La villa de El Padul

Sacado de Los Habices de las iglesias del Valle de Lecrín de Lorenzo Luís Padilla Mellado

Su nombre viene del topónimo árabe Qaryat al-Badul 
( ‫قرية بذول‬ )
que significa pantano o laguna.

Es el primer pueblo del Valle de Lecrín y el de más densidad de población. Se asienta en la vertiente meridional de la Sierra del Manar, en concreto, en las laderas de los cerros vecinos de la Cruz Blanca, Cerro de los Candilicos y el Cerro de la Cruz de la Misión, lo que hace que su antigua trama callejera presente una acusada pendiente. El casco antiguo está configurado como una estructura casi circular, cuyo diámetro sería la antigua carretera Granada- Motril, o Calle Real, que cruzaba la población en sentido Este-Oeste. Completan el plano una serie de calles que se cruzan en todas direcciones y que confluyen en una plaza alargada e irregular que sirvió de mercado y de contratación de jornaleros, en donde se encuentra la Iglesia en uno de sus extremos.

La irregularidad de su urbanismo contrasta con la regularidad y ordenación del trazado de sus barrios de más reciente creación, ubicados a lo largo de la dirección marcada por la carretera y de las antiguas eras. Al sur del núcleo y a costa de las huertas que tanto encanto daban a la población, comenzaron a construirse una serie de viviendas dispersas que en el sector más cercano al casco, se están convirtiendo en una nueva zona de crecimiento consolidado.

La parte alta del pueblo se caracteriza por sus calles empinadas y quebradas, conservándose algunas cuevas, de las que en un tiempo no muy lejano dieron cobijo a un sector de la población.

Madoz describe a esta población como el primer pueblo que marchando desde Granada a Motril y Las Alpujarra nos encontramos al culminar la pequeña elevación del Suspiro del Moro. Tiene sobre 600 casas, formando cuerpo de población, excepto el barrio llamado de Dílar, que está separado por una corta distancia, de calles estrechas e irregulares en lo general con 2 fuentes principales, otras y 2 de menos consideración y muchos: Su término confina al norte con los de Alhendín, Otura y Dílar, al este los de Dúrcal y Cozvíjar, al sur con el de Las Albuñuelas y al oeste con los de Jayena y Escuzar. Su terreno, cuya cabida es de 4.790 marjales de vega, 4.000 inculto y 5.000 de secano cultivable, es en lo general de riego de primera clase, siendo causa esta misma fertilidad y la abundancia de aguas de que la vega ofrezca por su frondosa vegetación el aspecto de una continua primavera, encontrándose en ella hermosos sotos de alamedas, viñas, olivares, y aún en lo inculto, que está casi siempre encharcado, por lo que se le llama la Laguna, carrizos, ancas y otras hierbas que contribuyen con su verdor a formar un paisaje pintoresco. Produce trigo que es la más abundante, cebada, maíz, habas, vino, aceite, alguna fruta, mucho ganado lanar y en menos cantidad cabrío, vacuno y mular. La industria, la agrícola, un molino de aceite, 4 harineros y algunos telares de lienzos comunes. Se extrae para Motril y otros puntos el sobrante de la cosechas.

Su situación geográfica, ha hecho del Valle de Lecrín en general y del Padul en particular, una zona susceptible del paso y asentamiento de grupos humanos desde la Prehistoria. No se puede afirmar con precisión el origen del asentamiento de esta localidad granadina, pero hay indicios de que bien pudiera ser que existiera asentamiento de población desde los tiempos más remotos.

Desde la etapa prehistórica en la zona hubo asentamiento de población. Se han encontrado muestras de habitabilidad desde el Paleolítico en la zona de la turbera, una de las más meridionales de Europa, donde suelen encontrarse con relativa frecuencia restos de animales prehistóricos, como el hallazgo de un mamut.

Asociados a los restos óseos aparecen algunos materiales líticos, como raederas, que nos hablan de las formas de vida “carroñeras” de estas comunidades prehistóricas, que se aprovechaban de los animales que quedaban atrapados en las tierras pantanosas que rodeaban las zona. En la Cueva del Búho también se han recogido fragmentos de hojitas de sílex, de sección triangular y trapezoidal y cerámica con decoración incisa de círculos y zig-zags, así como un punzón de hueso fabricado sobre costilla.

