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No todos los pueblos pueden presumir de haber formado parte directa de un episodio importante en la historia de España. En Béznar se eligió a un Rey y formo parte del escenario de las diferentes batallas y estrategias militares que tuvieron lugar durante el alzamiento morisco de 1568. Aquí ponemos un texto del libro "Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada" de Luís del Mármol Carvajal, donde en castellano antiguo cuenta la elección de Aben Humeya como Rey de los "rebeldes" . La historia completa del Valle de Lecrín en estos episodios se puede consultar es el siguiente enlace:

Muestra como Hernando de Córdoba y de Valor es elegido rey como Aben Humeya en Béznar

Que trata de don Hernando de Córdoba y de Válor, y cómo los rebeldes le alzaron por rey

     Don Hernando de Córdoba y de Válor era morisco, hombre estimado entre los de aquella nación porque traía su origen del halifa Maruan; y sus antecesores, según decían, siendo vecinos de la ciudad de Damasco Xam, habían sido en la muerte del halifa Hucein, hijo de Alí, primo de Mahoma, y venídose huyendo a África, y después a España, y con valor proprio habían ocupado el reino de Córdoba y poseídolo mucho tiempo con nombre de Abdarrahamanes, por llamarse el primero Abdarrahamán; más su proprio apellido era Aben Humeya. Este era mozo liviano, aparejado para cualquier venganza, y sobre todo, pródigo. Su padre se decía don Antonio de Válor y de Córdoba, y andaba desterrado en las galeras por un crimen de que había sido acusado; y aunque eran ricos, gastaban mucho, y vivían muy necesitados y con desasosiego; y especialmente el don Hernando andaba siempre alcanzado, y estaba estos días preso, la casa por cárcel, por haber metido una llaga en el cabildo de la ciudad de Granada, donde tenía una veinticuatría. Viéndose pues en este tiempo con necesidad, acordó de venderla y irse a Italia o a Flandes, según él decía, como hombre desesperado; y al fin la vendió a otro morisco, vecino de Granada, llamado Miguel de Palacios, hijo de Jerónimo de Palacios, que era su fiador en el negocio sobre que estaba preso, por precio de mil y seiscientos ducados; el cual la mesma noche que había de pagarle el dinero, temiendo que si quebrantaba la carcelería la justicia echaría mano dél y del oficio por la general hipoteca, y se lo haría pagar otra vez, avisó al licenciado Santarén, alcalde mayor de aquella ciudad, para que lo mandase embargar, y en acabando de contar el dinero, llegó un alguacil y se lo embargó. Hallándose pues don Hernando sin veinticuatría y sin dineros, determinó de quebrantar la carcelería y dar consigo en la Alpujarra; y con sola una mujer morisca que traía por amiga y un esclavo negro, salió de Granada otro día luego siguiente, jueves 23 de diciembre, y durmiendo aquella noche en la almacería de una huerta, caminó el viernes hacia el valle de Lecrín, y en la entrada del encontró con el beneficiado de Béznar, que iba huyendo la vuelta de Granada; el cual le dijo que no pasase adelante, porque la tierra andaba alborotada y había muchos monfís en ella; mas no por eso dejó de proseguir su viaje, y llegó a Béznar y posó en casa de un pariente suyo, llamado el Válori, de los principales de aquel lugar, a quien dio cuenta de su negocio. Aquella noche se juntaron todos los Váloris, que era una parentela grande, y acordaron que pues la tierra se alzaba y no había cabeza, sería bien hacer rey a quien obedecer. Y diciéndolo a otros moros de los rebelados, que habían acudido allí de tierra de Órgiba, todos dijeron que era muy bien acordado, y que ninguno lo podía ser mejor ni con más razón que el mesmo don Hernando de Válor, por ser de linaje de reyes y tenerse por no menos ofendido que todos. Y pidiéndole que lo aceptase, se lo agradeció mucho; y así, le eligieron y alzaron por rey, yendo, según después decía, bien descuidado de serlo, aunque no ignorante de la revolución que había en aquella tierra. Algunos quisieron decir que los del Albaicín le habían nombrado antes que saliese de Granada, y aun nos persuadieron a creerlo al principio; mas procurando después saberlo más de raíz, nos certificaron que no él, sino Farax, había sido el nombrado, y que los que trataban el levantamiento no sólo quisieron encubrir su secreto a los caballeros moriscos y personas de calidad que tenían por servidores de su majestad, mas a éste particularmente no se osaran descubrir, por ser veinticuatro de Granada y criado del marqués de Mondéjar, y tenerle por mozo liviano y de poco fundamento. Estando pues el lunes por la mañana, a hora de misa, don Hernando de Válor delante la puerta de la iglesia del lugar con los vecinos dél, asomó por un viso que cae sobre las casas a la parte de la sierra, Farax Aben Farax con sus dos banderas, acompañado de los monfís que habían entrado con él en el Albaicín, tañendo sus instrumentos y haciendo grandes algazaras de placer, como si hubieran ganado alguna gran vitoria. El cual, como supo que estaba allí don Hernando de Válor y que le alzaban por rey, se alteró grandemente, diciendo que, cómo podía ser que habiendo sido él nombrado por los del Albaicín, que era la cabeza, eligiesen los de Béznar a otro; y sobre esto hubieran de llegar a las armas. Farax daba voces que había sido autor de la libertad, y que había de ser rey y gobernador de los moros, y que también era él noble del linaje de los Abencerrajes. Los Váloris decían que donde estaba don Hernando de Válor no había de ser otro rey sino él. Al fin entraron algunos de por medio, y los concertaron desta manera: que don Hernando de Válor fuese el rey, y Farax su alguacil mayor, que es el oficio más preeminente entre los moros cerca de la persona real. Con esto cesó la diferencia, y de nuevo alzaron por rey los que allí estaban a don Hernando de Válor, y le llamaron Muley Mahamete Aben Humeya, estando en el campo debajo de un olivo. El cual, por quitarse de delante a Farax Aben Farax, el mesmo día le mandó que fuese luego con su gente y la que más pudiese juntar a la Alpujarra, y recogiese toda la plata, oro y joyas que los moros habían tomado y tomasen, así de iglesias como de particulares, para comprar armas de Berbería. Este traidor, publicando que Granada y toda la tierra estaba por los moros, yendo levantando lugares, no solamente hizo lo que se le mandó, mas llevando consigo trecientos monfís salteadores, de los más perversos del Albaicín y de los lugares comarcanos, a Granada, hizo matar todos los clérigos y legos que halló captivos, que no dejó hombre a vida que tuviese nombre de cristiano y fuese de diez años arriba, usando muchos géneros de crueldades en sus muertes, como lo diremos en los capítulos del levantamiento de los lugares de la Alpujarra.


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