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A la terminación de la Guerra Civil, la Casa- Grande se ha convertido en prisión militar. Aquí han sido recluidos prisioneros traídos de distintos frentes, especialmente de la zona de La Alpujarra, del lugar conocido como Cascajar Negro, escenario de duros combates.
Para ello ha sido preciso desalojar al que, actualmente, la habita, el labrador Mateo Villena García, Mateo el de la Casa-Grande, junto a la mujer que le sirvió fielmente durante toda su vida y a la que ya mayor, con cierta deficiencias psíquicas dieron en llamarla Chori.
El quehacer diario de los paduleños apenas si se ha visto alterado por este hecho, entre otras cosas porque aquello es un mundo aparte, al que ninguno tiene acceso.
La razón de haber escogido el viejo castillo para acoger a estos hombres se debe a sus grandes salones, que permiten instalar los dormitorios y todas las dependencias necesarias, y a la amplitud de los patios, imprescindibles en un recinto penitenciario.
Los prisioneros están llegando al Padul desde finales de 1.936. En El Olivarillo, en unos terrenos acomodados al efecto, también ha funcionado, durante un tiempo, un centro de detención ante la imposibilidad material de ubicarlos a todos en la Casa-Grande.
Los presos, como se les llama, son originarios de diferentes lugares de España, aunque el porcentaje mas elevado procede del País Vasco y se les conoce con el nombre de "gudaris." Precisamente ellos han construido un camino forestal en el Manar para facilitar los trabajos de plantación de pinos que, por esta circunstancia, es conocido como "camino de los gudaris".
En el huerto de arriba, frente a las escuelas, se ha levantado un altar que está presidido por una gran imagen de la Virgen de las Mercedes, patrona de prisiones, construida por ellos mismos de escayola. Todos los domingos, D. Benjamín, celebra allí misa.
Tras su marcha, las mujeres de las familias que se han trasladado a vivir allí, junto con un grupo de vecinas, acuden a este altar a hacer las novenas de Mayo.
Algunos de estos prisioneros gozan del privilegio de trabajar fuera del recinto penitenciario como es el caso, entre otros, de un chico de Baracaldo que lo hace en la carretería de Juan de Dios el de los Pérez, situada a escasos metros de la Casa Grande.
El aspecto exterior del edificio en nada se diferencia del que es propio de cualquier establecimiento de esta naturaleza. Está rodeado de casetas, algunas situadas en alto corno las de los dos extremos de la calle Santo Tomás, en las que los centinelas se mantienen atentos a cualquier incidencia. La imagen de los soldados con el fusil en la mano, el relevo de la guardia o las voces de alerta, que rompen el silencio de la noche, se han convertido en algo habitual para los paduleños
Se han producido varios intentos de fuga en el penal de la Casa Grande, sin que ninguno haya prosperado. El último ha corrido a cargo de un interno que, desgraciadamente, ha pagado con su vida la intentona al ser abatido por los centinelas frente a las escuelas de D. Isidoro. En las persianas que cierran las puertas del complejo escolar han quedado visibles los impactos de las balas.
Sin embargo es tan fuerte, y tan lógico, el deseo de libertad de estas personas que no desisten en su empeño de conseguirla buscando, para ello, cualquier procedimiento por muchas dificultades que entrañe. Este ha sido el caso del que han puesto en práctica en una habitación conocida como "cuarto de las tinajas", nombre que recibe de las grandes vasijas de barro que los anteriores moradores tenían allí para conservar el mosto. Se trata de una amplia nave situada junto ala calle Molino en la que han comenzado a excavar una galería subterránea. La tierra que iban extrayendo la depositaban en estas tinajas para evitar que fuera descubierta. El objetivo consistía en atravesar la calle, alcanzar el corralón de Diego Maldonado y salir a la zona de descampado y de eras que comienza a continuación. La operación ha sido descubierta por casualidad y abortada cuando ya estaban a punto de cruzar la calle.
Hemos de decir que, a pesar de todo, los prisioneros de este centro de detención mantienen hacia el pueblo una actitud exenta de rencores porque son conscientes de que ningún paduleño tiene la menor responsabilidad en la situación que padecen. Al contrario saben que se les intenta ayudar en la medida de lo posible motivo por el cual expresan su agradecimiento de muy diferentes maneras, incluso con canciones que se pueden escuchar a través de las tapias del recinto. De tal manera esto es así que alguno, al recobrar la libertad, ha fijado su residencia en el pueblo como es el caso de Rafael del Bas que ha instalado una pequeña tienda de comestibles en la calle Escuelas.
Parece ser que ya está a punto de finalizar su cautiverio porque, en
los últimos días, se escucha con mucha frecuencia una canción con música
muy popular en el País Vasco que dice, mas o menos, así:
Adiós Padul, Padul de mi querer, mi querer
Adiós Padul, cuando te volveré a ver.
No me marcho por las chicas
Que las chicas guapas son, guapas son.
Me marcho porque ine llevan
A tirar del Picachón.
En señal de despedida han dejado escrita, con grandes caracteres, en una
de las fachadas interiores de la casa una frase altamente significativa,
"Adiós niñas del Padul, que os tragáis_ los panes enteros". Nadie se ha
preocupado de borrarla y allí ha quedado grabada como símbolo de la
tragedia de estos hombres.
Cuando está apunto de iniciarse la segunda mitad del siglo XX la evolución en el Padul, al igual que en el resto de los pueblos de su entorno, ha sido prácticamente nula. La vida de las personas transcurre dentro de la mayor sencillez, sin grandes aspiraciones ni inquietudes. El trabajo del campo constituye el eje sobre el que gira todo y hasta el aspecto físico del pueblo sigue respondiendo a las características de un núcleo de población rural
Las calles, muchas de ellas con árboles bajo cuya sombra toman el fresco los vecinos en los días calurosos de verano, continúan siendo de tierra y la mayoría de ellas presentan en el centro una especie de pequeños barrancos, en algunos casos muy pronunciados, excavados por las aguas de la lluvia que. en ocasiones, hacen muy difícil caminar por ellas puesto que se convierten en auténticos lodazales. La acequia, descubierta en casi todo su recorrido, atraviesa el pueblo de este a oeste.
Los temporales de agua son muy frecuentes aunque, como es propio del clima de
esta zona. se alternan con periodos de acusada sequía. Normalmente comienzan a
finales de septiembre lo que ocasiona que. con relativa frecuencia. la feria,
tan deseada y tan intensamente vivida, esté pasada por agua, circunstancia
que los
paduleños reciben. incluso. con alegría ya que esto supone que las tierras
tengan "jugo" para iniciar las ya inminentes labores de sementera.
Además del agua, la nieve es, también, compañera inseparable de los inviernos paduleños y con relativa frecuencia el pueblo se ve cubierto con su manto blanco.
Los largos temporales, acompañados de intensos fríos, que se abaten sobre el pueblo paralizan la actividad en la agricultura con lo que aumenta el paro entre los obreros que encuentran serias dificultades para superar la situación
Una ocupación de los hombres del campo, en estos días en los que las inclemencias del tiempo les obligan permanecer inactivos, consiste en majar esparto y confeccionar ramales, "sogas" y lazos, tan necesarios en la agricultura. Es típica la imagen de muchos de ellos, sentados a la lumbre o tomando el sol en alguna recacha, con el manojo de esparto debajo de un brazo mientras que del otro cuelga, en vueltas concéntricas, la cuerda que están elaborando.
A veces, "para matar el tiempo," se reúnen, en alguna casa y juegan al julepe un juego que, junto con la escoba, es muy popular en el pueblo. Las apuesta no suben de una "perrilla" o, como mucho, de una "perra gorda."
En los dos únicos cafés existentes se juega a la escoba, que en la actualidad goza de mucha aceptación, en partidas de a cuatro y los dos que pierden pagan el café de todos. Una pareja muy conocida es la formada por Julio Martín y Rafael el de la Calera que, según se dice; ha sido el introductor de este juego que conoció en América en donde fue emigrante durante un tiempo. Sea cierto o no, eso es lo que se comenta en el pueblo.
Caminar por las calles del pueblo que, en los inviernos, las lluvias convierten en auténticos lodazales, se agrava por las noches como consecuencia de la deficiente iluminación con la que cuentan, unas sencillas bombillas, de no mucha potencia, que solo permiten ver a escasos metros de las esquinas donde están instaladas. No obstante parecen suficientes teniendo en cuenta que la vida nocturna que se hace, fuera de los hogares, es prácticamente nula.