De la etapa ibérica y a partir de los vestigios encontrados, se podría decir que el asentamiento ibérico debería de encontrarse sobre el Cerro de los Molinos, un emplazamiento clásico del oppidum ibérico. Los materiales recogidos en el cerro próximo parecen indicar la existencia de la necrópolis en ese lugar. Este asentamiento, que podría datarse entre los siglos VII-VI a.C., inició la importante función estratégica que El Padul ha tenido a lo largo de los siglos, es decir, el control de las rutas de la Costa hacia la Vega de Granada.

Es de gran interés la inscripción funeraria de época mozárabe encontrada en las Fuentes Bajas a dos kilómetros de El Padul. Se halló en fecha anterior a 1880, pues forma parte de la colección fundacional del Museo Arqueológico. En la inscripción se puede leer “La sierva de dios Florite murió, con muerte divina, en la era de 1.080 (Año 1051) en Marzo.” Este hallazgo puede ser indicativo de la coexistencia de musulmanes y mozárabes en El Padul, todavía en la primera mitad del siglo XI. Es de suponer que los mozárabes que vivieron en este lugar fueran los que repoblaran tierras aragonesas y catalanas, bajo el amparo de Alfonso I de Aragón, a la vuelta de la expedición militar contra Granada que realizó este rey entre los años 1125 y 1126.

A lo largo de los ocho siglos de vida del Islam, la alquería “qarya” de El Padul “Al- Badul” toma la fisonomía urbana y agrícola que lo ha venido caracterizando. Administrativamente pertenecía a la Taha de “Iqlim Asar”, dependiente a su vez de la Cora de Elvira. Esta etapa de ocupación musulmana es la de mayor importancia conformada como área bajo la tutela de la capital y posteriormente del reino de Granada.

La conquista la zona como en el resto del territorio peninsular por parte de los árabes fue fulminante. Aunque los visigodos del Valle y de la Alpujarra trataron de detener a los invasores en el puente de Tablate, pronto estas comarcas fueron dominadas por los musulmanes, quedando sus antiguos habitantes como mozárabes. Los conquistadores musulmanes aplicaron a los mozárabes la legislación que prescribe el Corán para los fieles de religiones monoteístas. De acuerdo con esto, los mozárabes gozaron de una amplísima autonomía interna, apareciendo las dificultades conforme se afianza el poder musulmán. En los inicios del siglo XII, la intolerancia religiosa de los almorávides será la causa de la desaparición de los mozárabes de nuestra tierra, emigrando unos hacia los reinos cristianos del norte peninsular, otros se hicieron musulmanes y el resto fueron deportados al norte de África.

La etapa nazarí será cuando El Padul adquirirá su máxima importancia, convirtiéndose en una de las plazas fortificadas por el rey de Granada Muhammad III (1301-1308), que mandó construir una torre “bury”. En este sentido tendrá una función especial, compartida con otras torres como pudiera ser la de Cónchar, Alhendín o Dílar y que podrían servir de refugio temporal a los agricultores sorprendidos por las cabalgadas cristianas. Por ello los terrenos colindantes con el lugar donde se ubicaba la torre debieron ser una albacara. Así parece percibirse en “Los relieves de la guerra de Granada en la sillería del coro de la catedral de Toledo”, donde se representa El Padul como una ciudad tomada al asalto en 1491.

Desde el siglo XV y con el aumento de la actividad militar de los cristianos, El Padul desempeña un papel relevante como plaza estratégica, dado su especial enclave geográfico por el que se accedía al resto del Valle, Costa y Alpujarra. A partir de este momento empieza a aparecer más en las fuentes árabes, a las que ahora hay que añadir las cristianas, estas últimas aludiendo siempre a El Padul en relación con hechos de armas. Así, en el año 1462, veinte años antes del comienzo de la Guerra de Granada, el condestable de Jaén Lucas de Iranzo, en una de sus incursiones por tierras granadinas, quema y saquea El Padul donde muchos moros y moras fueron presos e muertos y muchos ganados mayores y menores recogidos y traídos de toda la tierra.

