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El antiguo Palacio
Arzobispal, estaba situado en pleno barrio Alto, cerca del antiguo
ayuntamiento. Fue construido entre finales del siglo XVI y principios del
siglo XVII, en época del Ilustrísimo Arzobispo Don Francisco de Perea y
Porras. Construido con piedra local, se cuenta que cuando se estaba
extrayendo la piedra para hacer los sillares, dieron con una veta de agua.
Hecho que supuso, que se bautizara a “dicha fuente”, con el nombre de la
Fuente del Arzobispo, hoy en día este topónimo perdura.
El acceso se hacía a través de una portada dintelada
de bloques de piedra, sin labrado decorativo. Sobre ésta se situaba un
balcón, cubierto por un alero de modillones, cerrado por una balaustrada
de rejas, rematadas por dos bolas de hierro forjado. A través del zaguán,
accedíamos a un patio interior porticado por pilares octogonales de orden dórico,
que soportaban zapatas. También se podía observar restos de su antigua
carpintería mudéjar. El piso superior tenía
otra galería con pilares de madera y bellísimas zapatas. En él, se
conservaban restos de su alfarje. Para acceder a este segundo piso se hacía
por unas escaleras dinteladas con zapatas, apoyadas sobre pilares
poligonales de ladrillo. El tramo central se cubría con una estructura
cupuliforme, desplomada sobre la década de los 60, quedando solo el
arranque de las pechinas apoyadas en ménsulas de rica decoración
vegetal, como granadas. Este palacio fue utilizado por el Ilustrísimo
Arzobispo Don Francisco de Perea y Porras, como residencia de veraneo. |
Las
personas mayores cuentan una especie de historia/leyenda, en la que se dice que
en este palacio murió el Arzobispo Don Francisco de Perea y Porras, (quien como
consta en su partida de defunción murió en Albuñuelas, “El
Ilustrísimo Señor de quien se hace mención en esta partida murió en este
lugar el día 25 del mes de junio de 1.733
a las ocho de la noche, de edad de sesenta y seis años nueve meses y cinco días”…)
y al enterarse los vecinos de la muerte del arzobispo, acudieron al palacio,
para darle su último adiós y estar presentes en el velatorio, pero según esta
historia/leyenda, los frailes lo metieron en una habitación, con la excusa de
que iban a preparar el cuerpo, y se lo llevaron aquella misma noche para
Granada. Hecho que contribuiría al sucesivo abandono del palacio.
Parece
ser que el Arzobispo donó este palacio, más algunas tierras que tenía en el
pueblo a los hermanos de San Juan de Dios, para que tuvieran siempre dispuestas
seis camas en su hospital, para los enfermos de Albuñuelas. El palacio quedó
muy dañado por el terremoto de 1884, y se convirtió en casas particulares.
Hoy en
día, ya no existe, sólo perdura en la memoria colectiva, el topónimo del
Palacio.
David Palma Izquierdo