EL MOBILIARIO RURAL EN EL REINO DE GRANADA (SIGLO XVIII). El Valle de Lecrín

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Trabajo de Margarita M. Birriel Salcedo

Con esta investigación queremos enfatizar el papel de la continuidad en el amueblamiento de los hogares rurales del Setecientos español. No es que no haya cambios, sino que estos son lentos y muy desiguales en el tiempo y en el espacio como sucede en el caso del Valle de Lecrín del antiguo reino de Granada. Esta pauta cultural nos obliga a poner en relación diferentes factores, no siempre considerados por la historiografía, para comprender la manera en que los agentes sociales construyen los espacios doméstico. Es decir, las reglas morales que organización el género y la clase, los ideales del hogar ligados a producción y la reproducción, la materialidad de las arquitecturas y los recursos disponibles.

Casas de dos plantas

Volvamos a las hipótesis iniciales: ¿muebles para durar? ¿larga duración? Pues mi respuesta es que sí, pero voy a desmenuzarla.

En primer lugar, el análisis de la documentación reafirma el predominio claro de unos muebles sobre otros, esos que son imprescindibles: cama, mesas, sillas, arcas, cofres, objetos devocionales, candiles. Esta son las piezas significativas desde un punto de vista estadístico. Hay otros muebles como arquetas, escaparates o escritorios con poca significación numérica; o los hay que brillan por su ausencia, como las consolas. Además de las piezas, las características de los mismos, tal y como se han descrito, nos hablan de un mobiliario austero y conservador, que solo muy lentamente va incluyendo innovaciones, como las sillas pintadas o a la moda, o bien una mayor elaboración de las piezas. En este sentido, el ajuar dotal de doña Bernarda Muñoz del año 1770 no presenta grandes diferencias con el de Juana Díaz otorgado en 1730 en cuanto al mobiliario que trae a la nueva casa y que responde al modelo indicado. No obstante, me atrevería a decir que este mobiliario, en sus rasgos generales, no difiere mucho de lo que autores como Núñez Roldán o Díaz Plaja nos refieren al recrearnos el ambiente de las casas de Sevilla o Madrid. O bien la persistencia de ciertas piezas en el mobiliario como nos lo ha descrito Díaz Quirós para la Asturias rural.

En segundo lugar, hay que preguntarse, por qué estos muebles y no otros. No tenemos una respuesta escrita de las gentes del Valle explicando esto. Cabe inferir de las prácticas que los ajuares domésticos responden por un lado a la funcionalidad, es decir, mobiliario, menaje o textil imprescindible para la vida, combinado con mobiliario de representación, es decir, aquel que es indicador de honor o riqueza como piezas de respeto, a la moda o de materiales nobles. Los indicadores son las piezas en sí mismas, pero también su calidad. En este sentido hay que seguir indagando sobre algunos aspectos aún escasamente abordados como son, por un lado, la distinción de clase, que se han esbozado en las páginas precedentes, y, por otro, la forma y distribución de las casas, así como las funciones productivas y reproductivas de los hogares que también contribuyen a la configuración del espacio doméstico.

Hasta aquí vengo reafirmando esa larga duración, el cambio lento, pero ¿también son muebles para durar? Pues sí, entreverado en los párrafos anteriores he ido insertando algunas consideraciones sobre la calidad de nuevo o usado (mediado, viejo), por tanto, a partir de los datos de la documentación, podemos afirmar que, en el momento de constitución de la casa, donde el ajuar aportado en la dote es fundamental, este es nuevo en prácticamente la totalidad de los casos. Ahora bien, los inventarios (o los testamentos) muestran el transcurrir del tiempo y el uso prolongado del mobiliario, encontraremos piezas nuevas, sin duda, pero la obsolescencia del objeto tarda mucho en llegar.

Casa Grande de Villamena de Cozvíjar. Portada y balcón