Cuando en 1482 se pierde Alhama y, a partir de entonces, otras plazas importantes, los alfaquíes granadinos protestan “diziendo que por las diferencias de los reyes se perdía el reino” y obligan al rey, el Zagal, a pactar con su sobrino el rey Abu Abd Allah (Boabdil), cediéndole parte del reino. En el reparto que se hizo, El Padul cae bajo la influencia del Zagal.

Después de largos años de luchas y asedios, en 1489 el Zagal, a cambio del respeto a sus súbditos y buenas compensaciones en derechos y bienes, rindió todas sus tierras. Entre estas posesiones estaba el Valle de Lecrín, incluido El Padul. Entre las peticiones que el Zagal hace a los Reyes Católicos en el verano de 1490 dice que” les hagan dar al Padul, porque es de la Taha de Alaclín, como sus altezas saben, porque los de la villa reciben algunos agravios de los cristianos; y que se quite dallí á Zacarril, moro questá con Gonzalo Fernández, é por formas é maneras hace daño á los moros. Y ansy mismo no den logar sus altezas que ninguno de los questán con Gonzalo Fernández, hagan daño á los moros

Una vez consolidado ya su nueva situación como territorio cristiano, se llevará a cabo por parte de Boabdil. El marqués de Villena efectúa una incursión al Valle de Lecrín conquistando El Padul. El propio marqués de Cádiz el que dice tajantemente, que “el Alecrin se perdió por perderse el Padul e que ahora con ganarse se tornaría a ganar todo (...) e que en tomar aquella fortaleza, todo lo otro queda debajo de las manos de sus Altezas”

Carriazo también afirma que los Reyes Católicos poniendo en ejecución el informe del Marqués, emprendieron la conquista del Valle “desde los ojos de Huecar trasladóse luego al Padul». Bernáldez dice que «hecho paso el rey sin peligro llegó al Padul donde fallaron que venía el Marqués”

En los dos últimos años de la Guerra de Granada, la posesión del Padul, tan disputada entre los dos bandos, supondrá para el pueblo inestabilidad y sufrimiento. Según los cronistas árabes, Boabdil, aprovechando la ausencia de los Reyes después de la tala de la Vega en 1490, atacó la alquería del Padul, de cuyo castillo se había posesionado el infiel, y habiéndolo tomado por asalto pasó á cuchillo á la guarnición. Posteriormente arrasó su torre para evitar que el enemigo la pudiera utilizar en el futuro. Esta reconquista arrastró consigo la de todo el Valle y la Alpujarra. Como escribía el Marqués de Cádiz, Don Rodrigo Ponce de León, a los Reyes Católicos “la Alpujarra e Alecrín se levantó por perderse El Padul, e que agora con ganarse se tornaría a ganar todo”.

Tras la conquista definitiva de El Padul en Abril de 1491 y de Granada al año siguiente, pasó a formar parte del área de influencia del municipio granadino, como así lo manifiesta Henríquez de Jorquera” ganóla el Marques de Villena por los Reyes Católicos año de mil cuatrocientos y noventa y uno, quedando sus moros por mudéjares; después se pobló de cristianos por Felipe Segundo, echando los moriscos por su rebeldía. Es lugar de señorío que goza el Cabildo y Ayuntamiento de la ciudad de Granada; que por un servicio grande le hizo merced de ella Don Felipe Cuarto. Es gobernada por un caballero veinte y cuatro de Granada puesto por su Cabildo, Alcalde ordinario y de la Hermandad y Regidores”

Una vez que se procedió a la firma de las Capitulaciones para la entrega de la ciudad, los primeros años pudiera que entre las dos poblaciones la cristiana y musulmana fuese de mutua tolerancia entre las dos culturas, pero con el transcurrir de los primeros años esta convivencia comenzó a quebrarse ante la presión y la anulación de de todos aquellos privilegios religiosos y culturales con que fueron dotados la población musulmana. Lo que puso fin a esta convivencia fueron las exigencias de conversión y la anulación de llevar ropas moriscas y aquellas tradiciones que conservaban por derecho de las capitulaciones.

