ROGELIO VIGIL DE QUIÑONES Y
ALFARO MÉDICO DEL DESTACAMENTO DE BALER
Inicio

Rogelio Vigil de Quiñones militar destacado, que estuvo sus primeros años
ejerciendo como médico en Chite y Talará, entre 1886 a 1897
(Por Rogelio Vigil de Quiñones; nieto)
El Tte. Medico Provisional Rogelio Vigil de Quiñones había nacido en Marbella
el 1 de enero de 1862, de familia de tradición militar, se licenció en medicina
por la Universidad de Granada, y ejerció en Chite y Tarará, pequeños pueblos de
la Alpujarra.
 |
 |
Calle Nueva, 6. Marbella. |
A los 36 años se alistó en el Ejército como Tte. Medico Provisional, cuando
ya había muerto en Cuba del vómito negro su hermano mayor Francisco, Capitán de
Sanidad. Destinado a Filipinas, estuvo 15 días en el Hospital de Malate, cerca
de Manila, y después al Batallón Expedicionario de Cazadores nº 2 en Baler, con
una enfermería de 10 camas y tres sanitarios, 2 indígenas que desertaron, y un
español. Su labor fue resaltada por el Jefe del Destacamento, Tte. Martín
Cerezo: "con gran abnegación no ha dejado un momento de atender a los heridos y
cuidar a los enfermos acudiendo también a las aspilleres cuando su misión se lo
permitía."
El sitio de la iglesia de Baler empezó el 27 de junio de 1898, y en octubre
falleció el primer soldado de los 10 que murieron, de lo que el médico creía que
era una epidemia de beri-beri. En diciembre, el Tte. Médico, herido en un
costado y enfermo también de beri-beri, pidió al jefe del Destacamento, Tte.
Martín Cerezo, que ordenara una salida para conseguir algo fresco para comer. Al
mando de los 14 soldados que se encontraban más fuertes, el Cabo Olivares hizo
una salida por sorpresa, quemaron el pueblo, pusieron en fuga a los sitiadores,
y recogieron todos los alimentos frescos que encontraron. Lograron hacerse con
pequeño huerto y pudieron vencer a la terrible enfermedad. En febrero del 1899
murió el ultimo soldado de beri-beri.
Vigil de Quiñones, emocionado por el éxito de la operación, regaló al Cabo
Olivares su reloj de bolsillo. Reloj que, 50 años más tarde, el Cabo devolvió a
mi padre, hijo mayor del Tte. Médico, con una cariñosa carta: "su querido padre,
que se encontraba delicado de salud, admirado de la hazaña tan grande que
habíamos hecho, llorando como si fuese una criatura, me abrazó, se echó mano al
reloj y me lo entregó."
El Tte. Médico Provisional, al volver a la península, ingresó por oposición
en el Cuerpo de Sanidad Militar, participó en la campaña del Rif en 1909,
pasando muchos años en África. Se retiró de Comandante cuando prestaba sus
servicios en el Hospital Alfonso XIII de Melilla. Sanidad Militar dedicó a Vigil
de Quiñones el Hospital de Sevilla, donde el 27 de junio de 1998, al cumplirse
el centenario del comienzo del sitio, y coincidiendo con el día de la Patrona
del Cuerpo, Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, descubrió un busto del médico
militar que tan destacada actuación tuvo en el sitio de Baler. En Marbella, su
pueblo, un parque y una calle llevan el nombre de Vigil de Quiñones.

