Cortijos, molinos y haciendas del Valle de Lecrín

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Trabajo de Fernando Olmedo Granados

Resalta, en primer lugar, el papel fundamental que han desempeñado los regadíos, en gran parte de origen medieval hispanomusulmán, tanto en las áreas interiores, sobre terrazas en ladera y vegas, con una gran variedad de cultivos –herbáceos, olivo, frutales, hortalizas–, como en las planicies costeras, destinadas históricamente a cultivos comerciales –caña de azúcar, cítricos, frutos tropicales… El policultivo intensivo de los regadíos se ha compaginado con los secanos –cereales, olivo, vid, almendro–, en general de bajo rendimiento, en las áreas periféricas de los valles, quedando las zonas más altas para bosques y pastos. El olivar, de especial repercusión arquitectónica, se localizaba sobre todo en los valles de Lecrín y del Guadalfeo, mientras la viña se extendía por la Contraviesa y, en mayor o menor medida, por el interior de la Alpujarra y las laderas costeras occidentales. En la evolución de los cultivos hay que señalar la pérdida de importancia de las plantaciones de caña en la costa a favor de los frutales, y el declive de la viña a raíz de la crisis de la filoxera de fines del XIX, siendo reemplazada en muchas fincas por el almendro.

En la costa y valle de Lecrín las muestras más numerosas de la arquitectura rural corresponden a pequeñas unidades de organización irregular y construcción en bloque asociadas al policultivo irrigado, la viña, el olivar y los cereales, con dependencias apenas especializadas dada la diversidad y fluctuación de los aprovechamientos. Especial significación tienen las construcciones del olivar, integradas en otras unidades o especializadas en este aprovechamiento, como la casa de los Zayas y la Almazara de Laerillas, en Nigüelas, o el molino en la Vega Baja, de Ítrabo, combinación de molino aceitero y harinero accionados por la energía del agua, un sistema de gran difusión en estas comarcas dada la abundancia de corrientes y los desniveles del terreno.

Cortijos del Valle de Lecrín, Alpujarra y litoral

Historia de la producción agrícola

Época musulmana

En época morisca destacan el azúcar de la Costa, explotada desde el S. X, la producción sedera, frutales como el granado y el ciruelo. La distribución de la población estaba determinado por los lazos clánicos. Los reyes y la nobleza granadina, así como las mezquitas, fueron grandes terratenientes. La gran propiedad se extendía por el noroeste de la vega, en donde el patrimonio de la Corona era explotado por colonos. El patrimonio privado real (mustajila) comprendía también ricas explotaciones en Salobreña y Motril. Grandes terratenientes poseían en la vega cantones y aldeas enteros, mientras que en los alrededores de la capital la parcelación del suelo en pequeñas explotaciones era extremo

El regadío Se basaba en la organización de una amplia red de irrigación fundada en el aprovechamiento al máximo del agua disponible y la ordenación de los turnos de riego. Entre los regadíos debidos a los musulmanes se encuentran los de la mitad oriental de la vega de Granada, los de la cuenca hidrográfica del Guadiana Menor, los de la Alpujarra y los del valle de Lecrín.

La vega de Granada, una de las más fértiles del reino, estaba situada en el centro de un inmenso jardín de 40 millas de extensión en donde se alternaban las viñas y plantas aromáticas con los cultivos arbóreos, con toda clase de agrios como naranjas, limones y cidras. La importancia del viñedo era tal que algunos autores hacen derivar el origen del carmen del vocablo karm, que significa precisamente viña.

Respecto a los cultivos especulativos, que tan gran peso ocupaban en el conjunto de la base económica del reino nazarí, hay que destacar la tríada compuesta por el lino, la caña de azúcar y la seda.

Durante la época medieval coexistían en la Península Ibérica dos economías agrícolas diferenciadas. La cristiana del norte, en la que predominaban los cultivos de secano, y la islámica del sur, en la que los cereales tenían menor importancia que la vid, el olivo y las huertas de regadío.