Tras la expulsión de los moriscos del reino granadino como en el resto de los pueblos del Valle, la crisis demográfica en El Padul fue tremenda. A la destrucción de los cultivos y viviendas a causa de la guerra, se añadió el auténtico desierto humano que inicialmente representaba la repoblación. Las cifras hablan por sí solas, de los 724 habitantes que tenía el pueblo en 1568 pasaron a 232 en 1587. En la repoblación al Padul le correspondieron 60 nuevos vecinos, que no llegaron a ir todos, procediendo a sortearse los lotes o suertes que debían entregarse a cada repoblador, que estaban constituidas de la manera siguiente:

- 1 casa.

- 20 marjales de tierra de riego.

- 24 fanegas de tierra de secano de labor.

- 5 marjales de viña.

- 150 olivos.

- 2 morales.

Como decía el jesuita Padre León, que predicó por el Valle en estos años “con una de esas suertes hubieran estado ricos diez moriscos, mientras que los nuevos pobladores se morían de hambre”.

Los repobladores del Padul debieron enfrentarse desde el momento de su llegada a la tarea de reparar o volver a construir la casa que contenía su suerte. El Libro de Apeo es muy ilustrativo y al dar noticia de la calidad de la casas lo hace con los términos destruida, caída, hecha pedazos, inhabitable, y aplica uno de estos términos a 181 casas, “Casi todas las dichas casas y molinos están desbaratadas, quitada la madera, y las paredes que quedan, como se les quitó la trabazón de la madera y ellas eran de tapias, están amenazadas de ruina; serán siete u ocho las que se habitan por tener algún aposento que quedó sano, y, para poderse pasar el invierno, tiene necesidad de reparar”.

Y es que el problema, estribaba en las condiciones sociales y económicas de los repobladores, que se manifestaban en unas peculiaridades muy concretas: su extremada pobreza, escasos medios de producción y carencia de aptitudes para los trabajos que debían emprender, desconocimiento de su nuevo medio y sistemas de cultivo, falta de identidad como comunidad al no tener tradiciones comunes. El proceso de sincronía hombre-medio no se produjo de forma inmediata. Serian necesarias varias generaciones para que esa relación fuese fluida y El Padul reencontrara su identidad como pueblo.

Aunque en el lugar de El Padul no quedan restos arqueológicos visibles de ninguna estructura militar defensiva aquí lo vamos a resaltar y dar unas pequeñas reseñas históricas de su participación en los numerables hechos que en esta localidad se forjaron y que tuvieron su repercusión en el devenir histórico en la conquista del reino de Granada por las tropas castellanas, ya que jugó un papel muy importante, e igualmente en los años posteriores con motivo de las revueltas de los moriscos, descontentos de la política llevada a cabo por Felipe II, entre otras cosas por su Presidio, y por ser paso obligado para la Alpujarra, valles y marinas del Reino de Granada. Por Presidium o Presidio, no es lo que hoy entendemos por cárcel, sino destacamento militar, lo que hoy diríamos: cuartel, un fuerte.

El Presidio del Padul, con probabilidad fuera la casa Grande, tendrá una influencia decisiva durante el periodo de la rebelión y sometimiento de los moriscos de la Alpujarra. Este palacio fue reconstruido en el siglo XVI sobre los restos de otro anterior árabe y completamente reedificado en 1613, por don Antonio de Aróstegui, Secretario de Estado del Rey Felipe III. La arquitectura de este palacio es de estilo barroco muy severo, no tiene alardes decorativos y la obra atrae por sus elegantes proporciones y lo equilibrado de su fábrica, sin olvidar el sencillo juego de volúmenes, a distinto nivel, y la gracia y elegancia de los remates puntiagudos con recuerdos escurialenses”.

