Paseando por los Castillos del Valle de Lecrín


Texto sacado de la obra de José María S. Osuna "Paseando por los castillos de Granada"

Dúrcal

Cuando le pregunté a un pastor que me salió al paso en donde se hallaba el Castillo de Dúrcal, me indicó un cerro en la lejanía que me era imposible reconocer. En estos casos lo mejor es poner en marcha el automóvil y seguir avanzando, poco a poco irás reconociendo los lares por los que anduvieron siglos atrás algunos de nuestros antepasados.

Al acercarnos a las ruinas de esta fortaleza, lo primero que se nos representa, y casi nos engaña, son sus formas. En la lejanía apenas se distingue el castillo. Tan sólo se puede apreciar lo que debió ser la torre del homenaje y hoy da la impresión de ser un monolito prehistórico en forma de seta. Aunque al ascender por una empinada ladera y llegar a la base de la fortificación. todo cambia.

Su emplazamiento se halla sito en una loma sobre el río Dúrcal y su estructura debió tener una gran potestad sobre el paisaje. Actualmente la fortaleza, desgraciadamente, está en un estado de conservación deplorable. Quedando solamente algunos restos de la edificación reconocibles, pudiéndose distinguir el aljibe y la torre anteriormente mencionada, que ha debido ser apuntalada en su base para evitar su desmoronamiento.

El aljibe está levantado sobre formas abovedadas, teniendo una planta rectangular de altura considerable. Los materiales que hubieron de utilizarse para la obra fueron de mampostería en el suelo que se recubriría de estuco, que es una mezcla de cal y polvo de mármol. En la parte superior del aljibe se observa que fue rematado sobre lascas de piedra.

Ya en el exterior podemos imaginar, siempre imaginar, lo que debió ser el patio de armas y en la actualidad es una parata perfectamente cultivada de almendros. Sobre ella, se distinguen los muros que ya no pueden mantener el equilibrio y apenas levantan medio metro del suelo. Al analizarlos apreciaremos que fueron hechos con piedra, arena, cal y barro, lo que se llama mampostería.

El castillo de Dúrcal pertenece al período almohade y nazarí, aunque el tipo de cerámica es más propia del ultimo. Su utilización podemos adjuntarla al sistema defensivo que poseía el Valle de Lecrín. Un lugar estratégico de paso que conducta hacia la Costa y que dominaba las poblaciones de Restábal y Los Guájares. Áreas granadinas muy desconocidas y que encierran una riqueza arquitectónica de gran trascendencia dentro de la historia del que fuera Reino de Granada.


Lanjarón

Al llegar al pueblo se puede apreciar en la lejanía, perdido entre barrancos y en la confluencia del río Lanjarón, el castillo árabe. No es mucho lo que se conoce de esta sencilla fortaleza y de su enclave. pero es fácil poder imaginar que bajo sus cimientos se encierra una abundante relación de hazabas ocurridas durante la ocupación de las diversas culturas: romana, fenicia, griega, etc.

El castillo árabe de Lanjarón fue edificado durante los primeros años en que reinó en Granada la dinastía de los AIhamares, allá por el año de 1231. El primero de estos reyes fue el conocido Mahamate Abuzaid Ibni Alhamar. Tanto él como su descendientes construyeron numerosas fortalezas y castillos por todo el reino granadino. Entre los que se cuenta el de Lanjarón, los de Vélez Benaudalla. Mondújar y Salobreña. La fortaleza de Lanjarón no fue nunca residencia real, pero si ocupó un destacado lugar en el entorno bélico. Así lo confirman las diferentes citas históricas recogidas en las crónicas de la villa, en las que es fácil poder reseñar las hostilidades llevadas a cabo entre castellanos y musulmanes durante algo más de medio siglo.

Durante la primavera de 1490. fue este alcázar conquistado por los cristianos al mando del rey Católico. aunque ésta no sería la única vez en que Fernando tomaría la plaza, pues en el año de 1500 volvería a estar presente de nuevo en la toma del castillo tras una sublevación de los moriscos. La causa fue la de una protesta religiosa por parte de los musulmanes bautizados que seguían pretendiendo mantener sus creencias religiosas en la fe a Mahoma

¿Quién hubiera dicho al monarca cristiano en aquella ocasión que setenta y nueve años más tarde su biznieto. Felipe II, tendría que intervenir nuevamente en la zona para sofocar otra rebelión? En esta circunstancia el rey delegó a mitad de la sublevación en su hermano Juan de Austria, que en escaso tiempo puso fin a la insolencia con resultado favorable.

