Sacado de el libro "Hernán Pérez del Pulgar y las guerras de Granada"


de Francisco Villa-Real Valdivia, Algunas de sus obras

Capítulo XIII

HAZAÑA DE PULGAR EN MONDÚJAR. - SUS PRUEBAS. - MERCED DE LOS MOLINOS DE TREMECÉN. - POR QUÉ LE FUÉ CONCEDIDA

Habiéndose conquistado á Granada y dado la custodia de ella á los guerreros del ejército de los Reyes Católicos, quedaron los moros sujetados aparentemente, viviendo tal y como determinaban las capitulaciones firmadas para la entrega de la ciudad, y las disposiciones que en su aclaración dictaron las primeras autoridades de la misma.

Entre tanto, vivía Boabdil con su familia en la Alpujarra, ya cercana á Almería, ocupado en ejercicios campestres, y vigilado continuamente por la hábil política de los monarcas Católicos que, con el wissir Aben-Comixa, tenían cerca del desventurado monarca granadino un hábil espía que diariamente les enterase de los proyectos y aspiraciones del hijo de Muley-Hacem.

Ya á fines del 1492 y principios del 93 habían pretendido de Boabdil que celebrase nuevas capitulaciones y cediese el pequeño estado en que vivía, trasladándose al África y quitando toda sombra de esperanza á los moros convertidos en Granada.

Negóse Boabdil á tales tratos, y entonces el traidor Aben- Comixa, arrogándose facultades de que carecía, vendió á los Reyes Católicos, en nombre de su monarca, sus estados del Alpujarra, y en tan duro trance, Boabdil, víctima de la traición, pero sin fuerza para destruirla, no tuvo otro remedio que dirigirse á Fez, donde, en precioso palacio, á semejanza, aunque en pequeño, del alcázar de la Alhambra, vivió al parecer tranquilo y satisfecho, por algún tiempo, hasta que pasados más de treinta años encontró su muerte; pero muerte gloriosa, en una cruel batalla, junto á un río, no logrando siquiera sepultura lejos del hermoso cielo de la patria.

Entre tanto, los moros de Granada se hallaban minados por los elementos de la discordia, y excitados más de una vez á la rebelión en contra de las autoridades cristianas, que no siempre ni todas ellas procedieron para con los moros como debían, excepción honrosísima del Arzobispo Talavera, que fué cual ninguno el más fiel cumplidor de los piadosos consejos de la Reina Isabel, encargando que se tratase á los conquistados con el mayor amor y benevolencia posible.

Pero no siguiendo esta hermosa conducta las demás autoridades de Granada, y queriéndose por espíritu de violenta intolerancia que los moros de un golpe se sometieran, haciéndoles olvidar sus costumbres, sus usos y la práctica de sus leyes, el fuego de la insurrección cundió bien pronto entre los mudéjares, y el Albaicín y la Alpujarra comenzaron á ser teatro de revueltas y asonadas, que desde la toma de Granada hasta 1499 ensangrentaron más de una vez las calles de la ciudad y ocuparon en distintas ocasiones á los guerreros cristianos, persiguiendo á los revoltosos, que para lograr sus fines se escudaban en las escabrosidades de la montaña.

Era el pretexto que tomaban los que dirigían unas y otras sediciones el hallarse oprimidos dura y ásperamente por los conquistadores, y que, en vez de tenerlos en blanda servidumbre, eran fuertemente oprimidos, no produciendo su trabajo para satisfacer el necesario sustento y para pagar los impuestos crecidísimos conque se les agobiaba.

De estas rebeliones continuas nos dan ejemplo el hecho de hacerse fuertes los moros en el Albaicín de Granada, y otros en la villa de Güéjar-Sierra y en el pequeño pueblo de Mondújar, situado en el centro del valle de Lecrín, que servía de escalón para pasar á la Alpujarra (1), que era en las faldas de Sierra Nevada el baluarte inexpugnable á que desde entonces se habían de acoger los moros en defensa de lo que llamaban la violación de su derecho.


(1) Ó sierra de guerreros.

El motín del Albaicín fué la primer centella de aquella tormenta que, á no ser por la enérgica conducta del Conde de Tendilla, gobernador de la ciudad, hubiérase extendido por toda ella, y tal vez hubiera puesto en grave aprieto á las autoridades de Granada y al ejército que la defendía. Mas, sometidos á tiempo los rebeldes, huyeron éstos, especialmente los 40 soldados autores del motín y asesinos del alguacil Barrionuevo, y atravesando las escabrosas sendas que de la ciudad conducen á la sierra, levantaron unos la población de Güéjar, insurreccionaron otros á Lajarón y á todo el Andarax, y otros, por último, amotinaron el pequeño pueblo de Mondújar.

