La zona comprende 17 localidades de entidad variable que son: Padul, Dúrcal, Conchar, Cozvíjar, Albuñuelas, Chite, Talará, Acequias, Nigüelas, Saleres, Murchas, Restábal, Ízbor, Mondújar, Melegís, Béznar y Pinos del Valle. Se distribuyen en un valle de origen tectónico de una cierta complejidad estructural, que se asienta en la falda oeste de Sierra Nevada y es la vía de comunicación de la Vega con la Costa.
Su centro lo ocupaba una gran laguna que fue desecada en el siglo XVIII y de la que quedan en la actualidad restos en las turberas que se explotan en la localidad de Padul, pero que condicionó el emplazamiento de las distintas poblaciones
En la actualidad, y pese a su proximidad a la capital de la provincia ha sabido mantener algunos de sus aspectos más tradicionales que son los que se quieren y poner sobre la mesa con el fin de que no se pierdan en el olvido y por la desidia de la comunidad científica.
Esta depresión de forma ovalada, como la describe Francisco Villegas Molina, forma parte de la cuenca hidrográfica del sur, dentro del área irrigada por el Guadalfeo. Al NE queda limitada por Sierra Nevada, de la que aparece claramente separada por una línea de falla; al SO por unas elevaciones que llevan a la meseta de Albuñuelas. Por el SE se alza por los materiales de sedimentación del río Dúrcal. Toda la zona se encuentra irrigada por los ríos Dúrcal, Torrente y Albuñuelas, que unidos forman el río Ízbor.
Tanto los materiales que rellenan las fosas tectónicas de Lecrín y Albuñuelas, como las unidades que las limitan, Sierra Nevada, los Guájares y la Meseta de las Albuñuelas, aparecen erosionadas de forma violenta por una serie de barrancos que se han encajado profundamente en ellas.
Por lo que se refiere al clima, en el Valle de Lecrín, su situación intermedia entre Granada y la Costa ha establecido una serie de semejanzas entre ésta y aquellas regiones, pero con una serie de matices derivados de la orientación y de la mayor proximidad o lejanía respecto al mar.
En la depresión no se conserva ningún elemento vegetal espontáneo al ser el lugar de asentamiento predilecto del hombre. La vegetación queda limitada a los bordes montañosos, donde se conservan algunos ejemplares arborescentes aislados o pequeñas masas forestales.
El piso que deberían ocupar estas especies ha sido poblado por otras de carácter subserial, leñosas y aromáticas como la retama, las gamboyas, el tomillo, el esparto, el romero, muy relacionadas con una industria tradicional que prácticamente se ha perdido. Del resto de grupos de vegetación nos interesan las que se dan en el fondo de los valles y las riberas de los ríos como álamos, alisios, abedules, fresnos, acebo, chopos, sauces, olmos que forman grupos de muy poca extensión y que nos los encontraremos formando parte de gran cantidad de estructuras arquitectónicas.
Hacíamos hincapié en el apartado anterior, en la importancia de entender el estudio de estos edificios dentro de la más genérica articulación productiva de la zona en la que se insertan. Así pues, es de vital importancia para estudiar la disposición de estas construcciones, la de comprender la red hidrográfica de esta cara este de Sierra Nevada y la red hidráulica que la sangra para generar un espacio tremendamente humanizado, donde el reflejo más evidente fue la desecación de la Laguna del Padul en el siglo XVIII, dentro de la política filantrópica de la Ilustración de ampliar el número de tierras cultivables, como ya hemos comentado.
Propuesta así la cuestión, echar un vistazo al trazado de acequias que surten todo el territorio, permitirá explicar la disposición de estos edificios en el mismo. La red hidráulica principal de la comarca está organizada en base a las corrientes de los ríos Dúrcal, Torrente y Béznar, que son los caudales más estables.
Desde ellas parten acequias que recorren la práctica totalidad de las faldas de Sierra Nevada para llevar agua a las poblaciones en las que se perciben las entradas de agua por las zonas superiores de sus caseríos para acabar muriendo en las vegas o en las propias corrientes. El hecho de conocer el momento de la desecación de la laguna, marca un segundo momento de trazado de canales desde el siglo XVIII, para dotar a la zona recientemente puesta en explotación de las mismas condiciones con las que contaban las zonas más antiguas desde el siglo XVI. Esta cuestión pondría de manifiesto una clara relación entre los molinos que se encuentran relacionados con las acequias trazadas en el medievo, con aquellos otros que lo pudieron estar a partir de la Edad Contemporánea.
Dentro del conjunto de localidades que se pueden visitar en el Valle, nos centraremos en el estudio de algunos ejemplos de poblaciones como Acequias, Albuñuelas, Padul, Dúrcal, siendo conscientes que no se pueden tratar todos los edificios existentes en la comarca, pero que constituyen los ejemplos suficientes como para poder extraer una serie de conclusiones genéricas.