En la actualidad la fortaleza de Lanjarón se halla muy, deteriorada, tan sólo es la evocación de un pasado remoto que nos sirve para reflexionar sobre la grandeza de una zona. Sus espesos muros derruidos nos muestran restos de grandes salones y alojamientos, divididos en tres secciones: la primera está enclavada en la parte sureste y tuvo que ser la mayor; la segunda, la mejor conservada, estuvo dedicada a la práctica de condenas y de castigos lo que explica su condición subterránea con pasadizos que llevan al exterior, en la actualidad se encuentra enterrada por escombros; la tercera se halla en la parte norte, lugar en donde estuvieron emplazadas las principales garitas, de las cuales hoy día se conservan dos y una inclusive con su techo. En esta sección se ubicaba la torre albarrana, desde donde es fácil poder apreciar, mirando al sur, el patio general con su camino de ronda.

Observando detenidamente los vestigios de la fortaleza podremos evidenciar la eficacia del castillo con su barbacana, palenque, foso, puerta principal. Un detalle singular. digno de mención. nos ofrece la puerta principal al mostrarnos las estrías verticales por las que se deslizaban las partes laterales de la poterna, que cerrarían herméticamente el acceso al castillo.


Lojuela

En la parte más elevada de una ladera escabrosa y cortada se encuentra majestuoso y solitario el castillo de La Lojuela. Recuerdo que lo vi por vez primera un atardecer brumoso y apagado. Allí, en la soledad del monte, en el silencio del paraje, se elevaban tristemente sus torres y murallas, Era algo insólito, como sacado de una novela de misterio.

Esta fortaleza se ubica en las proximidades del pueblo de Murchas, justamente en el margen izquierdo del río Dúrcal. Su entorno y el paisaje que lo rodea es de formas caprichosas tanto en la vegetación como en el territorio, pudiéndose hallar en un radio de pocos kilómetros, desde verde naranjales y limoneros, hasta desabridas y secas plantaciones de almendros. Este espacio rico y pobre indistintamente es así mismo yacimiento prehistórico y romano, como lo atestiguan los diversos descubrimientos de cerámica encontrados. El castillo actualmente está configurado en dos soportes bien definidos, un torreón situado sobre una peligrosa ladera, y que estaría habitado por la guarnición allí destinada, desde el que se puede contemplar un hermoso paisaje del Valle de Lecrín, y una muralla construida con materiales terrosos y fragmentos de cerámica romana. Este murallón es de un color rojizo en su revestimiento y de una apariencia suave al conjunto. El motivo de esta fisonomía diferente al resto de las fortificaciones del entorno tiene su explicación, la fortaleza de la Lojuela es una construcción de la primera época islámica en el territorio, concretamente de la época emiral. Las jurisdicciones entonces estaban mucho más organizadas que en la posteridad y las alquerías que circundaban las inmediaciones apostaban muy seriamente para el mantenimiento de las ciudadelas.

El interior del recinto es también singular, apreciándose restos de muros que debieron pertenecer a las habitaciones de probables viviendas, motivo que indujo a los proyectistas a escalonar el lugar. Otra singularidad en La Lojuela es su disposición hidráulica. careciendo de aljibe o pozos para el abastecimiento del rico elemento de los inquilinos. Sus moradores deberían arrimar el agua desde fuentes y riachuelos cercanos a la fortaleza, proporcionándose el placer de beber un agua más fresca que la conservada en aljibe. Hecho éste que demuestra la falta de pensamiento cara a un posible asedio por parte de un enemigo probable. Y es que aún faltaban algunos siglos para que la historia de esta civilización comenzase a decaer en el Reino de Granada.


Mondújar

Para acceder a esta fortaleza deberemos equiparnos de un calzado medianamente de montaña, pues al contrario de la gran mayoría hasta ahora descritas que tienen un acceso cómodo, ésta en concreto se halla en la cima de un cerro a novecientos metros de altura y a cuyos pies se puede observar el pueblo de Mondújar. Es desde esta población de donde deberemos partir en nuestro caminar, y atravesaremos bellísimas paratas de naranjos y limoneros, al par de acequias de aguas suaves y silenciosas. No habrá en momento alguno senda que nos encamine a la cima, aunque hallaremos a nuestro paso un sin número de veredas, más propias de ganado que de humanos.