Á socorrer estos lugares, donde estallaba formidable la rebelión, marchó el Conde de Tendilla, acompañado de los apuestos capitanes Gonzalo Fernández de Córdova y Hernán Pérez del Pulgar. Lo primero que hicieron fué sitiar la población de Güéjar, y mientras concluían de vencer á los enemigos, parte por la prudencia y parte también por la fuerza de las armas, dirigiéronse otros al mando del Pulgar con ocho cabállos y doce peones al pueblo de Mondújar, lugar famoso, porque en el penúltimo reinado de los moros granadinos, el rey Muley-Hacem mandó allí edificar un suntuoso castillo, que fué centro de amorosos placeres con su segunda esposa Zoraya, y que más tarde le sirvió de asilo, cuando por las mudanzas de la suerte le volvió la espalda la fortuna (1).

Estos sucesos ocurrían en el año 1499, bajo el pretexto de que á los moros se les mandaba hacerse cristianos, obligándoles en caso contrario á pasar á África, permitiéndoseles vender sus bienes muebles y raíces.


(1) Acerca del pueblo de Mondújar, la construcción de su castillo y el casamiento de Muley-Hacem con la hija del comendador de Martos, Dª Isabel de Solís, que después de abrazar el islamismo recibió el nombre de Zoraya, ó Lucero de la Montaña, véase en nuestro Libro de las Tradiciones de Granada la que lleva por título El Castillo de Mondújar.- (Villa-Real, el Libro de las Tradiciones de Granada, 1888, Granada.)

Los moros de Mondújar, aumentados hasta el número de 4.000 con los que vinieron de Granada, de Güéjar y de otros pueblos comarcanos, una vez levantado el estandarte de la rebelión, trataron de rendir unos á los pocos defensores cristianos que había en el pueblo, y otros en mayor número dirigiéronse á sitiar el famoso castillo árabe que le dominaba desde la sierra, y que creyeron fácil de ganar, toda vez que sabían estaba ausente; su alcaide y guardador Pedro de Zafra, y poseyéndolo, se tenían por seguros y en condiciones de acometer y defenderse de las tropas que pudieran sitiarles.

Pero no contaron con la enérgica resolución de Dª Guiomar de Acuña, esposa del alcaide, que, con valor sin igual y abasteciendo la fortaleza para hacer frente á las contingencias de un duro cerco, se encerró en el castillo con 40 hombres y varias mujeres, decididas á morir con los suyos antes que entregarlo, ya que su marido no podía defenderlo, ausente como se encontraba, al lado de los Monarcas católicos.

Las acometidas á la fortaleza se sucedían con empeño, y los esfuerzos de la heroica dama para defenderla eran iguales, si no mayores, á la energía y fuerza de los sublevados que acometían el castillo.

Por entonces, Hernán Pérez del Pulgar, viniendo de Güéjar y á las altas horas de la noche, pudo llegar con sus doce peones á la puerta del castillo, y aprovechando un momento de confusión ó de descuido en los sitiadores, logró, disfrazando sus intentos, al expresarse en algarabía, hablar con Dª Guiomar y penetrar con los suyos dentro de la fortaleza.

No tardó Pulgar en exponer sus proyectos á aquella señora, haciéndole comprender que si no aceptaba su oportuno socorro estaba perdida, y que poner en manos de los rebeldes aquella fortaleza era tanto como concederles una atalaya ofensivo-defensiva de importancia, en aquel sitio tan estratégico para la rebelión que comenzaba en la Alpujarra.

Con corteses palabras agradeció la valiente hembra castellana tan finos y oportunos ofrecimientos, pero no permitió aceptarlos en manera alguna, porque quería recabar á todo trance para sí y para los suyos la señalada gloria de tan heroica resistencia, añadiendo, además, que la intervención del solo nombre de Pulgar, con la aureola de grandeza guerrera que le acompañaba, bastaría para entibiar y oscurecer la importancia y significación de la hazaña que estaban realizando.

Llegó á tanto la enérgica respuesta de la valiente guardadora del castillo, que solo permitió á Pulgar quedar en una sala de la fortaleza con los suyos, bajo palabra de que no tomaría nunca armas en su socorro.

Entonces Pulgar, incómodo con estos sucesos, contestó á aquella señora que mal de su grado abandonaba el castillo, y volaba en aquel momento á la defensa del pueblo de Mondújar, pues que su ocupación constante era la guerra, y no podía en manera alguna aceptar el ridículo papel de dueña que se le quería asignar en aquella noche memorable.

