidadas que se da al frutal. No obstante, la asociación ha surgido de forma espontánea, pues, al desaparecer un olivo, se sustituye por varios naranjos, y quedan, por tanto, mezclados con el resto del olivar. También existen plantaciones exclusivas de naranjos, aprovechando las zonas más resguardadas climáticamente.

Según ascendemos por los valles hacia las cuencas y depresiones altas, correspondientes a la Depresión de Padul y la zona ubicada al pie de la falla Padul-Dúrcal- Nigüelas, donde los inviernos son más crudos y las heladas más frecuentes y rigurosas, el cultivos de agrios se va espaciando hasta desaparecer por completo.

Aquí el olivar es el leñoso de regadío más abundante. Entre los herbáceos destacan: trigo, maíz, patatas, remolacha azucarera, habas, y, en un segundo plano, cebada, hortalizas y plantas forrajeras, con un valor exclusivamente familiar.

Todos ellos se mezclan en una gran variedad de sistemas de rotación, encaminados a evitar el agotamiento del suelo. El olivar suele ocupar los bordes de las depresiones, en áreas de regadío eventual, que no disponen de agua en verano, pero garantizan el riego durante las restantes estaciones, sin depender de las irregularidades pluviométricas. Tienen especial interés los frutales en Dúrcal; se cultivan, el ciruelo, manzano, cerezo, melocotón, albaricoque, peral, níspero, granado, entre otros.

Las zonas de secano se han dedicado tradicionalmente al cultivo extensivo de cereales -trigo, cebada - y algunas leguminosas - lentejas, garbanzos, yeros, beza - que alternan entre sí con el barbecho. El viñedo, que fue muy importante en los siglos XVIII y XIX, sufrió un duro golpe con el ataque de la filoxera y hoy tiene una importancia testimonial, aunque todavía se conserve, en nombres de pagos que aluden a él. El carácter accidentado del terreno, que no facilita la mecanización de las labores y la falta de mano de obra, ha dado lugar al abandono de estos cultivos, quedando tierras de buena calidad convertidas en barbechos innecesarios o representando pequeñas explotaciones para la obtención de forraje de animales.

El almendro, en cambio, tiene mayor significación y se adapta perfectamente a las condiciones climáticas y a la mayor parte de los suelos del ámbito de estudio; no sólo ocupa los secanos, sino incluso antiguos eriales y zonas de matorral, que son plantadas con este frutal. No obstante, las causas del abandono de los herbáceos de secano también son aplicables en este caso y, en ocasiones, aparecen desatendidos.

Los elementos arborescentes espontáneos de la serie de vegetación propia de esta zona, especiesdel género Quercus, son muy escasos. Las encinas (Quercus rotundifolia), que debieron cubrir todas las regiones calcáreas hasta los 1.800-2.000 metros de altura, quedan ahora relegadas a los bordes montañosos como elementos aislados. Los chaparros, es decir, la encina en su forma arbustiva, son algo más abundantes, pero sin llegar a formar auténticas masas forestales, entre los 1.000 y 2.000 metros.

Coincidiendo con el piso de la encina, ocupando los bordes serranos, se hallan pinares. En algunos casos constituyen formaciones autóctonas, pero en su mayoría son el resultado de la intensa repoblación forestal realizada por el Patronato Nacional en consorcio con los Ayuntamientos y los propietarios privados en los años 50. La especie más utilizada es el pino carrasco (Pinus halepensis) que se suma a las masas autóctonas, que ya existían, sobre todo en la Meseta de Albuñuelas, de pino negro (Pinus uncinata) y rodeno o resinero (Pinus pinaster).

El mejor ejemplo de pinar-sabinarautóctonoloencontramos en la Sierra del Manar, donde la sabina mora (Juniperus phoenicea) y el pino resinero (Pinus pinaster subsp. acutisquama) están acompañados por especies como el espino negro (Rhamnus myrtofilius, Rhamnus lyciodes subsp. velutinus), enebros (Juniperus oxycedrus), torvizco (Daphne gnidium) o madreselva (Lonicera splendida).

En estas mismas sierras, sobre las arenas dolomíticas, ricas en magnesio, elemento letal para muchas especies, y que presentan suelos muy pobres en nutrientes y escasa capacidad de retención de agua debido a su estructura suelta y arenosa, se desarrollan lo que se denomina endemismos dolomíticos. Estos endemismos se caracterizan por presentar un porte bajo, la mayoría son herbáceos, sus hojas y tallos están recubiertos por un tomento blanquecino, que se ha desarrollado como mecanismo de adaptación para evitar la pérdida de humedad y soportar la fuerte insolación. Entre una larga lista de especies se encuentran Andryala ramossisima, Centaurea granatensis, Thymus granatensis, etc.

En aquellas zonas en las que los bosques han desaparecido, aparece un matorral subserial, constituido por plantas leñosas y aromáticas de poca envergadura, cuyas especies más significativas son: la retama (Retama sphaerocarpa), las gayombas (Spartium juncetum), el tomillo (Thymus vulgaris y zygis), el romero (Rosmarinus officinalis), el esparto (Stipa tenacissima), el albardín (Lygeum spartum), las aulagas (Genista scorpius, umbellata y horrida), etc.