En las noches "LA IGLESIA Y EL RELOJ DE LA TORRE" paduleñas solamente deambulan por las calles los serenos, vigilantes municipales que recorren el pueblo atentos a cualquier eventualidad y que tantos y tan eficientes servicios prestan a los vecinos ante casos de enfermedad u otros imprevistos. Entre estos trabajadores citaremos a Joaquín Durán, Joaquín el Sereno como es conocido por todos, un hombre bueno. dispuesto, en todo momento, a ayudar a quienes se encuentran en alguna dificultad. Junto a él ocupa el cargo su hermano José.
El pueblo solamente dispone de alumbrado eléctrico durante la noche. La luz llega a las viviendas a la caída de la tarde y permanece hasta el amanecer del día siguiente siendo recibida con evidentes muestras de satisfacción porque para estas gentes sencillas, que carecen de tantas cosas, poder sustituir los viejos candiles y las mariposas por una iluminación mucho mas cómoda y potente, es algo de una importancia trascendental. Esto explica que, con la religiosidad que impregna todas las facetas de la vida, saluden la llegada de la luz con las frases "Ave María Purísima" o "Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar." Las mujeres, además, hacen sobre su frente la señal de la cruz y los hombres se quitan el sombrero que es una prenda imprescindible en el vestuario masculino hasta el punto de que son muy pocos los que salen a la calle con la cabeza descubierta, aunque hay que aclarar que, entre los obreros, predomina mas la gorra de visera y la boina.
El problema de la luz se ha hecho mas acuciante en los años finales de los cuarenta con el inicio de una etapa de restricciones que comienzan a las doce de la noche. La oscuridad en la que se sume el pueblo, a partir de esa hora, es aceptada por la gente con la resignación de las cosas inevitables y con altas dosis de buen humor. En ocasiones hasta cantan coplillas alusivas al problema que terminan con la frase "a las doce en punto se va la luz."
Estas doce en punto se cuentan en el reloj de la torre de la iglesia, prácticamente el único existente para la gran mayoría de la población ya que son muy pocas las personas que pueden permitirse el lujo de tener uno propio. Los escasos relojes que se ven, todos en personas mayores, son de bolsillo.
Según testimonios que hemos podido recoger entre los vecinos mas viejos del pueblo, el reloj de la torre se instaló en el año 1.904 siendo alcalde José Martín Molina, "Joseico Hachero." Costó 8.000 pesetas, cantidad casi prohibitiva para la época, y se pagó en cuatro plazos. El contrato de compra fue firmado, junto con el alcalde, por los concejales Salvador Molina Rejón y Juan Molina Durán. Todos los firmantes se comprometieron con sus bienes a hacer frente a su pago en el caso de que el Ayuntamiento no lo hiciera. Sus campanadas, potentes y sonoras, han dirigido desde entonces las horas de trabajo y la vida, en general, de los paduleños.
Como dato anecdótico señalaremos que la falta de luz ha hecho que muchos aficionados al fútbol, deporte ya muy popular en el pueblo, se hayan tenido que desplazar a Dúrcal, que no sufre restricciones, para escuchar por la radio los partidos que está jugando España en este Campeonato del Mundo de Brasil 1.950. Algunos, en lugar de ir al pueblo vecino, se han acercado hasta el Aguadero, al domicilio de Tomás el del Plantel en donde han tenido la ocasión de oír el momento en el que Zarra ha metido el gol a Inglaterra, que ha supuesto la primera victoria de España frente a los inventores del fútbol.
A este respecto tenemos que decir que los escasos aparatos de radio existentes, tan escasos que no llegan ala decena, tienen que pagar un impuesto, que se abona junto con la contribución, y que asciende a cuarenta pesetas anuales.
La oscuridad de las largas y frías noches de los inviernos, que la falta de luz hace mucho mas intensa, ha despertado la imaginación popular que se manifiesta en las historias de apariciones y fantasmas que circulan constantemente.
Con relativa frecuencia surgen comentarios sobre la presencia de fantasmas, que amedrentan a la gente y la retienen en sus domicilios.
Respecto a esto tenemos que decir que, efectivamente, se han visto fantasmas por algunos barrios. En realidad, no han sido otra cosa que hombres que se visten de forma estrafalaria para asegurarse el anonimato en alguna aventura amorosa.
Posteriormente se ha comentado la aparición de un "hombre lobo." El bulo ha asustado a mucha gente, sobre todo a los niños que han dejado de salir por la noche, motivando la subida generalizada de persianas porque dicen que el extraño personaje se esconde detrás de ellas. Junto a estas leyendas de fantasmas y hombres lobos, se habla, con relativa frecuencia, de que a algunos vecinos les "han salido'; familiares muertos para encargarles el pago de alguna promesa incumplida. Las personas sencillas, especialmente las mujeres, dan crédito a estos rumores.
Los niños, y algunos ya no tan niños, aprovechan la escasa iluminación para practicar un juego, muy divertido para ellos pero sin ninguna gracia para los que lo sufren, consistente en "tirar tiestos" en las viviendas aprovechando la vieja costumbre de tener las puertas entornadas, y muchas con una silla detrás, hasta que la familia se va a dormir.
Uno de ellos, ya que siempre van en grupo, empuja la puerta y los otros, con toda rapidez, arrojan dentro pipotes o botijos llenos de agua y salen huyendo amparados en la oscuridad de la noche.
Lo que si ha despertado un temor real entre quienes gozan de un cierto desahogo económico ha sido el problema del "maquis," conocido aquí como "la gente de la sierra," que son grupos de excombatientes de la guerra civil, huidos a los montes, que luchan contra el régimen de Franco. Se financian mediante el rescate que pagan los 'familiares de las personas que secuestran. Se dice que los han visto en la verbena de la feria y que, incluso, han bailado con alguna chica. La psicosis de miedo que se ha vivido, durante unos años, está justificada por los casos de secuestro que se han dado y de los que han sido víctimas algunos vecinos del pueblo.
El núcleo urbano del Padul en los comienzos de la segunda mitad del siglo, todavía, no ha experimentado un gran desarrollo. Si recorremos las calles serán escasas las viviendas, en construcción, que encontremos. De ahí que sean muy pocas las personas dedicadas al trabajo de la "albañilería."
Esto se explica porque para la sociedad rural paduleña de hábitos tan rudimentarios y, sobre todo, de tan escasos recursos económicos, la posesión de un trozo de tierra, que le proporcione algunos alimentos se considera prioritario y centra todos sus esfuerzos. Tener una vivienda propia no está al alcance de casi nadie y mucho menos de la clase obrera, que constituye el segmento mayoritario de la población.
"PLAZA LA PURÍSIMA"
En el Padul se cumple a rajatabla el conocido refrán de "tierra cuanta veas, casa cuanta quepas".
Hasta tal punto esto es así, que surgen problemas entre los hijos de los labradores a la hora de repartir la herencia porque todos rechazan las parcelas situadas en los alrededores del pueblo, a las que despectivamente llaman, con evidente sentido de la realidad, "cagaeros" ya que, al no disponer las casas de retretes, sirven de lugar de evacuación para muchos hombres.
Los herederos se enfrentan, a veces con apasionamiento, por conseguir "jazas." Esta es la escala de valores existente que, puede parecer extraña, pero que está totalmente justificada.
Con esta mentalidad, derivada de las precarias circunstancias económicas, se explica que la construcción no alcance niveles sobresalientes. No obstante. tenemos que decir, que, a pesar de la escasa actividad constructora, el Padul cuenta con excelentes "maestros de obras" entre los que destacan los hermanos Ferrer y el maestro Niñote. Algunos de los edificios diseñados por ellos han causado admiración y desatado comentarios muy elogiosos entre los vecinos.
A la escasez de construcciones ayuda el hecho de que las parejas que contraen matrimonio, siguiendo una vieja costumbre, instalan el dormitorio, formado, en la mayoría de las casos, por un catre de madera y poco mas, en la casa de los padres. generalmente en los de la mujer. La familia se estrecha, un poco mas, y de esta manera se resuelve el problema.