Salió, en efecto, del castillo, dejando á Dª Guiomar y los suyos que le siguieran defendiendo (1), y él, entre tanto, con sus ocho caballos y doce peones contorneó el pueblo de Mondújar, hallándolo casi desierto al parecer, pues que recelosa toda la gente y temiendo la llegada de Pulgar, de cuya venida tenían noticia, se resguardaron los más esforzados de los rebeldes en la iglesia, que hacía poco se había construido, encerrándose las mujeres, los niños y los ancianos en las casas, y repartiéndose la mayor parte de los revoltosos por los alrededores del pueblo, dispuestos á caer sobre los cristianos á una señal convenirla.


(1) La descripción de la defensa del castillo de Mondújar, á que hace referencia el manuscrito que consultamos, se halla calcada en una información que existe en el archivo de la Alhambra, hecha en 1519 por Francisco Carrillo de Guzmán, pretendiente entonces á la alcaidía del castillo de Mondújar, y cuya información inspiró á D. Manuel Gómez y Moreno su corto artículo con este título, publicado en la revista literaria El Liceo de Granada, en Octubre de 1875

Por punto distinto huían los cristianos de las furias de los infieles, y alentados por Pulgar volvieron hacia el pueblo; engrosando así el número de los acometedores de los moros. Los cristianos creyeron loco y atrevido el intento de Pulgar oponiéndose á tan crecido número de moros, y considerando imposible la realización de aquella empresa. Pero él, cada vez más animado, no dió oídos á las desconfianzas de los suyos, y antes al contrario, teniendo en cuenta la inminencia del peligro y lo difícil de la retirada, ordenó que los caballos y algunos guardias se quedaran en una casa grande que sin gentes había á la entrada del pueblo (1), y con los suyos se situó en la plaza, cerca de la iglesia, donde les arengó excitándolos á todo trance á vencer ó morir, y proyectando después desde allí el ataque de los infieles, decidido como estaba á salvar á aquel pueblo ó perecer en la demanda (2).

Encaminóse después hacia la iglesia; y haciendo los moriscos señales de paz, intentó Hablar con el alguacil que los gobernaba y que hacía veces de alcaide de ellos, y aunque al principio dudaba éste salir del templo, donde se hallaban, logró Pulgar sacarle fuera, aunque de manera algo violenta, y cogiéndole del cuello, y con el puñal al pecho, le incitó para que apaciguara á los suyos, como lo hizo, y escuchase las promesas de paz y las de no violento castigo que les ofrecía.

Pintóle al moro con vivo colorido cuán aislados se encontraban en aquel pueblo, cómo se habían sujetado los de Güéjar y los de la Alpujarra, y cómo los granadinos, terminado el pasajero tumulto del Albaicín, habían vuelto á la calma, al ver que no llegaban los prometidos socorros de África (3).


(1) Sobre las ruinas de aquel edificio, tan notable en la historia del pueblo de Mondújar, se encuentra hoy edificada la Hermosa casa propiedad y habitación del abogado, hijo de aquel pueblo, D. José Collantes y Rodríguez.

(2) Hé aquí las palabras con que Pulgar excitó el ánimo de sus soldados: «Amigos, para los trances peligrosos es el ánimo; mostrérmosle de modo que con él y la disposición suplamos el número, que de esta suerte dejaremos ejemplo á los que nos sucedieren é imitaremos á los que han despreciado la muerte por obrar con virtud y ganar fama.»

(3) Véanse las primeras palabras que dirigió Pulgar á los amotinados:



Castillo de Mondújar

Tal arenga, aun empleando en ella su palabra de que serían perdonados por aquella rebelión, no produjo efecto alguno en aquel moro, que recelaba del capitán cristiano y que, confiado en el excesivo número de los suyos, creía seguro el vencimiento. Entonces Pulgar le excitó nuevamente con la tranquila calma que revelaba en todos los actos de su vida, haciéndoles comprender que nunca los cristianos hubieran violado la paz establecida, y que ellos y sólo ellos eran los responsables de la conquista de aquellos reinos (1).

Tampoco Hizo efecto alguno esta segunda alocución de Pulgar en el moro. Y entonces éste, cansado ya de los medios pacíficos que había empleado y viendo que ya los moros salían á defender á su caudillo, dióle al Alguacil un certero golpe de puñal en el pecho que le dejó cadáver, y en el entre tanto, el héroe cristiano, á la cabeza de los suyos y espada en mano, fué haciendo una hábil retirada hacia las últimas casas del pueblo, donde estaban los caballos y algunos cristianos, salvándose milagrosamente de aquella avalancha de enemigos que tan fieramente le acometían.