2 de junio de 1899
"Los últimos de Baler" retornan a Filipinas un siglo después. Manila ha
ratificado recientemente su aprecio histórico a España con la declaración del
Día de la Amistad Hispano-Filipina. El 30 de junio rememora la gesta de Baler,
donde la quema por los propios kastilas (españoles) del cuartel de la Guardia
Civil y las chozas contiguas a la épica iglesia resultó, a la postre, la última
conquista del Imperio donde no se ponía el Sol. El 30 de junio de 1899, el líder
insurrecto filipino perdonó la vida a los 33 cadavéricos supervivientes
españoles del Batallón Expedicionario nº 2, después de que éstos abandonasen,
por su propio pie, la desvencijada iglesia de Baler, tras permanecer sitiados a
lo largo de 337 días con sus noches. Emilio Aguinaldo no dudó en detenerse para
reconocer al derrotado enemigo por haber logrado algo insólito: sobrevivir aquel
terrorífico sitio durante nada menos que 11 meses. Fuera de esa vieja iglesia,
la guerra contra la metrópoli había terminado. Hacía más de 10 meses que Manila
ya no era, oficialmente, territorio español. Aguinaldo, presidente del
archipiélago ocupado de raíz por los Estados Unidos, pero llamado a constituirse
en la primera republica moderna de Asia, magnánimamente calificó a ese puñado de
kastilas, el último batallón del Imperio, como "amigos", por "protagonizar una
epopeya propia de los hijos del Cid y de Pelayo…, y por el valor, la constancia
y el heroísmo con el que han defendido su bandera por espacio de un año."
Mientras, no pocos civiles y militares en España se reprochaban, en voz baja, el
haber vivido del pasado para poder así subestimar al enemigo tocinero de EE.UU.
La realidad mostraba -por igual a filipinos y españoles- la emergencia de la
nueva gran potencia militar. Había llegado el siglo XX.
Varias décadas después, en 1945, durante la campaña del Cincuentenario, se
tarareó en España el eco nostálgico del Imperio con la música de Yo te diré, la
canción del filme Los Últimos de Filipinas, rodada en Torremolinos con
Armando Calvo, José Nieto, Guillermo Marín, Manolo Morán y un joven Fernando Rey.
Todo un clásico del cine español, más célebre por la canción que por su rigor
histórico, según reconoció su director, Antonio Román. Hoy en día, en particular
desde el pasado 30 de junio, 104 años después del histórico decreto de
Aguinaldo, fundándose en el respeto de un fondo de convivencia de más de 3
siglos, el gobierno filipino se vuelve a detener generosamente en la 'épica del
otro' para declarar esa fecha Día de la Amistad Hispano-Filipina. Se pretende
resucitar la memoria universal de los hechos que ocurrieron en Baler, para
evitar que su legado haya trascendido en vano para la Historia común de
europeos, asiáticos y americanos. A unos y otros se lo dejó apuntado el
comandante Frederick Funston en una carta, al traducir en 1910 el libro del
Teniente Saturnino Martín Cerezo, en el Libro de Notas sobre Procedimientos del
Instituto Naval de EE.UU., donde recomendaba "a cada oficial y a cada soldado"
que leyera el relato, porque "a quien esta simple y modesta historia de heroísmo
y cumplimiento de las obligaciones no le anime a hacer grandes cosas, sin duda
debe tener el corazón de una liebre". Pelearemos hasta morir y moriremos
matando Al llegar a Baler, una pequeña aldea costera fundada por los
franciscanos, a 232 kilómetros de Manila, en la costa oriental de Luzón, al
noreste de Manila, el 12 de febrero de 1898, eran 55 hombres inseguros y mal
armados para rodearse de selva, mar, montaña, y una población pro-katipunera
(independentista) de 1.900 almas, al otro lado de la impenetrable Sierra
Madre. Aquellos 50 soldados, 3 oficiales, el médico y el sanitario mascullaban
para sí el recuerdo de apenas unos meses atrás, en octubre pasado, cuando el
destacamento del teniente Mota, hospedado en casa del maestro Lucio, sufrió el
asalto a bolo -machete- que acabó violentamente con el propio teniente y 9
kastilas más. Doce de los que posteriormente serían héroes de Baler también
estuvieron ahí. Ya conocían Baler en primera persona. A nadie se le escapaba que
la cabecera del distrito Príncipe (hoy provincia de Aurora) era una ratonera. Y
la firma de la Paz de Biac-nabac-tó apenas una tregua. El 27 de junio se
terminan las dudas. Los vecinos se alejan de sus chozas de nipa y bambú ante el
inminente ataque. Sólo queda la opción de refugiarse de los silencios de la
selva en la única construcción sólida, la iglesia de mampostería con cal y
arena, con todo el acopio posible de víveres y municiones, abundante aún desde
que partieran los 400 hombres que habían estado en el pueblo a primeros de año,
con la misión -la quimera- de pacificar la zona.
