Una noche en su aposento
soñó la Virgen María
que el hijo del Padre Eterno
en su vientre encarnaría.
La Virgen decía:
¿Qué querría yo más
si lo que he ensoñado fuese verdad?
A la noche siguiente
volvió a soñar otra vez
lo mismo,
y que nada de esto
le dijera a San José.
La Virgen decía:
No puede ser esto.
Y un angel le dice:
- Señora es muy cierto.
- ¿Qué es esta voz tan dulce
que de Señora me trata,
no mereciéndome yo
tantísimas alabanzas?
Mereces, Señora,
eso y más también,
pues vas a ser madre
del dios de Israel.
Soy el arcángel Gabriel
que el Padre Eterno envía
a traeros la embajada
a Vos Señora María.
Será concebido el Hijo de Dios
en tu santo seno
sin manchar tu honor.
Pronto va a nacer el Hombre
que los profetas decían
y para madre escogieron
a Vos, Señora María.
Adios, Virgen Pura,
Luz resplandeciente,
Que el hijo de Dios
saldrá de tu vientre.
Al padre Eterno en mi nombre,
Gabriel, las gracias le das
por elegirme por Madre
del que al mundo ha de salvar,
si para otra cosa
me necesitara,
dile que soy suya
en cuerpo y en alma.
San José vio a la Virgen
el vientre se le aumentaba
empezó a tomarle celos
sin saber lo que pasaba.
San José decía:
Dios mío, ¿qué es esto,
quebrantar mi esposa nuestro juramento?
San José dijo a la Virgen:
Me voy a tener que ir
que no quiero que la gente
hable mal de ti y de mí.
Como me has faltado,
esposa querida,
me voy a un desierto
a acabar mi vida.
La virgen decía:
No te puedo hablar.
Ya llegará el día
que te enterarás.
San José coge su ropa
y se va de la ciudad.
Oye una voz que le dice:
Dime José, ¿Dónde vas?
Al oir la voz
se quedó parado,
cuado vio que un ángel
se le puso al lado.
José, desecha esos celos
que de tu esposa has tomado,
que ella está pura y sin mancha
concebida y sin pecado.
Ten siempre en tu esposa
la seguridad,
que no ha quebrantado
La virginidad.
Vuélvete José a tu casa
pide a tu esposa perdón,
que lo que lleva en el vientre
no es por obra de varón,
que ha sido elegida
por el Padre Eterno
para ser la madre del Rey de los cielos.
Muchas gracias, ángel mío,
del consejo que me has dado,
voy a pedirle a mi esposa
perdón, porque le he faltado.
Este entró en su casa
y se arrodilló
y a la Virgen María
perdón le pidió.
Me arrodillo, esposa mía,
sin levantarme de aquí
hasta que no me perdones
lo mucho que te ofendí.
Perdóname, reina
entre las mujeres,
bendito es el fruto
que en tu vientre tienes.
¿Sabes por qué no te dije,
José lo que me pasaba?
Porque un ángel me encargó
que el secreto lo guardara.
Si a ti el mismo ángel
te lo ha revelado,
de mí nunca dudes,
ya estás perdonado.
La Virgen y San José
se abrazaron al instante,
dándose los dos palabra
de seguir igual que antes.
San José le dice
con mucho cariño:
Seremos felices
cuando nazca el niño.
Recopilado del libro: Romancero Granadino de Tradición Oral / M. L. Escribano Pueo [et ali.].- Granada: Universidad de Granada, 1990
La virgen pura le dijo
a su esposo San José:
- José, ya sabes que el Niño
ha de nacer en Belén.
Ten todas tus cosas
muy bien preparadas
que esta noche haremos
la primera jornada.
San José y la Virgen pura
Comienzan a caminar,
más la escarcha que caía
no los dejaba andar.
San José decía
con mucho cariño:
Abrígate a mí,
que hace mucho frío.
Tanta la escarcha que había
que la marcha era pesada,
San José y la Virgen vieron
Una luz que cerca estaba.
- Vamos a llamar a aquella posada,
que nos echen lumbre
que estarás helada.
Pegó San José y llamó:
Abre, mesonero mío,
que traigo aquí a mi esposa
que viene muerta de frío.
Dijo el mesonero:
No se puede abrir
sabéis que hace frío,
para qué salir.
Abre la puerta por Dios,
descansaremos un rato.
Y responde el mesonero:
- Ahora yo no me levanto.
San José decía:
Quédese con Dios,
tendrá recompensa
su buena atención.
Se recordó el mesonero
que le tenía que echar
a las mulas de comer
para otro día labrar.
Al tirarse al suelo
la luz se apagó,
se pegó un porrazo
que se escalabró.
Como Dios le dio a entender
luz otra vez encendió
y a la entrada de la cuadra
la mula una coz le dio.
Salió dando gritos tan acelerao
que pisó la perra
y le tiró un bocao.
Al saber la mesonera
que San José había llamado,
fue donde estaba su espodo
y lo encontró ensangrentado,
- Dios te ha castigado,
malos sentimientos,
por llamar la Virgen
y no haberle abierto.
Otra casa más arriba
pegó San José y llamó
y sin preguntar quien era
el amo la puerta abrió.
Pasen para adentro,
que la noche es fría,
caliéntense ustedes,
que hay lumbre encendida.
San José y la Virgen Pura
con gusto se calentaron,
y al despedirse otro día
de esta manera le hablaron:
Muchas gracias, amo,
quede usted con Dios,
tendrá recompensa
su buena atención.
Ya que faltaba muy poco
para llegar a Belen:
¡Jesús, que cansada estoy,
dice María a José!
Y José decía;
- Ya se ve el portal,
pronto llegaremos
y descansarás.
Recopilado del libro: Romancero Granadino de Tradición Oral / M. L. Escribano Pueo [et ali.].- Granada: Universidad de Granada, 1990
Los sacramentos en copla,
niña te vengo a cantar,
despierta si estás dormida
que los voy hoy a empezar.
El primero es bautismo,
ya sé que estás bautizada
en la pila del bautismo
donde te hicieron cristiana.
Segundo confirmación,
ya sé que estás confirmada,
que te confirmó el obispo
con su mano soberana.
Tercero penitencia,
de penitencia te echaron
que hablaras conmigo a solas
y eso yo no lo he logrado.
El cuarto comunión,
si la tomas con anhelo,
si te mueres al instante,
irás derechita al cielo.
El quinto la extremaunción,
el extremo que te tengo,
ni de día ni de noche,
pensando en ti no duermo.
El sexto el orden sacerdotal,
sacerdote no voy a ser
y en los libros de amor
toda tu vida es un bien.
El séptimo es matrimonio,
que es lo que vengo a buscar,
quiera tu madre o no quiera
contigo me he de casar.
Recopilado del libro: Romancero Granadino de Tradición Oral / M. L. Escribano Pueo [et ali.].- Granada: Universidad de Granada, 1990