La fisonomía de la vivienda responde al patrón propio de todas las poblaciones agrícolas. La casi totalidad de las casas están dotadas de dos puertas, una llamada principal porque es la que utilizan las personas que la habitan y la otra, la falsa. para los animales y los "aperos" que es el nombre que las gentes del campo dan a los utensilios y herramientas que utilizan en la labranza. En muchas de ellas la puerta está partida hacia la mitad, pudiéndose abrir indistintamente la una o la otra. En la época de calor existe la costumbre de dejar abierta, durante el día, la parte superior. Algunas casa tienen delante parrales y muchas poseen además, junto a la fachada apoyos para sentarse.
Las viviendas carecen de las comodidades mas elementales. La principal de todas es la ausencia de cuartos de baño, debido a la inexistencia de suministro de agua, lo que obliga a realizar las necesidades fisiológicas en cuadras y corrales y la higiene corporal en "safas" y "calderos."
La vida se desarrolla en la cocina, habitación donde está la chimenea que sirve, a la vez, para calentarse y para hacer la comida. Como fuente de energía se utiliza la leña y los pabilos y, para las hornillas, el carbón que, al no elaborarse en el Padul, hay que traerlo de fuera. Su transporte, desde los lugares de producción, se lleva a cabo, a lomos de mulos y burros, en una especie de redes de esparto llamadas "ceras". Varias familias se dedican a su venta en el pueblo.
El detergente de las amas de casa es el jabón casero, que ellas mismas elaboran con sosa y con el aceite sobrante de las frituras. En la cocina se utiliza, además, arenilla del Manar y estropajos de esparto.
No dispone el pueblo de abastecimiento de agua potable a los domicilios. Este ha sido, a lo largo de los años, el verdadero caballo de batalla de los paduleños, sobre todo, de los que habitan en los barrios altos que no han visto satisfecha esta vieja aspiración hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.
El agua hay que llevarla desde los pilares públicos repartidos por los distintos barrios y conocidos por los nombre de Glorieta, Pilar del Toro, "Llenaero", Agua Fresca, Plaza, Chacho Pico, María Cabeza,
Ermita, San Isidro en los Cubos y el llamado Pilar de Los Civiles, por estar adosado a una de las paredes del cuartel. Los pilares reciben el agua de la "cámara" situada al final de la calle de Las Angustias, en la llamada "Punta de las Paeres" y la mayoría de ellos cuentan con abrevadero para los animales.
Esta cámara fue construida gracias a la ayuda del Conde del Padul, D. Isidoro Pérez de Herrasti, que, desde siempre, ha sido un gran benefactor del pueblo. A él se deben obras muy importantes, entre ellas las escuelas que llevan su nombre, que han supuesto una aportación decisiva a la enseñanza en el Padul.
La cámara ha hecho posible que algunas familias instalen una acometida en sus domicilios. Pero esta posibilidad solamente está al alcance de las que viven en un nivel inferior al de su emplazamiento. Para el resto de la población el problema sigue siendo el mismo aunque aliviado, en parte, por la existencia de los pilares. La tarea de proveerse de agita es especialmente penosa para los habitantes de los barrios altos. Las mujeres se ven obligadas a subir las empinadas calles, cargadas con cántaros, calderos y pipotes, teniendo que realizar un considerable esfuerzo.
Un hecho que refleja la gravedad de la situación es que, incluso, tienen que comprar agua de personas que se dedican a subirla hasta allí mediante el cobro de una cantidad. Uno de estos vendedores de agua es el "Morito," el conocido gitano, que ha emprendido el "lucrativo" negocio de aguador con varios animales famélicos, como los que siempre ha tenido. Este hecho tiene, al menos, la ventaja de que muchas mujeres se ahorran algún que otro "viaje" a los pilares y, sobre todo, tener que sufrir las largas colas que se forman en muchos de ellos, principalmente, en el de la Ermita.
Hay algunas viviendas, principalmente en la zona sur, que disponen de pozo, la mayoría con un importante caudal, lo que supone un alivio considerable, incluso para los moradores de las casas vecinas.
El problema del agua ha entrado en vías de solución en los últimos años sesenta gracias al alcalde Juanico Villena que ha conseguido, con la valiosa ayuda del príncipe Juan Carlos, una subvención para instalar en todo el núcleo urbano una nueva red de abastecimiento que acabe, de una vez por todas, con la sed de los barrios altos.
Fruto de la gestión de este alcalde ha sido. igualmente, el Colegio San Sebastián, el Mercado, el comienzo de los trabajos de pavimentación de calles y la iluminación de algunas de ellas. así como la puesta en marcha de una política de hondas raíces sociales, con la donación gratuita de solares a familias con pocos recursos económicos para la construcción de viviendas.
Las obras de las nuevas redes de suministro las ha ejecutado el que, a su muerte, le ha sustituido al frente de la alcaldía, Diego García Berdugo. Para aumentar el caudal, ya que el consumo va a ser, lógicamente, mayor se han agregado a las aguas del Aguadero, que son las únicas que hasta ahora se utilizan para el consumo, las de la mina de La Purísima, propiedad de los agricultores, los cuales las han cedido gratuitamente.
Esta galería de La Purísima se excavó, para el riego de Las Viñas, bajo la tutela de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, organismo de representación de los hombres del campo que tantos servicios viene prestando a los paduleños a lo largo de su casi medio siglo de existencia. Entonces era alcalde Bienvenido Martín Pérez
La apertura de la mina de La Purísima no estuvo exenta de polémica debido a la falta de acuerdo entre los labradores a la hora de avalar un préstamo destinado, entre otras cosas, a poner de cemento toda la acequia. La falta de acuerdo obligó a devolver una parte del dinero recibido.
Finalmente los propietarios de las parcelas que se riegan han pagado 25 pesetas por cada marjal. Gracias a esta obra la zona comprendida entre Las Alberquillas y el pueblo se ha convertido en uno de los parajes mas fértiles del campo paduleño.
El agua, un bien tan escaso en los domicilios y, como hemos visto, tan laborioso de conseguir, se conserva en cántaros colocados en cantareras, mueble imprescindible en todos los hogares. Esta circunstancia obliga a evitar todo gasto innecesario, incluso, a la hora de la comida, para lo cual existe la costumbre de servirla en un solo plato, una fuente, de la que come toda la familia.
Respecto a la comida tenemos que decir que su comienzo está rodeado de una especie de ceremonia que se inicia, prácticamente siempre, con la pregunta ritual de la madre, ¿vuelco ya?, a lo que el marido contesta, i vuelca!.
El partir el pan, pan grande amasado en casa, es, así mismo, un acto ceremonioso. El padre, con ese sentido de la religiosidad que impregna todos los momentos de la vida de los paduleños, antes de partir a cada uno su trozo traza, sobre ¿l, una cruz con el cuchillo.
Tan importantes y necesarias como las habitaciones que ocupa la familia son las cuadras y corrales para los animales, tanto para los de trabajo como para aquellos otros que les proporcionan alimentos como son las gallinas, los conejos, los marranos y, sobre todo, las cabras que son imprescindibles en todas las familias porque su leche es la única que se consume actualmente en el pueblo.
El número de ejemplares es verdaderamente significativo, siendo distinta la forma de posesión por parte de cada propietario. Muchos las llevan directamente con ellos al campo y, en este sentido, es típica la estampa de los hombres, subidos en la burra o en el mulo, camino del trabajo, con la cabra amarrada, detrás, al aparejo.
Otros, por el contrario, prefieren utilizar el "concejo" un curioso sistema de guardería que, desde época inmemorial, se viene practicando en el pueblo. Una familia, los "concejeros," se encarga de sacarlas al campo mediante el cobro de una cierta cantidad de dinero. Por la mañana el consejero las recoge de las casas y, a la caída de la tarde, cuando regresa, ellas vuelven solas al domicilio de los dueños siguiendo siempre el mismo itinerario, que ya conocen sobradamente. Los concejeros prestan un importante servicio a los vecinos ya que, de no existir esta modalidad de pastoreo, muchas familias tendrían dificultades para poder disponer de un alimento tan necesario como la leche.
Con los marranos se utiliza idéntico sistema de guardería pagada. En este caso el encargado de sacarlos al campo es Rafael "El Celestial" al que se llama "marranero" en lugar de consejero, como a los pastores de las cabras.
La posesión de animales obedece a la costumbre, muy extendida en el medio rural, de autoabastecerse. de procurarse la mayor parte posible de los alimentos básicos.
En el Padul existen pequeñas tiendas, con un surtido muy diversificado. En ellas puede comprarse todo lo que normalmente se necesita para el consumo diario. Entre las cosas que mas demanda la gente se encuentran el café, el bacalao y las "espichas", que vienen envasadas en cajas redondas de madera llamadas "tinas" y que los hombres del campo consumen, prácticamente, a diario.
