Nuestra Señora de la Cabeza de Cozvíjar

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Nuestra Señora de la Cabeza que preside el retablo mayor de la iglesia
Niño Jesús de Nuestra Señora de la Cabeza

Escultura de vestir que representa a Nuestra Señora de la Cabeza, de pie y de frente, sosteniendo al Niño Jesús en la mano izquierda, mientras que la otra mano la tiene medio cerrada. María presenta un rostro, ovalado, de amplia frente, finas cejas pintadas en marrón sobre curvilíneos arcos ciliares, ojos almendrados, de cristal que, con serena expresión, miran hacia el frente, pestañas postizas, nariz recta, pequeña boca cerrada, de labios policromados en rojo, marcado mentón y pequeña papada. La carnación es rosácea, con toques rojizos en las mejillas, punta de la nariz y mentón. La Virgen viste camisa blanca de cuello rizado a la caja bajo saya de raso blanco, con pecherín, adornado con bordados de motivos florales y las siglas de "IHS", de Jesús salvador del hombre. La bordura del pecherín se adorna con un bordado dorado. La falda de la saya muestra el anagrama mariano, bordado en hilo de plata, rodeado por festones morados por la parte superior y un abanico de hojas, en cuyo centro aparece una estrella morada de seis puntas, por la parte inferior. Se cubre con manto de raso azul adornado con tiras de encajes dorados. El manto, cubriéndole la cabeza, le cae por encima de los hombros y por ambos lados. El candelero está formado por piezas cúbicas de madera, dispuestas sobre un esqueletaje menos macizo

Esta localidad del Valle de Lecrín ostenta hoy la capitalidad del municipio de Villamena, nacido de la fusión en 1974 de Cozvíjar con el vecino Cónchar. La existencia de yacimientos arqueológicos como La Cueva de los Ojos, testimonia la presencia de pobladores en esta zona, desde época prehistórica.

Ermita e imagen

Fundada en el primera mitad del s. XVII por D. Gregorio López Madera, la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza es una construcción de planta rectangular de una sola nave, cubierta por una armadura de madera.

Interiormente la decoran un retablo barroco del s. XVIII y tres grandes lienzos de 2,5 x 2 m. firmados por un tal Guevara. Dos de ellos reproducen escenas de la vida de Cristo (Bautismo y Presentación) y el tercero, al santo Nicolás Tolentino. Son obra probable del s. XVII, al igual que una talla policromada de 1 m. de altura de san Isidro Labrador.

La imagen de Nuestra Señora de la Cabeza que recibía culto en la ermita se conserva en la actualidad en una sala contigua a la sacristía de la iglesia parroquial de Cozvíjar. Todo parece apuntar a que se trata de la imagen original, es decir la que se depositara en la ermita en el momento de su fundación. Es una imagen de vestir de unos 60 cm., luce una corona de plata, que por una inscripción grabada en su borde sabemos le fue donada por el primer prior del convento de los Basilios de Cozvíjar, Padre Francisco de Ortega, en el año de 1642.

El acontecimiento más importante de su dilatada historia quizá sea la constitución en priorato de la orden basilia, status que se mantuvo por espacio de 24 años a contar desde 1641. En esta fecha D. Gregorio López Madera, caballero de la Orden de Santiago y del consejo de su Majestad, señor de Villamena de Cozvíjar, fundador de la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, cede a la orden basilia la ermita con todo lo que contiene, además de los terrenos contiguos para la construcción de un convento, huertas y una renta para su mantenimiento.

Por expreso deseo del donante, este priorato no estuvo sujeto al Monasterio de Granada (Nuestra Señora del Destierro), sino que dependió directamente del Provincial de Andalucía y fue abad de este último, fray Antonio Clavero, quien el día 9 de noviembre de 1641, tomó posesión de todo lo donado. El fin de este priorato se produjo en 1665, cuando D. Antonio Manrique de Lara y Madera, nieto de D. Gregorio López, reclamó a la orden basilia los bienes donados por su abuelo, que según disposición testamentaria le correspondían como parte de su herencia.

No se llegaron a entablar pleitos jurídicos, sino que ambas partes se avinieron a llegar a un acuerdo amistoso renunciando a futuras acciones judiciales.