Llegaron á la casa referida y allí se encastillaron, resueltos á morir antes de entregarse, y no sin que oportunamente, aprovechándose Pulgar de aquellos momentos de confusión y estruendo, enviase á unos de sus adalides de más confianza para que recatada y cautelosamente llegase á los llanos que median entre el Padul y Alhendín, donde creía se encontraban refuerzos del ejército cristiano, con el fin de que viniesen algunos jinetes y peones en su socorro.


"Les pidió, ante todo, que se sosegasen; les antepuso su tiranía en amotinarse, la pérdida de su libertad, el engaño de intentar defenderse sin esperanza de conservarse, la crueldad de poderse destruir sin poderse recabar; que el Rey no les ha dado causa para su inquietud; que por esto les faltan las armas de la razón y justicia; que en ella manifestasen sus quejas y serian oídos y remediados; que mirasen que el resolverse y arrepentirse en casos tan arduos andaban juntos; que eran sospechosas sus trazar para encubrirlas y flacas sus fuerzas para puestas en ejecución contra un poder tan fuerte cono el de su Rey, de cuya parte les pedía el sosiego y ofrecía el perdón, y para que le admitáis temed presente que es el Pulgar quien os te aseguara."

(1) Ésta fué la segunda alocución de Pulgar al moro Alguacil, jefe de los moriscos rebeldes de Mondújar: "La causa de vuestra resolución sólo es dar color á vuestra rabia, sin otro motivo que el pesar interno de que poseamos justamente lo que habéis poseído, tiranos tantos siglos. Este reino y su conquista no la ocasionó el odio y la codicia de vuestros bienes, sino vuestra injusticia en quebrantar la paz tomando á Zahara y nuestra justificación por la oposición de la ley,. Si ya os deja la falta que seguis, perdiendo concluir con todo esto, ¿qué buscáís? ¿Redención? Pues seréis perdonados"


Sería imposible describir la situación angustiosa de Pulgar los suyos, encerrados en aquella casa y rodeados de una turba de fieros musulmanes, que sólo ambicionaban apoderarse vivos del capitán cristiano y de los que le acompañaban. Para ello no olvidaron medio alguno, y ya las continuas acometidas, ya la eterna algazara alrededor de aquella casa, ya el intentar prenderle fuego, todo lo pusieron en práctica para ver de vencer la dura energía de los héroes cristianos.

Pero todo fué en vano. La entereza de Pulgar é inaudito valor de sus soldados venció á sus acometedores. Pero llegada la noche, y envuelto el pueblo en las más densas tinieblas, aumentóse más y más el inminente peligro de los sitiados, excitando su ira, y no parando en toda aquella terrible noche de arrojar contra los moros piedras, maderas y cuanto podía causarles daño, evitando sobre todo que se acercasen á la casa y la incendiasen corno pretendían.

Por fin pasó aquella eterna noche de eternos sufrimientos y de continuo batallar, y al amanecer, y cuando lo creían todo perdido é imposible por más tiempo su tenaz resistencia, presentóseles de improviso á los cristianos la señalada prueba de realizarse la esperanza con que tanto soñaban.

Por un lado el Conde de Tendilla y Gonzálo Fernández de Córdova, recelando de la tardanza de Pulgar y temiendo le ocurriera algún grave peligro, le enviaron 100 soldados en su socorro, y por otro lado Pedro de Zafra. llegando por la noche desde Córdoba para proteger el castillo de Mondújar, que tan heroicamente defendía su esposa, desconcertaron ambos refuerzos á los moros, que en su ciego furor abandonaron el cerco de la casa donde estaba Pulgar, y huyeron del pueblo á las escabrosidades de la sierra, donde tenían á buen recaudo sus familias, no sin que antes, en su satánica rabia, pegasen fuego á la iglesia que les había servido de asilo, y en cuyo edificio hoy día se notan en el techo señales inequívocas de aquel incendio (1).

Con el refuerzo del Conde de Tendilla y de Gonzalo de Córdova, quedó desde luego tranquilo el pueblo de Mondújar y en completa posesión del mismo por los cristianos. Pero entre tanto, y en aquella aciaga noche, había ocurrido una triste escena al pie de los muros del castillo de Mondújar. D. Pedro de Zafra, protegiendo á su mujer que le defendía, y sin ser conocido de ésta, trabó rudo combate con los sitiadores, muriendo él y los suyos ante las almenas del castillo; levantándose por los moros el cerco al día siguiente, cuando el socorro de Mondújar, y huyendo á los desfiladeros del puente de Tablate, para hacerse hallí fuertes contra los cristianos.