La puerta de entrada al edificio se ubica en la fachada Este, enfrente del portón de la cerca exterior. Dispone de una portada de piedra, en cuyo dintel existe una lápida de mármol con la siguiente inscripción: “ En el año de 1569, por agosto, siendo dueño de esta casa Martín Pérez de Aróstegui de Vergara, originario de Álava de Vergara, en la provincia de Guipúzcoa, la defendió valerosamente de gran multitud de turcos, moros y moriscos, cuando el levantamiento de ellos, hallándose con sólo seis personas y durante el combate que fue desde el amanecer hasta la tarde que acaso vino el socorro mató por su persona con su escopeta de caza ocho de los mas principales que gobernaban aquella gente, lo cual fue parte para que no se perdiese este lugar y en memoria de este hecho la reedificó Antonio de Aróstegui su hijo, secretario de Estado del Rey Felipe III de este nombre. Año de 1613

Al pasar la puerta se entra en un amplio zaguán por el que se accede a las dependencias interiores y a una salida trasera que da a un patio con bancos alrededor para los pobres que pedían comida y auxilio; esto hace que este edificio forme parte del raro catálogo de Palacios de Asiento existentes en la provincia. Tiene muros coronados por un almenado de pináculos piramidales. En sus esquinas SE y SO, se sitúan torres circulares huecas de reciente construcción, ya que las primitivas se derrumbaron con el terremoto de 1884. Las bases macizas de ambas torres sí parecen originales, estando ejecutadas con sillares curvos de piedra caliza. Durante la Guerra Civil y en años posteriores, se habilitó el Castillo-Palacio como prisión militar. Cientos de presos, de todas las regiones, fueron aquí recluidos y en unos terrenos preparados para tal fin en el paraje del Olivarillo. Al proceder muchos de ellos del País Vasco se generalizó el apelativo de “gudaris” para todos ellos. Fueron obligados, bajo estricta vigilancia, a construir una pista forestal en la Sierra de El Manar, conocida como “camino de los gudaris”. Algunos de ellos pagaron con la vida sus ansias de libertad.

Uno de los aspectos más interesantes y que conviene resaltar en esta obra es que pertenece al tipo de Palacio de Asiento, que, como se sabe, es aquel que tiene asientos ubicados en su entrada o zaguán, significando ayuda para los pobres que pedían alimento y ayuda. Aparte de su valor histórico y artístico, se trata de uno de los pocos y raros palacios de este estilo que se conservan en Granada y provincia.

El agua ha sido durante muchos siglos de la existencia del hombre la fuente que ha ayudado a la vida del hombre, y en el Valle de Lecrín es uno de los ejemplos más sobresalientes del aprovechamiento de esta fuerza, como es el caso de los diferentes molinos que se localizan en este valle.

En el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1752 para el lugar del Padul relacionaba tres molinos “A la décima séptima pregunta dijeron que no hay de lo que contiene más que tres molinos, los dos harineros y el otro de aceite, propio uno de los primeros de don Juan Agustín de Ledesma, vecino del lugar del Dúrcal, quien lo tiene arrendado en veinticuatro fanegas de trigo y diecisiete ducados que paga a cuyo cargo está, los ocho a este consejo, uno al beneficiado de esta villa por una memoria y otros ocho a la Real Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias de la ciudad de Granada; el segundo propio de los herederos de don Agustín García, el cual por no gozar al presente de agua está inútil, pero si corriera, pudiera ganar al año otras veinticuatro fanegas de trigo; el tercero y último, de aceite, propio de don Pedro de Moya, presbítero, a quien le dejará de utilidad en cada un año cincuenta arrobas de aceite, y responden”

Perviven en su término varios de estos edificios fabriles, uno de ellos es el de Misqueres ubicado en el mismo camino real de los Molinos y al mismo borde de la laguna del Padul, que junto al molino de la seña Anica y el de Feliche formaron un conjunto de molinos trascendentales para la economía del Padul y su entorno.

Se abastecía de agua de un nacimiento que tenía al lado. No movía las ruedas a través de un cubo como el Feliche si no por una rampa, por lo que era algo lento, pero disponía de agua continúa mientras el interior solo la tenía por la noche. Estamos ante un molino de rampa inclinada, algo poco usual en la comarca, debido a los numerosos nacimientos de agua localizada en la zona como la Fuente del Malnombre por lo que se poseía asegurando caudal abundante de agua con la que se abastecía. La rampa que presenta este molino tiene la suficiente inclinación para que en su caída el agua adquiera la fuerza necesaria para accionar los rodeznos y con su potencia mover la piedra corredera que se situaba en la pala de molienda y al girar sobre la solera trituraba el grano que se convertía en harina.

