La alquería de Nigüelas

Sacado de Los Habices de las iglesias del Valle de Lecrín de Lorenzo Luís Padilla Mellado

Su nombre viene del topónimo árabe versión de otro anterior nawālas min iqlīm al-āšar min garnāta.
(  ‫ نوالش‬ )
En lengua árabe significa Valle de Lecrín, en el que está el castillo (ḥiṣn) de Nigüelas

En el siglo IX según Ibn Hayyan en el Muqtabis cita el hisn Niwalas, castillo o fuerte de Nigüelas, en la Cora de Elvira

En el siglo XII Ibn al-Abbar incluye Niwalas como una de las poblaciones del distrito de Bagu Garnata

El diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, Madoz describe a esta población situada en la falda meridional de Sierra Nevada, al pie del cerro llamado del Caballo. Tiene 420 casas, la mayor parte de dos pisos, sus calles son irregulares y bastante estrechas. Por su término pasan varias acequias de buen agua que atraviesan su entramado urbano, posee también fuentes saludables. Su terreno es arcilloso, de secano, de inferior calidad y de riego, que es la vega, de unos 2.400 marjales, destacando en sus campos el olivar. Produce aceite, que es su principal riqueza, trigo, habas, cebada, centeno, garbanzos, vino, queso, árboles frutales, etc. Tiene dos molinos harineros y siete de aceite.4

En la actualidad Nigüelas conserva el característico entramado de las alquerías rurales de la época musulmana, con sus calles estrechas, tortuosas y algunos callejones sin salida, conocidas como “adarves” donde la vida familiar estaba al abrigo de la curiosidad pública, característica esta de la cultura islámica, donde la vida comunicaría se desarrollaba con unas determinadas formas fijas, intocables para el individuo, donde la máxima expresión está desarrollada en el interior, hacia dentro de la vivienda.

En estos núcleos rurales como en las ciudades islámicas no nos encontramos con una organización municipal, tal como las tenían las ciudades romanas. Las ciudades musulmanas carecían de estatuto jurídico y de edificios administrativos, sino que eran una especie de campamento que permitían a los vecinos cumplir con sus deberes religiosos y sus ideales sociales.

Se agrupaban en grupos limitados e informales, basados en intereses comunes, y en muchas ocasione según expresiones de vínculos de clientela. Las ciudades medievales musulmanas y sus alquerías como buen reflejo de la gran ciudad, pero en menor medida, se caracterizaban por un núcleo central, que generalmente estaría formado por el mercado, mezquita, baños, tiendas, etc., con sus vías de acceso y desde ahí partirían toda una red de pequeñas callejuelas con edificios a sus lados cerradas al exterior, esta sería una visón de aquella forma de vida en las poblaciones de la vega y sus alrededores. Las viviendas se situaban retiradas de las calles y vueltas hacia los patios interiores, con huertos donde pasaban el tiempo de ocio y reunión familiar. Así la vida cotidiana de los musulmanes estaba al abrigo de la curiosidad pública, las viviendas sin apenas ventanas al exterior, en ocasiones estas se situaban en la parte más alta de la casa, no podía saberse si eran viviendas pobres o ricas. No se podía alcanzar con la vista el interior de las casas a través de las puertas de entrada, siempre daban a un pasillo que formaba un recodo o zaguán que en ocasiones daba a un patio preservando de las vistas el interior de las miradas del exterior. La casa musulmana busca la privacidad de sus moradores, la prohibición de construir la puerta de entrada coincidiendo con la del vecino que vive enfrente, el zaguán que da paso al interior, la prohibición de elevar construcciones que permitan espiar al vecino. Todo ello obedece a la exigencia de la reclusión de la mujer y al secreto de la vida familiar. La desnudez de los muros exteriores de la casa no revela abiertamente la posición económica o social de su dueño.