S. XVI-XVII

Durante los primeros años de la Reconquista (1481-1486) se procedió a la confiscación de las propiedades de la población expulsada.

En el transcurso de lo que pasó a ser conocido como Reconquista se impuso que la población que hubiera ofrecido resistencia perdería sus propiedades, mientras que la que hubiera pactado las podía conservar

Después de 1486 las Capitulaciones obligaban a los conquistadores a respetar y mantener las propiedades de la población musulmana, que podían ser adquiridas por cristianos mediante compra. Tras la marcha de la clase dirigente musulmana, la corona y la alta nobleza castellana aumentaron sus posesiones por medio de confiscaciones o compras. Entre 1493 y 1500 se produjo un progresivo traspaso de la propiedad a la nobleza castellana mediante la compra a bajo precio, lo que generó patrimonios mayores y más homogéneos, creándose cortijos de 500, 800 y 1.500 marjales o de más de 1.000 fanegas, en un proceso según el cual la oligarquía municipal granadina se convirtió en la heredera material de la aristocracia nazarí

En la provincia existieron dos formas de gran propiedad: El latifundio tradicional, basado en grandes extensiones cerealistas de secano, como el que hallamos en las Siete Villas, y otra, menos aparente, más olvidada, basada en una multitud de parcelas de regadío dispersas por toda la Vega y cuyos altos rendimientos garantizaban al propietario unos ingresos probablemente superiores a los del latifundio

Hicieron de las comarcas de los Montes Orientales y Occidentales auténticos focos de latifundismo. La venta de baldíos durante los siglos XVI y XVII completaron la formación de grandes propiedades territoriales, en su mayor parte cortijos, que las oligarquías vincularían para garantizar la integridad patrimonial.

La colonización cristiana del reino de Granada trajo consigo el avance del cereal y de la ganadería extensiva, mientras que la base social del reino seguía constituida en su mayoría por el campesinado musulmán

El modelo morisco, que derivaba del propio de la civilización musulmana, era una cultura del agua y del árbol. El regadío se extendía por todas partes y su compleja y regulada organización permitía a todos explotar su tierra recurriendo únicamente al trabajo humano. Destacaban los cultivos arbóreos: naranjos, limoneros, higueras, manzanos, castaños, olivos, viñas y, sobre todo, la morera.

La economía de los cristianos viejos se orientaba más hacia los cultivos de productos comestibles, con un especial predominio del trigo y de la avena.

En la década de 1550-1560 la producción sedera se vio seriamente afectada, primero por la prohibición de exportación de tejidos de seda (1550) y, después, por el drástico aumento de la presión fiscal sobre la industria de la seda (1561). También se vieron afectados los cultivos de caña de azúcar, debido a la competencia del azúcar antillano, por lo que comenzó un lento declive que no empieza a remontar sino a finales del siglo XIX y principios del XX

S. XVIII

Tras una fase de declive y crisis, el siglo XVIII abre un nuevo ciclo, caracterizado, entre otros hechos, por la política ilustrada que introdujo la dinastía borbónica y por la expansión del olivar. Durante el reinado de Carlos IV–  la especialización de la vega en cultivos industriales como lino y cáñamo, destinados a abastecer las necesidades de la Armada Real.

Tal revolución agrícola conllevó un crecimiento poblacional que se tradujo en la creación de nuevos asentamientos en la vega y en el aumento en villas y pueblos. Nuevos asentamientos como Fuente Vaqueros fueron fundados durante el siglo XVIII

La vertiente litoral de las Alpujarras granadina y almeriense se colonizó gracias al tratado de paz con Marruecos y a la dotación de un sistema de defensa costero

Por su parte, la expansión olivarera, estimulada desde el siglo XVI por el auge del mercado americano y la ascendente demanda europea, constituye otro notable fenómeno del XVIII. El crecimiento del olivar granadino se corresponde más bien con el impulso poblacional, que empuja la demanda interna. Como ejemplo de la importante expansión que experimentó el olivar tenemos el caso de Baza: donde a mediados del siglo XVIII prácticamente no existían se contabilizan 30.000 pies en 1785 y 50.000 dos años más tarde

Otro cultivo que experimentaría una notable evolución fue la vid.