Dª Guiomar de Acuña, una vez levantado el cerco del castillo, fué acompañada por Pulgar hasta cerca de Dúrcal, donde la entregó á D. Alonso Téllez, señor de Alcaudete, que venía en su busca, siendo conducida ante Dª Isabel, de cuyos labios oyó la desgraciada muerte de su esposo, que hasta entonces ignoraba, recibiendo muchos consuelos, grandes favores y mercedes y la alcaldía del castillo de Mondújar para su hijo D. Francisco de Alarcón, cargo que desempeñó él y algunos de su familia, perdiendo el castillo de Mondújar toda su importancia algunos años después, toda vez que de él no se hace mención en el levantamiento de los moriscos en 1568, y quedando más tarde completamente destruído, como hoy se encuentra.

De este modo terminó la algarada de Mondújar, y llegando después de sus soldados Tendilla y Gonzalo de Córdova, dejaron, de acuerdo con Pulgar, el suficiente número de soldados para custodiar al pueblo, y volviéronse unos á Granada y otros á la población de Güéjar, donde los moros rebeldes, tenaces en su rebeldía, no permitieron rendirse, siendo pasados á cuchillo todos sus moradores que hicieron resistencia, y terminando así esta primera rebelión de los moriscos.


(1) El autor de esta obra, que nació accidentalmente en el pueblo de Mondújar, ha podido ver en más de una ocasión las señales de este incendio en la iglesia de dicho pueblo, cuyo artesonado á la entrada del templo es completamente distinto, y de construcción al parecer posterior á la de la parte del altar mayor de dicha iglesia.

La intervención de Hernán Pérez del Pulgar en la hazaña de Mondújar tiene su comprobación, prueba y elogio en varios documentos que aún hoy día se conservan, y donde consta la certeza de los hechos realizados por el capitán cristiano; de entre ellos, el testimonio judicial de la ascendencia, hechos y servicios de Hernán Pérez del Pulgar es el que describe con más detalles este suceso, y el que por sus condiciones de testimonio judicial merece más crédito para la historia (1).

Cuando se concedió á Hernán Pérez del Pulgar el castillo del Salar y se dió la Real cédula de su concesión, se menciona también, entre otras hazañas del capitán cristiano, la entrada y sosiego del pueblo de Mondújar (2).


(1) Dice así el referido documento: "Y asimismo de público y notorio, por la dicha información consta que después de entregada la ciudad de Granada, los moros que quedaron en aquel reino quedaron muy disgustados, y que tomando voz de que las justicias y soldados los oprimian, se levantaron el año de 1499, particularmente los de Albaicin y Alpújarras, entre los cuales fueron los más resueltos Güejar y Mondújar; y que habiéndose sosegado, el Conde de Tendilla pasó á Güéjar, desde donde dió orden al dicho Fernando del Pulgar que con algunos caballos y peones pasase á Mondújar, cuyos moros habianse recogido á la Iglesia, echando á los cristianos del lugar, en número de más de 200, dejándolo desierto; púsolo, en efecto, el dicho Fernando del Pulgar, y llegó á la Iglesia, y no pudiendo quitarlos, por ser muchos y pocos los cristianos, procuró divertir al Alguacil, que era su gobernador y pidió se llegase el la puerta, habiendo dejado los caballos en una casa; y cuando le pareció tiempo á dicho Herrando del Pulgar echó mano al cuello del Alguacil, y poniéndole un puñal al pecho le ofreció su muerte si no sosegaba su gente. el cual lo ofreció, mas no pudo reducirlos, antes saliendo los moros, dieron sobre los cristianos, en cuya refriega el dicho Fernando mató al Alguacil y se retiró á la casa donde tenían los caballos, donde se atrincheró y donde los moros no le dejaron sosegar toda la noche, pretendiendo horadar la casa por muchas partes para matarle, lo cual, sabido por el Conde de Tendilla y Gonzalo Fernández de Córdava, enviaron 100 soldados de socorro, con el cual los moros huyeron y quedó quieto el lugar"

(2) En la Real cédula de concesión se encuentran estas palabras al pie de la misma y al suscribirla el secretario de los Reyes: "Merced á Pulgar del castillo del Salar. Prometiósela V A. Por lo de Giiejar y entrada en Mondújar"


Finalmente, el escritor Jerónimo Ramiro, en sus admirables versos latinos, no deja también de mencionar esta memorable hazaña de Pulgar, como la última que por entonces llevó á cabo en su larga y memorable vida de guerrero.

Después de la hazaña de Mondújar y hasta su intervención cerca de Carlos V, y ya en edad avanzada, en la acción de Fuente-Rabía, poco ó nada sabemos que pueda, añadirse á los hechos heroicos que realizara hasta esta fecha, pues que sosegado el reino granadino, y retirado Pulgar, unas veces al Salar, otras á Loja, y algunas temporadas en Granada y otras en Sevilla, dedicóse particularmente al cultivo de la literatura y á sus propios negocios, haciendo unas veces la vida de la corte, y viviendo otras del esplendor y grandeza de sus empresas pasadas.