Estas poblaciones carecían de unidad y de un autogobierno, en ellos no encontramos algo comparable a la Asamblea del Concejo medieval cristiano, no había nada equivalente a las Cartas y Fueros de ciudades, donde se recogían los derechos y deberes de sus pobladores. No existía ninguna elección de cargos públicos, no estaban impregnadas del espíritu de patriotismo municipal. La villa no es administrada por cargos elegidos por la asamblea municipal o por el gremio, sino por un número reducido de cargos nombrados por el poder estatal, cuyas competencias y atribuciones abarcaban un ámbito más reducido que el que incumbe a los funcionarios cristianos. El zalmedina o sahib al-madina que se ocupaba de la policía y administración, o el zalbazorta o sahib al-surta que garantizaba el orden público, son algunos de los pocos cargos públicos que existían en las poblaciones. Los intereses individuales predominan sobre los públicos, pero el individuo se ampara en el grupo al que pertenece, muy especialmente en los periodos de más violencia. Los grupos se configuran sobre raíces étnicas, religiosas o sociales manifestándose especialmente en épocas de crisis.

Como en el resto de las localidades del Valle de Lecrín, el poblamiento en Nigüelas se puede atestiguar ya desde la etapa Neolítica, quedando vestigios de estos asentamientos en las múltiples cuevas que existen por la zona, siendo en la etapa medieval, ya en el siglo IX, cuando se tiene noticia de la existencia de un hisn en Nigüelas que bien podrían ser los exiguos restos que hay en una elevación sobre el río Torrente.

Esta elevación, situada próxima a la Sierra de Nigüelas, a una altura de 1200 m., se denominó desde antiguo como Pago del Castillejo, y actualmente como el “Pinguruche”. Está enclavada sobre el río Torrente al cual domina. Su acceso es muy difícil, siendo sólo viable por su cara noreste. En todo el terreno que lo circunda se advierte la acumulación de materiales pizarrosos por los fuertes movimientos sísmicos que la zona ha sufrido. A unos 500 m. de altura de la ladera, por su cara noreste, se recogieron fragmentos cerámicos, que es de suponer rodaron desde la cima pues en esta no se ha podido documentar la existencia de cerámica.

Los restos conservados en el pago son realmente exiguos. En la vertiente oeste se pueden localizar posibles restos de un muro, con una altura de unos 50 cm. y una longitud de 3 m., hecho de mampuestos unidos con argamasa, que se adaptan a la orografía del terreno y cuyo origen posiblemente fue la base de un paramento de tapial

El lugar es perfecto para situar un enclave defensivo, ya que domina el curso alto y medio del río, por lo que la provisión de agua estaría asegurada; además muy cerca de su emplazamiento pasa el Camino que une Nigüelas con la Sierra, con las demás poblaciones y con Lanjarón, sirviendo como puerta de acceso a la Alpujarra. Desde aquí se visualizan la mayoría de las fortificaciones de la comarca y además controla todos los Barrancos que desembocan en el río (Barranco del Pleito, de la Era y el propio valle del río). Posiblemente este enclave es el que ocupara el “Castillo de Nawalas“ citado por Simonet, (Iqlím al- Asár=Valle de Lecrín, en el que está el castillo-hisn de Nigüelas. Iqlin Laysar- Iqlin al-Usar o al-Asar), pero la falta de estructuras en superficie y de cerámica en su ubicación original, no nos permite tener una idea clara de la ubicación del recinto, que podría tratarse de un asentamiento de altura o de un hisn-refugio.

En el centro del casco urbano, en la llamada calle Purgatorio rodeada de viviendas que conforman el Barrio de la Cruz, se encuentra una torre o alminar, de planta rectangular (4’40 x 3’25 m.) y la única fachada visible por el exterior corresponde a la orientada al noroeste, teniendo una dimensión de 3’30 m. La torre está construida en mampostería de piedras de mediano tamaño, formando hiladas, presentando verdugadas de ladrillo que dejan calles de mampuestos de distintas alturas. Este muro monta sobre lo que puede ser una plataforma de nivelación construida con hormigón de cal y piedras y de 1’40 m. de altura. Tiene un pequeño hueco de ventana en la fábrica de mampostería que conserva una altura de unos 5 m. El acceso al interior se realiza por una vivienda adosada a su fachada noreste, en la Calle Jazmín. La planta baja de la torre se ha dedicado a dormitorio, y la parte alta a pajar. Parece ser que al menos 2 de sus muros han sido derribados. Hoy en día esta casa está deshabitada.