Del total de la tierra disponible en cada comarca, se estima, basándose en el Catastro del marqués de la Ensenada, que las tierras de labrantía no superarían el 30% en ningún caso, porcentaje en el que se encontraría el valle de Lecrín o la tierra de Alhama; 22.5% en la comarca de Baza; 17% en las comarcas de Guadix y Los Montes; 10% en el Marquesado del Cenete y en la Alpujarra

La morera continuaría teniendo cierta importancia en la Alpujarra, pero mostraba un claro descenso en casi todas aquellas zonas en las que había tenido una presencia significativa: Baza, la vega de Granada, el Marquesado y el valle de Lecrín. Entre las causas más probables de este declive, como ya se ha apuntado más arriba, se encuentra el desarrollo de una política consciente y deliberada dirigida a su sustitución por el lino y el cáñamo. También el cultivo de caña de azúcar se encontraba en una fase de declive, aunque Felipe V adoptó ciertas medidas proteccionistas.

S. XIX y XX

Las desamortizaciones del siglo XIX tuvieron importantes consecuencias en la estructura de la propiedad, los sistemas de cultivo y el desarrollo de algunos tipos, como las cuevas excavadas de las altiplanicies septentrionales granadinas.

El proceso desamortizador se limitó a mantener, exagerándolo, el contraste entre comarcas dominadas por la gran propiedad, como los Montes, las Altiplanicies y la Tierra de Alhama, y las esencialmente minifundistas como el Cenete y la Alpujarra.

La gran novedad aportada por el siglo XIX fue la ampliación de los cultivos de olivares y la especialización de los viñedos

El olivar ocupaba toda la zona centro-occidental de la provincia, estando ausente en el NE (GuadixBaza-Huéscar) y en el área oriental de la costa. Por el contrario, las zonas en donde dominaba eran Algarinejo, los municipios septentrionales de la vega de Granada, el valle de Lecrín, Lanjarón y Órgiva. El aumento del olivar se consolidará definitivamente durante el siglo XX, en consonancia con la implantación de nuevas técnicas productivas del aceite, que desplazarían paulatinamente a los viejos sistemas basados en las prensas de viga o de tórculo

El avance de la vid, que ya se cultivaba en varias zonas de la provincia en el siglo XVIII, se frenó tras el brote de filoxera declarado en 1883 en la Alpujarra. En su apogeo ocasionaron la especialización funcional de las vertientes costeras de la Alpujarra y la extensión de las caserías de lagar, en torno a las décadas centrales del siglo, en la vega granadina. A este respecto, Madoz habla de los ríos de vino que producen las Alpujarras y nos suministra noticias valiosas sobre esta producción orientada hacia el mercado: (El espíritu de vino) se esporta á Jerez para beneficio de aquellos vinos, el espíritu, el vino, los higos, pasas y almendras se embarcan por el puerto de la Ravita al estrangero, y puertos nacionales de Mediterráneo. Fue precisamente en la zona de la Contraviesa en donde el viñedo alcanzó mayor importancia, junto con la costa, la vega de Granada y la comarca de Baza.

A caballo de los siglos XIX y XX se introdujeron nuevos cultivos especulativos en las vegas del surco Intrabético, especialmente en las del Genil, y en la costa. En las vegas destacan los cultivos de la remolacha azucarera y del tabaco (en la vega granadina, a partir de la década de 1920), lo que tendrá notables influencias, mientras que a mediados de siglo se retomaron los cultivos de lino y cáñamo.

Remolacha y tabaco fueron cultivos característicos, sobre todo, de la vega de Granada y, en menor medida, de la de Guadix.

Mientras, los regadíos de la costa pasan del policultivo a una etapa de especialización, basada en los frutales tropicales y en el progresivo eclipsamiento de la caña azucarera.

Historia

Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Granada


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