Evolución morfológica cuaternaria

La reconstrucción de los acontecimientos paleogeomorfológicos cuaternarios de las cumbres de Sierra Nevada aún está por hacer pues se desconoce, con el detalle que ello requiere, la evolución de los procesos desencadenantes, íntimamente asociados a los paleoclimas que debieron sucederse a lo largo del Pleistoceno y Holoceno. Las grandes formas del relieve debieron sucederse en los últimos 8 millones de años, con importantes movimientos de surrección del macizo a lo largo del Pliocuaternario (SANZ DE GALDEANO, 1998), aunque el modelado resultante, las formas de detalle, se construyeron durante el Pleistoceno, muy subordinado, esto último, a los diferentes sistemas morfoclimáticos imperantes.

Sobre la sucesión de climas fríos y cálidos que han debido afectar a Sierra Nevada la información que se tiene es escasa y siempre derivada a partir de los resultados que han proporcionado las diferentes secuencias polínicas de la turbera de Padul (785 m), principalmente (FLÓRSTCHÜTZ et al. 1971; PONS & REILLE, 1988). En su conjunto, las columnas bioestratigráficas estudiadas, apoyadas en un buen número de dataciones de C14, muestran la existencia de taxones propios de:

bulletperíodos fríos (vegetación esteparia de Artemisia y Chenopodiaceaea-Amaranthaceaea)
bullety cálido-húmedos (bosques de Fagus, Juglans, Quercus, etc.)
bulletalternantes, asimilables, en altura, a periodos glaciares e interglaciares.

En cuanto a dataciones absolutas de los diferentes acontecimientos, éstas abarcan, de forma no continuada, el tramo de los 46440 BP y los 4500 BP.

Teniendo en consideración estos hechos y a la vista de los registros glaciares detectados en cabeceras de barrancos y fondos de valle, Sierra Nevada ha debido estar afectada por más de un periodo glaciar a lo largo del Pleistoceno, aunque sus restos más evidentes y desarrollados (formas erosivas y deposicionales) parecen coincidir con el wúrmiense alpino. La dificultad que entraña encontrar testigos anteriores, sobre todo sedimentos, radica en la propia morfología de la Sierra, particularmente en la acusada pendiente de sus laderas y en el encajamiento de sus barrancos que en absoluto facilitan el mantenimiento de depósitos glaciares antiguos.

Los autores que con anterioridad se han ocupado de este mismo tema también apoyan la existencia de más de una glaciación, un último periodo frío reciente y, algunos, además, la denominada Pequeña Edad del Hielo.

En tal sentido,

bulletHEMPEL (1960) distingue dos glaciaciones y el Tardiglaciar y para ello se basa en las alturas de los circos y en sus definiciones morfológicas.
bulletMESSERU (1965), igualmente admite dos glaciaciones (Riss y Würm) y el Tardiglaciar.
bulletPor su parte LHENAFF (1977), contempla la posibilidad del Riss y apoya sin reservas la existencia del Würm y Tardiglaciar.
bulletMás recientemente y por lo que se refiere al valle de Lanjarón, SÁNCHEZ GÓMEZ (1990a), señala que este enclave debió estar afectado por cuatro períodos fríos o impulsos glaciares, seguidos de fases edafogénicas.

La cuestión, como indicábamos, no está zanjada, aunque sí parece existir una coincidencia de criterios en admitir glaciaciones antiguas y otra más reciente, independientemente del número de episodios o fases que ellas pudieran incluir. Tal como en apartados anteriores ya señalamos y ante la falta de registros datados que nos permitan situar en el tiempo los acontecimientos glaciares interglaciares, nosotros abogamos por distinguir en la Sierra diferentes fases morfoclimáticas que, instaladas a lo largo del Pleistoceno reciente, han dado lugar a morfologías significativas. Lo más relevante de ellas son las diferentes generaciones de morrenas que se distribuyen a distintas cotas del espacio glaciado (externas, intermedias e internas) y también determinados entalles erosivos a distintas alturas dentro de un mismo valle también glaciado.

Los sistemas glaciares de la vertiente sur de la Sierra son los que ofrecen mayores testimonios de este tipo de formas y las causas de que esto sea así se debe a que los surcos de los barrancos, en comparación con los de la vertiente norte, son menos empinados y climáticamente siempre han permanecido en condiciones de mayor sequedad. En cuanto a registros morrénicos el sistema del Poqueira (confluencia del Veleta-Río Seco Mulhacén) es quien muestra los mejores testimonios de morrenas externas, intermedias y de altura o internas

La construcción y ubicación espacial de todas ellas, y por derivación al conjunto de edificios morrénicos de Sierra Nevada, responde a fases o episodios glaciares concretos, muy de acuerdo con la potencia y extensión que presentarían las masas heladas. Los análisis morfológicos y sedimentológicos llevados a cabo en las diferentes generaciones de morrenas muestran diferencias sensibles de acuerdo con el lugar que ocupan dentro del valle glaciado (altura sobre el talweg y distancia a cabecera), lo que permite afirmar una construcción escalonada en el tiempo. Al margen de la existencia de glaciaciones antiguas y en un intento de correlacionar cronológicamente los datos de Padul con los acontecimientos morfológicos en las cumbres de la Sierra, y siempre desde planteamientos hipotéticos, las calificadas como morrenas externas podrían haberse elaborado durante el Pleniglaciar (posterior a los 46440 BP -PONS & REILLE, 1988-) y las intermedias y las internas a lo largo de la deglaciación.

