
Sacado del Diario Sur
QUIÉN era este Vigil de Quiñones para que un parque y una céntrica plaza
lleven su nombre? Pues un marbellero al que le tocó coprotagonizar uno de
los hechos heroicos más grandes de los que ha sido testigo la historia de
España. Nuestra historia, tan olvidada y vilipendiada; cuando despreciar la
historia es como tirar piedras sobre nuestro propio tejado. Pero, qué se le
va a hacer: somos el único pueblo capaz de hacerlo, el único que ante las
acusaciones que dieron pie a la 'Leyenda Negra' se congratula por ello y la
fomenta y acrecienta.
Nació Rogelio el primer día del año 1862, en la vivienda familiar sita en
calle Nueva número 6. Unas baldosas cerámicas allí colocadas lo recuerdan.
Escasos, por no decir ninguno, son los datos de que disponemos de su niñez,
aunque pocos fueron también los años de vida en nuestro pueblo, ya que sus
padres, al objeto de facilitar a sus hijos los estudios universitarios, se
trasladaron a Granada.
Los antecedentes militares en su familia, empezando por su padre, comandante
de Infantería, eran numerosos. Ahora bien, pudo más su vocación médica que
la tradición familiar y se licenció en Medicina el 5 de abril de 1886.
Con su título recién estrenado fue destinado al ejercicio de su profesión a
la alpujarreña localidad de Talará.
Tras once años ejerciendo, el 17 de marzo de 1897, presentó instancia
solicitando que se le concediera «plaza de médico provisional con destino en
Filipinas», y le fue concedida por R.O. de 1 de octubre del mismo año. El 4
de diciembre siguiente embarcó, en el vapor correo 'Isla de Mindanao', con
destino hacia el lejano archipiélago, a donde arribó el día 2 de enero.
Fue destinado, primeramente, al Servicio de Guardias del Hospital Militar de
Malate y, después, a la dirección de la enfermería del pueblo de Baler, para
que se ocupara de la creación y organización de la misma, pues era de «nueva
organización», tras los graves hechos ocurridos en ese lugar los días 4 al 6
de octubre del año 1897 y que acabaron con la vida de diez militares
españoles, mientras que otros diez fueron hechos prisioneros.
El pueblo filipino, auspiciado por los norteamericanos que nos habían
declarado la guerra, en un acto de extrema vileza, a raíz del accidente
ocurrido en La Habana al acorazado 'Maine', andaba levantado en armas contra
los españoles y el 27 de junio la guarnición quedó sitiada.
La tropa del destacamento de Baler estaba formada por dos segundos
tenientes, un teniente médico provisional (Vigil de Quiñones), cuatro cabos,
un cabo sanitario (indígena), cuarenta y seis soldados y dos sanitarios (uno
indígena), además de un capitán, Enrique de las Morenas Fossi, que era el
Comandante Político-Militar del distrito, denominado del 'Príncipe', aunque
el mando directo sobre la fuerza lo ostentaba el segundo teniente Juan
Alonso de Zayas, por su mayor antigüedad.
Nada más iniciarse el cerco, como era de esperar, desertaron los militares
indígenas. Pronto la escasez de víveres trajo consigo la enfermedad,
muriendo, entre otros, el teniente Alonso y el capitán las Morenas, y asumió
el mando de la exigua guarnición, desde octubre, el segundo teniente
Saturnino Martín Cerezo.
El 10 de diciembre de 1898 España firmó la paz, en París, rindiéndose
infamemente. Pero este extremo no entraba dentro de los esquemas de estos
soldados, que no entendían de componendas e ineptitudes y ante el anuncio
del rastrero acto, que les hacían los sublevados, no podían sino que
anteponer más que la risa e indignación frente a tamaña falacia.
Los hechos de armas, las heroicidades, las penalidades sinfín que hubieron
de sufrir los cercados en Baler fueron innumerables, los intentos del
enemigo para hacerles comprender lo cierto de la rendición española,
también. El propio Vigil sufrió una herida y, además, enfermó del
'beri-beri'. Aún en esa situación siguió atendiendo a los enfermos y heridos
y participando activamente en la resistencia, llegando a repeler
directamente un intento de asalto.
Las entregas de periódicos por parte de las tropas filipinas, que los
sitiados creían falsificados, les hicieron ver, al fin, que era cierta la
innoble humillación y se avinieron a pactar la entrega del lugar, que no la
rendición; aun cuando ésta, tras lo sucedido, no hubiera recibido ninguna
objeción. Y así, con la bandera y las armas al hombro, tras once meses y
seis días, salieron de la iglesia, que fue su refugio por ser el único
edificio de entidad del poblado, treinta y tres supervivientes, desfilando
gallardamente entre las tropas filipinas que les rindieron honores.
""En el año 1945 el Frente de Juventudes solicitó al
Ayuntamiento la cesión de unos terrenos para la instalación de un campamento
juvenil, denominado 'Vigil de Quiñones' en honor al héroe de Baler.""