Personalmente elegí una que circundaba un pequeño barranco, y entre matorrales de tomillo y romero fui ascendiendo suavemente hasta alcanzar las ruinas de la fortaleza. Una cruz de hierro corona la cima descomponiendo el esplendor del salvaje entorno. Es el instante de detenerse. observar y estudiar el contorno. Contemplaremos las ruinas de las murallas, en algunas zonas terriblemente deterioradas, y sobre todo descubriremos en la lejanía los pueblos dominados por la fortaleza el Padul y Nigüelas.

La planta del castillo se estructuró de un modo desordenado y caprichoso, si nos fijarnos veremos que conforma la figura de un polígono irregular. El motivo no fue por extravagancia o por razones tácticas. sino que se hubo que aceptar la sinuosidad del terreno. Para adentradlos a la fortaleza hay que penetrar a través de una mediana abertura existente en uno de sus muros que contempla Sierra Nevada.

Este castillo de Mondújar posee un aljibe de gran capacidad y si exploramos a través de sus escondrijos veremos que su planta es de forma rectangular y posiblemente estuvo enlucida de color rojo. El aljibe se comunica con el interior de la fortaleza por medio de un arco de medio punto y por una rampa que tendría por finalidad encauzar las aguas de lluvia.

Esta obra realizada en mampostería en casi toda su estructura data posiblemente de finales del sido XIV y posee todos los elementos propios de la época nazarí. Es muy fácil comprobarlo si nos alejamos unos metros y tenemos la quietud de reparar en sus detalles, antes de retornar al sendero que nos condujo desde las inmediaciones de Mondújar.

Ahora, al alejarnos podremos percibir mucho mejor los aromas del monte, que con anterioridad nos fue imposible sentir debido al esfuerzo tísico y a la presencia cercana y soñadora del Castillo. Nos retiramos del entorno tal y como vinimos. experimentando el silencio, roto de vez en cuando por ráfagas de viento suave y cálido y el piar de algunos zorzales que vemos revolotear entre los arbustos más próximos.


Restábal

Nunca había viajado al pueblo de Restábal. es más, desconocía su ubicación hasta que comencé a investigar sobre su castillo. Recuerdo que fue un domingo de enero el día en que decidí visitarle. El frío de aquella mañana era muy intenso en Granada capital, tanto que los cristales de mi automóvil se empañaron rápidamente en cuanto subí. Además, una niebla espesa cercaba las inmediaciones de la vega, dando al entorno un contraste grisáceo y tristón. Circulé varios kilómetros por la carretera con la esperanza de que al llegar a la altura de Padul el tiempo abriera. Y efectivamente así fue.

Cuando llegué al Valle de Lecrín parecía que por arte de magia había cambiado de zona o de estación. La carreterita por la que ahora circulaba mi todo terreno era estrecha y bellísima, toda ella rodeada de naranjos y limoneros que daban al entorno una imagen delicada y única en estas proximidades. El pueblo de Restábal se hallaba en la parte mis baja del recorrido. Es un pueblo muy pequeño, con seguridad desconocido para una gran mayoría de granadinos. El castillo se halla a cierta distancia de la población y para acceder a sus ruinas se deberá ascender a través del barrio del Calvario. Ya en la parte más elevada del pueblo hay que saber situarse y observar para dar con él.

Una vez visualizado, descenderemos nuevamente, ahora por una pista forestal que nos conducirá hasta la cabecera del Barranco del Arenal. El camino es sinuoso y complicado pero con paciencia y un buen vehículo llegaremos hasta la base de la fortaleza.

Este castillo es de características similares a los cercanos de Lanjarón y Mondújar y su construcción respondía a un proyecto común llevado a cabo por los nazaríes en tiempos de Muhamrnad V. Por su emplazamiento es fácil poder adivinar el cometido que debió desempeñar, punto de control de paso para todos aquellos que desearan viajar entre el Valle de Lecrín y la Costa granadina.

En la actualidad es muy difícil imaginar la fortaleza, toda ella so encuentra derruida y abandonada al amparo de Sierra Nevada, que se aprecia espléndida en la lejanía. Tan sólo quedan fragmentos de lo que debió ser una muralla, costando trabajo distinguirlos por formar ya parte del propio terreno. Es el aljibe el único espacio bien conservado. Su planta es de dimensiones rectangulares configurada por cuatro naves, cubiertas todas ellas por bóvedas de medio cañón y divididas y a su vez sostenidas por arcos de herradura.

Es un placer bajar a este aljibe y observar el mundo exterior por sus hendiduras, un silencio abrumador nos envolverá y sentiremos el latir de nuestro corazón que parecerá indicarnos con su celeridad que el tiempo a vuelto hacia atrás y que al emerger del recóndito lugar no hallaremos nada conocido.