Ellas gobiernan la casa: Jefaturas de hogar femeninas en el Valle de Lecrín (s. XVIII)

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Trabajo de Margarita M. Birriel Salcedo

Tras este más que apretado recorrido pienso que estamos en condiciones de establecer los rasgos generales de los hogares a cuya cabeza está una mujer en el Valle de Lecrín en el siglo xviii.

Lo primero es destacar que la presencia de hogares encabezados por mujeres no es un fenómeno marginal de la vida de esta comarca granadina, antes bien con una significación estadística nada despreciable, 18,6% de la muestra estudiada, y que, en algunos lugares, como Nigüelas, alcanza el 23%. En segundo lugar, son hogares de tamaños reducidos, 2,9 de media, y de estructura nuclear en el 67,9%, pero con un porcentaje nada despreciable de solitarias, 23,9%., siendo muy bajos los hogares extensos y SEF.

En cuanto a quiénes son estas mujeres, los datos que se han ofrecido dibujan un perfil demográfico claro, son viudas de edades superiores a 45 años, aunque las solteras, muchas jóvenes, son en determinados poblaciones como Dúrcal o Pinos del Valle, un número nada insignificante. No se ha encontrado ninguna casada con marido ausente.

Viudas o solteras, joven o anciana, sola o con su prole, estas mujeres debían enfrentar la tarea de sacar adelante su casa. El acceso a los recursos económicos y sociales que harían más llevadera su tarea no es fáciles de establecer, en parte por el silencio de las fuentes, en parte porque las noticias con las que contamos están diseminadas por documentación muy diversa, no siempre fácil de cruzar. No obstante, a lo largo de estas páginas he intentado apuntar algunas cuestiones.

La primera, reafirmar, una vez más la implicación de las mujeres en la economía de sus hogares, antes y después de estar al frente de ellos. Aunque queda mucho por hacer en la indagación del trabajo y la propiedad de las mujeres, y este era un espacio dónde solo podía ser esbozado, entendemos que de lo que ya sabemos se han apuntado líneas sugerentes de investigación cuyos resultados irán apareciendo en un futuro cercano.

En segundo lugar, las fuentes nos dibujan un panorama de fragilidad, cuando no pobreza, de muchas de las jefas y sus hogares. Ciertamente, el cálculo de utilidades del Catastro de Ensenada no incluye el trabajo personal femenino, lo que implica que siempre las cifras serán menores que las masculinas al no incluir este ítem. Sin embargo, debemos recordar que hay una concepción del trabajo femenino inserto principalmente en la pareja de trabajo y menos en trabajo individual, a lo que hay que sumar la segregación ocupacional y, como nos recuerda una jefa de hogar, el trabajo femenino está siempre peor pagado. Por tanto, mayor pobreza femenina, pobreza que es estructural.

Con todo, los datos también nos recuerdan que los marcadores de clase no pueden ser olvidados, puesto que hay desigualdades significativas entre unas y otras jefas de casa, resultado de la desigualdad en la propiedad de casas, tierras, árboles o ganados, pero también de su capital relacional e inmaterial. Este último es un aspecto que solo se ha apuntado, y sobre el que tenemos que seguir indagando en el futuro ya que más allaá de lo residencial o fiscal, no se tendrá un cuadro completo de la vida de estas jefas de hogar si nos las insertamos en las redes de parentesco, vecinadad o clientelares en las que debían desenvolverse para vivir con las menores penalidades posibles.