Visitas pastorales en la segunda mitad del S. XVIII y su paso por el Valle de Lecrín

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Este estudio ofrece una visión global de la diócesis de Granada a través de los documentos derivados de las visitas pastorales de los arzobispos entre 1760 y 1800. De gran interés resulta la información relativa al clero rural; diversos datos permiten tratamientos estadísticos. El resultado es un panorama valioso sobre la estructura de la diócesis, el clero parroquial e incluso la situación general de la religiosidad de los fieles. Las tres visitas permiten una visión de los esfuerzos pastorales en el siglo XVIII . Representan una medio de inspección, pero también una forma de contacto.

El concilio de Trento potenció la figura de los obispos. Sus prerrogativas debían traducirse en una acusada presencia social, como cabeza de la iglesia local, y sobre todo en el cumplimiento cabal de sus deberes: residencia en su iglesia, visita pastoral de su diócesis, celebración de sínodos diocesanos, ejercicio de la predicación, uso correcto de las rentas y grado elevado de santidad

La visita pastoral era, pues, obligatoria; de una importancia capital, según los tratadistas eclesiásticos.

Los arzobispos de Granada de la segunda mitad del siglo XVIII , personas de noble cuna por lo general, adornados por los cronistas con un claro acento paternalista.


1º visita: Pedro Antonio Barroeta y Ángel, había abandonado la archidiócesis de Lima para presidir la de Granada; el nombramiento se produjo en diciembre de 1757. Pero su entrada en Granada se demoró hasta mayo de 1761. Pronto desarrolló una amplia labor normativa que afectó al catecismo y al examen de la doctrina, al noviazgo y al matrimonio, al traje eclesiástico, a la clausura femenina... Apenas dos años y medio después de su llegada, este prelado, de origen riojano, comenzó la visita pastoral de la diócesis (1 de octubre de 1763), realizada en la forma que se resume en el siguiente cuadro:

La visita le ocupó, en el transcurso de tres años, un total de quince meses.


2º visita: Su sucesor Antonio Jorge y Galbán, aragonés de nacimiento, actuó con una presteza algo mayor en cuanto a la visita pastoral se refiere. Sólo veinticinco meses después de su entrada en Granada (28 de agosto de 1776), procedente de la sede zamorana, comenzó la visita pastoral en las comarcas de Loja y Alhama (2 de octubre de 1778). El orden de la visita pastoral de este prelado, que bien puede considerarse el de perfil más ilustrado de cuantos ocuparon la sede granadina en la segunda mitad del Setecientos 20 , fue el siguiente:


3º visita: Aún más diligente que los anteriores, pese a las serias reservas que pesaban sobre su fidelidad al Estado tras su actitud ante la oscura rebelión peruana de Tupac Amaru, siendo obispo de Cuzco, Juan Manuel Moscoso y Peralta iniciaba su visita pastoral de la diócesis al comenzar el año 1791; esto es, poco más de trece meses después de su entrada en Granada (25 de noviembre de 1789), si bien antes había visitado ya personalmente algunas parroquias de la ciudad, como S. Pedro y Santiago. Este prelado peruano, altanero e irascible, aunque vigilante y generoso, al que alguien ha llamado el “Richelieu criollo” 24 , había completado su visita pastoral en 1798, pese a la gota que padecía. Éstas fueron las etapas de esa visita:


La visita de las vicarías del Valle y Costa y, sobre todo, de la Alpujarra en sentido amplio, precisaban un viaje por lo general largo y accidentado. Estas zonas agrupaban a más de la mitad de las parroquias de la diócesis: el 15% entre el Valle de Lecrín y la Costa y casi el 38% toda la Alpujarra. La concentración de parroquias en la Alpujarra y en la Vega obedece tanto a las características del hábitat como a la estrategia de evangelización/aculturación de los inicios de la diócesis. Las tres visitas, con presencia en mayor o menor número de pueblos, se extendieron al territorio completo de la diócesis; sólo la de 1763-66 dejó sin visitar la vicaría septentrional de Montejícar. Por el contrario, las vicarías del Valle de Lecrín, la Costa y las Alpujarras fueron objeto de visitas minuciosas. Por ello, las visitas pastorales se muestran de gran utilidad para profundizar en la realidad geográfica diocesana, como también ocurre, a un nivel más general, con las visitas ad limina

En los registros de la visita de 1778-85 se recogen asimismo los mandatos sobre el estado material de los templos. Son realmente minuciosas las indicaciones tanto sobre la fábrica, como sobre el ajuar de los templos. Ornamentos sacerdotales y otros enseres necesarios para el culto y la decencia de los altares faltaban en muchos lugares, como se manifiesta en las iglesias del Valle de Lecrín o de la vicaría de Santa Fe. En Chauchina, perteneciente a dicha vicaría, se decretaba también la prohibición de cencerradas en las bodas.

En total, se hace referencia en las tres visitas a 227 nombramientos para curatos 37 , pertenecientes a 113 parroquias. Los nombramientos de curas, atribución del arzobispo, son más abundantes en la última de las visitas estudiadas, la de Moscoso y Peralta. Sin embargo, puede observarse cómo disminuyen los nombramientos de curas titulares (el 67,6% de todas las designaciones de curas en la visita de 1763-66, frente a sólo el 37,7% en la de 1791-98), paralelamente al aumento de títulos de tenientes (30,8% en la primera visita y 43,8% en la última). Desde un punto de vista geográfico, los nombramientos afectaron en gran medida a las parroquias de las vicarías de Andarax (12 títulos), Valle de Lecrín (13), Motril (15), Pitres (16), Granada (17), Berja (18), Ugíjar (22; cinco sólo para Murtas), Marchena (26; en cinco ocasiones para Nacimiento) y Juviles (28; cinco títulos para Mecina Bombaron y otros tantos para Válor). Los nombramientos abundan, pues, en las vicarías más lejanas, en las que buena parte del clero esperaba la visita para lograr algún empleo o promoción.

Frente a los 8.000 reales anuales que podía alcanzar un curato en la parroquia de las Angustias, otros de la ciudad se encontraban a niveles bajísimos (671 reales en Sta. María de la Alhambra, 1.042 en S. Bartolomé); también en las áreas rurales (1.574 reales en Cástaras, 1.684 en Salobreña

Los datos numéricos son buena expresión del hábitat disperso que caracteriza a la diócesis. Con exclusión de la ciudad de Granada, menos de las cuarta parte de los núcleos de población supera la cifra de 500 habitantes. En la visita del arzobispo Jorge y Galbán sólo superan el millar de confirmados las localidades de Murtas (1.060), Adra (1.200), Almuñécar (1.700), Albuñol (1.800), Berja (2.000), Dalias (2.100), Montefrío (2.200), Alhama (2.361) y Loja (3.510). Lástima que falten referencias numéricas para otras poblaciones como Íllora o Motril. Hasta ocho localidades registran menos de cien confirmados durante esa visita (Mondújar, Alhendín, Deifontes, Barja, Belicena, Bayacas, Acequias y Tablate), dominando las situadas en la Alpujarra y el Valle de Lecrín.


Sacado de "DE CLERO Y FIELES EN LA DIÓCESIS DE GRANADA A TRAVÉS DE LAS VISITAS PASTORALES DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII" de MIGUEL LUÍS LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ (Dpto. de H. a Moderna y de América. Universidad de Granada)