Para el profesor Malpica Cuello, se trata sin duda alguna de una construcción nazarí, dentro del modelo de mediados del siglo XIV, que pudiera haber sido construida con motivos defensivos y tratarse de una torre de alquería y no cabe descartar que fuese el minarete de la mezquita del lugar. En un reciente trabajo publicado por el profesor Espinar Moreno y este doctorando se puede afirmar, que la citada torre corresponde al alminar de la primitiva mezquita del lugar de Nigüelas. Ya que gracias a los documentos para la realización del trabajo del DEA para el Doctorado, así como las fuentes utilizadas para la elaboración de esta tesis no cabe duda de que se trata de dicho alminar.

Lo que no está del todo claro es que su función fuese defensiva ya que como se ha dicho más arriba se trata de una torre o alminar de la mezquita situada en un lugar equidistante a los diferentes barrios que tuviera la alquería (suponemos tres), con su aljibe al lado de ella y un ramal de la acequia que discurre por una calle próxima y colindante a ella

De esta forma se pone de manifiesto en este pequeño fragmento del urbanismo de Nigüelas el recuerdo del urbanismo característico musulmán, con sus calles sin salida, la memoria del nombre con que se conoce una calle que pasa por la fachada del alminar, como es la actual calle del Agua, calle por la que tiene su trazado la acequia, que tras dejar el agua en el aljibe de la plaza de la Iglesia, sigue su trayecto y deja también agua en otro aljibe que hay al lado de esta torre, y que el Apeo del que estamos estudiando, nos informa de que allí estaba la iglesia vieja o sea la mezquita en tiempos de los musulmanes, y que con seguridad donde hoy está la iglesia nueva hubiera una Rābita con un gran macaber.

Muy cerca del núcleo urbano en una elevación conocida como Cerro Alto situado por encima de Acequias existen vestigios arqueológicos de un asentamiento musulmán, donde abunda la cerámica de tiempo de los moriscos, hay bastantes tejas, lo que demuestra que fue un lugar con viviendas. También existen estructuras de muros emergentes que pudieran ser restos de posibles paredes de un antiguo recinto defensivo. El lugar es inmejorable para la observación estratégica y control y organización del territorio.

Se tienen algunas noticias de este asentamiento por Luís Mármol Carvajal “para que se emboscase a las espaldas, y trecientos con el Macox, que fuese encubiertamente a ponerse junto al Camino de Acequia, donde dicen Calat el Haxar, que quiere decir atalaya de las piedras"

Nigüelas, como casi todos los pueblos del Valle, es rica en estructuras de molinos, pero es quizás una de la que más destaca, sobre todo por la calidad y antigüedad del molino de las Laserillas.

Por un camino que nos lleva desde Nigüelas a Dúrcal, conocido como la ruta de los molinos, y uno de los más antiguos del lugar ya que se cita en los textos más antiguos, encontramos el molino de Lorenzo, de los llamados de cubo, llegándole el agua por encima de la acequia, donde se puede aún apreciar los aliviaderos. Por la derecha de la carretera se ve la tapia por la que discurría el canal del agua que abastecía otro de estos molinos, conocido como molino Alto. Este molino era de los denominados de rampa y en la actualidad está convertido en vivienda particular. Para terminar y si seguimos la calle en dirección a la Plaza de la Iglesia, unos metros antes de llegar, a la izquierda nos encontramos el mejor conservado y más antiguo, puesto en valor como museo etnológico y la joya de los molinos de Nigüelas, es la almazara de las Laserillas.