Pero aunque de ahora en adelante no se conocen más empresas guerreras de Pulgar; no escasean, sin embargo, otras hazañas en su vida íntima y de súbdito fiel de los Reyes Católicos, cuyas hazañas le acarrearon tan grande prestigio y merecido renombre como las alcanzadas en el campo de batalla.

De entre todas ellas referiremos una que prueba la grandeza de ánimo de este héroe, y que á la vez determina su inquebrantable propósito de estar siempre dispuesto á seguir en toda ocasión la azarosa vida de soldado.

Hacía seis días que habíase ganado la ciudad de Alhama, cuando entró en ella el esforzado Hernán Pérez del Pulgar, y con tal fortuna auxilió á la gente que la guardaba, que en premio de estos primeros servicios le repartieron á Pulgar, entre otras cosas, 150 yugadas de tierra, cuya donación confirmaron los Reyes Católicos, y fueron el fundamento de los actuales señoríos de Dedil y Jayena.

Once años poseyó el hazañoso capitán estas tierras. Y no todas, porque diez yugadas las había vendido á D Luis Manrique, en el espacio que medió de 1484. á 1495.

Ya por entonces, poblada Alhama, repartida y defendida, había comenzado á levantarse la envidia en contra de Pulgar, y bajo pretexto de haber en el ejército guerreros esforzados que no habían podido obtener recompensa por sus proezas, en tanto que al Alcaide del Salar se le habían concedido sin limitación alguna. Y llegó á tanto el pernicioso influjo de esta pasión bastarda, que se atrevieron á decir al Rey Católico que, habiendo repartido á uno solo tanto en Alhama, no quedaba para los demás, y se dificultaba más su población.

Con esto faltaron aquellos guerreros á la verdad, pues que en 1495 no había dificultades para la población de Alhama; pero excitaron de tal modo el ánimo real, que D. Fernando procuró se hiciese comprender á Pulgar cuán necesario le era. que devolviese sus tierras de Alhama y pidiera su equivalencia, dando con esto motivo á que apareciese con uno de los rasgos más característicos el hazañoso Pulgar y revelara el gran temple de su alma y la nobleza de su condición.

Tranquilo se hallaba Pulgar en los alcázares de la Alhambra, á principios de 1494, cuando supo por boca del Conde de Tendilla que los Reyes le ordenaban que devolviese, para repartirlos, los heredamientos y bienes que se le habían dado en Alhama, si es que esto era de su agrado y aceptaba por ello la oportuna compensación.

No vaciló Pulgar un solo instante en presentarse á los Monarcas Católicos, y con la ruda franqueza que le caracterizaba les dijo: «Ninguna detención habrá, poderosos señores, en volveros lo que me disteis; quisiera hubiera sido ofrenda voluntaria, y que no fuera restitución, lo que yo os ofrezco. »

Los Reyes aceptaron agradecidos la oferta del capitán más mimado del ejército, y obligándole á que pidiera una nueva merced á cambio de lo que cedía, él, con el gracejo que le era característico, pidió « la propiedad y posesión de todos los molinos de la ciudad de Tremecén,» ya que por entonces pensábase en extender nuestros dominios por aquella parte del África.

Maravillados quedaron los Reyes ante esta heroica manifestación de Pulgar, que en aquellos momentos pudo haber pedido una amplia compensación de sus propiedades de Alhama, ya en la misma ciudad de Granada ó en el dilatado campo de su vega.

Vuelto de su estupor el Rey Católico, arguyó á Pulgar no ser posible concederle en aquellos momentos lo que pedía, toda vez que Tremecén no pertenecía á los dominios españoles. Pero esto no le desconcertó en manera alguna, porque con su arrogante orgullo manifestó al Rey que tomaría posesión de ellos cuando perteneciesen á su corona, una vez que la guerra de África diese los favorables resultados que se erraban.

Así se le concedieron los molinos de Tremecén, cuya concesión tenía Pulgar en tan alto precio y que tanto le realzaba, mostrando al desnudo su carácter y realizando quizá con este acto uno de los hechos más hazañosos de su vida, presentándole, no abatido por la codicia, ni turbado por la emulación, ni alterado por la envidia, antes, al contrario, mostrando siempre sus actos y sus palabras como modelo del más grande desprendimiento y de la más correcta lealtad (1).

Esta concesión de los Católicos Monarcas fué más tarde ratificada por su nieto. el Emperador Carlos V, no sin que permitiese á Pulgar que estos molinos de Tremecén, que como título de honor tanto apreciaba, fuesen incorporados á perpetuidad en el mayorazgo del Salar y siempre permanecieran unidos á los bienes que eternamente poseyeran los descendientes de Hernán Pérez del Pulgar.


