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Aunque su origen data de 1231, primeros años de la dinastía nazarí, fue durante el siglo XIV, cuando Yusuf I y Muhammad V se emplearon en la tarea de fortificar el reino nazarí de Granada ante los ataques e incursiones, cada vez más frecuentes, de los reinos cristianos. Por ese motivo construyeron este castillo en la taha del Valle de Lecrín, que lindaba con la taha de Orgiva (Al igual que se contruyeron en el marco de este programa defensivo el de Restábal, Vélez de Benaudalla, Mondújar, Salobreña o Moclín), sobre un peñasco de difícil acceso, para defender la villa de Lanjarón por la entrada suroeste, situado entre los ríos Salados y Lanjarón, contra las invasiones que pudieran provenir del Valle de Lecrín y de la costa.
Tras la conquista de Granada en 1492, se convirtió en refugio y bastión de rebeldes musulmanes que llevaron a cabo numerosas sublevaciones y levantamientos en la comarca contra el poder cristiano. El 8 de marzo de 1.500, estos rebeldes se atrincheraron en el castillo aprovechando la escarpada geografía de la zona, y tan dura fue la resistencia que el propio rey Fernando el Católico tuvo que ponerse al frente de las milicias castellanas atravesando la Sierra de los Cahorros para evitar el estratégico y peligroso puente de Tablate y, tras volar la mezquita de la villa de Lanjarón y un largo asedio, que se encontraba llena de insurgentes, sometieron a los 300 hombres que resistían en el castillo. El lugarteniente musulmán, conocido por el nombre de "Capitán Negro", prefirió arrojarse desde una torre antes que entregarse.
Más de medio siglo después, el 28 de diciembre de 1558, al inicio del levantamiento morisco de Las Alpujarras, la iglesia de Lanjarón (Que fue edificada sobre los restos de la mezquita que voló el rey cristiano), fue incendiada, matando a los cristianos que habían buscado refugio en su interior.
El castillo se encontraba rodeado por una muralla defendida por dos grandes torres de mampostería, una semicircular al norte, y otra principal al sur que realizaba la función de torre del homenaje y en cuyo interior se encontraba el silo.
Aljibe interior en el castillo, donde aún se aprecian restos de las dos capas de enlucido (la primera de estuco con incisiones en zig-zag que posibilita la incorporar la segunda, que se pinta de rojo) que recibían estas construcciones para contener el agua. En su interior hay una oquedad abierta en la piedra, de forma semicircular apuntada en sentido ascendente y en forma de canalillo que pudiera servir de entrada de aguas, muy útil para resistir asedios.