Tres días después, el cabo veterano Jesús García Quijano, de 24 años, de
pronto cae herido por una bala en el talón del pie izquierdo durante una
descubierta alrededor de la iglesia. Ni por delirio podía imaginar este
campesino palentino el dolor y la humedad tropical que impide cerrar las heridas
durante los próximos once meses de su vida. Ni tampoco que bajo esa improvisada
bandera roji-gualda en la torre se fraguaba en sangre la última conquista del
imperio español.
- Julio: Mientras negocian en varias tentativas, algunas con
intercambio de regalos (botella de jerez, tabaco de marca…), dentro construyen
un pozo, terraplenan todos los huecos, se alternan sueño y vigilancia,
construyen un horno, cavan trincheras, sudan la humedad irrespirable, susurran
ante el altar algún Señor, morir habemos, ya lo sabemos.
- Agosto: El 4 matan de un
tiro desde la iglesia al soldado mallorquín Jaime Caldentey, que había desertado
el día anterior. El 13 Manila cae en manos norteamericanas tras un simulacro de
batalla pactado entre el general Jáudenes y el almirante Dewey para salvar la
cara de la rendición. En Baler se intercambian disparos y cañonazos, mientras
dentro no dan crédito a esas fabricaciones. En todo caso, confían en que ningún
ejército deja abandonado un destacamento durante mucho tiempo.Los insurrectos,
liderados por el coronel Calixto Villacorta, envían a los párrocos españoles
López y Minaya, que quedan retenidos -pese a ser "dos bocas inútiles", según el
teniente Martín Cerezo- por orden del Capitán Las Morenas, Comandante
Político-Militar del Distrito del Príncipe.
- Septiembre: Mueren el párroco Carreño, por beriberi, y el soldado Francisco
Rovira por disentería. Crecen la angustia ante la imposibilidad de responder a
los cañonazos, la humedad que pudre los alimentos, los gritos con noticias
confusas, las heridas de bala, los harapos y pies descalzos, el cansancio mental
y físico, la oscuridad…
- Octubre: Cinco fallecidos, entre ellos el primer teniente Alonso Zayas. El
tiempo avanza muy lentamente en las antípodas del mapa del mundo visto desde
España.
- Noviembre: Otros 5 muertos, entre ellos -también por beriberi (enfermedad
provocada por avitaminosis) el Capitán Las Morenas, quien en pleno delirio
amnistía a los sitiadores si deponen las armas. Voces de mujeres, como objeto
del deseo, y lista de enfermos, en la que figura el lugar deseado por cada uno
para su fosa. Sin apenas ventilación, la humedad y el hedor a excrementos hacen
cada día más irrespirable el aire.