(1) En 9 de Abril de 1494, los Reyes Católicos, desde Medina del Campo, concedieron por su Real cédula á Hernán Pérez del Pulgar y á sus sucesores la propiedad de todos los molinos que son é por tiempo fueron en el reino é ciudad de Tremecén.

La Providencia se encargó más tarde de que fuese una verdad esta concesión de los molinos de Tremecén á la familia de Pulgar, pues que en 1543, en la expedición de los españoles al África, fué tomada efectivamente la ciudad de Tremecén, y asistiendo á ella el hijo de Hernán Pérez del Pulgar, que llevaba su nombre, requirió, al Conde de Alcaudete, que era su jefe superior, para que le diese posesión de los referidos molinos, á lo que se negó el Conde bajo pretexto de ir á colocar en aquel trono á un reyezuelo que se sometía incondicionalmente á nuestra nación.;-: y entonces el hijo del hazañoso capitán de nuestra historia tomó posesión de los  referidos molinos ante suficiente número de testigos, levantando acta de este suceso, que más tarde le sirvió de fundamento para la ordenada petición que hizo después en Loja en 1565, justificándose siempre que pertenecieron dichos molinos al mayorazgo del Salar, y pregonándose todos los años. el arrendamiento de los mismos delante de las puertas de los señores de Pulgar, en Granada, como prueba inequívoca de corresponderles á perpetuidad dichas propiedades en África (1}

Está hazaña de voluntaria cesión de sus propiedades de Alhama y aceptación de la propiedad honoraria de los molinos de Tremecén es uno de los hechos más gloriosos de la vida de Pulgar, y una de las hazañas que más inmortalizan su nombre como soldado y como caballero, pues si como guerrero supo conquistar aquellas tierras con su férrea espada, su lealtad de caballero y el acrisolado respeto á sus Reyes supo colocar estos bienes á los pies del trono para que con ellos. se premiasen los servicios de sus camaradas

Y aquesta hazaña tiene no sólo la confirmación popular de la tradición y de la leyenda, sino que también la general de la historia.


(1) De todos estos hechos constan informaciones existentes en el archivo de los Marqueses del Salar, y de ellos. se apoderó la fantasía popular llevándolos al teatro y haciendo mención de estos sucesos en la comedia de, Lope de Vega y en la muy popular que todavía se representa con el título de La tonta de Granada. El Sr. Martínez de la Rosa, aludiendo á la expedición de los españoles á África, confunde la del.1543, en que estuvo el hijo de Hernán Pérez del Pulgar, con la efectuada anteriormente en 1508, y se inclina á creer que Pulgar el de las hazañas fue el que estuvo en África, y no su hijo, lo cual es incierto por la confusión de fechas y porque en la expedición de 1508 no hay memoria alguna de que asistiese á ella Pulgar, así como está plenamente justificado que su hijo asistió á las órdenes del Conde de Alcaudete y como capitán á la de 1543

A más de estos justificados. datos que obran en el archivo del Salar y en él de Simancas, está también la cláusula última de la fundación de su mayorazgo, en que arrancando dé la concesión de terrenos en la ciudad de Alhama, se especifica más tarde su devolución á los Reyes, y la concesión que éstos le hicieron en cambio para cuando se.ganasen los molinos de Tremecén (1)


(1) Dice así la referida cláusula: "Otro si: Por cuanto las Católicos Reyes don Fernando é Dª Isabel, que son en gloria, me fisieron merced de ciento y cincuenta yugadas de tierra en la Ciudad de Alhama é su término, cada una Yugada de las fanegas de sembradura que son, en el Andalucía y Campiñas della en equivalencia é satisfacción de servicios que 1es fice en la guerra de este Reino de Granada, Segun se contiene en el privilegio que dellas me mandaron dar firmado de sus Reales nombres, é refrendado de Fernando Alvarez su Secretario, fecho en Alcalá de Henares á 18 días del mes de Febrero año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1486. É así fecha de dicha merced é tomada la posesión de las dichas tierras que assi por Sus Altezas me fueron dadas. E por su mandamiento me fueron tomadas las ciento y cincuenta Yugadas dellas eque de las me mandaban hacer eqquivalenci pago, é satisfacción: porque sin las dichas tierras no se podía avecindar la dicha Ciudad, por pago de las cuales dichas 150 yugadas de tierra pedí e supliqué a Sus Altezas me hicieren merced de todos los molinos de la ciudad de Tremecen que es en África, de que en buen hora se ganase, la cual merced, me hicieron é otorgaron por su carta firmada de su Real nombre é refrendada, de Juan de la Parra su Secretario, fecha en Medina el Campo 9 días del mes de Abril de 494 años, por ende diga, por esta carta que en cualquier tiempo que la dicha Ciudad se ganase se procure de haber del Emperador é Rey nuestro Señor, ó de otro su subcesor, ó su capitán, los dichos molinos de lea dicha Ciudad de Treinecén, los cuates se hayan y tengan par bienes ale Mayorazgo. E si ganándose la dicha Ciudad é no dando todos los dichos molinos al sucesor de este Mayorazgo, por esta carta doy poder cumplido al dicho Fernando Pérez del Pulgar mi hijo é al que el dicho Mayorazgo paseyere para pedir é suplicar á la Alteza ó Magestad que la dicha Ciudad tomase mande pagar el valor de las-dichas 150 Yugadas de tierra, pues por el dicho privilegio de merced dellas y en otras escrituras y cartas de sus Altezas que junto con el dicho privilegio es tan severa é la gran razón é causas que sus Altezas hubieron para medar é facer merced de las dichas 150 yugadas de tierra é lo que así recobrare hubiere en pago dellas vale, sea havido y tenido por bienes de Mayorazgo con las cláusulas que en todo lo susodicho de verbo ad verbum escritos para siempre jamas"