En el mostrador de estos establecimientos no faltan las máquinas de café en las que a cada cliente se le muele la cantidad que
solicita, ni un curioso cuchillo, parecido a una guillotina, con el que se
trocea el bacalao, un producto también muy solicitado. Es preciso
aclarar que el café que se consume es todo de cebada.
Entre las tiendas mas visitadas, se encuentra la de Concha la de
Morón. Su verdadero nombre es Concepción Lucas y procede de La
Zubia. Lo de Morón le viene por el lugar donde está instalada en donde,
según cuentan, antes estuvo abierto un establecimiento llamado de esta
manera.
Posee un surtido bastante amplio y completo y ha introducido la modalidad de la venta a plazos. Con ella dirige el negocio su hijo Pepe que ha sido pionero en tocar la rama del mueble.
Otra establecimiento que goza de una gran clientela, y en el que se puede encontrar de todo, es el de Las Pabilas, en la calle del Cura. Señalaremos, también, que tenemos varios comercios de tejidos como los de Diego Maldonado, Daniel y Paquito Cañadas, llamado Tienda Nueva que es. quizás. el mas visitado. Hoy son de una importancia capital porque apenas se vende ropa confeccionada.
En esta reseña hemos recogido solamente los centros en los que se produce un mayor movimiento diario de personas, lo que no quiere decir que sean los únicos ya que hay distribuidas por los barrios numerosas pequeñas tiendas, cuya relación sería interminable, que ofrecen productos de la misma calidad que aquellas y que cuentan, igualmente, con muchos "marchantes," según expresión propia de las personas mayores.
Por otra parte diremos que no existe un edificio para el mercado. Esta actividad se desarrolla en la plaza de abajo, que es como siempre se ha conocido a la que está mas cerca de la iglesia.
En la plaza de arriba los únicos puestos que se instalan, todos de temporada, son los de melones que utilizan un curioso sistema de venta con tres palos en forma de trípode en el que se sitúa la romana.
Entre los vendedores mas conocidos se encuentran Miguel el Novena, Manuel el Capellán y el Guindo, entre otros, a los que se ve con el petate liado, sentados junto a la pila de melones.
La lista de personas que tienen puestos en este peculiar mercado es interminable, razón por el cual señalaremos tan solo a algunos de ellos como los carniceros Moloy, Matilde la Gabina, Julio el de Los Molinos, las Pabilas, etc. y los vendedores de pescado Pepe el Peseta y Anica la Embustera.
"AUTORIDADES EN LA INAUGURACIÓN DEL MERCADO"
El panorama que hemos descrito explica el hecho de que el número de matanzas que todos los años se realizan en el Padul alcance cotas extraordinarias.
Son una manifestación mas de las formas de vida de los habitantes de las zonas rurales.
En nuestro pueblo la época de la matanza se inicia con la llegada de los primeros fríos. a finales de Noviembre, y se prolonga durante casi dos meses.
Prácticamente todas las familias paduleñas matan un marrano, algunas varios, aunque, lamentablemente, muchas de ellas se ven obligadas a vender las "piezas", cuando no todo el marrano, para hacer frente a otras necesidades mas acuciantes.
El trabajo de matarifes, mataores que decimos aquí, corre a cargo de miembros de diversas familias como Los Tonilos, Jerónimo Molina y sus hijos, Juanico el de la Cabellica , su hijo y su cuñado Boriocho y algunos otros. aunque los mas habituales son estos. Durante un largo periodo de tiempo se ven sometidos a una intensa actividad para poder atender todos los encargos ya que se cuentan por cientos el número de marranos que se sacrifican.
Otro profesional que tiene que multiplicar su trabajo, en esta época, es el veterinario, cargo que ahora desempeña D. Luís Bueno, un hombre enjuto, de un humor ácido, fumador empedernido, tocado siempre con su inseparable boina negra.
La matanza es una fiesta familiar, en la que "corre" el mosto acompañado de asadura, comida obligatoria de este día, y "chicharras" asadas en la lumbre. Invitadas preferentes son las novias de los hijos y, si las relaciones son ya muy sólidas, suelen acudir también, en algún momento del día, los novios de las hijas.
El rito de las matanzas, porque en eso se han convertido ya, comienza con la preparación del "testamento," el troceado de la cebolla, que arranca lágrimas a las mujeres, y su posterior triturado por parte de Anica la Juanela y Dolores la de Paquito Martín que son las personas que, de manera habitual, realizan este trabajo. Ellas poseen sus máquinas propias y acuden a los domicilios, no solamente para picarla cebolla sino también para "llenar" los embutidos.
Es frecuente ver los sacos de cebolla recién cocida, puestos a escurrir colgados de las rejas de las ventanas, inundando el ambiente con su característico olor.
Al amanecer los "mataores," en algunos casos cargados con el artesón, recorren el pueblo para cumplir los avisos recibidos.
El silencio de las madrugadas se ve roto por los aullidos de los marranos y el ajetreo de los hombres que se afanan por elevarlo hasta la mesa del "sacrificio" en donde una certera cuchillada acabará con su vida. Es curiosa la imagen del mataor agitando la sangre que, a borbotones, va cayendo en el lebrillo mientras los chiquillos, que se han dado el "madrugón" para conseguir la vejiga, contemplan la escena con los ojos muy abiertos y las mujeres, remangadas hasta el codo, esperan a que les llegue la hora de intervenir.
Cuando el marrano ha muerto se pasa al artesón para quitarle el pelo, previamente reblandecido con agua caliente. Una vez limpio y, tras colocarle en las patas el camal, se procede a colgarlo para extraerle las partes blandas y terminar las labores de limpieza. En esta posición permanece durante veinticuatro horas totalmente abierto, gracias a una caña puntiaguda colocada de forma transversal.
Es costumbre depositar el "menúo" en una criba sobre la que se ha colocado un "cernaero" y para lavarlo las mujeres se desplazan a Los Molinos o la Fuente de la Higuera, lugares preferidos por su abundante agua.
A la caída de la tarde, terminadas estas primeras e imprescindibles tareas, se elabora la morcilla, llenando las tripas con unos pequeños embudos de lata.
Los matarifes vuelven a la mañana siguiente para deshacer el marrano, con lo que termina su trabajo.
Las últimas tareas de la matanza consisten en la preparación de los embutidos y el salado de las piezas para su conservación.
Algunas familias realizan la matanza en el matadero municipal situado en la Ramblilla dotado, también, de agua abundante.
El Padul, pueblo de reconocida tradición matancera, es escenario, en determinadas épocas del año como la feria, de un floreciente mercado de marranos. Las "piaras" recorren las calles en busca de compradores. Es ya algo familiar y frecuente ver. entre otros vendedores, a Salvaorito el Mahona, con un pequeño látigo en la mano y un saco con cebada sobre el hombro, pregonando "marranetes" con su natural gracejo.
Mucha gente los compra, todavía lechones, de arrieros que los traen en burros y mulos, metidos en "capachos".
Por lo general los marranos son de los llamados retintos y se les "cría" a base de "papas" cocidas con "salado", cuando son todavía pequeños, y, posteriormente, con cebada y maíz. Este tipo de alimentación, junto a la salida diaria al campo, con el concejo, de muchos de ellos, hace que los jamones, "espaldillas" y, en general, toda la carne sea de excelente calidad.
"PADULEÑOS DE LOS AÑOS 40"
La sociedad actual ha cambiado muy poco respecto a la que habitó en el pueblo en épocas pasadas. Las formas de vida, los hábitos, las costumbres continúan siendo, prácticamente, iguales.
Existen dos grupos claramente diferenciados, obreros y agricultores propietarios de tierras. Junto a ellos, convive un sector de población gitana, no muy numeroso pero sí bastante significativo y totalmente integrado.
Los primeros, los obreros, forman el segmento mayoritario de la población. Por lo general habitan en la zona norte del pueblo en una franja comprendida de oeste a este, entre la cuesta de las Esperillas y la calle de la Angustias. Por el sur, el límite lo establece la acequia, aunque no de manera absoluta.
Las casas suelen ser pequeñas y modestas, algunos incluso viven en cuevas. En ellas se hacina toda la familia que, en un alto Porcentaje es, además, numerosa. Las instalaciones son paupérrimas
hasta el extremo de que no disponen de camas para dormir. Los hijos lo hacen sobre colchones de farfollas, algunos son de paja, depositados en el suelo y los padres en un modesto catre de madera con idénticos colchones.