UNA vez finalizado el sitio de Baler, en el que un grupo de bravos españoles
resistió las embestidas de los combatientes filipinos, el presidente de la
recién nacida República de Filipinas, Emilio Aguinaldo, ante esa gesta de
tan colosales dimensiones emitió un decreto que decía: «Habiéndose hecho
acreedoras á la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el
destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel
puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido
su Bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan
propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo
culto á las virtudes militares, é interpretando los sentimientos del
Ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido; á propuesta
de mi Secretario de Guerra, y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno. Vengo
en disponer lo siguiente: Artículo único. Los individuos de que se componen
las expresadas fuerzas, no serán considerados como prisioneros, sino por el
contrario, como amigos; y en su consecuencia se les proveerá, por la
Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar á su
país».
¿Qué pensaban en España de sus valientes soldados? Lo mejor que se les
ocurrió pensar a sus insignes gobernantes, es que se trataba de unos locos;
pero eso antes de acusar al teniente Martín Cerezo de no haber querido
rendirse para ocultar el robo de la caja de caudales de la guarnición. En
fin, lo de siempre, ni agradecidos ni pagados. Esta situación cambió al
poco, tributándoseles algunos reconocimientos y recompensas, pero pocos. Se
cuenta una anécdota muy significativa, pero que creemos apócrifa,
protagonizada por Martín Cerezo: paseando por Madrid vio, en un escaparate,
una gran fotografía de los héroes de Baler y, entrando en el
establecimiento, exigió que la retiraran pues «puede herir a los que no
hicieron lo mismo. Porque si lo hubieran hecho, todavía Cuba y Filipinas
serían de España». Sin comentarios.
Tras su regreso a la península Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro fue
destinado a diferentes unidades, ascendiendo a Médico Primero. Así, en julio
de 1909, llegó destinado a Melilla. El Protectorado marroquí andaba muy
revuelto por aquellas fechas y participó en hechos de armas tan señalados
como 'El Atalayón', '2ª Caseta de Beni- Tusar', 'Atlaten' y 'Segangan',
entre otros, atendiendo a heridos en primera línea. Por estos hechos sumó
nuevas medallas y reconocimientos a los ya recibidos por la hazaña de Baler.
Entre destinos contrajo matrimonio con Purificación Alonso y Ruiz, el año
1911. En los años 1913 y 19 regresó de nuevo a tierras africanas,
participando en numerosos combates primero y, tras ascender a Comandante en
1918, para hacerse cargo del hospital de campo de Zoco de Tlatza, donde se
atendió a los heridos de 'Dar-Drius'. Recibiendo, por ello, nuevas
recompensas y distinciones. Hasta que, en enero de 1923, pasó a situación de
reserva y en enero de 1926 se le concedió el retiro, cerrándose una extensa
y gloriosa hoja de servicios, plena de hechos heroicos y de actuaciones
ejemplares. El día 7 de febrero de 1934 falleció en Cádiz, donde había
establecido su residencia. Allí fue enterrado; aunque posteriormente sus
restos fueron trasladados a Madrid y en carroza, desde la estación de
Atocha, en cortejo militar, llevados al cementerio de la Almudena, al
Panteón de los Héroes de las campañas de Cuba y Filipinas, donde descansa en
paz.
Y este es el hombre que ha merecido estos reconocimientos. En el año 1945 el
Frente de Juventudes solicitó del M.I. Ayuntamiento de Marbella la cesión de
unos terrenos para la instalación de un campamento juvenil, a lo que accedió
la corporación, cediendo una «porción de terreno perteneciente a los propios
de esta ciudad de Marbella situada en su territorio jurisdiccional con la
denominación de Pinar de Valdeolletas [.] cuya finca ha estado desde la
época de la conquista destinada a aprovechamiento común de este vecindario».
Dicho equipamiento fue denominado como 'Campamento Vigil de Quiñones'.
Reconocimientos
El Ayuntamiento Pleno, en sesión celebrada en febrero de 1961, acordó
nominar como 'Plaza Vigil de Quiñones' a «una plaza de reciente creación
ubicada en el grupo de viviendas Ntra. Sra. de la Paz del Monte de Piedad y
Caja de Ahorros de Ronda'. En 1962, con motivo del centenario de su
nacimiento, se colocó una placa en la capilla del campamento, dicha placa
dice «Homenaje de la Juventud Española a Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro,
Héroe de Baler».
La Hermandad de Romeros de San Bernabé organizó un homenaje, en forma de
conferencia, en diciembre de 1998. El orador fue Ulises Bidón y Vigil de
Quiñones, nieto del homenajeado. Descendientes directos de nuestro paisano
donaron a nuestra ciudad, en 1999, un busto, realizado en bronce por el
artista Juan Gil Arévalo, para ser colocado en el 'Parque Vigil de
Quiñones'; idéntico al que el 27 de junio de 1998, día de la Patrona de
Sanidad Militar, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se colocó en el
hospital militar Vigil de Quiñones de Sevilla.
El 11 de diciembre del año 2001, en su casa natal de calle Nueva, se colocó
una placa que dice: «En esta casa nació, el 2 de enero de 1862, Rogelio
Vigil de Quiñones y Alfaro, héroe de Baler».

DESCENDIENTES. Su hija Purificación Vigil de Quiñones, y otros familiares. :: SUR
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