La iglesia al principio debió instalarse en la mezquita. En 1501 Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla, instituyó en la iglesia parroquial de Santa María del lugar de El Padul, con sus anejos de: Cónchar, Cozvíjar, Dúrcal y Nigüelas, tres beneficios simples servideros y tres sacristías. Uno de los beneficios de esta iglesia quedó reservado para colegiales de los colegios Real y Eclesiástico de San Cecilio por una provisión de Carlos V, fechada el 23 de mayo de 1534

La iglesia, bajo la dirección de Juan de Ajofrín y su hijo, comenzó a edificarse hacia 1540. Entre 1543 y 1545 el albañil Jerónimo García hizo la torre que según las condiciones establecidas en el contrato, debería ser como la de Alhendín. Las portadas fueron realizadas por el cantero Gaspar de Muriel en 1559. Los moriscos, en la rebelión de 1568, la saquearon. Según un informe de 1621, “iglesia de una nave, buena y muy fuerte”. En 1634 se informaba: “La torre de la iglesia del Padul tiene gran necesidad de reparos, atajando las goteras y limpiar los tejados, antes que sobrevenga la ruina que amenaza tan costosa”

La estructura actual de la Iglesia Parroquial de El Padul es el resultado de numerosas intervenciones y ampliaciones, experimentadas a lo largo de los siglos pasados. Estas reformas, si bien han ido desfigurando su estado original, han incrementado su sentido monumental y espacial. Como era habitual, en los primeros años, se conservó la mezquita mayor, luego se fueron construyendo las de nueva planta, sometidas a un proceso de acomodación, de acuerdo con el concepto cristiano del templo. La Iglesia de El Padul, es una de las mayores de la diócesis. En el año 1541 se mandó hacer una torre, que debería estar justamente al lado de la iglesia donde estaban las campanas, con la condición de que fuese en tamaño y forma igual a la de Alhendín. Esta torre está rematada con un chapitel de cerámica, cuyos azulejos fueron adquiridos en el alfar de María Robles, en el año 1540. La obra de este templo fue dirigida por Juan Aljofrín, su hijo y Jerónimo García. Se pagó por la obra 7.500 maravedíes.

Muchas son las obras de ornamentación que encierra este templo, algunas de gran calidad artística, que merecen ser conocidas. El testero de la Capilla Mayor lo ocupa casi íntegramente un hermoso retablo barroco de la segunda mitad del siglo XVIII. Pero entre todas las obras de arte que guarda la iglesia hay que destacar, sin duda alguna, un interesantísimo retablo renacentista, de la escuela de Machuca, que debió realizarse a mediados del siglo XVI. Actualmente se denomina de San Francisco. A pesar de lo modesto de este retablo, es una pieza singular en su especie, pues son poquísimos los que se conservan de esa época en la provincia de Granada.

Otro de los centros de culto que existen en El Padul es la ermita de San Sebastián. La obra del edificio actual data del siglo XVIII que vino a sustituir a otro edificio anterior, cuyo origen se remontaría al siglo XVI, en el que se extendió el culto al mártir San Sebastián, a quien está dedicado el templo

Es un edificio de estructura modesta, restaurado en 1990. Presenta una nave rectangular, con altar mayor, cubierta con una armadura mudéjar tipo lima- bordón, con apeinazado sencillo en los extremos del almizate y calles lisas. Los muros exteriores laterales son de ladrillo y cajón de tapial, mientras que la fachada es de grandes sillares. La portada presenta un arco de medio punto sobre grandes impostas y con cornisa moldurada. Encima de la puerta se levanta una espadaña sencilla. A los pies del templo se encuentra el coro sobre arco rebajado y baranda de madera. El camarín se adosa a la cabecera sin ningún tratamiento estético que lo resalte.

En el interior destaca su retablo mayor, del último tercio del siglo XVIII, de estilo barroco tardío. El cuerpo central del retablo cobija la imagen de San Sebastián y el camarín donde se encuentra la escultura de la Virgen de las Angustias


Plano de Padul del Marqués de la Ensenada. 1750