Su situación es muy difícil, casi dramática, ya que siguen padeciendo los males endémicos de una total carencia de recursos, agravados ahora por las secuelas de la guerra civil.
El segundo grupo lo constituyen los agricultores, pequeños y medianos propietarios de tierras, ya que en el Padul, al igual que en toda la comarca del Valle de Lecrín, existe un acusado minifundismo. Su vida transcurre con desahogo, incluso con comodidad, dentro de lo que es habitual en una economía agraria y casi de subsistencia.
La comunidad gitana tiene cierta relevancia social. En general su economía es bastante precaria, aunque, también, existen excepciones. Desempeñan los más diversos y variopintos oficios: vendedores ambulantes de ropa, carniceros, hojalateros, esquiladores de animales de trabajo, etc.
Es típica la estampa del matrimonio, con el bulto de ropa colgado del hombro, ofreciendo su mercancía por las calles y regateando el precio con las mujeres. Entre los mas conocidos citaremos a Pepe el Burro, gran aficionado al fútbol, y su mujer, Sacramento, que emigraron después a Rota, en la provincia de Cádiz. Posteriormente han desempeñado esta actividad la Tolina y su marido Cecilio, personas formales y de mucho aprecio en el pueblo.
Al hablar de vendedores ambulantes de ropa no podemos olvidar a Juan
Cárdenas, Juan el de la Cesta, como lo ha bautizado la gente en alusión a la
cesta donde lleva la mercancía. No es gitano ni nacido en el Padul y antes de
fijar su residencia en el pueblo venía todos los días en el tranvía. Ahora, tras
ampliar el surtido, sale
acompañado de sus hijos y ha sustituido la cesta por unos cajones de madera
provistos de ruedas que facilitan el desplazamiento por las calles. La forma tan
original que utiliza para advertir su presencia en las calles es toda una
lección de publicidad de efectos inmediatos. El grito de ¡¡ ¡ las... medias!!!
anuncia a las mujeres que Juan ha llegado. Los chiquillos, con su natural
inclinación a burlarse de todo, transforman el pregón en ¡¡¡las deudas!!!.
Es, también, frecuente escuchar, a diario, por las calles los pregones de una serie de curiosos personajes como los hojalateros, los lañeros, los "tíos traperos" anunciando la compra de ¡ suelas viejas, alpargatas viejas, to lo viejo!, los "arregladores" de colchonetas con la cantinela de "¡se arrecortan, se atirantan las colchonetas!"y los charlatanes que aparecen, de vez en cuando, embaucando a la gente con ofertas de regalos.
Dentro de este grupo de "trabajadores autónomos" tenemos que incluir a los zapateros, el mas conocido Pepe el Caroca. Tampoco podemos olvidar a Cabecica la Anciana y Leonor, que poseen puestos de chucherías en sus casas, y al Caito y a Capellán, acompañado de su mujer, vendedores callejeros, que en el verano se dedican, también, al helado.
En los "puestos caseros" de Cabeza y de Leonor están causando furor los caramelos Drake que, en su interior, traen fotos de artistas de cine para pegarlos en un álbum que recibe como premio, un vez relleno, un cine de juguete o una pelota. Los niños andan como locos intercambiando cromos tratando de hacerse de los que les faltan, sobre todo, Miguel Ligero, Estrellita Castro y Juanita Reina, los mas difíciles de conseguir. La venta de caramelos está alcanzando niveles desconocidos y haciendo que se resientan, seriamente, los bolsillos de los padres.
"GRUPO DE JÓVENES EN UNA BODA"
Las relaciones entre los grupos son, salvo excepciones, cordiales. Los propietarios no se sitúan en un plano de superioridad respecto a los obreros, sino que se colocan a su lado como unos trabajadores mas, lo que propicia que surja, entre ellos, una corriente de confianza que termina por convertirse en auténtica amistad. La figura del terrateniente, señorito andaluz despótico y fanfarrón, aquí no existe ya que la forma de ser de la gente y la misma estructura de la propiedad de la tierra, repartida en pequeñas parcelas, no hacen posible su aparición.
"FAMILIA PADULEÑA"
La familia es la base sobre la que se asienta esta sociedad rural. Los abuelos y los padres gozan de un respeto casi reverencial y son objeto de todas las preferencias y de todas las atenciones. Ocupan el primer lugar en todo. Ejercen, además, una autoridad absoluta y en muchos casos se les trata, incluso, de usted.
La educación que se imparte a los hijos es muy severa. 1:1 castigo fisico es muy frecuente e, incluso, cuando son pequeños existe la costumbre, entre los padres, de asustarlos con María la Cruz, el Niño Pachana o el Agustín, personajes populares y entrañables del pueblo, que a los pequeños les imponen mucho respeto.
Existen notables diferencias entre la educación que se da a los varones y la que reciben las hijas.
Con los hombres se es mas tolerante, lo que no supone que se les consienta la menor falta de respeto. En este aspecto los padres se muestran tan inflexibles que llegan hasta no permitir a los hijos fumar delante de ellos, si no los autorizan, aunque estén ya casados o sean mayores de edad, condición que se alcanza a los veintiún años.
Esta prohibición da lugar a situaciones verdaderamente pintorescas cuando los padres y los hijos coinciden en el trabajo, hecho que en la agricultura ocurre, prácticamente, a diario. A la hora de hacer los descansos habituales, las llamadas "jumás," el hijo se retira a una distancia prudencial para fumarse el cigarro y de esta manera tan original, aunque el padre lo está viendo, queda a salvo el principio de autoridad y el respeto.
Las mujeres, por el contrario, están mucho más controladas porque la sociedad es muy sensible a todo lo que esté relacionado con ellas. Crecen bajo la tutela directa de las madres aprendiendo las labores del hogar y formándose para que, llegado el día, sean, también ellas, eficientes esposas y madres preparadas para criar a sus hijos. Deben ser discretas y recatadas tanto en el vestir como en la forma de comportarse. La moral de esta época impone unos hábitos de conducta que no se pueden infringir y si alguna se toma ciertas libertades, por muy inocentes que sean, es objeto, cuando menos, de los comentarios de asombro de la gente.
Además la iglesia, en continua actitud vigilante, se encarga de exigir a todos, pero especialmente a las mujeres, el estricto cumplimiento de estas normas de conducta.
Es impensable que una mujer vista pantalones o que fume o que pasee cogida de la mano de su pareja y, mucho menos; que realice en la calle determinados gestos de cariño porque el escándalo alcanzaría dimensiones antológicas.
Si en todo momento las relaciones entre los dos sexos están sometidas a unas normas muy restrictivas, durante el noviazgo se hacen mucho más exigentes. En estos casos los comportamientos se' miran con lupa, aunque las parejas, como siempre, encuentran la manera de eludir las trabas que se les ponen.
Al hablar de los noviazgos es preciso resaltar las diferencias que existen entre los hombres y las mujeres. Cuando a las jóvenes, a las mozuelas como siempre se ha dicho en el Padul, les "sale novio" la actitud de los padres se vuelve un tanto expectante hasta saber quien es el elegido.
En primer lugar, en "cónclave" familiar, se examinan detenidamente las condiciones de la persona que se ha acercado a su hija. Si consideran que el aspirante "no es de su igual," se ejerce una oposición total, prohibiéndole, de manera absoluta, que se vea con él y, desde ese momento, se la somete a una estrecha vigilancia. Sin embargo, a pesar de adoptar tantas precauciones, a pesar de que, en ocasiones, alguna que otra "torta" impacta en el rostro de la "niña" por no aceptar las decisiones de sus progenitores y de, incluso, encerrarla para que no hable con el novio, todas las medidas fracasan y la enamorada se mantiene fume y termina casándose con el hombre al que quiere, a veces a costa de tener que abandonar el domicilio paterno y trasladarse a otra vivienda, generalmente de algún familiar, en la que permanece hasta el día de la boda. Es lo que se dice "estar depositada."
Estos problemas surgen cuando se trata de las hijas debido a que, todavía, se mantienen vigentes las formas de pensar y de actuar, heredadas del pasado. A los hombres no se les suelen poner tantos obstáculos cuando eligen a la que va a ser su mujer.