Y por si algo faltase para conmemorar el largo tiempo ue en la familia de Pulgar vivió el privilegio de estos molinos, la información hecha por Fernán Pérez del Pulgar, .hijo del de las hazañas, en Loja á 25 de Enero de 1565, prueba hasta la saciedad no sólo la cierta existencia de esta concesión, sino también su origen, por, el reparto de tierras en la ciudad de Alhama; y su devolución á los Reyes, por exigencia  de éstos, y para poder premiar con ellas otras acciones de guerra (1).

Por último, existe y ha existido por largo tiempo entre los moros habitantes en la ciudad de Fez una tradición que el licenciado D. Tomás Pérez de Moya, natural de Loja, oyó en Madrid á un moro principal, entonces esclavo entre nosotros, referente á la pérdida de aquellos reinos y su conquista por los cristianos, debiendo ser algún día los molinos de Tremecén propiedad de un caballero andaluz de la casa de Pulgar (2).

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Hasta aquí hemos relatado con el posible detenimiento la vida guerrera de Hernán Pérez del Pulgar. Ahora procuraremos estudiarle en el interior de su casa y disfrutando de todos los encantos de la vida doméstica, arrancando esta narración del año 1485, en que, ya continuo de los Reyes y poseedor de sus primeros repartimientos en Alhama, pudo pensar en formar una familia, llevando al interior de su morada el contento y la alegría, como llevaba en los campos de batalla, pendiente de su férrea espada, la desolación y el espanto de la morisma.


(1) La información que Fernando Pérez del Pulgar, capitán de nuestros ejércitos é hijo del de las hazañas, hizo en Loja á 25 de Enero de 1565, lo fué ante el escribano público de ella Pedro de Ávila, siendo Corregidor de la misma el Dr. Juan de Alanís, y cuya información comprendía los siguientes extremos: «De cómo el hijo de Hernán Pérez del Pulgar acompañó al Conde de Alcaudete como capitán en su primera jornada á Tremecén, llevando allí el privilegio de los molinos para tomar posesión de ellos; requiriendo al Conde para que le diese la citada posesión, y negándose éste fundado en que no lo podía hacer porque tenía que restituir la ciudad y todo lo en ella comprendido al rey Muley-Baudallá de que estaba despojados" También comprendió "de cómo éste y otros papeles perecieron y se destruyeron en la segunda jornada á Tremecén, en la que quedó cautivo Fernando Pérez del Pulgar y su hijo, nieto del de las hazañas" En esta información juraron testigos de vista, no sólo del reparto de las 150 yugadas de tierra en Alhama, sino también de haber visto y hecho el privilegio de merced. de los molinos de Tremecén, y tener noticias de la desaparición de estos documentos en África.

(2) Véase la tradición que refería en el siglo XVII el licenciado D. Tomás Pérez de Moya, natural y vecino de la ciudad de Loja, y certificado por él mismo: "Abderraman-Ben-Geril, natural de Argel, hombre de mucha estimación en aquella ciudad por ser del Turbante verde, que se precian de descender de Mahoma, esclavo que fué de D. jerónimo de Góngora, del Consejo y Cámara de Castilla, el cual se huyó desde Madrid y se embarcó en Marsella, residiendo en Madrid mé dijo (habla el licenciado Pérez Moya) que tenían tradición de sus mayores los moros de Fez, que se había de perder aquel reino y que los molinos de aquella ciudad habían de ser de un caballero andaluz, de la casa de Pulgar"