Esta almazara ha estado funcionando desde el s. XV hasta la segunda década del XX, años en los que la energía eléctrica supuso la construcción de una fábrica más moderna. Su conservación se debe a la voluntad de su última propietaria Doña María Zayas Osorio Calvache. Se restauró en el año 1.991 por iniciativa del Ayuntamiento, tras donarla la fundación Zayas, y desde entonces es museo.

Referente a los molinos de aceite, el Apeo y Repartimiento de Suertes de Nigüelas editado por el Ayuntamiento en el año 2000-13 se transcribe literalmente: "Ay en el dicha lugar dos molinos de aseyte que hieran de moriscos dentro del pueblo, el uno de ellos está bueno y con todos los aderezos tienenlo los vecinos arrendado por doce mil y quinientos m(ara) v (edi)s cada alzo..." La hipótesis es que la almazara en uso en esta época es la de "las Laserillas" por su situación en el casco urbano y discurrir la acequia principal de riego paralela a sus muros. Es un molino de la época nazarí, y una de las pocas almazaras de su época que se conservan en Andalucía.

En 1501 Nigüelas fue adscrito, como anejo, a la parroquia de El Padul. Posteriormente, en Nigüelas, con pila bautismal desde antes de 1587, se constituyó un curato, y a su iglesia quedó adscrito uno de los tres beneficios instituidos en la parroquia matriz. La edificación pertenece al grupo de iglesias que se levantó en el Valle de Lecrín en los años 1550-60, poco antes de la rebelión de los moriscos, con unas mayores proporciones y elementos de cantería que las precedentes, al igual que la otros lugares como la de Melegís, Pinos del Valle, Padul, Saleres, etc. Destaca en ella su robusta torre, las armaduras y el retablo de mediados del s. XVIII que acoge algunas buenas esculturas como el San Juan Evangelista, quizás de Martín de Aranda y el San Juan Bautista de José de Risueño.

El cuerpo de la Iglesia se empezó a construir hacia los años 1557-1563, fueron sus maestros el albañil Jerónimo García albañil, Martín Moreno carpintero y Pedro de Solorzano, cantero que hizo las portadas, esquinas y gradas. Las tejas vidriadas, aliceres y olambres se compraron a María de Robles en 1562, por lo que entonces ya estaría terminándose. Gabriel Gonzón en 1568 hizo, los antepechos y balaustres de la baranda del altar mayor y los atriles, todo ello de labor de herraje. Los moriscos la quemaron apenas terminada, con un daño estimado en la elevada suma de 7.000 ducados, rehaciéndose su armadura entre 1580 y 1582 por Juan López de Paniagua. En años posteriores, como se observa por su estilo, se reharía la torre, el coro y otras obras de carácter menor. Es de planta rectangular con una nave y Capilla Mayor separada con un arco triunfal de medio punto. Se cubre la nave con armadura de limas mohamares a los pies y par y nudillo en la cabecera, decorado el almizate, con estrellas y aspas en los cabos, y en el centro de lazo de ocho con una piña de mocárabes hoy perdida. Faldas sencillas y seis tirantes dobles con canes de acanto. La armadura de la Capilla Mayor es ochavada, apeinazada, el almizate con piña de mocárabes sin dorar y las pechinas planas de lazo.

La torre está situada en el lateral izquierdo de la cabecera, es de ancha complexión, separada en pisos por molduras y el cuerpo de campanas con estructura sencilla de dobles vanos. En la cornisa se lee la fecha de 1769 en que debió repararse o rehacerse dicho cuerpo. Coro a los pies de madera, del s. XVIII. Portadas a los pies y en el lateral derecho con simple recuadro en piedra y arco de medio punto, son iguales a las que por los mismos años se hacen en Saleres y Pinos del Valle. Los muros son de ladrillo y mampostería con sillarejo en las esquinas


Plano de Nigüelas del Marqués de la Ensenada. 1750