- Diciembre: Mientras en París, el día 10, se firma el Tratado por el que
España vende el archipiélago a EE.UU. por 20 millones de dólares, en Baler ya
casi todos están enfermos, incluido el médico Vigil. Han fallecido 11 por
beri-beri, y la muerte inminente por desnutrición parece inevitable. El día 14
tiene lugar el último estertor del Imperio español. En salida desesperada del
cabo Olivares y 14 soldados, queman gran parte del pueblo (incluida la vecina
casa-cuartel) para conquistar una huerta cercana, de la que arrancan brotes de
calabaza y hojas de naranjo. Vencen a la letal epidemia. 167 días después, se
abren las puertas para oxigenar la desvencijada iglesia convertida a un tiempo
en cárcel y cementerio. Charanga y cánticos navideños, aunque para Nochebuena ya
se ha restablecido el cerco anterior. El día de Navidad llega un capitán
español, prisionero de guerra, y un franciscano, a quienes dentro toman por
cómplices bajo amenazas de la añagaza tagala. Curiosa paradoja de la Historia:
la quema por los propios kastilas del cuartel de la Guardia Civil resultará, a
la postre, la última conquista del Imperio donde no se ponía el Sol. Enero 1899:
Les llegan unos lotes de periódicos de Manila que, según el Tte. Cerezo, 'da
asco leer por las vilezas que publican': victoria katipunera contra la Madre
Kastila y, al mismo tiempo, ¿venta a EE.UU. en París, 6 meses después de
capitular Manila?. Así era, en efecto, como también que, mientras en la vecina
Malolos, Aguinaldo abre un Congreso constituyente para redactar la Carta Magna
de la nueva República, dentro sobreviven devorando todo lo que se mueve:
culebras, ratas, la perrita del difunto Capitán…
- Febrero: El 4 estalla la guerra filipino-americana. Mueren 3.000 filipinos
sólo en un bombardeo. Llega a Baler el Capitán español Olmedo, emisario del
Gral. De los Ríos y amigo del difunto Las Morenas, pero la 'puesta en escena' no
resulta coherente al Tte. Cerezo. El 24, dos soldados y un cabo son encadenados
en el baptisterio tras intentar desertar. Morir habemos, ya lo sabemos.
- Marzo: En palabras del Tte. Carezo, "mucho supone en el fragor de la batalla
el ataque a la batería formidable; mucho el cruzarse con las bayonetas enemigas:
pero aún hay algo más pavoroso, irresistible y difícil en la tenaz resistencia
del que, una hora y otra hora, un día y otro día, sabe luchar contra la obsesión
que le persigue: sostenerse tras la pared que le derriban y no ceder a los
desfallecimientos del cansancio." Tres carabaos (búfalos) aparecen -para mayor
gloria y gaudeamus- frente a la iglesia. En pocos días son engullidos.
- Abril: Los filipinos envían un niño con una carta, que desde dentro es
rechazada por bala sin rozarle la mano. El 12 llega un buque norteamericano, el
Yorktown, con tiroteos en la inmensa playa de Baler, y júbilo entre los
sitiadores filipinos. Confusión y desesperanza extrema entre cuatro paredes, en
el otro extremo del planeta, rodeados por las 15 tumbas de compañeros caídos.
- Mayo: Se escapa con el enemigo el preso Alcaide al romper los grilletes, con
todos los datos de dentro. La bandera ondea hecha un harapo por los cañonazos y
las lluvias del trópico. Se repiten los gritos de los sitiadores insurrectos con
ofertas de paz y amistad, pero el 27 la batalla es encarnizada. El 28 llega en
el Uranus el Tte. Coronel Aguilar, pero, alucinados, en pleno delirio, ven a
otro traidor en una nueva patraña fabricada por los tagalos. Por fortuna, el
Tte. Coronel Aguilar deja atrás unos periódicos (El Imparcial) de Madrid.
- Junio: Sin solución ni esperanza alguna de auxilio, la madrugada del 31
preparan la salida desde la desesperanza 'para abrirse paso hasta Manila' la
noche siguiente. El punto sin retorno en este viaje al corazón de las tinieblas
llega cuando el Tte. ordena fusilar, a través de una ventanilla, al cabo Vicente
Glez. Toca y al soldado Antonio Menache, tras 97 días presos encerrados el
baptisterio. Retrasada la huida por la luz de la luna, la mañana del 2 el Tte.
re-lee en El Imparcial una nota breve sobre un conocido suyo de Málaga, que
jamás podría ser una falsificación, y reúne a la tropa del último batallón
imperial antes de izar la bandera blanca y tocar llamada, pese al profundo temor
compartido a las represalias: "Capitulamos porque no tenemos víveres, pero
deseamos hacerlo honrosamente. Deseamos no quedar prisioneros de guerra y que
ustedes admitan otras condiciones que expondremos, de las que levantaremos acta.