Si a las relaciones se les da el visto bueno, el pretendiente tiene que someterse al trámite de hablar con el padre de la novia, paso previo e imprescindible para la formalización definitiva del noviazgo y cuya consecuencia inmediata es la entrada del joven en la casa y la terminación de los encuentros furtivos y, casi, a escondidas.
El cumplimiento de este requisito ineludible supone una situación bastante embarazosa para el pretendiente, que trata de demorarlo el mayor tiempo posible, ya que no consigue vencer el miedo que le produce tener que abordar a su futuro suegro. Cuándo, cansado de que la novia lo agobie con la pregunta "¿has hablao con mi papa?", y revestido del valor que le falta, el encuentro, por fin, se produce, siempre fuera del domicilio, ella, devorada por los nervios, espera impaciente el resultado, generalmente acompañada de su madre que, conocedora de las inclinaciones de su hija, y salvo excepciones, es su cómplice.
El noviazgo, por lo general, dura bastante tiempo. Existen, además, unas costumbres de obligado cumplimiento. La principal, que a los novios no se les deja solos. Si, en las noches de verano, se sientan en la puerta de la casa o si salen a pasear tienen que estar, siempre, acompañados de otra persona, normalmente algún familiar femenino, " para que les guarde la cesta."
Hay parejas que "hablan," a través de la reja. Es una escena habitual ver al novio de pie ante la ventana soportando, a veces, las inclemencias del tiempo. Si la lluvia hace acto de presencia se resguarda bajo el paraguas, si los fríos se intensifican se abriga, incluso con una manta, pero nada le hace desistir de estar al lado de su amada, por muy duras que sean las condiciones meteorológicas.
En estos casos, y a pesar de la barrera que los separa, las madres siguen manteniendo una discreta vigilancia, situándose a una prudencial distancia.
Durante el tiempo de noviazgo la chica se dedica a la preparación del "ajuar", tarea en la que participa, de manera muy activa, la madre. La mayor parte de la ropa que los contrayentes llevan al matrimonio, incluido el traje de novia, es confeccionada por las "costureras" locales, auténticas maestras en el arte de la aguja, en cuyos talleres los vecinos, tanto hombres como mujeres, se hacen las prendas de vestir. Entre estas modistas están Antonia la Madre Mía, la Niña Ligero, Rosa la Mosca. María la de María del Carmen, etc.
Las hijas de "familias pudientes" acuden, por las tardes, al Convento de las Monjas, institución que tantos recuerdos trae a las mujeres paduleñas, a "bordar el ajuar." Otras muchas, a las que todavía no les ha llegado la hora de casarse. van también al convento, simplemente animadas por el deseo de aprender lo que se conoce como "cultura general" entre cuyas materias se incluye la de "hacer primores."
Las bodas, todas religiosas como corresponde a una sociedad creyente, además de que los casamientos civiles están prohibidos, se celebran por la mañana y, a la salida de la iglesia la pareja es saludada con el lanzamiento de "puñados" de trigo. Desde aquí, junto con los invitados que se reducen al entorno familiar y a los amigos más cercanos, se trasladan a la casa de la novia donde se sirven unos dulces, elaborados por la familia, y unas copas.
Los niños tienen la costumbre de concentrarse frente a la vivienda pidiendo "roña." El padrino, acalla sus gritos, lanzándoles, desde un balcón, monedas de perra gorda o almendras dulces que ellos recogen en medio de la mayor algarabía.
Andando el tiempo se ha ido imponiendo la costumbre de celebrar la fiesta fuera del recinto familiar. Hay varios lugares en los que se puede hacer el "refresco." como las Tres M, la taberna del Chelito y el salón de Bautista.
Es preciso aclarar, no obstante, que no todos pueden celebrar su casamiento. Los obreros no tienen esta posibilidad, porque sus escasos recursos económicos les impiden hacer frente al gasto que esto supone por pequeño que sea. De ahí que algunos se "lleven la novia", con lo que se ahorran toda clase de gastos. Después D. Benjamín los casa de madrugada y todo resuelto.
También se celebran de madrugada los matrimonios en los que alguno de los contrayentes es viudo. Estas parejas tienen, además, que pasar cl trámite obligatorio de la "cencerrá," que consiste en concentrarse frente al domicilio de los recién casados y ofrecerles un concierto con "música" de caracolas o cualquier otro instrumento que haga ruido, acompañado de los gritos, casi rituales, de ¿.. se volverá a casar..?. i nunca mas!. Los jóvenes son los que siempre organizan estos divertidos espectáculos.
LA LAGUNA DEL PADUL"
La vida de los habitantes del Padul ha estado, a lo largo de los siglos, profundamente ligada a la existencia de estos tres centros de agua. Sin ellos la historia del pueblo, quizás, hubiese sido totalmente diferente.
La laguna, que le dio su nombre, ha ejercido una influencia tan decisiva que constituye una de sus señas de identidad. Cuentan las crónicas que, en sus orígenes, las aguas cubrían una amplia extensión de tierra que, dicen, llegaba hasta donde después se construyó la Casa Grande.
Hoy, si embargo, la laguna ya no es aquel extenso mar de agua dulce que muchos conocimos. Los trabajos de desecación, llevados a cabo en diferentes etapas unidos a la limpieza de las madres que, todos los años, lleva a cabo la Hermandad de Labradores, han hecho que haya disminuido notablemente la primitiva superficie encharcada.
La última de las actuaciones sobre la laguna se ha realizado bajo el gobierno del alcalde D. José Garrido que ha ejercido el cargo a mediados de los años cuarenta. Se ha mejorado el drenaje de las madres y se han realizado otros diversos trabajos encaminados a poner en cultivo un mayor número de parcelas. No obstante los resultados no han sido los deseados debido a la escasa calidad de los terrenos. Sin embargo los trabajos han tenido una gran trascendencia social ya que han venido apaliar el importante paro obrero existente.
Entre las obras realizadas por este alcalde debemos señalar, también, dos que han tenido una gran aceptación popular, la fuente del Tío Miguel y la de La Salud, sobre todo esta última, que se ha convertido, por su cercanía, en el paraje mas visitado por los mozuelos y las mozuelas del Padul. Es un lugar de encuentro para los enamorados que "pelan la pava" a la sombra de las mimbres o bajo los árboles de la frondosa alameda de Los Castañicas que crece junto a ella.
"FUENTE DE LA SALUD AÑOS 50"
El paseo diario a la Fuente de La Salud se ha convertido para la juventud casi en una obligación en las tardes de primavera y verano. Las mujeres acostumbran a llevar el popular pipote, que les sirve de justificación para que sus madres las dejen ir a la fuente, y tanto ellas como ellos y, en especial, las parejas de novios, gustan caminar sobre los raíles de la vía, en un difícil equilibrio, mientras ahuyentan los mosquitos con los "mosqueros" que hacen de los tallos de las cañas que crecen a los lados de la vía.
La acequia, cuyas aguas han estado pasando, durante siglos por el pueblo, fue
construida por los romanos y mejorada por los árabes, expertos agricultores, que
implantaron un acabado sistema de regadío que se ha mantenido vigente hasta
fechas todavía recientes. Han sido numerosos e importantes los beneficios que la
acequia ha deparado a los paduleños. Sus aguas regaron, y siguen regando, las
tierras, movieron molinos, alimentan los veneros de los pozos y de las fuentes
situadas bajo su cauce, sirven de abrevadero a los animales y son aprovechadas
por las mujeres para realizar el lavado de la ropa.
Hay que señalar, también, otro curioso servicio que presta la acequia, la posibilidad de que existan "baños públicos" en el pueblo en donde los jóvenes y los niños se pueden bañar mediante el pago de una cantidad que oscila entre una "perra gorda", tres "perrillas" o dos "gordas." Son conocidos por el nombre de sus propietarias, Candelaria y Antonia. El primero está situado en Los Huertos, junto a la calle del Moral y el de Antonia o de Frasquita, que también es conocido por este nombre, un poco mas arriba, en el "Llenaero," por la calle de Las Angustias.
A pesar de las muchas albercas con que cuenta el pueblo, algunas muy cercanas al casco urbano, que ofrecen la posibilidad de un baño gratis, la gente, sin embargo, prefiere acudir a estos baños de pago. Los niños, y también grupos de jóvenes, acuden a bañarse alas albercas y a las madres de la laguna en donde, en alguna ocasión, ha ocurrido algún accidente doloroso.
