LA CARA NORTE

La fila de casas que bordeaban la plaza por su cara norte correspondía a las viviendas de la familia de "los Tizones", todos ellos comerciantes.

Destacaban dos almacenes de comestibles, el de Antonio y Conchita y un café bar (metamorfosis que experimentaba la taberna del barrio en este medio más urbano) regentado por Ángel, un hombre entrañable y dicharachero que lo mismo te contaba un chiste que te cantaba una fresca y que fue el segundo negocio en instalar un televisor para atracción de la clientela. Realmente nunca lo necesitó pues era proverbial su fama de buen hacedor de café.

En la misma entrada estuvo la primera gasolinera, de Paco Molina, y que extraía el combustible de unos pesados bidones de chapa succionando con una goma, al modo de los vinateros, o inyectando en el orificio de la base una bomba de extracción que él funcionaba accionando el brazo.

Había entre estos comercios un cuarto pequeño ocupado por el tío "Cástaras" dedicado a golosinas, cuyas especialidades mayores eran las tiras de extracto de regaliz, las bolicas de anís granizadas con un garbanzo tostado en su interior, la algarroba molida...

Terminaba la fila de viviendas con los carteles del cine colgados sobre la última y bajo los cuales, todos los atardeceres, vendió la más popular y querida de las abuelas de Dúrcal: "la Rorra ". En su cesta de mimbre las papicas de la sierra, de sabor olor y color a canela; los gallicos, pimientos y soplaores de caramelo, sostenidos con palillos de dientes y pinchados en una patata... ¡Nuestra Rorra! a la que nadie recordaba ni joven ni inactiva.