Si se han de portar con nosotros de mala manera han de decirlo porque en este
caso no nos rendiremos. Pelearemos hasta morir y moriremos matando". El Tte.
Cnel. republicano Tecson, como jefe sitiador, y el teniente extremeño firman no
causar "más ofensa a las personas". La gente de Baler huye despavorida ante el
espectro de los 33 fantasmas que pululan por el pueblo. Amistad Duradera Imaginar
cómo actuarían hoy 50 jóvenes militares españoles encerrados durante 11 meses
entre cuatro paredes, aislados en las antípodas del planeta, sin otra referencia
que el sufrimiento extremo, o cómo reaccionaría ante su rendición un grupo
revolucionario filipino, sin duda resultará subjetivo, porque la realidad a
menudo puede superar a la ficción. Antes de ser obligados a abandonar sus hogares
en la empobrecida España rural para embarcarse hacia el Lejano Oriente, aquellos
soldados ya se sabían cobayas humanas en una batalla perdida de antemano. Yo
pondré la guerra, había avisado el magnate americano Hearst a estos jóvenes del
campo español, incapaces de reunir los 400 duros que costaba la redención del
servicio militar en ultramar.Superado su histórica aventura hacia la sinrazón,
el 1 de septiembre de 1899 llegaron a Barcelona, en el vapor Alicante, los
supervivientes de los 'hechos vergonzantes' de Baler. Arribaban a puerto los
mismos héroes por quienes, desde meses atrás, se venía pidiendo auxilio y
denunciando abandono en la prensa madrileña, en particular por el propio diario
El Imparcial.Eran 33: el segundo teniente Saturnino Martín Cerezo (Miajadas,
Cáceres), el médico Rogelio Vigil de Quiñones (Marbella, Málaga), los cabos
Jesús Gª Quijano (Viduerna, Palencia) y José Olivares (Caudete, Albacete), el
corneta Santos González (Mallén, Zaragoza), y los soldados Ramón Mir (Guissona,
Lleida), Pedro Vila (Taltaull, Lleida), Domingo Castro (Aldeavieja, Ávila),
Bernardino Sánchez (Guitiriz, Lugo), Emilio Fabregat (Monzón, Huesca), Miguel
Pérez (Lebrija, Sevilla), Eustaquio Gopar (Tuineje, Fuerteventura), Marco Mateo
(Tronchón, Teruel), Antonio Bouza (Petra, Mallorca), José Hernández (La Laguna,
Tenerife), Marcelo Adrián (Buenache de Alarcón, Cuenca), Manuel Menor (Sevilla),
Juan Chamizo (Valle de Abdalajís, Málaga), Luís Cervantes (Mula, Murcia),
Francisco Real (Cieza, Murcia), Pedro Planas (San Joan de Abadesses, Girona),
Timoteo López Larios (Alcoroches, Guadalajara), Ramón Ripollés (Morella,
Castellón), Eufemio Sánchez (Puebla de Don Fadrique, Granada), José Martínez (Almeiras-Culleredo,
A Coruña), José Pineda (San Feliú de Codines, Barcelona), Felipe Castillo
(Martos, Jaén), José Jiménez (Almonte, Huelva), Miguel Méndez (Puebla de Azaba,
Salamanca), Ramón Buades (Carlet, Valencia), Loreto Gallego (Requena, Valencia),
Vicente Predouzo (Mudelos-Carballino, Ourense) y Gregorio Catalán Valero (Osa de
la Vega, Cuenca).Más de un siglo después, estos hombres sobrevivieron -para
unos- abocados a la absurda locura por puro abandono y necesidad. Para otros,
protagonizaron de motu propio todo un ejemplo de casta, honor y estricto
cumplimiento del deber. En cualquier caso, una lectura de sus 33 vidas desde la
empatía aporta significados muy vigentes en cualquiera de los 5 continentes. Su
caso no deja de ser la historia, en minúsculas, del milagro de la supervivencia
del ser humano. Éste es el mensaje [radicado en valores como la conciliación] que
afortunadamente prevalece hoy en Baler, el paradójico escenario elegido por
Francis Ford Coppola para recordar la guerra del Vietnam con el rodaje de
Apocapysis Now, basado en la novela de Joseph Conrad, Viaje al Corazón de las