"UN BAÑO EN LA ALBERCA ALANCON"
Las mujeres, aunque sean niñas, no pueden bañarse en estos lugares. Tienen que hacerlo en recintos cerrados lejos de las miradas de los hombres y con largos vestidos para evitar cualquier contingencia
En estas originales "piscinas" existe una estricta separación le sexos ya que la moral y las buenas costumbres prohíben tajantemente los baños mixtos.
La importancia de la acequia llega mas allá de lo reseñas o. Actúa, incluso, como línea divisoria, al menos en el aspecto físico. entre los grupos sociales que habitan el pueblo. Al norte, sin que ex¡ .a una razón que lo explique, ha vivido tradicionalmente la clase obren = a cuyos miembros, por la situación geográfica del barrio en un plano n ,:s elevado, se les conoce, sin ánimo despectivo, como "los de por ahí arriba".
Al sur de esa línea habitan los labradores y los dueños de os comercios y de las pequeñas industrias, mas bien talleres, diseminas os por el pueblo. Hoy, con la perspectiva del paso del tiempo, poden, os asegurar que la pérdida de la acequia, hecho del que son responsables los ayuntamientos que han gobernado el pueblo en los últimos años, ha venido acompañada de la desaparición de aquella vieja sociedad rural, llena de prejuicios, que ha sido sustituida por otra, más moderno y progresista, en la que ya no tienen cabida las diferencias de antaño.
El tercero de los centros de agua y, tal vez, el más importante, de los existentes en el pueblo es, sin duda, la fuente que ejerce una influencia decisiva en la vida de los paduleños, especialmente en la vida de las mujeres del Padul.
Señalaremos que las primeras noticias que tenemos de la fuente se remontan al año 1.556. En ella la población se abastecía le agua para el consumo y, además, hacía el lavado de la ropa. Las condiciones en las que realizaban este trabajo eran especialmente penosas ya que tenían que soportar las inclemencias del tiempo, expuestas al calor de los veranos y a los fríos, a las lluvias y las nieves de los inviernos. Así fue durante décadas hasta que, a finales del siglo XIX, en 1897, uno de los alcaldes más eficientes que ha tenido el Padul, Diego Villena Álvarez, fallecido en 1.912, decidió realizar las reformas necesarias para acabar con aquella crítica situación. Fue al vez la obra más trascendental que se realizó en el pueblo en aquellos años y la placa instalada en una de las paredes del edificio es un homenaje de reconocimiento a las personas que la hicieron posible. A este alcalde se deben, también, las escuelas de la puerta de la iglesia, hoy convertidas en salón parroquial.
La fuente es uno de los lugares más entrañables y queridos por las mujeres del Padul. Las horas pasadas "restregando" sobre las tablas. cubriéndose las piernas de inoportunos mirones, el ruido de las conversaciones, el sonido del agua que mana abundante por los caños de hierro, los lavados en la madrugada, son escenas que permanecerán siempre grabadas en la mente de todas ellas.
Hay otros lugares donde, también, se lava la ropa como son el Callejón, la fuente de la Higuera y los Molinos. Hasta ellos se desplazan las mujeres con las canastas de mimbre, las tablas de madera, el jabón casero que les sirve de detergente y, otro producto muy utilizado las "muñequillas de añil" que dan un cierto color azulado a la ropa blanca.
Estos lavaderos del extrarradio son los preferidos por las "lavanderas profesionales," mujeres que se dedican a lavar la ropa de algunas familias cobrando por su trabajo una determinada cantidad de dinero.
La vida en los primeros años cuarenta gira en torno a la agricultura que ha sido, a lo largo de la centenaria historia del pueblo, la base de la economía de sus habitantes. El cultivo de la tierra, junto con cierta actividad ganadera, ha sido, desde siempre, la dedicación, casi exclusiva de los paduleños. Los hijos, siguiendo una tradición heredada de sus padres, son labradores u obreros del campo sin que a ninguno se le ocurra plantearse otras alternativas. Dentro de estos parámetros transcurre la vida de la gente, una vida austera, sin grandes inquietudes, apegada a sus costumbres y tradiciones, pero una vida que, al depender de factores que no pueden controlar, está continuamente expuesta a circunstancias imprevisibles que, cuando se muestran adversas, como ha ocurrido a la terminación de la Guarra Civil, les hace muy difícil, incluso, la propia supervivencia.
"LA CULTURA AGRÍCOLA COMIENZA DESDE PEQUEÑOS
Los primeros años de la posguerra han sido muy duros, sobre todo, para la gran masa de población obrera que se ha pisto azotada por la carencia de los más elementales medios de subsistencia. Las secuelas & la guerra, el bloqueo internacional que ha sufrido España y las malas cosechas, derivadas de la prolongada sequía, han contribuido a hacer, todavía mas dramática, la situación de muchos paduleños. El hambre se ha cebado, de manera implacable. en numerosas familias y su consecuencia inmediata ha sido el incremento de la mendicidad practicada, sobre todo, por niños y mujeres que recorren, a diario, los domicilios de los labradores solicitando una limosna. Un grupo de ellas lo hace solamente los sábados motivo por el cual se autotitulan "las pobres del sábado." La situación se ha hecho tan extrema que ha dado lugar, incluso, a que aparezcan enfermedades que, aunque bastante infrecuentes en circunstancias normales, son fáciles de aparecer en estados de acusada necesidad. Es el caso del llamado "piojo verde" que ha motivado la implantación, sobre todo entre los niños, del pelado al cero, o a "rapa," que, junto con el de "cepillo", es el mas popular.
En clave de humor se canta esta graciosa coplilla:
Que venga el piojo verde
que venga el colorao
que venga el amarillo
que pronto estemos pelaos.
En los meses en los que el trabajo del campo se paraliza las personas carentes de recursos se dedican a hacer "lías," que son unas cuerdas finas elaboradas con esparto que retiran de la Atarazana y por las que se les paga una pequeña cantidad.
No todos los hombres del pueblo trabajan en el campo. Hay un sector importante que lo hace en otras profesiones, muchas de ellas ya en vías de extinción.
Entre los servicios necesarios e imprescindibles en la agricultura se encuentran las carreterías de las cuales existen dos en el pueblo que, como su nombre indica, se dedican a todo lo relacionado con la construcción y arreglo de los carros y de las herramientas y utensilios que se utilizan en el trabajo del campo. Una está situada debajo de la Casa Grande y su dueño es Juan de Dios el de los Pérez y la otra pertenece a dos hermanos, primos suyos, Manolico y Cándido Pérez que la tienen en la calle Carretería que, precisamente, debe el nombre a este taller.
Un oficio, que ha sido tradicionalmente muy importante en el pueblo, es el de los barberos, que, además, de desempeñar el trabajo específico de esta profesión, ejercen, también, de dentistas, de sacamuelas. Extraen, en vivo, las piezas dañadas de la boca. Los mas conocidos son Manuel Arias, Manolico Vellido, luego heredado por sus hijos Manuel y Salvador, y una familia conocida con el nombre de "los barberos", cuyos miembros, primos entre sí, son todos del gremio: Paco Manolico Antonio y Fernandico. Mas jóvenes que ellos son los hermanos "lañeros", Antonio y Salvador Romero y los, también, hermanos Molina Duarte.
Las barberías tienen un atractivo especial, son centros de tertulia donde los clientes, más asiduos, se reúnen, todos los días, a charlar sobre lo divino y lo humano y, con mayor frecuencia, cuando la climatología les impide salir al campo.
En los días previos a la feria el trabajo de los barberos se multiplica ya que todos, hombres y niños, quieran estar debidamente acicalados para este singular acontecimiento.
Peluquerías de mujeres no existen. Lo que si hay son "peinadoras a domicilio", expertas que acuden alas viviendas donde se las requiere, naturalmente, cobrando por su trabajo.
Las "lacas" y suavizantes utilizados son la "salgatona", un preparado líquido elaborado con los corazones de los membrillos y que se untan en el pelo con una pluma de gallina.
En esta relación de oficios no podemos olvidar a los carpinteros como el Zopo y Teresica la de Pepe Luces que están especializados en la elaboración de sillas, mesas y cantareras.
La mejora de la situación económica ha supuesto una profunda transformación en el trabajo de los carpinteros que los ha llevado a convertirse en artesanos de la madera. Elaboran los muebles de forma manual, siendo muchas las parejas de nuevos matrimonios que se los encargan. El precio de un dormitorio completo, de madera auténtica y con penachos labrados a mano, ronda las dieciocho mil pesetas.