En 1873 tiene lugar otro hecho, no tan relevante, pero de cierta trascendencia, en cuanto que contribuyó a fomentar el culto a Nuestra Señora de la Cabeza en esta localidad: D. Francisco Sánchez de Teruel y Cepeda, conde de Villamena de Cozvíjar, (III conde de Villamena) funda en la ermita una capellanía, con una serie de obligaciones impuestas al capellán o capellanes que la sirvieran, como el costear la fiesta de nuestra Señora de la Cabeza, vivir en la casa de la ermita y promover el culto de la misma; dedicarse con exclusivi­dad al servicio de la capellanía; cuidar de su capital y bienes; decir diez misas rezadas al año por el fundador de la capellanía y  decir misas los días festivos en horas tempranas que no interfiriesen las labores del campo.

Imagen


Imagen inicial
Nuestra Señora de la Cabeza inicial que se encuentra en la sacristía
Corona de Nuestra Señora de la Cabeza

Imagen escultórica de candelero que representa a Nuestra Señora de los Desamparados. Se trata de un candelero del que tan sólo están talladas las manos y el rostro. De carnación a pulimento y rosas en las mejillas, el rostro es redondeado, de cejas arqueadas, amplios ojos de cristal con pestañas postizas, nariz recta y boca pequeña. Extiende ambas manos, cerrando los dedos anular e índice, pues originalmente debió sostener un cetro, un rosario o un escapulario. Viste túnica de raso blanco con bordados en hilo metálico, fajín de hilo de oro, y manto de brocado azul que la cubre desde la cabeza, tocada con corona imperial.

El inventario de 1801 recoge la existencia de "una imagen pequeña con manto de floripón celeste", que podría corresponderse con esta escultura. Si bien se trata de la primitiva imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, cuya cabeza -según la tradición- fue hallada en las afueras de la localidad por un agricultor y atribuyéndosele virtudes milagrosas. Se le añadió un cuerpo y presidió el retablo de la ermita erigida en su nombre, hasta que más tarde fue sustituida por la venerada imagen actual de mayor envergadura. La primitiva escultura perdió así su ascendente sobre la población, hasta ocupar el lugar secundario que hoy tiene.

La imagen de Nuestra Señora de la Cabeza de Cozvíjar ha despertado desde la fundación de su ermita gran devoción entre las gentes de esta localidad así como de las cercanas, a ello ha contribuido, sin duda, su fama de milagrosa que se ve corroborada por la presencia de exvotos. Uno de estos exvotos que se conserva en la sacristía de la iglesia parroquial, además de ofrecer testimonio de fervor popular constituye un interesante documento gráfico por el que podemos conocer cual era el aspecto de la ermita y de sus alrededores a principios del pasado siglo. Rodeaban a la ermita una serie de construcciones hoy inexistentes, testimonios de su pasado esplendor.

La tradición

Según la leyenda, se construyó a las afueras del pueblo la ermita en honor a la Virgen de la Cabeza, en un lugar llamado "las eras", porque fue el sitio donde un agricultor encontró la cabeza de una imagen de la Virgen, a la que posteriormente se le hizo un cuerpo, y poco a poco se fue convirtiendo en una de las imágenes con más devotos de la zona. Comentan que la ermita fue construida en un lugar estratégico, ya que confluían los caminos reales de la provincia granadina, siendo éste un lugar muy importante. De este modo, cada primera semana de Agosto, la Virgen de la Cabeza vuelve desde la parroquia hasta la ermita, su lugar de origen, celebrándose una bonita y emotiva romería.

Celebraciones

Tradicionalmente la fiesta en honor a Nuestra Señora de la Cabeza se ha celebrado el último Domingo de Abril. También hay noticias de la salida procesional de esta imagen el Domingo de Resurrección. En la actualidad es el primer Domingo de Agosto cuando tienen lugar los festejos en Cozvíjar, en honor a su patrona. El lunes siguiente, la imagen es procesionada hasta la ermita, donde se celebra una solemne misa.

Parte es sacado de Santuarios marianos de Andalucía oriental editado por Manuel Jesús Carrasco



La ermita a principios del siglo XIX