En torno a los valles y riberas de algunos ríos y arroyos se desarrolla vegetación riparia que aparece como una formación arbórea o arbustiva frondosa de distribución lineal o que serpentea los caminos y contrasta fuertemente con el paisaje circundante de cultivos.

Los suelos de vega, ricos, profundos y con un buen régimen hídrico, han sido desde bien temprano aprovechados para la agricultura y el pastoreo, por lo que hoy el dominio de la alameda y la olmeda se encuentra ocupado por las mejores huertas de ribera.

No en vano, aún quedan en el Valle formaciones riparias, de gran interés por su papel como filtro biológico de nutrientes y otras sustancias contaminantes, su capacidad de retención de sedimentos, la estabilización de márgenes, la conservación de hábitats y especies, la regulación biofísica del medio y la calidad escénica de gran belleza paisajística, como el caso del río Dúrcal a su paso por Cónchar.

La calidad escénica del paisaje fluvial está Indisolublemente ligada a la presencia de vegetación en las márgenes de los cursos de agua, especialmente en el territorio mediterráneo, en el que nos movemos, donde el verdor de la ribera contrasta con la sequedad dominante en el paisaje. Además la contribución escénica de la vegetación se ve enfatizada cuando se conjuga con otros factores como el encajamiento del río o la presencia de elementos que testimonian la interacción del hombre con el río a lo largo del tiempo; como es el caso de las acequias (Acequia de Moranja, en Nigüelas; Acequia de Margena en Dúrcal y Cozvijar; etc.); acueductos (Acueducto Romano de Cónchar-Murchas; Puente de los Moros, en Pinos del Valle; etc.); y molinos (Molino del Pago del Olivón, en Mondújar; Molino de Piedras Orondas Hordadas, en Melegís; etc.). Las especies más frecuentes en estos sotos de ribera son, en el estrato arbóreo, álamos (Populus alba, nigra, etc.), alisos (Alnus glutinosa), abedules (Betula pubescens), fresnos (Fraxinus angustifolia), olmos (Ulmus menor), etc.

En barrancos y cauces de pequeño caudal permanente, que discurren sobre lecho rocoso sin suelo de ribera y bajo condiciones de torrencialidad estacional, el desarrollo del bosque de ribera se ve limitado y es sustituido por arbustos. Aquí se entremezclan cañaverales (Arundo donax), zarzales (Rubus ulmifolius) y tarayales (Tamarix sp.), formando bosquetes más o menos densos dependiendo de la actividad hídrica. La adelfa (Nerium oleander) aparece en las zonas más termófilas, pero no alcanza las zonas de mayor altitud donde dominan las saucedas arbustivas. Los sauces más frecuentes son la sarga (Salix elegans), la mimbrera purpúrea (Salix purpurea), la bardaguera (Salix atrocinerea) y, en menor medida, la mimbrera (Salix fragilis).

Mención especial merece la Laguna del Padul, zona protegida como área de Reserva dentro del Parque Natural de Sierra Nevada, que ocupa una extensión de unas 300 Has. La mayor parte de la misma está compuesta porterrenos de labor y aproximadamente unas 60 Has. se encuentran encharcadas y cubierta de vegetación palustre.

Las zonas húmedas se caracterizan por presentar una gran biodiversidad, así como cumplir un importante papel en la regulación del ciclo hídrico. En el caso de la Laguna del Padul esta importancia, si cabe, es aún mayor por tratarse de la única zona húmeda natural de la provincia de Granada.

Aquí se encuentra la mayor extensión de carrizal (Phragmites australis) de la provincia, conviviendo con importantes masas de anea (Typha latlfolia), lirio amarillo (Iris pseudoacorus) y las agradables manchas verdes de la lenteja de agua (Lemma minor), que en cierta manera contribuyen a caracterizar la singularidad de este enclave.

Según el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, elaborado por la Consejería de Medio Ambiente, se consideran árboles singulares a aquellos ejemplares arbóreos o arbustivos de porte arborescente con unas características extraordinarias de rareza, porte, significado histórico, cultural o científico.

La protección de estos árboles tiene una gran importancia ya que forman parte del patrimonio natural, independientemente de que su ubicación sea en el medio rural o en ambientes urbanizados, pues es precisamente en estos últimos en los que la presión humana y los intereses urbanísticos son mayores, lo que pone en riesgo potencial estos ejemplares de notable valor.

En el ámbito de estudio se localizan tres árboles singulares que se describen en las siguientes fichas, y que deben ser protegidos, junto con su entorno, frente a cualquier actuación que se pretenda llevar a cabo en el medio.


Pinares en la Sierra de Albuñuelas.


Zona baja de regadíos, en primer plano, y sierras cubiertas de matorral subsedal, elementos arbóreos aislados y zonas de repoblaciones de pinos.