Por otra parte se les abre un futuro, muy prometedor, con el resurgir de la construcción que se está plasmando en numerosas viviendas alas que ellos colocan la "carpintería."
Entre los carpinteros mas conocidos tenemos a los Pepe Luces, Alfonso y Pepe de la Perra y, ya en época posterior, los hermanos Contreras.
Los panaderos son de vital importancia en unos tiempos en los que cada familia tiene que elaborar su propio pan.
El proceso de amasado del pan comienza con el aviso, el día anterior, al
hornero al que hay que comunicar, además, el turno elegido, ellos dicen la "j
ornó." Posteriormente un trabajador del horno, generalmente, uno de los hijos
porque la mayoría de ellos son empresas familiares, pasa por las casas
comunicando que deben amasar y, transcurrida aproximadamente una hora, vuelve
para decir ¡ajeñir! lo que significa que la masa ha fermentado y que deben hacer
el pan. Finalmente recoge la tabla y, sobre la cabeza protegida por una especie
de redondel llamado "roete", la transporta hasta el horno. Cada familia, cada
ama de casa, posee una seña para identificar su pan. Es una especie de sello
delata que les hace Joseico el Latero y que ellas graban sobre los panes en masa
cuando ya están
sobre la tabla y cubiertos con el tendío. Sirve, también, para que el hornero
distinga cada una de las piezas de pan que saca del horno y la coloque sobre la
tabla correspondiente.
No existe costumbre de elaborar barras, sino grandes panes, que se guardan en orzas de barro, en donde se mantiene en perfectas condiciones de consumo durante, al menos, una semana.
Los principales horneros son Andrés, Juanico el de Tovar, los Becerricas, los de Olimpia, los Martos, los Nievas, etc., etc.
La harina procede de los molineros paduleños entre los cuales los mas conocidos son el Maestro Harinas, Horacio, Manuel el de Cozvíjar, Luís el de Doña Encarna, Buenos Días, y Feriche y Mísqueres, en los Molinos. Los labradores entregan el trigo a los molineros los cuales se lo devuelven molido cobrándoles, en especie, el tanto por ciento de "maquila". La harina, antes de amasarla, se cierne con unos aparatos redondos llamados cedazos, "ceazos" para nosotros, y se le saca el "salvao", que se amasa como alimento a gallinas y marranos.
Se está empezando a traer harina de algunas fábricas de Granada como el Capitán y Ruiz Linares.
Hay otros muchos oficios como el de barrendero que primero desempeñó Plácido el de Martín, que retiraba de las calles las "cajoneras" (excrementos) de los animales con una carretilla, y posteriormente el Lámpara, que ya lo hace con un pequeño carro tirado por una burra.
El mas llamativo de todos los oficios es, quizás, el de pregonero, un original sistema de publicidad muy extendido por casi todos los pueblos de España. El pregonero recorre las calles comunicando a los vecinos cualquier hecho que pueda interesarles, bien por encargo de las autoridades o de particulares. Antes fue pregonero Juan el de Martín, hermano de Plácido, y actualmente lo es Antonio, "el Grillo," que utiliza una fórmula muy original iniciada, siempre, con las mismas palabras: ¡¡Oído niñas, atención!!, seguidas del asunto que quiere dar a conocer a la gente como pérdidas, funerales o aviso del pago de la contribución.
En el Padul, al igual que en el resto del país se han implantado las cartillas de racionamiento que están vigentes desde Mayo de 1.93 )9. Al principio fueron familiares, una para toda la unidad familiar y posteriormente han sido sustituidas por otras individuales, una para cada miembro de la familia.
Consisten en una especie de libretas de forma rectangular, provistas de varias hojas, de las que se van separando pequeños recuadros.
Son utilizadas tanto por los obreros como por los propietarios y, en general, por todos los vecinos, aunque no se encuadrasen dentro de alguno de estos dos grupos.
La ración, como es conocida popularmente, se envía, desde Granada, al Ayuntamiento y de allí es retirada por los tenderos. Tiene una periodicidad semanal, a veces se retrasa, y consta de garbanzos, arroz, aceite, azúcar, pan y otros diversos productos. El pan lo entregan en las tahonas. Es de color negro, porque se hace de harina de centeno, y su sola visión acaba con las ganas de comerlo.
La necesidad de algunas familias es tan extrema que, incluso, se ven obligadas a pedir dinero para poder retirarla ración.
El tabaco también está sometido a las mismas restricciones. La cartilla de
fumador es de cartón, del tamaño de media cuartilla y da derecho a adquirir unos
paquetes de picadura llamados "currucos y cajillas" de tan baja calidad que
algunos, con evidente sentido del humor, le llaman "tabaco de guitarrilla"
porque, mientras se fuma, hay
que sacudir continuamente las partículas que caen sobre la ropa. Los fumadores
lo guardan en unos pequeños bolsos de cuero llamados petacas. Para liarlo se
utiliza papel de fumar de diversas marcas, entre ellas el Bambú, Jean y el
Abadíe. Paquetes de cigarrillos apenas si se elaboran. Solo "mataquintos",
posteriormente Ideales de color amarillo y el "caldo de gallina", que también es
necesario liar, aunque el papel lo trae ya el cigarro.
"UTENSILIOS QUE SE UTILIZABAN PARA FUMAR"
La escasez de tabaco ha hecho que aparezca la picaresca de silenciar la muerte de algún fumador de la familia para seguir aprovechándose de la ración. De ahí que se diga que "fuman hasta los muertos".
Las personas de un cierto nivel económico fuman una picadura de mucha mayor calidad que solamente se puede comprar de "estraperlo" y cuyas marcas mas conocidas son, entre otras, La Parada y el Cubanito.
Los "estraperlistas" de tabaco, siempre actuando a escondidas y siempre en peligro de ser detenidos, tienen su centro de operaciones en la plaza de La Mariana, en Plaza Nueva y a las puertas del Café Suizo, en Puerta Real. Por cierto que algunos de estos vendedores como Pepete, el Chirri o el Gato juegan en el equipo de fútbol del Padul.
Los pobres no pueden permitirse el lujo de fumar buen tabaco. Ellos se tienen que conformar con seguir con la ración o bien acogerse a la costumbre, que la escasez ha popularizado, de fumar churrascas, "chascas" dicen los paduleños, que son hojas secas del tabaco que se siembra en el pueblo cuyo cultivo tiene aquí cierta
"ALGUNOS PAQUETES DE CIGARRILLOS"
El estraperlo es una práctica comercial que se ha extendido por toda España. Consiste en un mercado negro de productos de primera necesidad que los especuladores acaparan para vender a precios abusivos. No solamente afectó a los artículos de consumo sino a otros muchos, también imprescindibles.
Por otra parte no hay libertad de comerció. Todo está prácticamente intervenido y, principalmente, el aceite y el trigo. Los labradores están obligados a declarar la cosecha obtenida requisito que se realiza en la Hermandad de Labradores en unos impresos conocidos como C-1 y a entregar al Servicio Nacional de Cereales el llamado "cupo forzoso", una determinada cantidad de trigo, descontada la parte correspondiente a consumo y siembra, que tienen que llevar al almacén situado en la calle Teatro. Después al Silo construido por el Ministerio de Agricultura en terrenos cedidos por los labradores, a través de la Hermandad. Se les abona a un precio notablemente inferior al que pueden conseguir en el estraperlo, razón por la cual tratan, por todos los medios, de que se les rebaje el cupo asignado.
Se han puesto de moda los registros domiciliarios para detectar los posibles fraudes en la declaración de la cosecha.
Una vez mas ha aparecido el sentido del humor de los paduleños, uno de cuyos más claros exponentes es Jacinto Villena García, autor de numerosas letrillas alusivas a asuntos que, por uno u otro motivo, se ponen de actualidad. En esta ocasión ha hecho muy popular una cancioncilla, sobre los registros, que dice así:
D. Carlos el j efe del almacén del trigo
que por los registros del Padul se ve
y va acompañado del pobre Confite
que con mucho miedo por las calles se ve
¡ Ay D. Carlos, el miedo que tu has metido
no se puede soportar!.
¡ Ay D. Carlos, a los pobres del Padul
tu los vas a extraviar!.
Con las cosas del estraperlo
estamos muertos de miedo
¡Ay D. Carlos, Carlos Romero!.
"DECLARACIÓN DE COSECHA EN UNO DE LOS IMPRESOS CONOCIDOS COMO GP'