REFLEXIÓN FINAL

UN LEGADO A CONSERVAR

Durante la Edad Media la arquitectura militar gozó de gran importancia, muralla, torres y castillos jalonaban los paisajes de nuestros pueblos y ciudades. La presencia más o menos cotidiana de la guerra en la sociedad medieval, y por supuesto en el territorio de Granada, disputado y amenazado tanto por poderes foráneos como internos, hace que este tipo de estructuras se tornen indispensables, no solo para la defensa, sino también para la organización y el control del territorio.

Estas fortificaciones se van a erigir como una expresión de poder que defendía la integridad de los dominios y a la vez los administraba.

Hoy sin embargo, las fortificaciones han visto socavada la prestancia que antaño tuvieron. Ausentes en nuestras ciudades por añadiduras y mutilaciones, así como perdidas en el paisaje cuando transitamos velozmente por nuestras autovías. Su deterioro es muy superior al de otros tipos de construcciones contemporáneas, lo cual en cierta medida se debe a su condición utilitaria.

Por otra parte fueron concebidas para repeler toda suerte de agresiones y con frecuencia fueron sometidas a largos procesos de destrucción.

Tras la caída del reino nazarí y la implantación del poder cristiano, muchas de estas fortalezas mantuvieron su uso original, aunque se vieron amenazadas por ampliaciones y reformas, que atendían a las nuevas técnicas de defensa y a las necesidades de una vida más confortable, estas estructuras no serán las que corran peor suerte, otras al perder su valor estratégico, así como por su alejamiento del medio rural, conocerán el más duro de los abandonos, algunas recibirán usos inadecuados como el servir para tierra de cultivo, o simplemente fueron destruidas.

Detrás de esta lista de infortunios se encuentra una falta absoluta de valoración, una falta de conocimiento.

Desde mi humilde opinión, y centrándome concretamente en mi interés por las olvidadas y maltratadas fortificaciones del Valle de Lecrín, considero que estos muros, hoy mudos, desamparados y semiderruidos, tiene mucho que decir y aportar a la historia de esta comarca granadina.

Espero que la nueva conciencia dominante sobre el patrimonio histórico y la mayor educación del ciudadano, permita en poco tiempo una mayor valoración, conocimiento y sobre todo reconocimiento de este tipo de monumentos olvidados en nuestros campos.

El desarrollo e impulso de la identidad de las comunidades locales tienen que encontrar en este tipo de obras un elemento simbólico de referencia, pues por la lectura y conocimiento de estas fortificaciones se pueden rememorar hechos memorables del pasado de cada población, y no solo eso, se puede recuperar parte de esa historia perdida, no oficial, que se encuentra fuera de las crónicas, y que es la de pequeñas comarcas habitadas por personas anónimas.

Otra posibilidad importante puede ser la de aprovechar la belleza de los enclaves y lo interesante de estos con fines de turismo cultural, esto quizás suene utópico, pero desde mi punto de vista, podría constituir la salvación de estas estructuras, que hoy en día se encuentran totalmente amenazadas.

Pero son muchas las dificultades planteadas para una recuperación eficiente de este rico patrimonio. Además de que en la mayoría de los casos el grado de deterioro es acuciante y totalmente irreversible, en otros la propiedad de los mismos dificulta una gestión eficaz y su valoración como bien público. La falta de recursos económicos para afrontar los muy necesarios trabajos arqueológicos, que tanto nos podrían aportar y clarificar en el estudio de este apasionante y complejo legado, es una constante, así como la falta de interés total de gran parte de las autoridades competentes.

Así pues es una realidad muy compleja, no pretendo caer en el pesimismo, pero desde mi punto de vista, el futuro de estas estructuras sumidas en el olvido es la destrucción silenciosa por el paso del tiempo, o por la acción humana, como ya sucedió hace unos años con el llamado “Castillo” de Albuñuelas incapaz de soportar un último ataque.