bulletDurante la formación de las morrenas externas el glaciarismo en Sierra Nevada coincidiría con su máxima extensión, lográndose la confluencia de algunas lenguas (sistemas del Poqueira, Trevélez, cabecera del Genil, etc.) y la construcción de focos glacionivales con formación de arcos al este del cerro de Trevélez, en dirección hacia el puerto de la Ragua, e incluso en macizos cercanos de menor altura (Sierra de Gádor). Fuera del ámbito glaciado la morfogénesis periglacial tapizaría las vertientes con mantos de clastos tipo groize, preferentemente, hasta cotas relativamente bajas (1100 m. en las inmediaciones de Laroles). Incluso las condiciones periglaciares dejarían huellas morfológicas en montañas cercanas a la costa (Cerrón de Murtas, Sierra de la Contraviesa; SCHULTE et al., 1999).
bulletLa deglaciación a partir del Pleniglaciar (würmiense) debió caracterizarse por la secuencia de episodios de avance, retroceso, estabilización, lo que supondría para las masas heladas abandonar carga en los tramos medios de los valles y en aquellos sistemas de lenguas confluentes -como el del Poqueira- la individualización y reclusión de éstas a los respectivos surcos de sus barrancos.
bulletEn cuanto a las morrenas internas, fijadas ahora en los márgenes o seno de los circos (La Caldera, Hoya del Mulhacén, Corral del Veleta, Dílar, etc.) hay que relacionarlas con la extensión mínima de los hielos, arrinconados, ahora, a sus cuencas de alimentación. Estos registros morrénicos corresponden, muy probablemente, a las fluctuaciones climáticas tardiglaciares que se manifiestan en la secuencia polínica de Padul, datándose entre 15000 y 10000 BP (PONS & REILLE, 1988).

En líneas generales la reconstrucción de los acontecimientos glaciares en Sierra Nevada parece estar definida, al menos en el ámbito de los valles. Sin embargo, parece oportuno, de nuevo, tratar el tema de las planicies que coronan sus cumbres, antiguos retazos de superficies erosivas de edad preglaciar. No parece probable que las masas heladas generaran en ellas casquetes tipo fjeld pues las condiciones climáticas no permitirían el establecimiento prolongado de nieves en tales planicies culminantes. A lo sumo y en el mejor de los casos, siempre que la orientación y la topografía local lo permitieran, se desarrollarían capas de hielo dotadas de fuerza erosiva muy limitada incapaz de excavar en profundidad, tal como se evidencia a partir de los análisis edafológicos de la cabecera del valle de Lanjarón, donde los suelos ofrecen mayor grado de evolución que aquellos otros instalados sobre las morrenas del referido valle (SÁNCHEZ GÓMEZ, 1990a) (tabla 8). A partir de este hecho, que también se confirma en otros enclaves de la Sierra (SIMÓN TORRES et al. 1998), puede afirmarse que la morfodinámlca sobre las planicies cimeras referidas sería más periglaciar que glaciar.

bulletRespecto al período Tardiglaciar-Pequeña Edad del Hielo los acontecimientos geomorfológicos acaecidos en las altas cumbres se desconocen o difícilmente pueden reconstruirse por ahora, pues la información que podría ofrecernos la secuencia de Padul finaliza en 4500 BP, lo que supone no poder rehacer los procesos que debieron sucederse.

Sí hay información a partir de 1700-1500 BP, que es cuando empiezan a formarse los borreguiles altimontanos de Sierra Nevada (ESTEBAN AMAT 1995). Las análisis polínicos llevados a cabo a partir de las columnas bioestratigráficas obtenidas señalan cambios temporales en los grupos de taxones herbáceos y arbóreos, asimilables a pequeñas pulsaciones climáticas- De entre ellas destaca la pulsación instalada entre 350 BP y 130 BP (subzona RIOCb), centrada de lleno en la denominada Pequeña Edad del Hielo -siglos XV-XIX- (ESTEBAN AMAT 1995).

El Corral del Veleta

El último vestigio glaciar en Sierra Nevada quedó arrinconado en el valle del Guarnón, en su cuenca de alimentación que coincide con el llamado Corral del Veleta. Topográficamente se trata de un cuenco de configuración elipsoide abierto al noreste e instalado por debajo del picacho del Veleta, entre el collado del Cerro de los Machos y los Lastrones. El hielo glaciar en este reducto ha perdurado hasta épocas históricas habiendo llegado a conformar durante la Pequeña Edad del Hielo (PEH) un verciacaro glaciar, aunque de dimensiones modestas.

Acerca de la existencia de tales hielos existen documentos escritos que lo atestiguan, particularmente de viajeros y científicos que, a partir de mediados del siglo XVIII, acceden a las cumbres de la Sierra y dan testimonio de sus observaciones y descubrimientos (GARCIA NAVARRO, 1996). En tal sentido, los escritos de PONZ, 1797; BOISSIER, 1839; HELLMANN, 1881; REIN, 1899; RUTE, 1889; etc. resultan de un gran interés para la reconstrucción del diminuto glaciar, pues describen con cierta precisión el estado en que lo encuentran indicando de él, además, determinadas características físicas.

En la actualidad, el Corral del Veleta es uno de los enclaves de mayor interés para el estudio de los procesos fríos en alta montaña mediterránea y de la reconstrucción paleoambiental reciente, pues su particular localización y morfotopografía han propiciado que continúen evolucionando determinadas formas periglaciares y que en profundidad, en su sector más oriental, aún perdure permafrost relicto (GOMEZ ORTIZ et al. 1996 y 1999).

bulletHielo fósil en el Corral del Veleta