Tinieblas. Pero Baler también ha sido el escenario donde el pasado 30 de junio,
filipinos y españoles han fijado por fin los ojos en el presente y en el futuro
tras parafrasear al americano Martin Luther King, cuando afirmó que la verdadera
paz no es la mera ausencia de tensión, sino la presencia de justicia. Baler, hoy
capital de una nueva provincia, Aurora, en nombre de la nuera del maestro Lucio,
que alcanzó a ser sargento en la Guardia Civil del archipiélago, un hecho
extraordinario entre la totalidad de guardias indígenas que rara vez llegaban a
cabo. Lucio Quezón murió ajusticiado por los insurrectos del Katipunan, tras ser
acusado de colaboracionista con los kastilas. Su hijo, que durante el asedio
tenía apenas 19 años, sería en su madurez quien hoy se recuerda, junto al poeta
José Rizal, como uno de los pilares de la República Filipina: el Presidente
Manuel Quezón. Convencido de la bondad de resucitar el legado que escondían las
paredes de esa vieja iglesia [léase el respeto recíproco demostrado en aquel
primer acto entre dos pueblos amigos y soberanos de igual a igual], el artífice
de la declaración del Día oficial de Amistad Hispano-Filipina, el senador
Edgardo Angara (natural de Baler, descendiente de uno de los sitiadores), no
imaginaba en un principio que, para honrar en Baler a Emilio Aguinaldo y Manuel
Quezón, viajaría a España en su madurez para encontrarse primero con los nietos
y biznietos de los últimos de Filipinas. Pero su iniciativa se ha convertido,
también inesperadamente, por primera vez el pasado 30 de junio, en la emoción
colectiva de más de 10.000 balerianos agitando sin ambages las banderas
filipinas y españolas, entre fuegos artificiales, después de una ofrenda floral
en la iglesia, la inauguración del Museo de Baler con la exposición Los Rostros
del Mito, traducida al inglés en Galicia, y la conmovedora representación
teatral del asedio por los estudiantes en un repleto pabellón de deportes. En
sus caras de asombro resultaba evidente que la gran mayoría de estos miles de
jóvenes filipinos, como ocurre hoy entre cualquier grupo de jóvenes españoles,
desconocía tan especial página de la Historia. Propia y ajena.
El rey Juan Carlos I envió un mensaje en el que recordó los lazos de
hermandad entre ambos pueblos y el afán de progreso y bienestar mutuos. La
presidenta Gloria Malapagal Arroyo resaltó en su discurso ante una multitud "la
magnanimidad de los filipinos en la victoria, y el coraje de los españoles, en
defensa de un código de honor universal", así como la vigencia de esta ‘Amistad
Duradera’, y su gratitud porque la Agencia Española de Cooperación Internacional
(AECI) destine 7,4 millones de euros este año a proyectos de desarrollo en
Filipinas. "Ella (España)," señaló, "es también el principal vínculo con
nuestros hermanos hispanos de los países latinoamericanos, México en
particular."Soplan brisas favorables para forjar una nueva etapa en las
relaciones bilaterales de una España asentada en la U.E. y unas islas que
quieren ser el puente, el puerto de entrada, a los mercados del Sudeste de Asia,
comentaban en un ambiente festivo el embajador español y su cónyuge filipina,
mientras el director de AECI, Rafael Rodríguez Ponga, regalaba al senador
Edgardo Angara dos espadas de Toledo ante la inmensidad azul brillante del
Océano Pacífico en las épicas playas de Baler. El senador filipino insistía: "a
menudo la Historia la escriben los vencedores, pero también tiene un mecanismo
auto-corrector. Y en Baler no hay vencedores ni vencidos. Son sólo memorias
compartidas."
.jpg)
Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro nace en Marbella el 1 de enero de 1862.