TOMAS LÓPEZ y SU OBRA

La curiosidad y la preocupación de los hombres de la Ilustración fue un impulso decisivo para el desarrollo de las ciencias. El hombre de la época se preocupa por alcanzar todos los saberes. Ningún conocimiento quedaba al margen de los Ilustrados; no obstante, algunos avances científicos pasaron desapercibidos y los hombres que los realizaron despertaron menos interés. Esta consideración inicial pretende justificar el olvido de Tomás López y de su obra. La importancia de ambos fuera de los especialistas en geografía es muy raramente reconocida y, sin duda, son modelos de aquel movimiento intelectual.

Tomás López y Vargas Machuca nació en Madrid en 1731 dentro de una familia acomodada lo que le permitió estudiar. Mostró desde muy joven gran afición por los temas geográficos y, sobre todo, cartográficos. En ambos aspectos no había un gran desarrollo en España y se vivía un cierto colonialismo por parte de los geógrafos franceses. Estos,. desde el siglo anterior, estaban llevando a cabo una necesaria revisión de su cartografía, elaborando nuevos mapas y publicando diccionarios geográfico-históricos. Dichas obras estaban alcanzando muy buena acogida en los medios culturales.

Durante la niñez de Tomás López se había llevado a cabo la fecunda colaboración de los marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa, hombres preocupados por las ciencias, con los académicos franceses La Condamine, Bourguer y Godin. Todos ellos habían participado en una expedición a Perú (1735- 1744) para llevar a cabo la medición del meridiano terrestre. Tomás López no tendría conocimiento de esto hasta algunos años después de su realización pero, sin duda, su obra sigue el camino iniciado con esta expedición que marcaba el comienzo de la preocupación por la geografía en la España de la Ilustración. Uno de quienes más hondamente sentían esta preocupación era el marqués de la Ensenada que veía la necesidad de formar geógrafos que unieran, a sus conocimientos científicos, las técnicas precisas para la estampación de mapas.

Tomás López se benefició de esto y gozó de la protección del ministro de Fernando VI que le envió becado a París para que completara su formación junto al geógrafo D' Anville y al matemático La Caille y, además, estudiar grabado de mapas. Los nueve años que pasó en Francia fueron muy productivos para López que, además, siguió gozando de la protección de los poderosos cuando regresó a Madrid en 1760. En este caso fue el Príncipe de Esquilache, ministro de Carlos III, el cual le prestó su apoyo para que pudiera dedicarse enteramente a la cartografía. Más tarde, otros ministros de este monarca y Manuel Godoy en la época de Carlos IV le darían todo tipo de facilidades hasta su muerte en 1802.

Una de las grandes preocupaciones de López era desterrar los errores que había en los mapas antiguos tanto de España como de Hispanoamérica. Para ello, comenzó a elaborar nuevos mapas llegando a realizar hasta 213, de los cuales 132 eran de España o de algunas regiones españolas, 42 de Hispanoamérica y los restantes de las otras partes del mundo. Los primeros mapas de la época parisina los realizó en colaboración con Juan de la Cruz Cano que también estaba becado por la Corona para ampliar estudios. El primero de los mapas se remonta a 1755.

A su regreso a Madrid acompañado de la fama comenzó a recibir reconocimientos a su obra. Pronto fue hecho académico de la Historia. Este organismo estaba iniciando la elaboración de un diccionario histórico-geográfico. Tomás López tuvo una gran participación en este trabajo y adquirió una gran experiencia. Consiguió también la creación de un gabinete geográfico por parte de la Corona, dependiente de la Secretaría de Estado, en tiempos de Manuel Godoy a cuyo frente estuvo. También recibió el nombramiento de geógrafo de los dominios de Su Majestad.

Todo ello le sirvió para iniciar en 1776 su gran obra. Un diccionario geográfico-histórico. Los antecedentes del mismo son muy fáciles de establecer, y serían los numerosos trabajos que se estaban publicando fuera de España desde el siglo XVII y que él conocería en su estancia en París. Por lo que se refiere a antecedentes hispanos hay que señalar, como remoto, las Relaciones de Felipe Il que se llevaron a cabo en el siglo XVI. Como antecedentes inmediatos, en el propio siglo XVIII, están las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada y el Diccionario de la Academia de la Historia en cuya elaboración participó el propio Tomás López. Su obra no es, por tanto, original sino que se incorpora a una importante corriente. Esto no es un desmérito para López que ha recibido grandes alabanzas, aunque también algunas críticas. Estas críticas se basan en la técnica de trabajo empleada.

Tomás López no es un geógrafo de campo sino de gabinete; se limita a elaborar la información recibida sin someterla a crítica o comprobar su veracidad, lo cual puede llevarle a error en el caso de que le enviaran información equivocada. No obstante, esta crítica no puede empañar la gran obra de este hombre. Cuando murió en 1802 sus hijos, que también seguían su dedicación a la geografía, fueron incapaces de culminar la obra iniciada por su padre como luego veremos. No obstante, la riqueza e importancia de lo realizado hace que Tomás López sea una de las grandes personalidades de la geografía hispana. Sus mapas son piezas cotizadísimas y el trabajo realizado para su diccionario tiene un valor que los lectores podrán comprobar con la lectura de esta pequeña parte del mismo.

Tomás López realizó unos cuestionarios que enviaba a lo párrocos, que en algunos lugares eran los únicos que sabían leer y escribir, pidiéndole que los contestasen y los acompañasen de un mapa