Aproximación al conocimiento del territorio a través de los molinos. El caso del Valle de Lecrín El primer ejemplo, el de Acequias, presenta la ubicación de sus molinos en la zona alta de la localidad, aunque cuenta con otros ejemplos, en concreto almazaras en el interior del casco urbano, que también emplean el agua en su funcionamiento. Muy derruidos, algunos de ellos han sido restaurados y en la actualidad son hospedajes rurales, que se conforman como una de las pocas soluciones para recuperar a los mismos.
El caso de Albuñuelas, es paradigmático en cuanto a que representa una de las mejores plasmaciones del urbanismo islámico en barrios, relacionado con la estructuración agropecuaria de su sociedad. El molino de los Úbedas, localizado en la zona inferior del cerro del Castillo, toma agua del río Saleres a través de una acequia que la lleva hasta el sifón. Su estructura, muy transformada, deja ver aún la salida del agua, aunque lo que es el edificio en sí, se encuentra en parte restaurado.
El caso de Dúrcal concentra sus ejemplares en la zona del río Dúrcal, la de mayor declive del terreno y abundancia de agua para así garantizar que la circulación de la proveniente del río, captada a través de acequias, adquiriese la fuerza suficiente como para poder mover las piedras. Junto a ello la existencia de fuentes en la zona baja de la localidad complementaba el abastecimiento de hasta seis molinos que ya mencionaba Madoz. Su emplazamiento apenas si se ha alterado y ha cambiado desde el siglo XIX al menos.
Por último, el Padul, ofrece también una concentración mayoritaria de molinos en la limítrofe con lo que fue la antigua orilla de la laguna y que ejemplifica una ubicación lógica de estos edificios que en este caso se surten de las innumerables fuentes que afloran en la zona.
La relación de estos edificios con las acequias, hace pensar que pudieran estar relacionados con las mismas, por lo que las zonas más antiguas de sus estructuras, cimentaciones y acueductos en gran medida, pudieran datarse en el siglo XVII e incluso en el anterior en los casos más antiguos, como testimonios de una constante reutilización y adaptación a las necesidades que cada época imponía.
No obstante no podemos dejar de lado algunas cuestiones que, por tratarse de aportaciones indirectas de datos no son menos importantes. La presencia de los molinos se constata como uno de los elementos fundamentales para poder llevar a cabo una reconstrucción acertada de un paisaje histórico, ya que desde la Antigüedad fueron edificios fundamentales dentro de la economía, no ya solo de pueblos sino de ciudades. La necesidad de contar con la fuerza motriz como es el agua, los vincula de un modo directo bien con fuentes o caudales fluviales, o con la red de acequias que articula un territorio que desde el siglo VIII, al menos podría contar con estas últimas.
Junto a ello, no podemos olvidar la propia evolución que la producción de determinados cultivos ha tenido en el Valle de Lecrín, y que se insertaría dentro de la genérica de la provincia de Granada. El caso más claro es la plaga de filoxera que afecto a la vid en los años setenta del siglo XIX y que supuso una alteración en la producción, arrancándose la mayoría de las plantaciones. Por esta misma cuestión hemos de pensar, por ejemplo, que no siempre se habrá producido aceite en la zona, por lo que el número de almazaras en la misma habrá disminuido o aumentado según las necesidades, sobresaliendo en este sentido uno de los mejores ejemplos de almazaras de prensa del siglo XIV que queda en Andalucía oriental que es la almazara de Nigüelas, edificio que refleja muy bien las características de estas construcciones y que serviría como elemento comparativo para analizar la evolución estructural que han conocido hasta mediados del siglo XX.
Por tanto, la interpretación que del paisaje de una determinada zona podamos realizar, en base al estudio de la presencia de un edificio tan fundamental en la economía de las poblaciones rurales como lo fue el molino, participa de un conjunto de condicionantes y determinantes, tan variado, que sólo un exhaustivo estudio multidisciplinar, ayuda a componer esa imagen, que ya en muchas zonas se ha perdido irreversiblemente.
Los ejemplos que aquí se han esbozado son algunos de los muchos que se pueden encontrar en la comarca. En este caso no hemos querido caer en la mera descripción tipológica de unas construcciones que vienen a responder en cuanto a su ubicación y a su estructura interna a unas constantes de emplazamiento y edificatorias que se puede ver en otras zonas de España. Pero si nos parecía interesante llevar a cabo una reflexión a cerca del papel que tienen a la hora de llevar a cabo una aproximación e interpretación del lugar en el que se emplazan, sin olvidar tampoco el remarcar el olvido en el que se encuentra el análisis de las estructuras urbanas de estas localidades y en cuya conformación juegan un papel fundamental estos edificios junto a las infraestructuras hidráulicas que los acompañan.
Vista general de Acequias con el valle del río Torrente
Molino de los Úbedas en Albuñuelas
Molino en Dúrcal
Almazara de Nigüelas